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Luego de varios días, Mirella y Cristina se reunieron de nuevo en la cafetería. Mirella le contó la experiencia con su hijo y se disculpó por el trato que le había dado a su amiga.
- Mirella: Cuéntame, ¿cómo hiciste para seducir a tu hijo?
- Cristina: Yo no lo seduje. Él me sedujo a mí.
- ¿Así? Cuéntame todo y exagera… ja, ja, ja
- Ja, ja, ja. Todo comenzó hace año y medio.
Cristina le narró cómo empezó la relación con su hijo.
Cristina es estatura pequeña, delgada, cabello negro lacio muy largo. En ese tiempo su apariencia era algo descuidada, incluso su cabello despeinado, de dientes un poco salidos, algunas pecas y lentes gruesos que cubrían sus ojos grandes y marrones. Por ello, tenía una autoestima un poco baja y su excesiva timidez. Se ruborizaba al escuchar cualquier cumplido o mirada, ya que tenía una bonita figura, con tetas pequeñas paradas y se decía que las mujeres bajas lanzan mayores hormonas que llamaba a los hombres. Por eso se vestía con ropas anchas para ocultar sus curvas. Pero en su trabajo tenía que usar su uniforme que consistía en un traje sastre, una falda entallada por sobre la rodilla, pantimedias y zapatos con tacos. Sin usar maquillaje. Al llegar a casa se quitaba todo y se colocaba una bata y andaba descalza. Su hijo notaba sus pezones, sabiendo que no traía ropa interior. Su hobbie es dar largas caminatas por los bosques cercanos y parques, la actividad favorita de Cristina, que la relajaba. Se vestía con su buzo, zapatilla, polo suelto con rayas.
El día del encuentro sexual con su hijo había pasado unas semanas de la separación con su esposo. Ella se encontraba llorando constantemente, se sentía culpable y poco atractiva. Durante esas semanas su hijo Iván se convirtió en su gran apoyo. Se acercó a ella, le besó la mejilla y una de las lágrimas, mientras le alisaba el cabello con la yema de los dedos.
- Iván: Mami, estás muy estresada déjame darte un masaje.
- Gracias, hijo. ¡Eres tan amable! —Cristina tiene una voz muy suave y sensual que a su hijo le parece excitante.
Iván se colocó por detrás de su madre y empezó masajeando sus hombros. Su madre comenzó a hacer ruiditos de placer y ronronear
- ¡ummmhhh! ¡Qué rico, mi amor!
- ¿Te gusta esto?
Desde donde estaba podría ver el escote de su madre y el sostén rosa pálido con encajes que llevaba. Sus ronroneos lo excitaban. Sabía que era su madre, pero era una mujer que él deseaba, que siempre la consideró muy hermosa a pesar de que ella misma se veía fea, por su baja autoestima.
- ¿Iván, soy fea? Dime la verdad.
- Eres la mujer más bella, inteligente y tierna que conozco, mamá.
- Mi papá es un idiota por haberte dejado.
Él la siguió acariciando, besando su cuello y orejas.
- Mi oreja no. ¡para!... umh
- ¿De verdad la oreja no? Las orejas son muy erógenas, mamá.
Su hijo la colocó contra la pared, le levantó la parte posterior de su camiseta lamiendo su espalda en la base de la columna. Su madre se erizó. Iván usó su lengua de manera bífida sobre la columna de su madre, bajó su pantalón y besó sus nalgas. Cristina se estaba corriendo, ahogándose en éxtasis. Iván la agarraba para no que cayera, ya que sus piernas temblaban y no la podían sostener. Le bajó las bragas. Era tanto el placer que el cuerpo de Cristina empezó a oscilar, suspiraba profundamente.
- Mami, eres la mujer más sexy que he visto nunca… Tienes el culo más hermoso del mundo... ¡déjame bajarte las bragas un poquito!
- Ohhh! ¡Vamos Cariño!… ¡Aparta esa lengua y Empálame de una vez! —Cristina estaba fuera de sí.
- Auugggm… chuph… chhuppp… mami guarra –Continuaba lamiendo su encharcada vagina.
- ¡Sí!... no… ahhh… No quiero correrme aún.
Trató de apartar a su hijo. Al hacerlo sus fluidos caían a manera de catarata encharcando el suelo.
- Mamá… por favor… aquí nadie nos ve.
La colocó en cuatro patas observando su precioso culo:
- Mamá… estás inmensa… ¡Eres la mujer más linda que he visto nunca!
- ¿A ver qué tenemos por aquí?... ¡Ohhh! ¡Qué falo tienes mi amor…! ¡Vaya polla que tiene mi niño. Con lo que necesito una cosa como esta!
Cristina estaba fuera de sí. Ya no era su madre, sino una hembra que buscaba apagar el fuego del placer que ardía dentro de ella.
- Anda, hijo, ¡métemela!... no puedo más…
- ¡Te quiero, te quiero mucho!
Su hijo se la clavó en posición perrito. Empezó despacio. La vagina de su madre era estrecha. Aunque estaba muy lubricada, no quería hacerle daño. Así que empezó lentamente. La cogió de las nalgas sobándosela y lamiendo el coño peludo y mientras lo hacía sobaba su clítoris.
- ¡ufff! Mami, esto es el paraíso…
- Me estás rompiendo por la mitad… ¡Cómo puedes tener semejante verga!... papito vergudo.
- ¡Ohhhh!! ¡Qué ricooooo…!
- ¡Ay Ivancito…! ¡… mmmmm…! ¡Entra despacito, mi amor!
Sus jadeos eran rítmicos con subidas de tono. Al terminar su cuerpo temblaba e incluso luego de varios minutos aún tenía ligeros espasmos.
- ¡Mamita… ¡me corrooooo…!! ¡Ohhh!... ¡¡aaaaggg!! —La sacó y se corrió en su espalda lanzando varios chorros sobre ella.
- ¡Sííí…, cariño…!! ¡¡Córrete, córrete…!
- ¡Mamá, te quiero…! ¡Qué feliz soy!
- ¡Ya lo sé cariño…! ¡Yo también soy muy feliz!
El chico se pone encima de su madre dispuesto a clavar nuevamente su polla. Temblando, la punta busca la raja del coño de mamá. La coloca boca arriba, una pierna estirada y otra doblada hasta la altura de su pecho para sentir la estrechez de su vagina, mientras con una mano le sobaba una teta.
- ¡oh! ¡oh! ¡oh! Cada vez me gusta más… ¡Ohhh! ¡Qué placer! ¡Qué placer!
Al cabo de 20 minutos ella nota que la leche de su hijo la inunda… Se corre dentro. El cuerpo de Cristina tiembla por tanto placer. Ve impotente que su hijo descarga su semen dentro de ella y puede dejarla preñada.
- ¡Sííí! ¡Me corro! ¡Ah! ¡Me corro! ¡Qué gusto! ¡Ahh! –grita la madre.
Ambos se unen en un abrazo y llegan juntos al éxtasis. Sus bocas se unen un beso y sus lenguas danzan entre sí, en un morreo muy intenso.
Iván en sus 18 años no había sentido tal placer y lo quería dejar fácilmente. Intentó meterla de nuevo. Pero su madre se negó. No había tenido tantos orgasmos múltiples y sintió que su cuerpo no resistiría. Dirigió a su hijo a su pecho para hacerle una cubana. El hijo lame y aprieta con ansia los pezones de mamá.
- ¡AAHH! ¡Me estoy viniendo, mamá! ¡Me estoy viniendo!
- AAAAAA —Cristina abrió la boca
Mientras se corría en su boca y cara.
- ¡ummmhhh! Es delicioso… Tan caliente y espesa. —Fue la primera vez para ambos, en muchos sentidos. Ella nunca había sentido orgasmos tan descomunales, ni sentido el sabor del semen.
- Te amo mucho, mamá
- Estoy tan… feliz… ¡Te amo, Iván!
- No quiero dejar de tener sexo contigo, mamá- ¡Te amo más que nadie!
Cristina esparció la leche por su cuerpo. Ambos cayeron en la cama exhaustos, llenos de sudor y fluidos. Minutos después Iván la cogió de la cintura para ayudarle a caminar.
- Por favor, ya no más… Fue demasiado placer… Mi cuerpo ya no resiste. —suplicaba Cristina.
Su hijo solo quería llevarla al baño. La sumergió en la tina y la lavó de pies a cabeza con una esponja suave.
Cristina se dio cuenta que el amor de su hijo no era solo sexo y excedía cualquier tipo de amor que imaginó y decidió entregarse por completo. Abrió su corazón y alma y a partir de ese día cambió.
Sus ropas eran más coquetas, su comportamiento era más extrovertido y empezó a disfrutar la vida e incluso disfrutaba más su trabajo y se llevó mejor con sus compañeros.
Pero al volver a casa su cuerpo solo le pertenecía a su hijo. Se prestaba a cualquier tipo de experimentación.
Se arrodillaba y lamía su polla mientras él cenaba e igual hacía él con su coño, cuando ella ingería sus alimentos.
Ya era Cristina quien cabalgaba a su hijo cual amazona hasta sentir que el semen de su hijo se deslice por sus nalgas. El perfume de ambos era el olor lascivo de sus cuerpos calientes.
Eso fue lo que Cristina contó a Mirella y con la nueva curiosidad sexual de ambas mujeres decidieron planear un fin de semana en donde estarían los cuatro e incluso probar un intercambio de parejas.
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