Orgia con jovencita Miriam Caballero en una cantina
Desde adolescente he sido popular entre mi grupo de amigas ya que me considero una jovencita bonita: mido 1.68, cabello lacio y rubio natural, de piel blanca y bien cuidada, ojos color verde claro, con una cintura delgada y bien formada, alta, y con unos senos, que, si bien no son tan grandes como los de otras chicas, son firmes y paraditos y con los pezones rosados y bien formados, me encanta que se me transparenten por debajo de la ropa por lo que casi no uso sostén. Pero lo que más me gusta de mí es mi trasero, mis caderas son amplias, mis piernas son largas y delgadas y tengo un par de redondas nalgas que he formado a base de ejercicios de gimnasio desde que tenía 13.
Aunque siempre he sido muy curiosa a experimentar cosas nuevas, mi experiencia en el sexo era más bien aburrida. Todo se limitaba a dejarme acariciar por algunos chicos, practicarles sexo oral y ser penetrada sin muchas variaciones hasta que se venían encima, mis novietes eran chicos de mi edad, más guapos que buenos amantes y más preocupados por su propio placer, incluso un par de ellos intentaron el sexo anal sin mucha satisfacción de mi parte, por lo que mi visión del sexo era una obligación más que, como novia, le debía a mi pareja, y aunque en lo que cabe lo disfrutaba, nunca llegué a explotar en un orgasmo. A los 16 comencé mi carrera de modelo amateur en una compañía de una amiga de mi mamá, y aunque no soy profesional y reconocida, me llaman de vez en cuando para aparecer en algún comercial o evento de modas.
Luego de tan larga introducción les cuento la experiencia que hizo que mi visión del sexo cambiara sin que yo me lo propusiera. Ese día viernes fue la fiesta de sus 18 años de una amiga, por lo que desde la tarde me trasladé a su casa con mochila en mano y un hermoso vestido azul claro que se ajustaba a mi cuerpo y dejaba entrever mi silueta, el escote en la espalda era amplio y no permitía el uso de sostén, por lo que iba descubierta por detrás y la tela era lo suficientemente delgada como para solo usar una diminuta tanga blanca, la falda iba en diagonal y apenas me llegaba arriba de los muslos, total que, me veía despampanante, a mi novio se le caía la baba solo de verme en la iglesia, supongo que se imaginaba lo que iba a pasar un poco más tarde, y de lo cual ya había acordado con mi amiga para que nos prestara una habitación y coger como locos toda la noche, por lo que había pedido permiso argumentando que estaríamos varias chicas en la misma casa.
Después de la iglesia nos movimos al lugar de la fiesta, que quedaba a las afueras de la ciudad, en una zona con casas grandes de descanso alejadas una de otra y de aspecto residencial. Nos movimos hacia la fiesta donde mi novio empezó a tocarme en su auto, pero con su grupo de amigos detrás, empezaba a ponerme incomoda. Le eché bronca, y cuando uno de sus amigos soltó un comentario “tranqui, German, que al rato te la cenas completa” Ese comentario me molestó y me puse seria el resto del camino.
Unos metros después, mi novio pisó un bache y una de las llantas se ponchó, tuvimos que detenernos. Yo estaba cada vez más cabreada. Total, que ya se nos había hecho tarde, hasta que desahogando mi enojo le grité: Mierda German, vamos a llegar tarde. Él se volteó mientras sus amigos se reían al fondo. Humillado me dijo con rabia “Pues si tanta prisa tienes, adelántate, está a unas cuadras de aquí”
Roja de coraje me di la vuelta y empecé a caminar. Solo eran unas 3 o 4 cuadras, pero las casas eran enormes, y mis tacones hacían difícil caminar, volteé hacia atrás para ver si mi novio me seguía, pero ya no se veía el auto y su grupo de amigos. Empezaba a anochecer. Me di cuenta que entre la ruta, podría cortar una cuadra si me metía por una de las cuadras aledañas, así que esperando llegar a la esquina y ver la entrada de la fiesta desde allí, me di vuelta en la segunda cuadra.
Entre todas las elegantes casas, había una de ellas que estaba en construcción, cuando estaba cerca de allí, de su interior salieron tres hombres con aspecto de albañiles, los cuales de inmediato me desnudaron con la mirada en la entrada mientras subían algunas cosas a una camioneta que estaba en la calle y con material en la parte de atrás. Yo fingí no mirarlos y caminé un poco más rápido. Se escuchó como dos de ellos murmuraban algo como “que linda muñequita, si me la cogía hasta quedarme seco” lo cual me puso más nerviosa. Entre mi nerviosismo y los tacones altos que llevaba y que no estaba acostumbrada a usarlos diario, tuve que atravesar una zona de pasto donde mi tobillo se dobló y voy a dar al suelo. Dos de ellos se empezaron a reír mientras otro de ellos, un hombre viejo que parecía mayor de 50 años se acercó a ayudarme a levantar, vestía pantalón de mezclilla y su ropa lucía bastante sucia. Cuando me toma del brazo, veo que mi falda ha quedado subida y se me ve la tanga, el hombre no puede dejar de mirar, echa un rápido vistazo para cerciorarse que no hay nadie en la calle y cuando me incorporé me toma la muñeca con fuerza, con la otra mano me cubre la boca y mientras les grita a sus compañeros órdenes, veo que voltean para ver que nadie los vea y vamos al interior de la casa en construcción.
Ya adentro el líder me muestra una navaja y me amenaza con lastimarme si se me ocurre gritar.
-Tengan mi teléfono y traigo este dinero de mi bolsa, no me hagan nada por favor.
El viejo sonríe y me dice:
Tranquila bonita, como verás, estamos solos y podemos matarte si queremos, pero si eres buena, te aseguro que no te va a pasar nada.
Empecé a llorar nerviosamente, los hombres me rodearon sin posibilidad de poder escapar. El viejo hace señas para que los otros dos trabajadores se alejen un poco, y yo pueda calmarme
Tranquila, no vamos a hacer nada. Solo queremos platicar contigo un rato, princesa, para que te des cuenta que no todo en el mundo es color de rosa.
¿Ya vieron que culo tiene? Los escuchaba murmurar
No convencida del todo, sobre todo porque sus comentarios por la bajo y sus miradas de lujuria los delataban, empiezan a preguntar como si fueran amigos del colegio. Las primeras preguntas son aburridas, solo sobre cómo me llamo, donde estudio, donde vivo, de que trabajan mis padres, si tengo hermanas, etc. Algo cortada les contesto la mayoría de forma directa y cambiando algunos detalles menores.
Ellos comienzan a platicarme de su vida y sus aventuras, resaltando que ninguna de sus novias era tan bella como lo era yo, pero todos coincidiendo en que todas sus amantes eran unas putas que perdían los cascos por una buena cogida. Así me enteré que el viejo era viudo y llevaba un buen rato sin mujer, uno de los ayudantes era casado, con su esposa esperando bebé y el más joven hacía no mucho había roto con su novia.
Suena el teléfono, es mi novio que pregunta dónde estoy, el viejo le dice que le diga que me fui a mi casa, y que no me moleste, que estoy bien. O si no…… y saca la navaja para remarcar sus palabras. Tengo que mostrarme molesta y decirle que se vaya a la mierda. Para ser sincera, no me cuesta mucho trabajo. Eso hará que se cabree y deje de buscarme al menos al día siguiente.
Ya con el camino libre y sin miedo a que alguien llegue o me reporte como desaparecida, el viejo me recoge el celular y me pide que celebremos un poco, y nos pasa una botella de ron barato de la cual me hacen beber un par de tragos. Con un poco más de confianza, comienza la ronda de preguntas más íntimas, que si ya he cogido, les respondo que sí, a lo cual siguen algunas sonrisas, que si se la he mamado a mi novio, a lo que muerta de pena les respondo que sí, por lo que se escucha una serie de silbidos de aprobación. Que si me han dado por el culo, mintiendo les respondo que no, que les importa de todas formas. El resto de las preguntas son mucho más subidas de tono: que si he estado con más de un hombre, que sí se ha venido mi novio en mi cara o en mis tetas, que si me han amarrado, que si me he tragado una verga completa en mi boca, que si me gustaría probar algo de lo que mencionan, a lo cual niego todas las demás propuestas que me hacen, trato de que se escuche sincera mi respuesta ya que de verdad la mayoría de sus preguntas no siquiera me hablan pasado por la cabeza. El viejo menciona algo sobre que después de todo, soy una putita, fina, pero una putita, a lo que solo sonrío estúpidamente. Después de un rato de otras bromas y charlas banales, les pido que me dejen ir.
-Vale, te vamos a dejar a tu casa, pero déjanos un recuerdo de este día, muéstranos tu sostén o tu panti.
Después de explicarles que no llevo sostén, ellos hacen cara de que no lo creen, y me piden que se los demuestre. No me queda otra que recorrer los tirantes del vestido y dejar que vean mis rosados pezones. Se escuchan gritos y aplausos de aprobación
Vaya princesa, mira que buena estas. Ok, ok, vamos a dejarlo aquí, pero antes muéstranos las pantis, ¿o tampoco traes?
Nuevamente, así, sentada, tuve que abrir un poco las piernas, para que notaran con sumo detalle la diminuta tanga que traía. Todos rieron divertidos
Pero mira, que casi no traes nada puesto, ¿habían visto algo tan hermoso en su vida? Nadie nunca nos va a creer, así que la única forma va a ser que nos dejes la tanga de recuerdo.
Insisten demasiado, incluso el viejo tiene que volver a mostrarme la navaja, como para recordarme que ellos son los que mandan, y que todavía puedo irme a casa sin visitantes en mi vagina. Con trabajos y ante la atenta mirada de los 3, tuve que quitarme la tanga, aun cuando lo hice lo más rápido que pude, vi como el viejo y sus amigos guardaban en su memoria la imagen de mi pubis con un delgado hilo de vellitos rubios perfectamente rasurados y arreglados. El viejo me toma de la rodilla e impide que cierre las piernas, dejándolos hipnotizados por unos segundos ante la lujuriosa escena frente a sus ojos. Sus manos se sienten ásperas. Los otros dos se acercan y comienzo a ponerme nerviosa. El viejo, haciéndose de la situación, me quita la tanga, que no tarda en oler. Los ayudantes se ponen calientes de inmediato, cómo perros acechando y hacen ademán de saltarme encima y violarme, pero para mí fortuna el viejo los detiene y les dice.
Ya tranquilos, déjenla en paz, está siendo una niña obediente. Está bien preciosa, vamos a ir dejarte a tu casa.
Uno de ellos verificó que no hubiera nadie en la calle y me sentaron en medio de la cabina, apenas cabíamos los 4 por lo que íbamos bien apretados y como la palanca quedó cerca de mis piernas, el viejo aprovechaba para tocármelas e intentando meter la mano entre ellas. Aunque usaba mis manos para quitársela, también debía quitar las manos de sus dos compañeros que me tocaban los senos y el trasero, por lo que una buena parte del camino iba intentando cubrirme y recibiendo caricias que, aunque involuntarias, y ya que me había quedado sin tanga, empezaron a producirme sensaciones. Sentía la cara acalorada y mi cuerpo caliente, tampoco siguieron mis indicaciones de dirigirse a la vuelta a donde estaba la fiesta, diciéndome que me llevarían a mi casa, pero que primero había que ir a dejar a sus ayudantes.
Llegamos a un barrio bastante pobre, donde se veían algunos puestos y gente yendo a la feria, ya era algo noche porque no se veía casi ya gente, y las pocas familias que quedaban estaban ya retirándose, solo quedaban algunos puestos y grupos de gente tomando.
El que iba hasta la ventana, el más joven de los 3, con un par de tatuajes en el brazo, tenía la piel morena por el sol y estaba rapado casi al cero, salvo por el copete que le daba un aspecto gracioso, además era bastante feo, y nos dijo.
Oiga patrón, aquí en esta feria trabaja mi ex novia, la muy puta me dejó por un pendejo con carrera, como quisiera darle una lección y que me viera con una morra que estuviera más buena que ella.
Pues aquí tienes una vieja más buena que todas las putas que hayas conocido, así que podemos darle una lección a la puta esa.
Estuvieron rogándome un rato para que accediera, y, ya que llevo un club de teatro en la escuela, decidí tomarlo como otra prueba de actuación y me convencieron de bajar e ir abrazada del muchacho aquel que cuando pasamos junto a un puesto donde una tipa enana y de aspecto vulgar nos miraba con desdén. Él aprovechó para tomarme con más fuerza y me plantó un beso bastante asqueroso que tuve que aguantar. Nos sentamos en una banca donde él aprovechaba siempre que podía para meterme mano y besarme el cuello, los pechos, la boca, yo debía fingir que no me molestaba y me deje consentir todo lo que se ocurría al muchacho, de vez en cuando pasaban parejas donde ellas me miraban como una golfa y ellos con cierta lujuria.
Luego de unos minutos que me parecieron eternos aparecieron los dos viejos compañeros que, entre risas, nos decían lo rico que la pasaban mirándonos desde una esquina, y exigiendo el mismo trato que su compañero, nos fuimos a otra parte de la feria para sentarme con otro de ellos y dejarlos fingir ser mis novios.
Así, por espacio de media hora, se dieron el lujo de tratarme de un modo que no habría concebido permitir a ninguno de mis novios. Y ya que no tenía ni sostén ni tanga, se dieron gusto metiéndome mano debajo del vestido y jugando con mi vagina, que empezaba a arderme por el rudo trato. De todos, el más asqueroso era el viejo, pues la gente me veía con extrañeza, sin entender como una muñequita como yo podía estar con un viejo tan asqueroso. Irónicamente, era el que mejor sabía usar sus dedos, y aun contra mi voluntad, cuando me besaba metiendo su lengua en mi boca, empezaba a sentirme cachonda por sus caricias.
Ya muy avanzada la noche, cerca de medianoche calculé yo, les dije que ya era suficiente, ya se habían divertido demasiado conmigo y que tenía que irme a mi casa.
Volvimos a la camioneta, yo seguía bastante acalorada y ya muy despeinada por todo lo que había pasado antes y con el vestido arrugado y desaliñado cuando me preguntaron:
Y a dónde ibas así de linda
Iba a una fiesta
Ah, ahora me siento mal, la niña se perdió la diversión por nuestra culpa ¿qué les parece chicos si llevamos a la niña a una fiesta?
Por más que insistí, su respuesta fue darme más de beber, y se enfilaron por otro rumbo. De nuevo aprovecharon para darme más bebida, a la vez que continuaban tocándome toda, y yo cada vez ponía menos resistencia. Me justificaba al pensar que era el cansancio.
Entramos en una cantina muy humilde, donde tipos con peor aspecto que mis acompañantes, tomaban aquí y allá. Conté unos 12. Empezaba a sentirme algo tomada. Nos sentamos en una mesa en el centro, donde todo mundo no dejaba de mirarnos, y mis “amigos” no cesaban de tocarme presumiéndome a los demás, me sacaban los senos, me abrían las piernas, me pellizcaban los pezones o el culo. Noté como el viejo iba a la barra y hablaba un par de cosas con el dueño del local.
Me dieron una bebida que se sentía más fuerte que las anteriores, no sé qué tenía, pero a los pocos minutos empezaba a sentir que el mundo daba vueltas, además de sentir mucho calor en el cuerpo. Sentía muchas manos tocándome las piernas, la cintura, los pechos y como iban subiéndome el vestido, yo apenas podía coordinar en tomar una mano e intentar quitarla cuando ya otras dos estaban ocupando su lugar, me abrieron las piernas, y empecé a sentir como me penetraban con sus dedos, otro dedo intentaba colarse en mi culito, y aunque todo el bar daba vueltas, sentía las miradas de todos fijas sobre mí.
Sentía al viejo besándome el cuello, tocándome los senos, mientras otras manos me tocaban la entrepierna, sentía mucho calor en el cuerpo y mis pezones erectos por los pellizcos y toqueteos. Varios dedos empezaron a penetrar mi vagina, mientras otras manos me mantenían abiertas las piernas. Mi vestido ya solo era un trapo enrollado en mi cintura. Las caricias seguían y mi cuerpo ardía. Más y más caliente. Sin darme cuenta siquiera empecé a murmurar:
– Cójanme, cójanme, pero no aquí por favor -, estaba caliente, y no me importaba que pensaran que era otra de las putas de sus historias, mi mente solo quería sentir una verga dentro de mí, pero una parte pudorosa de mi mente no quería hacerlo enfrente de un montón de viejos mugrosos.
Me levantaron entre dos y me llevaron a un cuarto en la parte de atrás y apenas me dejaron caer sobre un sucio catre cuando sentí un pene cercano a mi boca y la abrí gustosa, chupando como mejor había aprendido, mientras otro hombre me daba hasta tres dedos por mi vagina.
El viejo fue el primero, y aunque todo me daba vueltas y apenas podía percibir nada, el olor lo delataba. Subiéndose sobre mí, me abrió las piernas y me penetró de una, con lo mojada que estaba no le costó trabajo siquiera, su cuerpo olía a cerveza y sudor y, aun así, lo abracé y gemí con todas mis fuerzas. No duró mucho tiempo, después de unos minutos que me dejaron incompleta e insatisfecha, se salió de mí y metiéndome la verga en mi boca, se vació dentro de mi garganta Nunca había tragado semen, pero, así como estaba, no tuve oportunidad de decidirlo, el viejo me sujetó la cabeza con firmeza y la calentura pudo más que el asco, yo apenas y notaba el sabor salado y desagradable que se perdía con todo el alcohol que tenía encima. Mi cuerpo seguía deseoso de más sexo.
El siguiente trabajador se abalanzó sobre mí, de nuevo me penetró sin problemas, y en menos tiempo del que a mí me gustaría, se salió segundos antes de venirse y al igual que su compañero, me llenó la boca de semen espeso. Yo apenas podía moverme de forma torpe y lenta, así que ellos me manejaban a su antojo.
Por suerte aún quedaba uno de ellos, el joven de 18 demostró tener más energía e inventiva que sus compañeros, me tomó de las caderas y me penetró de una, yo apenas tenía fuerzas para gemir, mientras mis senos se bamboleaban al ritmo de sus embestidas. Ahí fue cuando alcancé el primer orgasmo verdadero de mi vida. Sentí ráfagas de electricidad corriéndome desde la espalda mientras movía las caderas de adelante a atrás y gemía sin control. Arqueé la espalda cuánto pude mientras el chico seguía bombeando como podía.
Al igual que sus compañeros, se vació en mi boca, y esta vez, consciente de lo que hacía y agradeciéndole el orgasmo, lo dejé entrar en mi boca, mantuve ahí su esperma desbordante, lo saboreé, y me lo tragué sin chistar.
El viejo ya estaba listo para otra vuelta, tomándome, así como estaba con las piernas abiertas, esta vez fue apuntando hacia el espacio más abajo de mi vagina, aunque intenté manotear, ni siquiera pude levantar el brazo, así que tuve que cerrar los ojos, y mientras mi cabeza daba vueltas, sentí como se abría paso con su pringosa verga en mi estrecho anito, ya no podía más que gemir despacito. Mmmmggh, mmmfff y dejarlo hacer a voluntad. Apenas le costó trabajo, en unos minutos y ayudado solo por su saliva, ya estaba bombeando sin problema. Yo lloraba en silencio, y lo único que podía hacer era apretar mis cejas por el dolor que estaba sintiendo.
– Toma puta, después de esto, vas a pedir verga a diario. Te vamos a dejar el culo bien abierto.
Creí que sería todo, pero no fue así, a los pocos segundos sentí a alguien más penetrarme y al terminar siguió otro, y luego otro. Durante todo ese tiempo, como una muñeca sin voluntad, sentía como me ponían boca arriba, abajo, me subían sobre alguien, se venían sobre mi boca, mi culo, mis tetas, me mordían los pezones y la zona del cuello. Yo apenas era consciente de que alguien se venía sobre o dentro de mí, cuando alguien más lo reemplazaba. No sé cuánto tiempo pasó, por momentos me dormía y despertaba sintiendo un nuevo cuerpo encima de mí, pero cuando recuperé la conciencia, ya era de día y mi cuerpo estaba totalmente cubierto de semen seco, no recordaba que había pasado pero el ardor de mi ano y vagina eran prueba inequívoca que no solo los 3 albañiles habían disfrutado de mi cuerpo. No me extrañaría que todo el bar, entre los que conté una docena al menos, hubiera aprovechado la ocasión.
El tiempo se detuvo para mí, y pude haber estado días enteros ahí sin notar la diferencia. De la inocente y cuidada niña que se preparaba para ir una fiesta hacía unas horas, solo quedaba el recuerdo, mi cabello estaba despeinado y pegajoso, mi cuerpo entero se sentía pegajoso, y mis agujeros distendidos al máximo. El viejo me llevó casi cargando al fondo y me dio un baño con agua fría, y luego me cubrió con unos trapos viejos, mi vestido estaba hecho jirones y estaba tirado en un rincón del cuarto. Me dijo que a partir de ahora era oficialmente una putita, y que ahora sabía cómo complacer a un hombre, me ayudó a limpiarme y luego me dio algo de tomar que dijo era para evitar quedar embarazada, a los minutos estuve vomitando los restos de ese remedio, de alcohol y de todo el semen que tragué la noche anterior. Antes de salir del bar envuelta en un par de prendas que el tendero me dio, vi de reojo como le entregaba un fajo de billetes al maldito viejo. Era fácil deducir que el desgraciado había aprovechado la ocasión para prostituirme y ganar dinero con mi cuerpo. Me subieron de vuelta a la camioneta y me fueron a dejar a mi casa, por lo que se enteró de donde vivo, y aprovechó para decirme antes de bajar:
Es mejor que ni digas nada, bonita. Tú y yo sabemos que nunca en tu vida habías gozado tanto como está noche.
Me imaginaba mil pretextos que decirles a mis padres, pero cuando llegué no había nadie en casa, ambos se habían ido a trabajar, y solo la señora de la limpieza me preguntó si todo estaba bien. Automáticamente le respondí que sí, que la fiesta se había puesto intensa. Le pedí de favor que no le dijera nada a mis padres, que tenía sueño y me iría a mi cuarto a descansar. Luego, como un autómata, subí a mi cuarto y me encerré. Lloré mucho, pensando en que hacer a partir de ese momento, si ir a denunciarlos o tomarlo como si todo fuera un sueño. La conciencia me torturaba pues fui yo la que al final les pidió que me cogieran, así que podían alegar que todo fue consentido, aunque en otras circunstancias por nada del mundo habría consentido que ningún hombre que estaba en la cantina me pusiera siquiera una mano encima. Por otro lado, mi idea del sexo había cambiado completamente, por todas las nuevas sensaciones que había experimentado esa noche.
Entre un pensamiento y otro, me dormí. Desperté unas horas después ya estando más repuesta al menos físicamente, no me creía todo lo que el viejo y sus ayudantes me obligaron a hacer, todo parecía haber sido una fantasía, algo salido de una película pornográfica. Mi celular estaba lleno de mensajes y llamadas perdidas de mis amigas, subí un estado diciendo que estaba bien y lo apagué, no tenía ánimo de hablar con nadie. El cuerpo me dolía como cuando tienes gripa, y mi culo y vagina me ardían. Me costó un rato levantarme y dirigirme al cuarto de baño. Me tardé bastante en quitarme la ropa y volver a estar desnuda. Esta vez a solas. Me lavé con cuidado y estando frente al espejo del baño revisé mi aspecto: por todo mi cuello, senos y hasta piernas tenía chupetones, arañazos y marcas de mordidas, mi vagina lucía roja e hinchada, lo mismo que mi ano, que tuve que revisar ayudada de un espejo de mano. Parecía que no había señales de que lo hubieran desgarrado, aunque sí sentí un ardor mientras lo enjabonaba. Luego de un largo y reparador baño de agua caliente, me unté algunas cremas para aliviar el ardor, por mis brazos, mis piernas, y al final, con mucho cuidado, por los labios de la vagina y los alrededores de mi culo, cada vez notaba nuevas marcas por todo el cuerpo y empecé a tratar de encontrarle forma a cada una y entre toqueteo y toqueteo, mirándome desnuda sobre la cama en el espejo que tengo al fondo, me quedé imaginando la impresión que mi cuerpo desnudo y mi piel blanca tenía sobre todos los hombres de esa cantina, todos hombres andrajosos y descuidados que en su vida habrían podido estar con una mujer de mi nivel, trabajadores sucios e ignorantes que ni siquiera podrían pagar por una prostituta decente. Todos ellos gozando de mi hermoso cuerpo, y todo gratis o a lo mucho a cambio de un par de monedas. Todos follándome salvajemente como animales, esperando su turno de montar a la hembra en celo. Entre esta idea y otra parecidas, me excité imaginándome como el objeto de esa gente pobre y miserable, una golfa barata que se somete a sus bajos instintos y hace todo lo que le piden, recibiendo vergas por cada uno de mis orificios, abriéndole las piernas a un desconocido mientras detrás de este hombre hacían fila un sujeto detrás de otro, cada uno igual de sucio y miserable que el de adelante, esperando su turno para penetrarme, imaginaba que la crema que me untaba en el cuerpo era el semen de cada uno de esos bastardos echándomelo encima de mi cara, mis senos, mis nalgas o hasta el fondo de mi vagina o mi culo y yo la esparcía con mis dedos por mi cuerpo mojado por el sudor. La idea se repitió una y otra vez. Me masturbé furiosamente para acabar en un profundo orgasmo entre gemidos y resoplidos. El orgasmo que tuve me liberó de la culpa de lo que había pasado, y me dejó más tranquila para seguir adelante.
¿Que siguió luego de esta fuerte experiencia? Mi vida cambió radicalmente, sobre todo en cuanto a la visión que tenía del sexo. El viejo me cambió de ahí en adelante y no, no fue la última vez que lo vi, meses después nos volvimos a encontrar y volvimos a follar, me sometió, me hizo lo que quiso y se repitió varias veces más
Luego de aceptar ir a la casa del viejo, y darme una primera cogida y sometimiento, estoy a la espera de que vuelva, con una nueva sorpresa aguardándome.
Pasó casi una hora antes de que el viejo regresara, afuera comenzaba a anochecer, durante ese tiempo estuve dormitando y reponiendo fuerzas, no sabía lo que vendría, pero intuía que el viejo iba a repetir lo que había pasado con anterioridad. Se había llevado mi cel y la puerta estaba cerrada con llave, por lo que me encontraba prisionera dentro de esas dos habitaciones. Revolví algunos cajones buscando algunas cosas, pero no había nada fuera de lo normal, se veía que el viejo vivía solo desde hacía tiempo, y solo llegaba para descansar. Como mi ropa interior se había quedado en el auto, solo volví a vestirme con mi uniforme de escuela. Escuché sonidos de la cerradura y corrí a quedarme en el sofá. El viejo se asomó por la puerta, venía sonriendo y cargando una mochila negra.
– Hola putita, espero que hayas descansado porque te tengo otra sorpresa.
Abrió la maleta y sacó de dentro un par de cadenas. Entendí que eran para sostenerme y que no pudiera moverme. Nunca había usado algo así y me dio un poco de miedo, de nervios, empezaba a dudar si había sido una buena idea haber venido a este sitio, donde el viejo podía, si quería, matarme, ya que nadie sabía que yo estaba ahí.
– Tranquila zorra, no voy a lastimarte, además, me prometiste que ibas a obedecerme en todo ¿no lo recuerdas?
Tenía razón, había jurado que iba a obedecerle y a ser suya, en medio de un magistral orgasmo, pero ahora con la cabeza más fría empezaba a temer lo que pudiera hacerme. El viejo se acercó con calma, mientras yo temblaba, y me tocó la mejilla, luego me besó mientras tomaba mi mano para colocarlo sobre su miembro, ya a medio crecer. Ahí recordé porque estaba ahí. En ese momento abandoné mi deseo de huir, y volví a dejarme hacer. Me dirigió hacia la mesa donde amarró con fuerza las cadenas a las patas de la cama, y después con unas muñequeras de cuero que sacó de la bolsa me sujetó de las manos, mientras otro par de cintas de cuero sujetaron mis tobillos a la mesa. Quedé tendida en la madera de la mesa con la cabeza hacia un lado y el culo inclinado del otro. El frio de la madera endureció mis pezones. No podía moverme mucho. El viejo se pasó para atrás y me pasó una almohada debajo de la cintura para que levantara mis caderas, arremangó mi falda dejando mi culo expuesto y muy en alto.
La visión que debía tener de mis nalgas debía ser maravillosa, yo me veía en un espejo que tenía de frente y me veía putísima. Bajó su cara entre mis piernas y volvió a meter su lengua en mi cuevita, se ayudaba metiendo dos dedos mientras lamía mi clítoris, y en unos segundos yo ya gemía de placer, las rodillas me temblaban, uno a uno comenzaron a encadenarse varios orgasmos, tiraba de las cuerdas mientras mi cuerpo se tensaba.
De la mochila sacó como una tabla y una como pelota, con la tabla me dio una nalgada que me dolió. Solté un grito de sorpresa. Luego siguió otra nalgada, me quemaba la piel, y volví a gritar más fuerte. El viejo me volteó a ver reprochando mi acción.
– Parece que vamos a tener que enseñarte un poco de modales, putita.
Nuevamente se fue hacia la maleta y sacó una pelota de esponja, y una cinta, me pidió que abriera la boca y me la metió, por lo que solo podía respirar por la nariz, la amarró por atrás de mi nuca y ahora tampoco podía hablar. Luego con toda la calma del mundo, volvió a tomar la tabla. otro golpe más fuerte en mis nalgas, grité nuevamente pero mi grito fue ahogado pues tenía mi boca cubierta. Otra nalgada y otro grito, intentaba decirle que no lo hiciera tan fuerte, pero estaba imposibilitada para hablar. Los tablazos siguieron hasta que sentía que la piel de mis nalgas ardía como brasas. Lágrimas brotaban de mis ojos impulsadas por el dolor y la imposibilidad de defenderme o escapar.
Dejó la tabla en la cama y volvió a comerme la vagina, para luego volver a azotarme, la mezcla de placer y dolor me confundía, y mi mente comenzaba a mezclarlas.
De repente se bajó de la cama y se dirigió a mi mochila, eso me intrigó mucho y más cuando sacó mi celular. Comenzaba a asustarme, ¿Qué pretendía?
– Ahora vamos a grabar un video para enseñarle a tu novio de cómo debe cogerte.
Me mostró que abrió la cámara y dejaba el celular en un buró al frente para luego pasarse detrás de mí. Me divirtió un poco la idea. Sentí un pedazo de carne que se abría pasó en mi vulva, yo estaba empapada por lo que no le costó trabajo. Al estar amarrada me costaba subir la cara, pero alcanzaba a ver en el espejo cómo me bombeaba. subía la velocidad y luego la bajaba y me penetraba más salvajemente, yo estaba en la gloria, mis gemidos eran ahogados por lo que tenía en la boca y prácticamente no me podía mover por estar amarrada. Algunas veces me jalaba del cabello para que mirara hacia el frente, a donde estaba la cámara.
Dejó de bombearme y se paró frente a mí, desamarró la cinta y dejó mi boca libre y me puso su hermoso miembro enfrente, yo no dudé y comencé a chuparlo, volteaba a verlo y luego hacia mi celular, me sentía actriz porno, me estaba grabando dando sexo oral. Me agarró el cabello y comenzó a bombearme, me ahogaba con su tamaño, pero me encantaba. “Así se trata a las putitas” “A tu novio le va a encantar como la mamas” me decía cosas así que me hacían sentir muy zorra, como una vulgar puta, pero que me prendían. Volvió a amarrar la pelota a mi boca y de nuevo no pude volver a hablar. Estaba en la gloria, la situación me ponía muy caliente.
“Vamos a ver como quedo, putita”, dijo. “¿Cuál es tu dedo para desbloquearlo?”. Sin saber lo que me esperaba cerré un puño y alcé el dedo que necesitaba, desbloqueó mi celular y no tardé en escuchar mis gemidos ahogados, estaba viendo los videos que me tomó.
– Vaya puta que bien ha quedado, y si lo subimos a internet para ver qué opinan tus amigas?
Con la cabeza le dije que no, no sabia si hablaba en serio, pero si lo hacía, mi vida estaba destruida, sonrió muy divertido, y se sentó en el suelo, ahora podía ver lo que hacía con mi celular, revisó mis fotos, nada interesante. Entró a mi WhatsApp y mis conversaciones.
– Jajajaja que tierna, le dijiste a tus padres que estarías con una amiga. ¿Y si le enseñamos lo que estás haciendo? Preguntó mientras se reía.
Me imaginé que pasaría si mi mamá se enteraba lo que su angelito estaba haciendo, y encima con un viejo que podía ser mi padre, no sabía que estaba hablando en serio. Dejó mi celular a un lado mío y regresó a lo que estábamos. De nuevo comenzó a meter un dedo en mí vagina mientras con su lengua taladraba mi clítoris, otra vez estaba en la gloria, dos y hasta tres dedos entraron con facilidad, ya me había arrancado otros orgasmos deliciosos.
– Te tengo otra sorpresa, ahora sí me voy a divertir contigo, nunca la vas a olvidar.
Me intrigó un poco lo que me dijo, pero yo seguía pensando que todo era un juego. De su mochila sacó un antifaz y me lo puso, ahora además de no poder hablar tampoco veía nada. Escuché la puerta de la habitación abrirse, y al rato escuché al viejo regresar, pero ¡VENÍA PLATICANDO CON ALGUIEN!
Me puse más nerviosa y hasta asustada. La visión que debía tener su acompañante. Ahí estaba empinada, con el culo en alto y la falda levantada sobre mi cintura, sin poder hablar y amarrada a la mesa. Prácticamente no podía moverme.
Estaba muerta de miedo, no sabía quién era el otro ni qué harían. Sentí una mano en mi nalga, una mano distinta a la del viejo. Intentaba moverme, pero era inútil con las cadenas, mis gritos tampoco se escuchaban y ya sentía mis ojos húmedos, estaba a merced de lo que quisieran. Moría de miedo, no entendía bien lo que pasaba.
Una lengua comenzó a lamer mis nalgas, por como las apretaban sabía que era el viejo, seguro su compañero no perdía detalle. Me abría las nalgas y comenzó a lamerme. Tenía muchas sensaciones, mi cuerpo reaccionaba a las caricias y estaba súper excitada, pero también tenía un miedo terrible de lo que pudiera pasara.
El viejo era muy bueno y sabía lo que me gustaba, mi cuerpo estaba prendidisimo pero yo seguía nerviosa, llena de miedo, de culpa, de nervios. Se detuvo y después de un rato alguien se hincó detrás de mí. Intenté moverme con todas mis fuerzas, pero era inútil, no sabía quién estaba detrás de mí. Ellos no decían nada, no podía identificar donde estaban.
Alguien comenzó a penetrarme, por el tamaño podría ser el viejo, pero no estaba segura. Lo único de lo que estaba segura es de lo bien que se sentía, me daba muy rápido, me jaló el cabello y me hizo la cara para atrás, comenzaron a correr lágrimas por mi rostro, me sentía muy mal, me gustaba mucho pero a la vez me sentía culpable de sentir tanto placer.
Lento y muy profundo y después muy rápido, sin duda era el viejo. Cuando estaba a punto de venirme se detuvo. Unos segundos después escuché el sonido como de un motor, al poco tiempo supe que era un vibrador. Comenzaron a jugar con él y mi vulva, yo estaba muy excitada pero seguía sintiéndome culpable, lo metieron en mí y comenzó a vibrar. La sensación era deliciosa. De pronto volvieron los golpes con la tabla, me quemó horrible, grité pero no se escuchaba más que gemidos. Otra nalgada y otro grito, mientras el vibrador hacía su trabajo y las paredes de mi vagina se contraían. Era una mezcla de placer y dolor que no me dejaba ni pensar.
Detuvieron el vibrador, el viejo se acercó a mi oído y me dijo
– Te voy a quitar la pelota para que me la mames, pero te quiero bien calladita y ya sabes lo que tienes que hacer con esa boquita, ¿ok?
–
Asentí con la cabeza y sentí que desamarraban la pelota, estaba tan asustada que no pensé en gritar ni en nada, de inmediato me llenaron la boca con un miembro. No era el del viejo, era más pequeño. Me dio un poco de asco pero no pude hacer nada.
El vibrador de nuevo hacía los suyo, se sentía delicioso. Alguien lo metía y lo sacaba y tenía una como pestaña que daba exactamente en mi clítoris, mi excitación crecía y sin pensarlo comencé a succionar más el miembro en mi boca. Casi no me podía mover por lo que me tomaron del cabello y prácticamente me follaban la boca a su gusto.
No dejaban de caer lágirmas por mi cara, parte por el esfuerzo de tragar ese miembro erecto completo, otra parte por la culpa, aunque estaba muy excitada me estaban follando salvajemente. De repente sentí un líquido por mis nalgas, era aceitoso e intuí lo que seguía. Un dedo comenzó a abrirse paso en mi culito, Mi corazón se aceleró más por lo que estaba a punto de pasar y porque tenía muchas manos en mi cuerpo, entonces noté que eran al menos tres personas y no dos como había pensado. El viejo me dijo al oído
– Imagínate el video que tenemos tuyo. Te estás cogiendo a tres hombres y lo estás disfrutando, ¿Sabes quién te va a creer que te obligamos con lo puta que eres?.
Era la verdad, parte de mí sí lo estaba disfrutando y supongo no se distinguía mis gemidos de los gritos para decirles que no y que pararan.
– Te ves perfecta asi como estas, así que sigue portándote bien y sigue como hasta ahora. Te voy a desamarrar, pero no te quites la venda y deja que te digan que hacer
Sentí que desamarraban los cintos de mis muñecas y mis pies y alguien me tomaba la mano para llevarme hacia la cama. Me subí en la cama y sentí que alguien se pasó para abajo de mí y me hacía sentarme sobre el, para luego meterme su miembro por mi vagina. Luego sentí como alguien se subia a la cama y comenzaba a abrirse paso por mi culito. Lo había hecho otras veces y este chico no lo tenía tan grande por lo que a pesar que me dolió, pero era un dolor muy soportable gracias al lubricante que me pusieron. El que estaba debajo no se movía, el chico de atrás marcaba el ritmo de mis dos penetraciones y el otro prácticamente me follaba la boca.
Las piernas comenzaban a dolerme de cansancio, mi cuerpo respondía a la cogida que me estaban dando. Los que estaban en mi boca y en mi culo se cambiaron de posición y siguieron dándome igual. Estaba agotada.
El de mi boca fue el primero. Ya ni siquiera estaba agarrando mi cabeza, ya mamaba yo solita cuando sentí unos chorros en mi garganta. Me alcancé a quitar pero una parte sí me la tragué. Él lanzó un grito de placer pero no conocía esa voz. No sé cuánto tiempo después el que tenía atrás se vino en mi culito.
Luego de eso todos se pararon, escuché que charlaban en el cuarto de al lado y luego oir la puerta abrirse y unos minutos después regresó el viejo solo. Me quitó el antifaz, mis ojos trataban de acostumbrarse a la luz, pero por fin pude descansar acostada boca abajo. Se acostó al lado mío. Tenía su celular en la mano mientras se pajeaba. Habían puesto una cámara en un trípode así que sí estaba todo grabado. A los pocos minutos me pidió que me quedara quieta y boca arriba y apuntando hacia mi, se vino en mi cara. Estaba toda llena de la cara, el cabello y comenzó a resbalar por mi cuello.
– ¿Te gustó tu sorpresa? Me preguntó. Está grabado como disfrutaste con tres, luego lo veremos, ahora descansa un poco, que todavía no termina, en un rato volveremos a usarte.
Me quedé acostada un rato, estaba muy cansada y adolorida. ¿Cuánto tiempo iba a pasar amarrada ahí? ¿Cuántos más iban a venir? Cerré los ojos, no me importaba. Intenté dormir un poco entregada a las sensaciones que había tenido esa noche.
Esos días el viejo terminó de romper todas las barreras de moral y defensas que todavía conservaba, obligándome a hacer cosas que nunca imaginé posibles en mi limitado mundo conocido, abriéndome un nuevo mundo de placer, dolor y sumisión. Al día siguiente luego de desayunar y pasar a asearme, me llevó a la mesa de la cocina donde me dejó amarrada con mis brazos y piernas separados en cruz a lo largo de la mesa. Después, poniendo una venda en mis ojos, escuchaba que abría la puerta y salía de la habitación. No pasó mucho tiempo hasta que comencé a sentir un pene erecto queriendo alojarse hasta el fondo de mi vagina. Y luego de venirse dentro de mí, salió y en menos de dos minutos volvían a penetrarme, al parecer más erecta que la primera vez. Supe entonces que estaba alguien más ahí. Luego me dejaron así amarrada hasta que luego de unas horas, volvía a sentir que alguien me follaba. Cómo tenía los ojos vendados me desorienté sobre la hora y el día. Solo me soltaba por ratos para que fuera al baño y comer un poco y luego me volvía a poner sobre la mesa o la cama con los ojos cubiertos y al poco tiempo empezaban a cogerme una, dos, tres y hasta cinco veces. Nunca supe cuántos fueron ni en cuántas de esas veces el viejo participó. En todo ese tiempo no me dejó tomar una ducha por lo que estaba sudada y pegajosa y con semen seco por todo el cuerpo. En todo momento alguien entraba, me penetraba por el ano, vagina o por la boca hasta venirse sobre mí, y con el antifaz no podía ni saber quién era ni cuántos hombres diferentes entraron. Al fin, luego de tres días el viejo me liberó y me dejó ducharme.
Por todo mi cuerpo se apreciaban marcas de semen seco, mi cabello enredado y sucio y mi maquillaje era un desastre. Luego de secarme el viejo me dejó sobre la cama mi siguiente vestuario: un vestido blanco de una pieza, era tan corto que la tela terminaba casi debajo de mis nalgas. La tanga era azul y se traslucía por debajo y la espalda tenía un escote amplio. Me dejó unos tacones de aguja que me quedaron grandes, pero igual me los calcé. No me dejó poner brasier, por lo que mis pezones quedaban a merced de sus apretones y se trasparentaban a través de la fina tela. Me subí a su auto y emprendimos rumbo hacia la carretera.