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Esta historia empieza como muchas otras en una calurosa y aburrida noche de verano, era el típico sábado en el que todos mi amigos tenían algo que hacer y yo me quedaba en casa perdiendo el tiempo de la mejor forma que se me ocurriese, en este caso chateando en Internet y viendo la televisión a un tiempo, aunque teniendo en cuenta la maravillosa programación a la que nos tienen acostumbrados los sábados veraniegos, la tele no era una buena opción para hacer desaparecer el hastío.
Después de unas cuantas horas tecleando tonterías en el chat y viendo alguna que otra página erótica para alegrar un poco la vista, y teniendo en cuenta que en la televisión la programación no mejoraba, decidí que ya era suficiente por esa noche y que las dos de la madrugada era una buena hora para irse a dormir, por lo que me dispuse a cerrar las ventanas para evitar que se me comiesen los mosquitos por la noche, Dios bendiga al aire acondicionado que me evitaría morir asado en el horno en el que se convierte mi casa cuando el calor aprieta.
Y cuando llegué a la ventana de mi habitación, me quedé clavado al ver luz en el piso de enfrente, más que nada por que sé que la chica que vive allí es una auténtica delicia para la vista, y también que la habitación que se ve desde donde yo estaba es la suya, y nunca se sabe si estaría desnudándose después de una intensa noche de marcha y podría deleitarme viendo sus generosas curvas. Además la ventana de una mujer totalmente abierta y con las cortinas de par en par no deja de ser una invitación más que suculenta para alguien que llevaba demasiado tiempo sin probar las delicias de un cuerpo femenino.
Así que allí estaba yo esperando ver un cuerpo femenino semidesnudo, cuando llegó la sorpresa... y es que no vi un cuerpo femenino semidesnudo, sino dos cuerpos femeninos totalmente desnudos y dándose placer mutuamente. Me quedé embobado al momento, ya que lo que menos me esperaba era, no ya que mi vecinita tuviese compañía esa noche, sino que si la tenía fuese femenina. Es cierto que nunca había visto a Sara –pues ese es el nombre de la susodicha- con compañía masculina, pero no se me había ocurrido que fuese lesbiana.
Ya que las oportunidades cómo esta no se dan a menudo, decidí que si no la aprovechaba para masturbarme me arrepentiría durante el resto de mi vida, así que totalmente decidido saqué mi polla, que ya tenia una considerable dureza dado el espectáculo que me estaban ofreciendo, y empecé a frotarla de arriba a abajo. Ellas mientras tanto practicaban un 69 con un apasionamiento que nunca he visto superado en todas las películas de lesbianas que he tenido oportunidad de degustar (y han sido muchas, ya que es un género que me gusta especialmente) y yo seguía restregando mi verga, notando como las venas se me endurecían mas y mas mientras me sumía en una nube de placer nunca antes superada en una paja.
Ellas seguían a lo suyo, mi vecina pasaba su rosada lengua por el rasurado chochito de su amiga, mientras ésta se acariciaba las tetas y pellizcaba de tanto en tanto sus pezones que eran de un marrón muy oscuro, casi negro, lo cual destacaba mucho en una piel tan pálida como era la suya, y que estaban duros como piedras.
Yo lo estaba pasando como un niño con un juguete nuevo, mi polla estaba al límite y yo sólo esperaba el mejor momento, una posición de mis admiradas lesbianas que me hiciese explotar de placer, ya casi estaba, ya casi.... y en ese momento me vieron.
Bueno, realmente la que me vio fue mi vecina, pero enseguida alertó a su compañera de juegos sexuales. Yo estaba allí, totalmente rojo por la vergüenza y con el pene a punto de explotar mientras un par de lesbianas totalmente desnudas y sudorosas me miraban con cara de asombro. Lo único que se me ocurrió en ese momento fue esconderme bajo el marco de la ventana y acabar la paja que me estaba haciendo por que no resistía más, esperando no morirme de miedo cada vez que me cruzase con mi vecinita por las escaleras.
Tampoco era tan malo, al menos había conseguido una de las mejores pajas de toda mi vida, así que decidí que después de eso lo mejor era irse a la cama a descansar de la increíble experiencia que acababa de vivir, y en ese momento todos mis miedos se hicieron realidad... sonó el timbre.
Innecesariamente, por que sabía con total seguridad quién estaba al otro lado, miré por la mirilla, y efectivamente, allí estaban mi adorable vecinita y su amiga con sendos saltos de cama y cara de niñas malas, era estúpido simular que no había nadie en casa por que sabia positivamente que Sara me había visto espiar sus actividades lésbicas, así que me arme de valor y abrí la puerta.
Haré un inciso para que el lector se haga cargo totalmente de la situación: allí estaba yo, con un calentón tan grande que no se me había bajado ni al correrme después de ver a mi vecina y acompañante follar como si no hubiese un mañana, tras unos cuantos meses sin tocar a una femina, y con un par de mujeres de unos 22 años que quitarían el hipo a cualquiera con un poco de buen gusto, esperando al otro lado de la puerta. Mi vecina es una chica de 1.68 con el pelo teñido de rubio y ondulado, que pese a no tener una medidas precisamente perfectas posee un par de tetas que más de una querría para si misma (aunque por lo que se, a ella le parecen excesivamente grandes, pero para gustos están los colores, dicen) con unos pezones grandes y rosados y un coño con el vello perfectamente recortado formando un triangulito sumamente atrayente y un culito mas que adorable. Su amiga es algo mas rotunda, una pedazo de mujer de 1.80, pelo negro como el ala de un cuervo, tetas de tamaño medio con pezones negros como tizones y el chochito totalmente rasurado.
Obviamente pensaba, que pese al espectáculo digno del mejor sex-shop que tenía delante, las dos amigas con derecho a roce venían a leerme la cartilla, pero parece ser que me equivocaba. Sara fue la primera en hablar:
Vaya, hola, espero que te hayas divertido con nuestro pequeño espectáculo.
La verdad es que nunca había visto nada parecido –respondí yo con una sonrisa en los labios, sonrisa que de hecho era fruto del nerviosismo más que del grato recuerdo del polvo lésbico que acababa de degustar.
Bueno, la verdad es que si nos hubiésemos enterado antes de que nos mirabas lo habríamos disfrutado más... nos encanta que nos miren, por cierto, me llamo Vanessa –Dijo la invitada de mi vecina.
Pues la próxima vez me avisáis y miro desde el principio –contesté con una media sonrisa digna del mejor Harrison Ford, porque esta vez me daba cuenta de que mis actos no tendrían consecuencias... al menos no consecuencias negativas.
Umm, creo que Vanessa y yo no hemos tenido suficiente con un polvo –intervino Sara- así que creo que la próxima vez no se va a hacer esperar mucho, de hecho habíamos pensado que nos apetece mucho probar un trío con un machote como tu, al fin y al cabo ya hemos visto como calzas... –dijo con una sonrisa en los labios y señalando el bulto que se estaba formando en mi entrepierna.
Yo no sabía ni que hacer, ni que decir, era el sueño de mi vida, el sueño de todo hombre heterosexual, un trío a punto de sucederme y con dos bombones...
Así que asentí con la cabeza y nos fuimos directos a mi habitación. Ellas empezaron a acariciarme al unísono antes de que hubiésemos siquiera llegado a la cama y cuando me di cuenta (y sinceramente, aun no se como) me encontré totalmente desnudo con dos mujeres de ensueño encima de mi, acariciando todas las partes de mi cuerpo, Vanessa empezó saboreando con su lengua mi pene que ya estaba totalmente duro gracias a las atenciones de mis nuevas amigas, mientras Sara disfrutaba de un masaje en sus grandes tetas por gentileza de mi juguetona lengua, y a su vez introducía el dedo corazón en el coño de su amiga mientras con el pulgar le frotaba el clítoris.
Después de un rato en tan placentera posición, la que pasó a mamarmela como una loca fue Sara mientras yo le realizaba una sabrosa comida de coño a su amiguita que estaba tan caliente que llegó al orgasmo en un par de minutos. El siguiente paso fue ver a mi vecina comerle el chochito a su compañera de juegos mientras yo penetraba analmente a mi vecina, lo cual le proporciono un placer sin igual y propicio mi segunda corrida de la noche, la primera en compañía de tan apasionadas hembras.
Tras semejante enculada necesitaba darle un descanso a mi pobre verga, y mientras se recuperaba, ellas estuvieron comiendose el morro un buen rato, a la vez sus manos acariciaban tetas y coños, y mi polla volvía a hincharse ante semejante espectáculo.
Y después el plato fuerte, Vanessa que ya se había corrido 3 veces esa noche (una con su amiga en su casa, otra cuando yo le comía el coño y otra ahora mismo mientras jugueteaba con Sara), me suplicaba que la penetrase, y yo nunca he sabido decir que no a una mujer bonita, y esta es de las mas bonitas que he visto en mi vida, así que me aplique a la tarea de darle placer en la posición del perrito, para que mientras, ella, pudiese darle placer oral a mi querida vecina, con lo que, después de un rato metiendo y sacando, todos llegamos a un enorme orgasmo que debieron oír el resto de vecinos, ya que lo adornamos con unos sonoros gemidos.
Después, simplemente me besaron dulcemente en la frente, y se fueron a su casa prometiéndome repetir la experiencia el día menos pensado, y la verdad es que de esto hace 3 meses y aun no han dado señales de vida.
Vaya, parece que os tengo que dejar, alguien llama a la puerta...
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