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Luego de esa inesperada sesiòn con Montserrat durante la tarde me recosté un rato para descansar y luego de bañarme decidí bajar al comedor para cenar algo. Cual sería mi sorpresa cuando me encontré con la familia española cenando también, el marido viéndome me invitó a sentarme con ellos y ocupé un lugar entre su hijo y su mujer. Montserrat de inmediato rozó su pierna contra la mía mientras sonreía a su marido, el hijo me preguntó donde quedaba Quinteros pues sus amigas lo habían invitado a una fiesta en ese balneario, le dije que si acudía lo mejor era que volviera a Viña por la mañana pues era un poco lejos, por lo que su madre no dudó un instante en decirle que no había problema en que lo hiciera.
Me miró directamente a los ojos con complicidad pues sabía que eso representaba un obstáculo menos en los planes que tenía ella para esa noche. Su marido comentaba que quería ir al casino a probar suerte, su esposa sin dejar de rozarme con su pierna por debajo de la mesa, me preguntó si me gustaba el juego, le respondí que era uno de mis pasatiempos favoritos, entonces ella enlazando su pierna por sobre mi muslo me invitó a acompañarlos, dudé un par de segundos entre salir nuevamente con mis amigos a aprovechar su invitación, miré al marido y este, ajeno totalmente a las intenciones de Montserrat, indicó que si a mi me parecía, sería una excelente idea.
Sabiendo que esa era mi última noche en Viña y que la mujer realmente me tenía caliente, acepté de buena gana. Nos retiramos a nuestras habitaciones para prepararnos, me fumé todo un porro mientras lo hacía y esperé hasta que ellos me avisaron que estaban listos, el hijo se juntó con sus amigas y se despidieron avisando que no los esperaran, mientras nosotros bajábamos al estacionamiento para partir al Casino.
El marido de Montserrat insistió en ir en el auto que les habían reemplazado por el otro que se había averiado y partimos. Ya en el Casino estuvimos probando suerte en la Ruleta y el Black Jack y me fijé que Montserrat no paraba de pedir tragos para su esposo, al cabo de algunas horas nos fuimos a las máquinas tragamonedas con el esposo en evidente estado etílico, ella aprovechaba cada ocasión para pegarse a mi cuerpo y cuando apostábamos en alguna máquina, siempre que su esposo se distraía, se ponía delante mío para apoyar sus carnosas nalgas en mi paquete que hace rato estaba en estado de alteración y no se bajaba por ningún motivo.
Cuando la suerte dejó definitivamente de sonreírnos, decidimos que era la hora de volver, Montserrat tomaba de un brazo a su marido que apenas podía caminar de lo borracho que se encontraba, mientras yo lo afirmaba del otro, decidimos que yo manejara y sentamos al marido en el asiento trasero. Apenas salimos del estacionamiento del Casino con Montserrat sentada al lado mío ya se podían escuchar los ronquidos del caballero provenientes del asiento trasero, ella me dijo que le gustaría ver el mar de noche antes de volver al hotel y nos dirigimos a un mirador que quedaba cerca de ahí.
Apenas llegamos ella miró hacia atrás para asegurarse que su marido dormía a pata suelta y riéndose volvió su mirada a mis ojos y apoyó su mano en mi polla que ya empezaba a brincar nuevamente. Bajó el cierre de mi pantalón y la sacó a tomar aire mientras me pajeaba lentamente, un poco nervioso por la situación le pregunte si no habría peligro que su marido despertara y me dijo: - No te preocupes, no despertará hasta el medio día, lo conozco por eso lo atiborré de whisky. Y sin decir más bajó su cabeza a mi entrepierna y abriendo su boca comenzó a tragarse completamente mi tranca.
Mirando hacia atrás y tranquilizándome pues el hombre no daba señales de despertar, la tomé de los cabellos y le ayudé a alcanzar un exquisito vaivén que hizo que mi polla entrara y saliera de esa caliente cavidad en que se había transformado su boca y que hacía que mi glande tocara su campanilla cada vez mas profundo hasta llegar a su garganta. Mi otra mano mientras, acariciaban sus senos sabiendo que ese era uno de sus puntos débiles, y me di a pellizcar sus pezones sin compasión haciendo que su mamada se volviera cada vez mas frenética hasta que el sobajeo de sus manos en mis bolas tuvo su recompensa cuando uno tras otro los chorros de semen salieron expulsados de mi polla directamente a su boca que los recibió con placer hasta tragar toda mi leche.
Sin dejar de jadear por la gloriosa acabada que me había producido, me agaché un poco hasta capturar sus tetas con mi boca y me dediqué chuparlas hasta que sus pezones se endurecieron y sin preocuparnos por que el alboroto que hacíamos pudiera despertar a su marido, chupé de ellos sintiendo como su irrigación sanguínea se concentraba en ese par de tetas haciéndola crecer un poco más, mis dedos se encontraban bajo su falda y haciendo a un lado la tira de su calzón se hundieron en su ya mojada vagina restregando sus labios hasta encontrar su clítoris, por lo que sus gemidos aumentaron de volumen hasta disolverse literalmente, en un increíble orgasmo que hizo que el auto entero se estremeciera. Luego de besarnos con nuestras lenguas enterradas hasta la misma garganta, nos acomodamos la ropa y decimos volver al hotel.
A duras penas logramos llevar al marido hasta su habitación, y mientras ella lo acostaba me fui a mi habitación a esperar que Montserrat viniera a saciar su calentura.
Puse música suave y bajé la intensidad de las luces para dar un ambiente apropiado, me acerqué a la ventana y mirando la noche viñamarina fumé otro porro esperándola. Luego me dirigí a la cama y desnudándome totalmente la abrí y me tiré en ella con mi tranca apuntando al techo. Un rato después, y mientras me pajeaba pensando en ella, sentí abrirse la puerta y ella entró vestida solo con un pijama transparente, que a contraluz definía perfectamente los contornos de su cuerpo, sonrió al verme meneándome mi pene y cerrando la puerta se encaminó directamente a mi cama, alzando levemente su pijama se sentó a horcajadas sobre mi, sin preámbulo pues los dos estábamos hace rato muy excitados, alzó un poco sus caderas hasta lograr que la punta de mi polla tocara la entrada de su chochito, y se sentó violentamente empalándose totalmente hasta que nuestros pendejos se encontraron.
Desabotonando el frente de su pijama, amasé sus tetonas hasta que sus pezones volvieron a cobrar vida, y ella sin perder el ritmo subía y bajaba por toda la extensión de mi polla aumentando gradualmente la velocidad, me enderecé hasta meter sus senos en mi boca y afirmándola de las nalgas le ayudé en ese sube-baja hasta que explotó en otro descontrolado orgasmo, cuando ya no tuvo fuerzas para seguir sentada sobre mi, la volteé hasta quedar encima de ella y me hundí en toda su profundidad perforando esa vagina que destilaba su miel como un panal. La intensidad de mi perforación aumentó cuando ella enlazó mi cintura con sus piernas, a medida que nuestros gemidos y jadeos subían su volumen seguí bombeando hasta que sentir que su chochito se contraía alrededor de mi tranca y me vacié dentro de ella acompañándola en un orgasmo mutuo que casi hace que nos cayéramos de la cama.
Descansando un rato, me dijo que en estos dos encuentros había tenido mas orgasmos que en los 3 últimos años. Sin dejar de amasar mi polla fue girando hasta dejar su chochito a la altura de mi boca, y nos dimos un 69 delicioso hasta que ella volvió a soltar todos sus jugos en mi cara. Le pasé mi lengua por todo su chocho hasta lubricar bien su ano, y saliéndome desde abajo de ella me puse detrás y sin siquiera consultarle, aprovechándome de la locura desatada que ella mostraba, apoye la punta de mi polla en su ojete hasta que entró la cabeza, lo dejé ahí esperando que se dilatara, pero Montserrat sin perder el tiempo se echó hacia atrás y se la comió de un solo envión.
Su ano se amoldaba perfectamente a mi tranca, la llevé al borde de la cama, y ahí parado, la afirmé de sus tetas y la atraje hacia mi, con su espalda apoyada a mi pecho le giré la cara para volver a meter mi lengua en esa boca entreabierta que pedía más y más, y en esa posición volví a enterrar mi tranca hasta el fondo de culo, la embestí por un espacio de tiempo incalculable, mientras la sinfonía de gemidos crecía en la habitación dejé de tener cualquier consideración por su ojete y se lo reventé a pollazos hasta que en medio de sus gritos de placer me suplicó que le llenara las entrañas de leche, seguía embistiendo cuando un escalofrío recorrió mi columna vertebral y se dirigió directamente a mi polla que comenzó a expulsar mi leche inundando su ano y logrando que Montserrat consiguiera otro orgasmo sumándolo a los tres o cuatro que había logrado mientras la perforaba sin piedad por atrás..
Cayó despatarrada sobre la cama y yo sobre ella, nuestra respiración agitada en forma descontrolada, nuestros cuerpos sudorosos se fundían en un abrazo agotado, por la ventana comenzaba a entrar la primera luz del día, besándome Montserrat me agradeció la noche de placer que le había regalado y yo le agradecí por lo que me había tocado también. Pasada una media hora me dijo que debía volver a su habitación, como todo un caballero la acompañé a la puerta, ahí se giró y empinándose un poco me ofreció sus labios, con la intención de despedirme acerqué mi boca para tocar la suya, pero era tal la calentura que emanaba de ella, que el sólo rozarla hizo que mi polla volviera a encabritarse y golpeara suavemente su estómago, me miró como si no se convenciera que podía estar empalmado nuevamente, la tomé de las nalgas y levantándola la acerqué a una silla que había en la habitación, me senté con ella sobre mi, y levantado nuevamente su pijama se la ensarté hasta sentir toda mi polla dentro de ella, a duras penas sentada sobre mi, apoyó sus pies en el suelo y comenzó a subir y bajar, tomada como la tenía de sus nalgas, le enterré mi dedo medio en su culito y hurgando con mi lengua en su boca no le di respiro, hasta que en su enésimo orgasmo volví a acompañarla regando mi leche dentro de ella hasta que nuestros espasmos se detuvieron dejando nuestros cuerpos engarfiados como si no quisieran volver a soltarse.
Después de saborear por mucha horas a tan deliciosa mujer la acompañé a la puerta y me despedí diciéndole que esperaba que volviera algún día a Chile, pues iba a extrañarla, mirándome directamente a los ojos respondió.
Si tu vuelves a Santiago hoy al atardecer, mi marido siempre duerme su siesta. Ahí tendremos un par de horas en la tarde para despedirnos.
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