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Ofelia o Señora con bebé

Lo que sigue es un relato sobre una experiencia con una señora madura que conocí hace años, nunca supe su verdadero nombre, pero aquí la llamé Ofelia, porque así tuve una novia, de piel muy blanca y larga cabellera pelirroja.



 



Cuando llegué a ese parque público las piernas me temblaban de nervios, pero seguí caminando, desde la acera la vi entre los árboles, sola, sentada en una banca de concreto, con su larga cabellera rubia y lacia que casi le llegaba a la cintura, la piel muy blanca, casi lechosa, el paso de los años se le notaba en el rostro, que pese a ello era hermoso. Y como había quedado llevaba puesto un vestido blanco tejido que le llegaba a media pierna, sandalias negras de cuero y leía, al parecer concentrada, un diario de ese día. Me vio llegar y sonrió levantando apenas el rostro de entre las páginas del periódico, dijo:



--"Pensé que me plantarías".



--"Pues ya ves que no, aquí estoy, ¿entonces qué… vamos?", le dije ansioso.



--"Tranquilo, no comas ansias, primero debemos estar seguro que a los dos nos gusta la "mercancía", dime ¿te gusto?".



--"Te ves atractiva, delgada, eres más alta que yo, y pareces tener buen cuerpo, tu piel es muy blanca…, y tú dime, ¿qué opinas de mi?".



--"Te ves como cualquier chiquillo nervioso por su primera cita, pero eres guapo, como dijiste en tu mensaje, tal ves un poco delgado, pero tengo mis dudas…", dijo mientras me sentaba junto a ella.



--"¿Qué dudas?".



--"No creo que tengas la experiencia que dices tener, ni la herramienta de que presumes en tus emails", contestó mirándome a los ojos".



--"¿Y tú?".



--"Primero me gustaría ver eso…", dijo señalando mi entrepierna.



--"¿Aquí?".



--"¿Por qué no?, estamos solos en el parque, no hay nadie, y si alguien ve, ¿qué le puede importar que un chiquillo le muestre el pito a una señora?, anda no pasa nada".



Mirando a los lados me puse de pie, desabroché mi pantalón, lo bajé parcialmente junto con mi truza azul y le descubrí la verga, que pese a mi nerviosismo estaba erecta, muy erecta, apenas fue un segundo, lo suficiente para que ella mirara, agregó entonces:



--"Se ve bien, no se si aguantarás lo suficiente, pero se ve buena tu polla, gruesa aunque no muy larga", dijo sonriendo.



--"¿Y tú?", la reté, mientras acomodaba mi ropa.



--"¿Yo qué?".



--"Eres rubia natural, toda, completa", me atreví a decir.



Y su risa pareció oírse en todo el bosque, "claro tonto, aunque me depilo, tengo el "monito rubio", ¿quieres ver?", y abrió sus piernas para enseñarme su tanga blanca de satén, para luego hacer a un lado el calzón y mostrarme su pucha carnosa, los rosados labios internos expuestos fuera de la raja depilada, y arriba de la pepa el mechón de vellos rubios, dorados, rebeldes, largos, dejó que viera lo suficiente y pudorosa cerró las piernas, entonces le pregunté: "¿y bien, a dónde vamos?".



--"Podrías llevarme a un hotel, pero los hoteles me dan miedo, la verdad no venía dispuesta a aceptar salir contigo, sólo quería verte, saber si te atrevías lo suficiente para venir, pero me estás despertando a la loca que traigo dentro, podríamos ir a mi departamento, queda cerca, y por el momento estoy sola en casa, si quieres vamos un ratito, nada más para que se te quite la calentura de hacerlo con una madurona como yo, ah!, una cosa, tengo un bebé de un año, que hoy está en casa de su padre, y como comprenderás estoy amamantando, me sale leche de las tetas, ¿te molestará eso?".



Al principio no supe que contestar, al notar mi turbación agregó "digo, si piensas chuparme las chichitas"; alcé los hombros como dando a entender que no me importaba que estuviera amamantando; "entonces vamos", contestó y se levantó de la banca, la seguí de cerca unos pasos, mirando sus carnosas nalgas que vibraban al caminar y que rebasaba mi estatura en diez centímetros o más, la alcancé y seguimos caminando juntos, saliendo del bosque de Chapultepec, que aquel día estaba casi desierto pues era entre semana.



El edificio de departamentos, un tanto avejentado, estaba bastante cerca del lugar de la cita, en una calle con nombre de un estado de la república, pero el departamento era amplio y elegante, arreglado con buen gusto y que denotaba que la mujer vivía holgadamente. Fuimos hasta la sala, donde un gran sillón ocupaba gran parte de la estancia, y sentándose en él dijo: "así que… te gusta andarte cogiendo a viejitas como yo, aunque la verdad no pareces tener mucha experiencia, te noto nervioso, temeroso, a ver… ¿con cuántas lo haz hecho?".



--"Varias...



--"¿Mujeres jóvenes o maduras, amigas, tus novias?...



--"Si, dos eran mis novias, con una prima cuando era más chico y con una señora…



--"¿Eso es todo?, la verdad ¿cuántos años tienes?".



--"19, casi 20".



--"Pues no haz estado muy activo, digo, sexualmente".



--"No creas…



--"A poco…, ¿y con la señora cómo fue, era linda?, ¿estaba buena?, ¿cuánto duraron?...



--"Era mi vecina, y si, estaba muy buena, me gustaba mucho desde hacía tiempo y ella lo notaba, por fin un día aceptó, duramos varios meses, lo hacíamos en su casa por las mañanas cuando su marido se iba al trabajo, o por las noches en el patio trasero de su casa a escondidas, y cuando yo tenía para pagar el hotel me la llevaba un buen rato, hasta que me dijo que el marido sospechaba y dejamos de vernos".



--"Humm, voy a creerte, y… ¿yo?, ¿te gusto?, ¿qué me vas a hacer niñito calenturiento?", dijo la mujer al tiempo que de pie lentamente se quitaba el vestido pasándolo por arriba de su cuerpo, hasta quedar sólo con su diminuta tanga blanca, pues no llevaba sostén, su cuerpo era muy blanco, sus piernas carnosas y su cintura delgada a pesar de ser madre ya, y aunque sus senos eran más bien pequeños y algo colgantes, se veían apetitosos con esos pezones rosados y aureolas grandes; la miré algunos segundos más y mientras jugaba con su tanga a quitársela o no dijo: "¿y bien, te gusta lo que ves?, ¿si?, pues anda quítate la ropa", y mientras me despojaba del pantalón y de la playera, ella se quitó por fin la tanga blanca, mostrando su pucha abultada, depilada, con los gruesos labios separando la raja sonrosada, y su mechón de vellos rubios y largos, ásperos arriba de la raja desnuda.



Me miró desnudo, de pie, con la enorme erección de mi pito, mientras se acostada en el sofá con las piernas muy abiertas mostrándome su gran pucha: "y bien bebito, ¿qué piensas hacer con esto?, ¿tus novias tenían una puchita así, como la mía?, ¿no, verdad?, ¿te gusta esta?, ¿si?, ¿a tus novias les comías el coñito?, ¿si?, ¿a la señora esa también?, ¿si?, pues anda qué esperas".



Me acerqué lentamente, de rodillas hasta ella que alzó sus blancos muslos hacia arriba para hacer más accesible su desmesurada panocha entre abierta, pelona y rosada, y fui acercando mi rostro hasta esa carne desnuda, la noté algo seca, no se había lubricado aún; y cuando por fin mis labios besaron esa carne un enorme suspiro se escuchó en el departamento, fue como un largo y sostenido "aaaahhhh", seguí lamiendo su pucha abierta, de arriba abajo con la lengua, jugueteando entre la raja, succionando los grandes labios internos, una y otra vez, luego sosteniendo la intermitente caricia de la lengua en la parte superior donde estaba el capuchón carnoso del clítoris, que noté duro y sensible, a la vez que su pucha y su culo palpitaban en pausados apretones, distendiéndose ahora para luego apretarse, contrayendo la pelvis, y a sus "aaaah, ahahahaha" agregó "así, así, más, más, dame más, lame más, así, así, no pares", e hice más intenso el lengüeteo, más fuerte y activo, metiendo la lengua en el agujero de la vagina y titilando ahí, para luego subirla hacía arriba, donde mis dientes atrapaban el clítoris mordisqueando levemente, eso le gustó más: "siiiii, así, muerde, ay, despacio, papaito, hummm, que bien lo haces, más, más, chupa, ahí, si, ay, niñito que bien me comes la pucha, siento que me voy, me… llevas al cielo chiquito, más, más, aaaahhhh, aaaahhh, sigue, así, másssssss", y Ofelia –como la llamé— se vino ruidosamente con la respiración agitada, contrayendo el cuerpo en inesperados brincos sobre el sofá, haciendo gestos con la cara, hasta que poco a poco terminó suspirando, quedándose quieta recuperando la respiración; entonces volví a la carga, volví a lamer y a chupar su panochota rosada, al principio quiso cerrar las piernas para impedirlo, pero luego se abandono, aflojando el cuerpo y suspirando, así estuvimos varios minutos en los que tuvo otro orgasmo, pero diferente más calmado, suspirando y quejándose, acariciándome el pelo, jugando con mis cabellos, sonriendo, con risitas cortas, breves cuando las chupadas se hacían más intensas; mi cara estaba empapaba de sus jugos, Ofelia sabía deliciosa, y olía bien, no era el olor penetrante de otras mujeres, sino más suave, pero olía a hembra en celo, en eso pensaba cuando me detuvo: "no, espera, quiero tu pinga, dámela bebito travieso, anda cógeme".



Y me coloqué sobre ella, más bien cerca de su pucha carnosa, con la verga bien erecta, y jugué con ella frotándola sobre la raja abierta y viscosa, dándole apenas algunos piquetes con el glande, frotándola contra los labios de la pucha olorosa, hasta que sin previo aviso la penetré, estaba floja, su vagina no apretaba, pero en cuanto ella me sintió adentro apretó los músculos de la pelvis exhalando un largo "aaaahhhhh", hasta que todo la pinga quedó dentro de ella e inicié una cogida rápida, furiosa, arremetiendo con fuerza, metiendo y sacando la verga lustrosa de las profundidades, chocando con mi cuerpo en sus nalgas, una y otra vez; la madura gritando y brincando sobre el sofá, sus chiches balanceándose rítmicamente, hasta de repente sentí la inesperada palpitación en la verga que me anunciaba la eyaculación, yo no quería terminar, la cogida sería breve, muy breve, pero no me pude contener, y sin poder evitarlo le eché el semen, al sentirlo la mujer dijo "no… espera, no", pero no pude contener la venida, me pegué hacía ella dejando que la eyaculación fluyera, que mis mocos inundaran esa pucha floja, guanga, hasta que al terminar ella se atrevió a decir: "ya lo sabía… eres torpe para coger, no duraste nada… ni hablar".



--"Nada de eso, ahora vas a ver…



--"¿Qué?, ¿vas a seguir?, no te creo…



Sin contestarle volvía a arremeter, mi verga no se había aflojado, así era yo, podía venirme y mi pito seguía duro y erecto; ella lo notó y suspiró complacida, dejando que me la siguiera cogiendo, fuerte, rápido, pegando contra su cuerpo y haciéndola brincar en el sillón, así hasta que suspirando hondo se vino apretando la pucha, pausadamente, como queriendo agarrar mi verga con su vagina, yo seguí metiendo la verga en ella mientras se venía, deteniéndome hasta que ella cerró los ojos y su respiración se hizo pausada, más tranquila, en ese momento descubrí que la madura se acariciaba los senos, apretándolos con ambas manos, presionando sobre los pezones que empezaron a escurrir de algo blanco, un líquido blanquecino, era su leche; ella se sorprendió al verme y siguió apretándose los pezones diciendo: "¿quieres lechita bebé?", enderecé mi cuerpo y uno de sus dedos puso en mis labios algo de ese líquido, sabía dulce, muy dulce, me sorprendí a mi mismo disfrutando de aquello, nunca me creí capaz, pero sabía rico, ella sonrió al percatarse de mi inicial confusión y mi posterior deleite cuando me coloqué sobre ella para lamerle las tetas lengüeteando la lechita que había echado y suspirando parecía disfrutar del rapto, pero sólo algunos momentos pues yo seguía con el pito erecto, ansioso por volverla a coger. Pero cuando intenté penetrarla de nueva cuenta me detuvo: "espera, acuéstate en el tapete" y me señaló hacia el suelo cubierto por un tapete tejido con infinidad de ornamentos de fino hilo y variados colores; ya de espaldas la ví ponerse de pie, frente a mi, acariciándose la pucha que escurría líquidos de nuestras mutuas venidas, y lentamente se colocó a horcadas, una pierna a cada lado de mi cuerpo, y descendió con igual lentitud hasta quedar en cuclillas justo arriba de mi pito erecto, con su mano derecha tomó el miembro pero no lo dejó entrar en su panocha entre abierta, sino que jugando con el palo se daba golpecitos en la pepa, frotándolo sobre la raja carnosa de su sexo, para luego colocarse apenas el glande entre los gruesos labios y así volver a empezar: frotar la pinga en su pepa, darse piquetitos con la punta, pegarse con el lomo de la verga entre los labios, y así por varios minutos hasta que suspirando se metió la punta del pito y lentamente se dejó caer hasta quedar pegada a mi pelvis, pero no se quedó ahí, sino que se zafó de inmediato subiendo su cuerpo, para de nueva cuenta meterse el pito, tragárselo todo y volvérselo a sacar hasta que por fin se quedó quieta, para luego, así como estaba, a horcadas, subir y bajar el cuerpo, apretar mi verga cuando entraba en ella para luego soltarla cuando iba de subida, en ocasiones balanceaba su cuerpo hacía los lados, como para aumentar su placer y el mío, era delicioso, ninguna mujer en mi escasa experiencia me hacía hecho eso, hasta que una breve contracción en mi pito me avisó que el semen se me salía, ella lo supo interpretar y detuvo su delicioso juego, se levantó mirándome a los ojos con una sonrisa de lujuria en el rostro y me dio la espalda para colocarse a horcadas pero ahora dándome la espaldas, sus blancas y carnosas nalgas perecían haber crecido, pues estaban muy cerca de mi y fue bajando su cuerpo, siempre en cuclillas, hasta tocar mi pito con la carne de su sexo, con la mano dirigió el pito hasta su caliente cueva y se fue empalando lentamente, y así me empezó a coger, subiendo y bajando su culo portentoso, con rapidez, con furia, con excesiva calentura, subiendo y bajando, quejándose, suspirando.



Hasta que cambio de posición y quedó de rodillas pegando su culo a mi cuerpo y con el pito bien clavado en su pepa floja, entonces inició otra forma de coger: pegada a mi y bien clavada en la verga inició un suave movimiento circular, refregándose sobre la verga, con suavidad pero a la vez con fuerza, para luego moverse hacia el frente y hacer que mi verga entrara y saliera de ella, una y otra vez, hasta que con la voz entre cortada me pidió "pégame, bebito, dame de golpes en las nalgas, pégame, anda, se buenito, pégame", y le empecé a dar nalgadas en sus nalgas blancas, pegando alternadamente en una nalga y en la otra, así varias veces, hasta que sus nalgas quedaron rojas, sonrosadas, con mis golpes marcados en la carne, pero ella seguía pidiendo más golpes: "más, más fuerte, pega fuerte papaito lindo, pégame, maltratame, pega más", en eso su pepa se contrajo y un enorme suspiro seguido de un "me vennnnggggooooo" me anunció su orgasmo, "Ofelia" se quedó acostada pegada a mis piernas, mostrándome su culo, que tenía algunas carnosidades donde deberían estar sus pliegues, y mi verga todavía clavada en sus pucha chorreando jugos.



Minutos después la madura me descabalgó y siempre con su sonrisa lujuriosa me dijo: "estás aprendiendo bien, ahora duraste más que al principio, todavía no te vienes y yo si, me sacaste tres orgasmos niñito cogelón, te voy a dar un premio porque haz hecho bien la tarea", y se acercó con lentitud agarrando mi pito con su mano y llevándose a la boca entre abierta, me empezó dar una rica mamada, succionando el glande, lengüeteando el tronco, lamiendo los contornos de la cabeza, metiéndose todo el pito y chupando con deleite, así por minutos que me parecieron años, mucho tiempo, sobre todo porque yo trataba a toda costa de no eyacular, pero ella insistía en apurar mi venida, haciendo más fuertes sus mamadas sobre el pito, titilando el glande que peló por completo, chupando la cabeza amoratada de mi verga, hasta que pedí clemencia: "ya, espera, vas a hacerme venir"; "de eso se trata bebito, ya vente, quiero tu leche en mi boca, quiero saborearte, vente en mi boquita golosa, anda bebé, dame lechita", dijo la vieja, a lo que contesté: "no, mejor quisiera venirme dentro de tu panocha, ponte como perra", sin sacarse la verga de la boca me dijo sonriendo:



--"¿Me quieres poner como perrita, así me vas a dar la leche?".



Y acto seguido se puso de rodillas en la alfombra ofreciéndome su carnoso culo, la seguí colocándome tras ella, aferrándome a sus nalgas y dirigiendo la verga a su pucha, se la metí a la primera pues tenía muy abierta la pepa, la verga entró toda hasta que quedé pegado a sus nalgas y cuando me la empezaba a coger me pidió: "agarra mi pelo, jálame el pelo, trátame mal, soy tu puta, una vieja bruja caliente que quiere tu verga y tus mocos, dámelos así, jálame el pelo bebito, méteme un dedo en el culo, anda quiero que me maltrates", y obedeciendo pasé mi mano por su larga cabellera rojiza rodeandola toda con la mano, haciendo presión sobre su cabeza, jalando hacía atrás, obligándola a que alzara la cabeza y gimiera "así, bebé, más, más fuerte, cógeme así, fuerte, echa tus mocos papaito", repegando sus nalgas a mi cuerpo y removiéndolas sobre mi, inicié los movimientos de entrada y salida, metiendo y sacando mi pito que salía brillante de jugos de esa cueva caliente, puse mi dedo pulgas sobre su culo y presioné, al mismo tiempo que jalaba su cabello hacia atrás, fuerte, con violencia, al hacerlo "Ofelia" gemía y apretaba su pepa y su culo, metí más el dedo, casi todo, haciendo más rápidos los movimientos de mi pelvis, chocando contra ella, haciendo brincar sus nalgas que todavía tenían las marcas de los golpes, así unos momentos más hasta que sentí que el placer se tornaba insoportable y me vine, en chorros de semen largos y espaciados, fuertes, acompasados, viniéndome dentro de esa pucha que ahora estaba más floja aún, sacando todo el pito y dejando el hueco abierto de la vagina, para luego volver a meter la verga que seguía palpitando, echando mocos, ella agradecía mis esfuerzos con gemidos, como quejas apagadas. Cuando terminamos ambos quedamos acostados sobre el tapete, imitación persa supongo, la mujer con una mano sobre su sexo, acariciándose la vulva abierta y viscosa, para luego llevarse los dedos impregnados de semen a la boca y lamerlos con delectación, con deleite, luego con mirada golosa vino hasta mi para lamer mi pene semi flácido y decir "quiero conocer como sabe tu leche, quiero disfrutar de tus moquitos niño "cogedor de viejas"", y succionó mi verga que todavía palpitó varias veces dentro de su boca.



Al final nos metimos al baño para quitarnos el sudor y el penetrante olor a sexo, ahí, bajo la regadera me confesó



que no había hecho el amor desde que estaba embarazada y su pareja la abandonó "el estúpido se aterró cuando supo que iba a tener un hijo de él y me dejó; con el embarazo me hice más caliente y anduve aplacando mis ganas con mis dedos y otras cosas, hasta que hice contacto contigo", y me atreví a preguntarle:



--"¿Nos volveremos a ver?".



--"Tal vez, no me preguntes cuándo, yo te aviso, pero tú no me busques, que ante todos soy una tranquila señora con bebé".



Como sea nos volvimos a ver varias veces, siempre en fin de semana, que era cuando ella no trabajaba y además porque esos días estaba sola, la niñera descansaba sábado y domingo, y el padre del niño, al que nunca conocí, iba por su hijo para pasar unas horas con él. Todo terminó cuando me avisó que el padre del niño quería regresar a vivir con ella y formar una familia "feliz", creo que porque le salía más barato que mantener al hijo y a la mujer, sin tener derecho a cogérsela.



 


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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