~~Un cuerpo
desnudo yacía en la habitación boca abajo con la cola
marcando el horizonte. Sus brazos apenas extendidos. La iluminación
era escasa, solo provista por las exiguas velas encendidas. El aroma
a incienso invadía el lugar.Un hombre se acercó y levemente
se inclinó hacia ella. Su nombre es Lucía y el de él
jamás lo he mencionado. La besó con ternura en los hombros.
Inclinó aún más su cuerpo y comenzó a
besarla en línea recta hacia el pubis con besos breves y suaves
como golpeando para que pequeños duendes salieran de sus poros.
Si esto hubiera sucedido la piel de Lucía se hubiera mantenido
igual, intacta, igual de fresca y glamorosa.
Los besos se extendieron hacia la cola. Lucía despertó
pero decidió no moverse y entregarse los placeres que aquel
hombre le proporcionaba. Ahora él se colocó sobre ella
y se sentó. Apoyó su cuerpo sobre la cola de la durmiente.
Lucía podía sentir la presión de su pene tibio
sobre ella. Lo percibía erecto y por consiguiente duro, palpitante.
Las manos de él recorriéndola de costado a costado.
Era como si cabalgara sin penetrarla. El tomó una de sus manos
y la condujo hacia las piernas de ella deslizando muy suavemente los
dedos, casi como cuando una gaviota roza la superficie del mar. Esto
provocó excitación y una lubricación mayor en
su vagina.
El continuó besándola desde la base de su cabeza hacia
los hombros y la cola. Lucía podía sentir como la erección
de su pene se incrementaba junto con sus deseos de darse vuelta y
cabalgar a ese hombre mientras lo miraba a sus ojos. Pero se contuvo
y decidió seguir disfrutando pasivamente de las caricias que
tanto le gustaban. La música sonaba. En esos instantes era
From the beginnings de Emerson, Lake and Palmer. Mentalmente
tarareaba la letra del estribillo You are ment to be here,
from the beginning y pensaba que lo que decía la canción
era lo correcto Estaba planeado que estuvieras aquí,
desde el principio . Sus caricias causaban olas de placer desde
un beso a la más profunda penetración.
Se apartó ligeramente de ella y le susurró al oído
Voy a vendar tus ojos para que te entregues totalmente
al placer de lo táctil ¿Quieres?. Lucía
afirmó. Él la dio vuelta suavemente como a un bebé,
vendó sus ojos, la besó y pasó su dedo mojado
en la vagina y lo llevó a su boca.
Mmm, que delicia – dijo. Creo que te gustaron los mimos.
Lucía
percibió un aroma muy dulce y un líquido tibio que rozaba
sus senos. El aceite cuyo origen no pudo determinar, hacía
que las manos de él se deslizaran más fácilmente
realizando círculos y deteniéndose por momentos. Las
manos recorrían las piernas, la espalda, sus caderas, se deslizaban
bajo su cuerpo, rozaban los pezones, volvían a subir, se perdían
entre las piernas. Todo este cúmulo de sensaciones sumado a
la presión del cuerpo de él sobre Lucía. De la
sensación del pene duro sobre su cola. Separó levemente
sus piernas, pudiendo visualizar el Monte de Venus e introdujo su
dedo índice en la vagina de Lucía.
Tienes los dedos tibios – dijo ella
Los
cuerpos se invirtieron. Ahora la boca de él buscaba su vulva.
El colocó un poco de aceite en las manos de Lucía quien
buscó su pene y comenzó a masajearlo suave y lentamente.
Apenas rodeaba su pene, moviendo su mano desde abajo hacia arriba,
rozando apenas el glande sin presionarlo. Él por su parte mordisqueaba
su vulva mientras los dedos hábilmente rozaban sus piernas,
rodillas y muslos. Los gemidos de ambos, constantes, poblaban la habitación
y se escurrían por todos los rincones de la casa.
Muchas veces tuvo que pedirle que lo acariciara más lentamente
o se detuviera ya que su excitación era tan grande que podría
eyacular en cualquier momento y deseaba prolongar más el placer.
Fue así que el juego fue acelerándose, deteniéndose
y haciéndose más lento por varios minutos. Luego no
pudo contenerse y la colocó encima de él. Sus cuerpos
calzaron perfectamente, con toda la complicidad de lo cóncavo
y convexo. Su pene se deslizó por su vagina, facilitado aún
más por el aceite y la lubricación. Primero los movimientos
fueron lentos, casi imperceptibles. Luego ella fue moviéndose
más contundentemente, haciendo que sus cuerpos se unieran aún
más. ¡Qué hermosa sensación era la de su
pene dentro de ella, las cosquillas que provocaba, los rozamientos,
la presión interna, el roce de los testículos sobre
su cola, la sensación que se trasmitía a su ano. No
podía ver su rostro ya que la venda aún permanecía
en su rostro. Quiso imaginar su expresión de placer, como mordería
sus labios, como cerraría y abriría su boca. Quiso también
imaginar como su cuerpo cabalgaba sobre él, como su pene se
perdía bajo su Monte de Venus, como se perdía en su
vagina.
Cuando te penetro es como si cientos de capas me envolvieran
y presionaran mi pene, siento que es capturado por tu interior y que
no me dejas abandonarte más. Siento como me atrapan tus músculos
y como tus jugos empapan mi pene, siento tus escasos vellos que me
rozan provocando un placer muy intenso dijo él.
Lucía quería relatarle lo que ella sentía cuando
el le hacía el amor, pero prefirió dejarlo para otro
momento y concentrarse en el movimiento sempiterno de sus cuerpos.
Deseaba sentir el semen tibio en su cuerpo y se lo dijo.
Quiero sentir tu semen en mi vagina, quiero sentirlo escurrir por
mis piernas, que toque tu pene, que alcance tus testículos.
Como si Lucía hubiera pronunciado un conjuro el semen de él
se esparció por su vagina, escurriéndose por sus piernas
y dejándolos untados en un mismo jugo desnudos, exhaustos y
unidos. No quiso salir de él ni él de ella y se abrazaron
mientras el orgasmo los envolvía.
Autor: Uruguayita