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Sara y yo llevamos muchos años siendo nudistas. Siempre pensamos que nada de lo nuestro es tan especial, o tan vergonzoso, que deba ser ocultado. Y lo cierto es que el ambiente nudista suele ser cordial y agradable. Lamentablemente, estas comunidades tienden a ser escasas, y en ocasiones radicalmente fundamentalistas. No sería la primera vez que me han pedido quitarme el bañador en una tasca de playa en Francia, con el consiguiente pegamiento de culo a silla. Muy incómodo.
Por eso nos gusta Almería. Es de lo más tranquilo y tolerante que hemos visto. Si quieres ir en bolas, vas en bolas hasta al supermercado. Y si quieres ir de ninja, vas de ninja. A nadie le importa. Que es como debiera ser.
El verano pasado decidimos ir a pasar un par de semanas de vacaciones a uno de estos complejos almerienses y fue fantástico. Aunque con matices. El problema de sitios tan relajados es que te contagias y te distraes de las realidades del mundo en el que vivimos, y en un viernes cualquiera, el descuidero de turno nos distrajo la bolsa de playa. No es que se llevara una fortuna, pero dijimos adiós a eso de 70€, varias cremas protectoras, una botella de agua y, lo más importante, nuestras carteras con la documentación y tarjetas de crédito. Menos mal que dejamos los teléfonos cargando.
Sí, ya lo sé, sólo se lleva una tarjeta de crédito y se deja la otra en casa o en la habitación del hotel, bajo llave. Bla Bla Bla. Pasó. Llamada al banco a cancelar y solicitar repuestos, denuncia a la policía para solicitar DNIs… lo típico. Por fortuna, el banco nos enviaría repuestos en 48 horas pero así las cosas, y en el principio del fin de semana, nos encontramos con 6€ en monedas varias. Colosal.
Esa noche cenamos en el hotel y nos fuimos a la cama bastante enojados. Sobre todo yo, porque a eso de las 12.30, Sara se levanta y se va. Supongo que al local de intercambios que hay cerca del hotel. Es increíble que después de la tardecita que hemos tenido ella siga de humor.
A la mañana siguiente me encuentro una nota de Sara citándome en la playa del hotel. Qué huevos tiene. En fin, no merece la pena cabrearse en vacaciones, y lo bueno del nudismo es que no hay que empacar demasiado. Aún es pronto, así que no me cuesta demasiado encontrarla.
Sara es una mujer alta, rondando el 1.70, con cuerpo de gimnasio, morena de piel y pelo. No se puede decir que sea voluptuosa, pero sí que tiene todo lo que hay que tener, en medida justa. Y lo que no tiene en tamaño, lo compensa en turgencia, elasticidad y afición. Verla en la arena, con el pelo y el cuerpo mojado, y con el sol matinal jugando con las gotas sobre su cuerpo genera una reacción inmediata en mi anatomía. Y aunque el ambiente nudista es liberal, tampoco es decoroso pasearse por la playa con un empalme del quince.
—Buenos días – le digo
—Ah, hola. Anoche tuve una idea. Has visto el anuncio?
—¿Idea? ¿Anuncio?
—Sí, lo colgué en el tablero de la entrada del hotel. A lo mejor lo han quitado. También está en el del club swinger
—Pues no, no lo he visto. ¿De qué va?
—Mira, tengo una copia
Y me entrega una hoja de papel, visiblemente hecha en 5 minutos, con una foto mía desnudo. La verdad es que no estoy mal del todo. Lo alarmante es el texto:
* * * VICTIMAS * * *
A Sara y Sergio les robaron ayer en la playa
No tienen dinero y necesitan donaciones
A cambio, Sara ofrece sacrificarse
El Show empieza a las 22.30 de esta noche y durará lo que aguante Sergio
Podéis usar:
—Boca – 2€
—Culo – 5€
—Polla – 3€
Límite 5 minutos por usuario
Lugar, sala Mazmorra
Nota: Sergio tendrá los ojos tapados, así que no sabrá quién eres
Se me cae el mundo encima mientras ruego que hayan quitado el anuncio del tablero del hotel. No estoy listo para esto. O al menos, no lo creo
—Pero, ¿qué has hecho?
—Hombre… mañana es domingo. Quién sabe si nos llegarán las tarjetas de crédito para entonces. Estaría bien tener algo de dinero si queremos comprar un helado o algo así fuera del hotel. No tenemos ni para crema protectora
—Sí, ya, pero esto es demasiado, me estás vendiendo
—No cariño, te estoy alquilando. No te vendería por nada del mundo
—¿Y esto de donde sale?
—Anoche me fui al club a hablar con el dueño, le conté la idea y le hizo mucha gracia. Hicimos el cartel en un momento, imprimimos 20 copias y las hemos distribuido por ahí
—¿Qué? ¿Por ahí? ¿Por dónde?
—Pues… el club, el hotel, el chiringuito de la playa y un par de sitios más
—Esto es la hostia. Primero, es innecesario, segundo, es humillante, y tercero, me lo tendrías que haber consultado
—Puede ser. Pero te olvidas de una cosa
—¿De qué?
—De que eres mío. Y hago lo que quiero con mis cosas… - me dice con picardía – además, yo voy a estar contigo todo el tiempo. No te preocupes
Para mí, el resto del día pasa como una cuenta atrás. Bueno, sólo hasta las seis de la tarde, que Sara empieza con los preparativos. Está claro que quiere recaudar lo máximo posible, y además de limpiarme a conciencia, decide que a los clientes les va a gustar tenerme completamente depilado. Por todas partes. Esta es, probablemente, la única situación que me va a resultar placentera. Sara me afeita, me quita el pelo de las axilas, pecho y piernas, y finalmente se pasa media hora asegurándose de que no hay nada entre ombligo y rodillas.
Para las nueve nos vamos al club donde me presenta al dueño del local, un señor mayor, de cerca de 55 años y que se ha convertido en emblema de los pub liberales del país.
—Hola Sergio, ¿estás preparado?
—Está todo lo preparado que va a estar. Un poco nervioso, pero ahora le damos un par de copitas para que se vaya poniendo a tono
—A lo mejor me hago yo cliente
—No hay descuentos, ¿cómo ha ido la respuesta al anuncio?
—Bastante bien. Teniendo en cuenta que no hemos tenido tiempo de promocionarlo mucho hay bastante interés. Esta mañana lo pusimos en la web, y tenemos comentarios hasta de Argentina que nos dicen lo mucho que les habría gustado participar. Quién sabe, igual hasta lo hacemos un evento regular
—No es mala idea. Pero nosotros es sólo esta noche. ¿Nos sacas un par de gintonics?
—Los artistas beben gratis. ¡Lucas! sácales a esta pareja lo que quieran
No me deja ni hablar. Lo malo es que cuando se pone dominante no me puedo resistir. Es lo más excitante que me puede pasar. Obedecer todas sus instrucciones. Ceder el control.
Al final de la segunda copa son ya las diez de la noche, y el local se va animando. Tímidamente al principio, pero ya empieza a haber acción por aquí y por allá. Durante estas vacaciones hemos pasado por el local un par de veces pero como ya he comentado en otras historias, no es realmente nuestro ambiente.
—Ven, vamos a la mazmorra. Ya verás lo que hay preparado
—Vale
Afortunadamente en la habitación no van a caber más de 10 personas cómodamente. Los artículos que normalmente están distribuidos se han apartado para dejar, en el centro de la sala, un potro inclinado en el que te tumbas boca abajo, y tiene espacio para las rodillas y las manos.
—Aquí te vamos a poner, con los pies y las manos atadas. Este banquito de aquí es para que se puedan subir a follarte la boca, y el cojín de ahí abajo es para los que se quieran sentar a chupártela. ¿Te parece bien?
—Bueno, no es tan terrible como me esperaba – lo cierto es que es bastante excitante -. Eso sí que todos lleven condón
—Por supuesto
Antonio, el dueño del local, aparece por la puerta y cierra la cortina.
—¿Cómo vais, chicos? ¿Vamos empezando?
—¿Ya ha empezado a llegar gente? – le pregunto
—¡Uy, pero si habla! Sí, ya han llegado unos pocos preguntando por el evento. ¿Sara, sabes cómo va esto o prefieres que te ayude?
—Prefiero que me ayudes, ¿te acordaste de traerme el cacharrito?
—Sí. Está en el armario del fondo. Es el rojo. Venga Sergio, vente para acá – me dice cogiéndome por los hombros – no te preocupes. Va a ser fantástico y nos lo vamos a pasar de maravilla. Sobre todo tú. No creas que son sólo tíos ahí fuera. También hay unas cuantas mujeres que quieren probar a darte candelita. Quítate la ropa
La ropa, me dice. En una zona nudista, “la ropa” que llevo son unas sandalias, un bañador y una camiseta. Antonio, que ha dejado el tono jocoso para ser empático me dirige cuidadosamente para que esté lo más cómodo posible.
—Así, bájate un poquito más. Eso es – me dice mientras me acaricia la espalda con manos calientes
—¿Ahí?
—Perfecto. ¿Estás cómodo?
—Bastante
—Entonces no te muevas
Antonio se pone detrás de mí, me acaricia el culo y me agarra de las caderas, haciendo el movimiento de penetración.
—Sara, ¿te puedes sentar en el cojín a ver que tal va?
—A ver – dice Sara sentándose debajo y metiéndose mi polla en la boca por unos instantes –. Sí está bien de altura
—Mira por delante a ver
Sara se sube en el banquito y empieza a fingir que me mete una polla por la boca
—Parece que está bien
—Vale, vamos a atarlo un poco. Sergio, en cuanto quieras parar, ¿sabes lo que tienes que decir?
—Sí, “Rojo”
—Eso es. Ahora vamos a atarte un poquito para que puedas estar bien relajado y no te canses. ¿Vale?
—Vale
Con manos expertas, me ata las manos al potro, las piernas a la altura de los muslos y, finalmente, un cinturón a media espalda para reducir la movilidad.
—¿Hay alguna que te moleste o te corte la circulación?
—No, está todo perfecto
—Ok, Sara, es tu show
—Que vayan viniendo
Sara se ha desnudado y se pone delante de mi cara. Veo que se está poniendo un strapon rojo y liso, de unos 20cm de longitud, pero de 5cm de diámetro. No es de los más grandes, pero tampoco es de juguete.
—Cariño, nos lo vamos a pasar genial – me dice mientras me planta un beso
—Eso espero
Justo en ese instante se abre la cortinilla de la mazmorra y veo que empieza a entrar gente, 5, 10, 15, 20 personas. Algunas mujeres, pero la mayoría hombres. En qué lío me han metido.
—Damas y caballeros – entona Sara – madammes and monsieurs, ladies and gentlemen, sean bienvenidos. Debido a nuestra temporal precariedad económica, producida por un desalmado, nos hemos visto obligados a hacer un sacrificio personal que nos saque de apuros
Menudo sacrificio…
—Aquí tenemos a Sergio, mi marido. Di hola, Sergio
—Hola
—Un macho fantástico y del que nunca me desprenderé, comprobarán ustedes cuán solícito es para satisfacer sus necesidades. En la parte frontal – dice Sara acercándose a mi cabeza y subiéndose en el banco – ven que dispone de una abertura que, a continuación demostramos. Sergio, di aaaaaah
—Aaaaaah
—Con el orificio abierto, procedan a – en ese momento Sara me mete el strapon en la boca y lo empuja hasta la garganta
—GGGGGGGGG
—Como pueden ver, está entrenado para gargantas profundas – dice sacándolo
—En la parte trasera – dice mientras se pone lubricante en una mano – tenemos un apéndice inferior – me agarra la polla – y un orificio aparentemente pequeño – mete dos dedos en mi culo
Rodeado de unas 20 personas que no le quitan el ojo a Sara y a lo que me está haciendo, sumado a que me tiene agarrada la polla y a que sus dedos se mueven suavemente hacia dentro y hacia fuera, comienzo a encontrarme cómodo. Muy cómodo de hecho. Y excitado. Eso no me lo esperaba.
—La polla se puede chupar. Hemos acomodado un acolchado en el suelo para su mayor satisfacción. Como decía, se puede chupar así – dice mientras se mete mi polla en la boca y le da un par de lametones – o simplemente menearla al gusto
Al decir eso me empieza a masturbar levemente, confirmando exteriormente mi excitación interior.
—Y finalmente, damas y caballeros, tenemos el orificio posterior, para el cual han de colocarse detrás, alinear sus instrumentos con la orientación general del cuerpo y, ¡oumpf! Empujar con brío – Sara me ha metido el strapon de sopetón, sin darme tiempo a relajarme y con sólo dos dedos de preparación. La sensación de culo abierto a más no poder es dolorosa, pero para cuando habría podido empezar a disfrutarla, Sara… - Como comprobarán, si continuamos empujando pueden ver que el agujero en cuestión es capaz de acomodar instrumentos de tanto calibre como longitud variable
Me lo saca con la misma velocidad que lo metió, haciéndome temblar las piernas y poniendo muy en evidencia que el trabajo que Antonio ha hecho con las cuerdas es muy eficiente pues apenas me puedo mover un milímetro.
—Vamos a cubrirle los ojos para que no vea a quién le está dando servicio – dice al ponerme un antifaz que me deja completamente ciego – y adelante. Pónganse en tres filas, los precios están acordados, páguenme a mí directamente, tiempo máximo son 5 minutos por cliente
Oigo pasos de la gente moviéndose de un lado a otro, tintineo de monedas y a alguien acercarse a mi cabeza. Me agarra del pelo y me ponen una polla, con condón, en la boca. Lo único que tengo que hacer es abrirla para que el tipo, sea quien fuere, comience a follarme hasta la garganta. Obviamente, la visión de Sara, completamente desnuda como estaba, jugando a placer conmigo era más para poner a la clientela a tono que otra cosa.
—Venga Luis, pollo asado – dice la polla delantera
—Voy, voy, espérame
Parece que me viene la primera polla en el culo. Noto como posan una mano en la espalda, con la otra me abren el culo y oigo a mi mujer
—Un segundo, vamos a poner un poquito de lubricante aquí
Un chorrito frío se desliza por mi ano y antes de acostumbrarme a la temperatura ya hay una polla empujándome primero, y penetrándome después, ya a velocidad considerable. Está claro que esta gente quiere sacar el máximo provecho de sus cinco minutos.
Se oyen vítores de aprobación mientras el tal Luis me folla cada vez más fuerte y más profundo, siento cómo mi culo choca una y otra vez contra su vientre y cómo sus huevos tocan los míos. Mi ano ya no duele nada y todo es disfrute. Dentro, fuera, dentro, más dentro, más rápido. Si alguien me tocara la polla ahora estallaría de inmediato, pero al parecer no la quiere nadie.
—Dale Juán, que yo me corro ya – oigo desde atrás
Parece que le han clavado unas espuelas. El Juán me pone las dos manos tras la cabeza y me empieza a clavar la polla en la boca a exactamente el mismo ritmo que la que tengo en el culo, mientras que por detrás me han agarrado de los hombros y me están follando como si quisieran hacer un agujero. ¿No se ha enterado de que ya hay uno?
—Tiempo – dice Sara
—Un… se…gundo – dicen al unísono por delante y por detrás mientras ambas pollas se me meten hasta el fondo, se quedan unos segundos ahí entre jadeos y gruñidos y salen
No hay mucho tiempo de descanso. Casi inmediatamente tengo otra polla en el culo, que parece que es popular. Esta es algo más grande, aunque no tanto como la que se ha puesto mi Sara. En esta ocasión, el tipo que me está follado es más suave, de momento, y en lugar de agarrarme se ha recostado sobre mi espalda.
El ritmo es hipnótico y mi culo lo está disfrutando mucho. Cada poco tiempo, la saca por completo, me deja respirar un par de segundos y me la vuelve a meter hasta el fondo. Cuando ya lleva follándome un par de minutos, en los que poco a poco ha ido aumentando la velocidad, noto que me agarra la polla y me empieza a masturbar lentamente. Nadie se puede imaginar lo que agradezco estar atado porque en este momento me caería del gusto. Con el culo abierto, la polla en movimiento, Sara mirando lo que me hacen, y con un publico que lo aprecia, echo un gemido que más parece un grito.
—Que se corra, que se corra, que se corra – empieza a cantar la afición
El tipo es un profesional. Sin cambiar el ritmo del culo acelera el de la mano, y desliza la otra desde un cachete del culo, despacio, por mi tripa, hacia abajo, hasta agarrarme los huevos y tirar de ellos. Mi cabeza se cae del gusto y jadeo como un animal. Me voy a correr con el tercer cliente. Esta noche va a ser larguísima.
Por si fuera poco, ahora me va cambiando el ritmo. Me folla tres veces suavecito y constante, y las tres siguientes son como un toro. Mi culo envía señales tan poderosas que me cortan la respiración. Entre vítores del público, me corro como una fuente. Mi compañero al notar mi semen en la mano, se termina de desbocar y acaba dentro de mi. Ya van dos.
Hay una cosa clara, mi culo no va a tener respiro. Parece ser el artículo de preferencia del público. No sé a Vdes. pero después de correrme, prefiero que me lo dejen tranquilo un rato. No hay tal suerte.
Por ahí pasan tres o cuatro más. Pierdo la cuenta. Y cuando ya me está empezando a gustar otra vez, hay un nuevo cambio. Por primera vez alguien ha solicitado comerme la polla. Sara lo anuncia y la sala se queda en silencio. Una mano me toca el culo y noto unas tetas en mi espalda. Supongo que es Sara cuando me susurran al oído:
—Somos Aurora y Ricardo. Vuestros vecinos en el hotel. Quiero que sepas que soy yo quien te va a encular, y te vas a correr en la boca de Ricardo. Quién sabe, igual después de esto cambiamos los papeles…
Conocer a los participantes me hace sentir un poquito de vergüenza, pero a la vez me produce excitación. Noto cómo alguien, Ricardo, supongo, se sienta bajo el potro y me empieza a respirar en la polla. Las cuerdas me recuerdan que no puedo moverme nada.
—Vamos a ver qué puede hacer este culito. Nada de pichas cortas como hasta ahora. ¿Qué os parece mi polla? – dice Aurora a la afición
—¡SIIII! – grita la afición
—¿Le cabe? – pregunta como si fuera un DJ
—¡SIIII! – responden
—¡Vamos!
La verdad es que esta preparación me encoje el corazón. Y la polla. Y no saber a qué me enfrento es aterrador. Tanto por el dolor como por decepcionar a tanta gente que cuenta conmigo. Pero no tengo tiempo de pensarlo demasiado pues noto como un pollón enorme y frio se desliza por la raja de mi culo. Acercandosé hasta que Aurora está apoyada contra mí. La punta está tocándome casi media espalda, y por lo que pesa sólo puedo pensar que es grande.
Respiro profundamente y trato de prepararme para la invasión cuando Ricardo empieza con su tarea. Yo ya no puedo gemir más. No tengo energía. Pero el chaval aprieta mi polla con la lengua con la presión justa, generando escalofríos por mi espalda. Casi consigue me olvide de lo que se me viene encima, o mejor dicho, dentro.
Noto dos manos que me separan las nalgas, y otra que me mete tres o cuatro dedos en el culo. Eso son tres manos. ¡Sara les está ayudando! Tramposa. De repente el falo se apoya en mi entrada, hace tres o cuatro vacilaciones, y empuja para abrirse camino. Al principio la sensación es muy placentera pues este aparato me está abriendo bastante más que las pollas anteriores, pero cuando entra en materia, deja de lado el placer y se convierte en algo que parece que te está abriendo las entrañas. No sé cómo es de grande, pero lo veré luego. Se va metiendo muy despacito, parece que el culo me explota y ruego por que paren y me dejen descansar.
Tardan cerca de 20 segundos en llegar hasta donde no hay más sitio dentro de mí. Y a partir de entonces comienza el movimiento de pistón imparable. Aurora lo está sacando por completo, y metiéndolo hasta el fondo, luchando para que mi culo ceda y poderlo meter entero. Sara no deja de tocarme las nalgas, la espalda, y el pollón ese entra cada vez más entre ánimos del público. Entra hasta que de repente, noto el cuerpo de Aurora junto al mío. Estoy lleno. Por completo.
Me agarra por los hombros y ahora es cuando me va a follar de verdad. Afuera, adentro. Afuera, hasta el fondo. Cada vez más rápido, de mi boca salen gorgoteos. Estoy babeando de placer. Ricardo también ha cogido el ritmo cuando Sara grita tiempo.
—¿Queréis que siga? – pregunta Sara al público
—Si – exclaman todos
—Pues que siga
Aurora mete marcha y me sigue follando sin parar. Cuando ya por ahí entra cualquier cosa lo saca por completo y me da un mordisco. La afición parece decepcionada hasta que me pone la palma de la mano en el ano, la cierra, y empieza a follarme con el puño, que es aún más grande, para deleite de los presentes.
—Barra libre – grita Sara
Noto como diez manos me empiezan a sobar por todas partes, como una polla se mete en mi boca y como dos o tres dedos acompañan al puño dentro de mi culo. Sacan una mano, meten otra. Una mano me agarra los huevos, otra me azota el culo, otra me masturba hasta que ya no aguanto y me corro en las manos de alguien.
Sara para el espectáculo y da por finalizado el evento. Se oyen quejas pero la verdad es que la estrella no da para más. Al poco vuelve Antonio a desatarme y, una vez suelto, me tengo que sentar en el suelo para no desmayarme. Me traen aguas y zumos varios para recuperarme mientras Sara cuenta la recaudación. 83€. Nada mal para una primera vez, me dice.
Nada que reprocharle a Antonio, que nos acompaña hasta el hotel porque casi no puedo andar. Estar 2 horas atado no es fácil.
—Al final, ¿me follaste tu también?
—No, yo me follé a Sara mientras te estaban dando a ti
—Ojalá lo hubiera visto
Esa noche la pasé en cama, sin moverme, y cuando bajé a la playa al día siguiente, me sorprendí de la cantidad de gente que me saludó. Las tarjetas llegaron esa tarde…
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