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En la Empresa, las actividades se flexibilizaron, y pronto culminaría mis catorce meses de teletrabajo.
La sensación era extraña; con Marcos nos acostumbramos a estar en nuestro departamento, con las ventajas de tener sexo o masturbarme, cuando nos daba la gana. Así que, los primeros días en la oficina, fue toda una adaptación; reencontrándonos con los compañeros, volver a escuchar en persona, las órdenes del jefe, Don Ricardo.
A la gran mayoría, le fue mal en la cuarentena, la convivencia durante todo el día con los suyos, los mando al diván del psicólogo.
Y Don Ricardo, en una reunión de equipo, lo hizo notar:
Don Ricardo: Deben prepararse para un nuevo desafío; así que, aquellos que no se sientan en condiciones, hagan lo que deben hacer. Excepto Liliana, parece que el resto, la pasó mal.
Yo me sonrojé, pensando que los demás deducían que, con mi marido, habíamos tenido una prolongada luna de miel, con un atrevimiento, el trío.
A continuación, Don Ricardo, daba los detalles del proyecto de marketing, en el que debíamos trabajar, para conseguir una importante cuenta.
De regreso a casa, le contaba a mi marido, los problemas de los demás, durante la cuarentena. Él festejaba lo que habíamos experimentado, y deseaba ir por más, explicándome por enésima vez, los conceptos del mundo “swinger” y la práctica del “cuckolding”; a lo que también, me negaba por enésima vez; no lograba entender cómo podría sentirse excitado, al verme montada sobre otro hombre; aunque la conversación lograba que nos calentáramos, culminando en sexo, masturbación y/o fellatio.
La primera semana de trabajo en la oficina, fue estresante por la fecha final del proyecto; y, además, Don Ricardo, volvía a su deporte de insinuarse; lo cual, ya lo había olvidado:
Don Ricardo: Se te ve más hermosa que nunca; la cuarenta te sentó bien, me imagino que la has pasado bien.
Por la gracia que me causaba, al regreso, en casa, se lo contaba a Marcos; lo cual, hacía que volviera a repetirme sus definiciones:
Marcos: Liliana, la mencionada nueva palabra “cuckolding”, que te cuesta entender, está referida a hombres heterosexuales que, sin intervenir, se excitan mientras miran cómo su mujer práctica sexo con una o varias personas a la vez. Pero no lo hacen observando de una manera clandestina, como suele ser el caso de los voyeristas, sino estando situado frente a su pareja y sus amantes. En este caso, se trata de unos “cuernos consentidos”, por lo que quienes llevan a cabo esta práctica de observar a la pareja, gozar con otros, y no se sienten ofendidos al ser aludidos por tal mote. Muchos expertos señalan que la práctica del cuckolding ayuda a afianzar las relaciones de pareja, e incluso a mantener la llama de la pasión entre ambos, ya que ayuda a llevar a cabo las fantasías eróticas o parafilias de los dos miembros. Por un lado, la necesidad de observación del cuckold -o marido voyerista- y por el otro el troilismo de la esposa, que consiste en el deseo de ésta, por mantener relaciones sexuales múltiples. Otra de las ventajas de este tipo de relaciones, es la liberación que puede llegar a sentir los miembros de la pareja, al realizarse todo bajo la permisividad y supervisión de ambos: la mujer lleva a cabo sus deseos de mantener relaciones con otras personas, sin ser señalada como adúltera. Por su parte, el marido no siente ningún tipo de frustración o engaño, ya que todo lo que está llevando a cabo su esposa, ha sido pactado y consentido por los dos. De este modo, la pareja no experimenta ninguno de los conflictos y crisis de confianza, que supondría una infidelidad tradicional.
Liliana: Ya basta, me lo has repetido ciento de veces. El problema es, que tu definición se apoya en una falsa premisa.
Marcos: ¿Cuál?
Liliana: Supones que yo deseo tener relaciones con otros hombres.
Marcos: Pero vos me dijiste que el trío con Sergio, te gustó, lo disfrutaste. Que su miembro era del tamaño perfecto para tu vagina.
Liliana: Es verdad; pero, de eso, a desear estar con otros hombres, hay un buen trecho.
Marcos: Pero vos necesitas penetración casi todos los días, sea la mía o la de un vibrador.
Liliana: ¡No seas guarango! Es verdad, me gusta el sexo; pero, no soy una ninfómana.
Marcos: No quise decir eso. Simplemente, digo que, a tus cincuenta años, estas espléndida y con el deseo a tope; por lo que, contas con mi consentimiento para estar con otros hombres, siempre que yo participe de alguna manera.
Liliana: ¡Basta! Ya me cansa el tema, lo has mencionado mil veces.
Marcos: Ok; pero piensa que puede ser un tema de nuestra educación, una pauta cultural. Si te permitieras disfrutar de otros hombres, sentirías una gran plenitud a esta edad.
Liliana: Te vuelvo a repetir que no tengo esa necesidad. Si quieres algo fuera de la rutina, te reitero que podemos repetir el trío con Sergio; pero, como una aventura, no lo imagines como un ingrediente más a nuestro matrimonio.
No lograba entender su obsesión; pero, como siempre que charlamos de estos temas, terminamos en la cama.
En la oficina, al cabo de dos semanas, lográbamos un buen proyecto de marketing; lo cual, nos hacía saber Don Ricardo, a última hora a todo el equipo:
Don Ricardo: Les agradezco el esfuerzo invertido; pero, ahora debemos definir quien, hará la presentación en el workshop; y, la mentora de esta idea tiene el derecho de presentarlo.
De pronto, todas las miradas se dirigieron hacia mí; lo cual, reaccioné sonrojándome:
Liliana: ¿Yo?
Don Ricardo: Sin lugar a duda.
Los demás asintieron con sus cabezas e inmediatamente aplaudieron, como cerrando la elección.
Liliana: Pero Don Ricardo, nunca realicé una presentación, no quiero arruinarlo.
Don Ricardo: Ha sido tu idea, si ensayas, te saldrá muy bien. Eso sí, dile a tu marido que afloje con la cama. Ja Ja Ja.
Me volvieron a subir los colores a la cara; y pensé en responder al comentario desubicado y desafortunado; pero, callé.
Al regresar a casa, le comenté la gran noticia a mi marido; y él, con su mayor experiencia en la presentación de proyectos de ingeniería, se puso a disposición. Al comienzo, me indicó algunos tips para organizar la presentación.
Marcos: ¿En dónde se realizará?
Liliana: No sé.
Marcos: Tienes que averiguarlo; ya que, será necesario que luscas acorde al lugar y al auditórium.
Al otro día, le pregunté a mi compañera, que estaba encargada de las invitaciones y la organización del evento; a lo que me respondió, mencionando un Hotel de lujo ubicado en la costanera; también, me indicó que Don Ricardo había contratado un diseñador de modas, para que me asesorara en el atuendo y lo confeccionara.
Los nervios me crecían a medida que se acercaba el día de la presentación.
Otro día, asistí al atelier del diseñador; quien me hizo probar un vestido largo de pana, de color azul petróleo, con un tajo sobre la pierna derecha, que llegaba casi hasta la ingle. El vestido era soñado, me sentía como la mujer fatal, Jessica Rabbit. Además, el diseñador me recomendó usar medias negras de liga, como toque de seducción y un tanga de tiro alto, para que no se viera accidentalmente, a través del tajo. Me saqué un par de fotos con el celular, para mostrarle a mi marido; las cuales, envié inmediatamente por WhatsApp. Luego, me hizo probar un atuendo de pantalón palazzo con bléiser, de color negro, complementado con zapatos stilettos; y, me dio a elegir de usar o no camisa debajo.
Al llegar de regreso a casa, le exclamo a Marcos, que era todo soñado; pero, no sabía cómo controlar los nervios; quien me tranquilizó diciéndome que cuando dominara el guion de la presentación, estaría más segura, y desaparecería el nerviosismo.
Mientras cenábamos, sonó el teléfono; era Don Ricardo, mi jefe; pero, quería hablar con Marcos; lo cual, me llenó de intriga. Estuvieron hablando por un buen rato; pero, no logré descifrar que se decían.
Al colgar, le pregunté con gran curiosidad:
Liliana: ¿Qué te dijo? ¿Qué quería? Es raro que haya preguntado por vos ¿no?
Marcos: Era para invitarme a tu presentación.
Liliana: ¡Qué bueno! Me sentiré mucho más tranquila. ¿Sólo eso dijo? Estuvieron hablando un buen rato.
Marcos: Además, también nos invitaba a la cena de gala, si salía todo bien.
Liliana: ¡Guau! ¿Y dónde se haría?
Marcos: Ahí mismo. De hecho, nos reservó una habitación, por si bebemos mucho durante la cena.
Liliana: Mmm. ¡Qué bueno! Nos quedaremos, ¿verdad?
Marcos: Por supuesto, quiero bajarte el cierre de ese vestido.
Con el correr de los días, adquirí confianza y los nervios desaparecieron, cuando llegó el día D.
Alrededor de media mañana, llegamos con Marcos, al lujoso Hotel, y nos abocamos a revisar todo lo necesario para la presentación; micrófono, proyector, retoques en mi atuendo; hasta que ingresaron a la Sala de Conferencias, mi jefe con los futuros clientes.
Al observarlos, eran todos de edad avanzada; Don Ricardo era el más joven, y tenía diez años más que yo; por lo que, asumí una actitud más conservadora.
Al cabo de una hora, todos aplaudían mi presentación y deduzco que se concentraron en cerrar el trato. Yo me acerco a mi marido, buscando su parecer:
Marcos: Estuviste espléndida. Ya está, ahora puedes relajarte. Están firmando el contrato.
De repente, por detrás, me sorprende Don Ricardo, felicitándome:
Don Ricardo: ¡Excelente Liliana! No esperaba menos de vos.
Liliana: Gracias. Me alegro que haya salido todo bien.
Don Ricardo: Cuando volvamos a las oficinas, anunciaré que estarás a cargo de esta cuenta; así que, ahora disfruten del Hotel, y prepárense para festejar a la noche.
Don Ricardo le guiña un ojo a mi marido y le da un par de palmadas sobre el hombro.
Después de despedirnos de ellos, con un hasta luego, con Marcos fuimos al sauna del Hotel y almorzamos temprano, para luego dormir un rato, y estar descansados para la cena.
Cuando cayó el sol, comenzamos a prepararnos; ya que estábamos citados temprano para la cena.
Luego de darme una ducha, comencé con mi ritual de vestirme y maquillarme, al igual que Marcos.
Él me descubre acomodando mi media negra y se me abalanza; por lo que, tuve que detenerlo, para no terminar en la cama.
Marcos: Sabías que estas cenas son aburridísimas.
Liliana: No, nunca estuve en una.
Marcos: te sugiero que te coloques esto.
Mostrándome una especie de huevo con cola, de color rosado, que colgaba de su mano, como si fuera un ratón recién atrapado.
Liliana: ¿Qué es eso?
Marcos: un vibrador que se acciona con el teléfono móvil, cuya aplicación tengo yo.
Liliana: ¿Te volviste loco?
Marcos: Para nada, te juro que lo manejaré con discreción.
Liliana: Lo usaré cuando terminemos de cenar.
Marcos: Así no tiene gracia. La idea es que, al terminar de cenar, estés cachonda.
Liliana: Basta, no voy a pasar un papelón por tus locuras.
Marcos: Pruébalo, no es como los otros. Dale.
Se lo arrebato de la mano y me dirijo al baño; después de todo, yo quería festejar mi éxito. Al colocármelo, si bien sentía su presencia, no me provocaba nada.
Al regreso, Marcos accionó la aplicación y comencé a sentir una leve vibración; por lo que, supuse su inofensiva acción, durante la cena.
Bajamos al lobby del Hotel, donde habíamos quedado en encontrarnos. Allí, Don Ricardo, nos esperaba con un par de copas de espera.
Ante su mirada de asombro, que no disimulaba frente a mi esposo, le pregunto:
Liliana: Buenos noches Don Ricardo ¿y su esposa?
Don Ricardo: ¡Guau! Estás hermosa Liliana.
Liliana: Gracias ¿su esposa no nos va acompañar?
Don Ricardo: Te felicito Marcos, mira la mujer que llevas del brazo. Perdón, no, mi señora tiene una migraña muy molesta. Es de entender que hayan pasado la cuarentena entretenidos.
Yo me debo haber puesto bordó; por suerte, llegaron los demás, con sus señoras. Me sentí un poco desubicada con ese vestido. Algunos hombres clavaban sus miradas en mi busto; otros, estaban atentos al tajo del vestido, esperando que mi pierna asomara al caminar. Por suerte, al rato, nos dirigimos a la mesa; y al sentarnos, aflojó la presión de esas miradas.
Marcos tenía razón, la conversación era muy aburrida; pero, la cena era exquisita, al igual que le vino.
De repente, en mi entrepierna, comienzo a sentir unas pulsaciones silenciosas, que comenzaban a excitarme. Descubro a Marcos, que estaba manipulando disimuladamente su celular, debajo de la vista de los demás. Yo lo miro suplicándole, que no se pasara de la raya.
Los nervios de la situación, hacía que bebiera, casi sin control.
Por suerte, me mantuve estoica; pero, al terminar la cena, me sentía totalmente mojada y algo borracha.
Nos despedimos de los clientes, y Don Ricardo nos dice:
Don Ricardo: Bueno, ahora nuestro brindis por la jornada exitosa ¿Qué tal si lo hacemos en mi habitación? Así podemos gritar unas hurras.
Liliana: Nosotros se lo agradecemos; pero, estamos muy cansados.
Marcos: Dale Liliana, un brindis y nos vamos a la cama.
Lo miré a mi esposo con odio, por ponerme en esa situación de aguafiestas.
Ambos me tomaron de los brazos y nos dirigimos al ascensor.
Al entrar a la habitación de Don Ricardo, el lujo me cacheteó la cara; debería ser la suite presidencial. El lujo siempre me sedujo. De repente, el ruido del descorchar de la botella de champagne, me vuelve en sí.
Aunque no toleraba ningún trago más, brindamos y nos felicitamos por el éxito; cuando de repente, se me escapa un profundo gemido, debido a las pulsaciones del huevo que llevaba dentro de la vagina.
Me puse toda colorada y no recuerdo si pedí perdón, cuando Don Ricardo me tomó de los brazos y me encajó un profundo beso en la boca. Yo no pude reaccionar, cuando de atrás, Marcos me susurraba al oído:
Marcos: ¡Tranquila! estoy aquí con vos.
Don Ricardo: Dame un gustito, ya estoy grande para esto.
Yo los miraba a ambos, de forma alternada, mareada por el alcohol y excitada; cuando siento que Don Ricardo me toma la mano, y me la lleva hacia su bragueta.
Al sentir su bulto, un torbellino de pensamientos recorrió mi mente; recordé las explicaciones de mi marido sobre el cuckolding; ¿sería sobre la conversación que mantuvieron ellos?; ¿cómo me sobrepondría a esto? ¿cambiaría mi rutina en la oficina?
De repente, Don Ricardo, que no me había soltado los brazos, me gira 180 grados, y me hace sentar en el sofá, a mis espaldas. Presiona para que me siente; y al hacerlo, sentí más intensamente las pulsaciones del huevo, que aún estaba situado dentro de mi vagina; quería expulsarlo como sea; pero, debía meter mano.
Observo a mi marido que exclama:
Marcos: Dale el gustito a Don Ricardo.
Evidentemente, mi esposo promocionaba su cuckold; frente a mi rostro, observo que Don Ricardo, comienza a desabrocharse la bragueta; al terminar, mete una de sus manos grandotas, sacando con dificultad un morcillón semi erecto, que queda frente a mi cara.
Primero lo miro a mi marido, que me observaba con atención; luego, alzo la vista y lo miro a los ojos a Don Ricardo, quien sonreía esperando que yo accediera.
Mi excitación provocada por el huevo pulsante, me arrastró a que se la tomara con mis dos manos, le descubriera el glande y me lo introdujera en la boca. Comencé con una suave mamada, que provocó su erección completa dentro de mi cavidad bucal. Habrá sido unos instantes, cuando escuché su resoplar mezclado un gemido; y, al instante un chorro tibio de semen sobre el cielo de mi paladar. Tragué su leche y él se replegó.
Don Ricardo: ¡Guau! Que caliente me tenías. ¿Me muestran que hicieron durante la cuarentena?
Marcos extendió su mano, para ayudarme a incorporarme del sofá, y me condujo hacia la cama, que estaba a varios metros. Detrás, siento que Don Ricardo se dejó desplomar en el sofá; además, mi esposo, comenzaba a bajarme el cierre del vestido.
Aprovechando que les daba la espalda a ambos, metí mi mano por el tajo del vestido, y tomé el huevo por su colita, sacándolo y sintiendo un gran alivio.
A medio metro de la cama, mi vestido caía por su propio peso, quedándome sólo con las medias y los tacos.
Marcos me hace arrodillar sobre la cama, para comenzar a lamerme los labios de la vagina, y succionar los jugos derramados.
Yo giro mi cabeza hacia atrás, y observo a mi marido incrustado en mi parte de atrás; y más a lo lejos, sentado en el sofá, a Don Ricardo, observando la escena que le ofrecíamos y masturbándose con una mano.
Una vez limpia, Marcos me giró y me hizo sentar sobre el borde la cama, para acariciarme los senos, mientras sacaba su miembro del pantalón.
Se puso de perfil, y adiviné que deseaba mostrar, como se la mamaba a él. Marcos siempre admiró y agradeció mi felación.
A lo lejos, observaba que Don Ricardo había comenzado a desvestirse; al mismo tiempo que Marcos lo imitaba, mientras se la chupaba con esmero.
Cuando mi esposo se deshizo de la última prenda, me regresó a la posición anterior, me puso en cuatro patas para penetrarme, algo que deseaba desde hace algunas horas.
Concentrada en ese vaivén, me toma de sorpresa Don Ricardo, quien se ubicaba frente a mí, para que volviera a chupársela.
Don Ricardo: ¡Qué pedazo de mujer! ¡Está rebuena!
Mientras ambos me estrujaban los pechos, Don Ricardo introducía su morcilla semi erecta en mi boca, y Marcos aceleraba su ritmo al cogerme.
Evidentemente, Don Ricardo necesitaba de mi mamada, para lograr una erección completa.
Don Ricardo: Marcos ¿Me dejarías cogerla?
Marcos: Por supuesto, si ella lo desea.
Mi marido detiene su labor y se retira; al escuchar esto, me deslizo por la cama, hacia la cabecera, apoyando mi cabeza en la almohada e indicándole a Don Ricardo, con palmadas a mi lado, donde quería que se ubicara.
Él es un hombre corpulento, poco atlético; por lo que, sabía que yo debía hacer el trabajo. Él se acuesta a mi lado, imitando mi posición de costado, con expresión de entusiasmo. Cuando quedamos frente a frente, me besó y yo le tomé su paquete, para dejarlo en la puerta de mi vagina. Con un movimiento pélvico, logro que me penetre hasta la mitad. Su miembro era ancho y corto; a diferencia que el de Marcos, largo y delgado.
Levanto mi pierna derecha y la entrelazo por detrás de la suya, como si se tratara de una lucha libre; de esta manera, logro una penetración completa. Los vaivenes de mi pelvis, creaban el ir y venir de la cogida.
Lo observo a mi esposo, como invitándolo a que se sumara por detrás; pero, él nos miraba extasiado.
En ese instante, comprendí su fantasía del cuckolding; y, sin entender porque, me vino a la mente, la sensación perfecta de la verga de Ricardo, nuestra primera experiencia en trío; y pensé, diciéndome internamente: “Con Ricardo podría estar cogiendo todo el día, y que Marcos observara”.
Pegada al cuerpo de Don Ricardo, con la cadera yendo y viniendo; él metía mano en mi cola y acariciaba uno de mis muslos, mientras me susurraba al oído:
Don Ricardo: No tienes idea, lo que soñé con este momento. Siento tus erectos pezones sobre mi pecho; te mueves como una bailarina hawaiana; me excita mucho que solo tengas medias negras y tacos. ¿Te lo han hecho por detrás?
Liliana: Si
Don Ricardo: ¡Marcos! ¿Qué estas esperando? A esta mujer no le daremos placer así nomás.
Marcos: Perdón, no pude resistirme en observar este escenario.
Don Ricardo: Tienes razón. Verla te obnubila; pero, ayúdame por favor.
Marcos tardó un instante; pero, se ubicó detrás mío. Él me tomó la mano, y me la llevó a su miembro; por lo que, deduzco que deseaba que la dirigiera; lo cual, hice y la puse en la puerta de mi ano.
Al rato, logramos un buen compás; ellos no se movían, y yo con mi pelvis, al retirarme de Don Ricardo por delante, me introducía en mi esposo, por detrás.
Así, estuvimos por un buen rato. Yo lograba un esperado orgasmo, cuando Marcos acababa en mi ano. Si bien se quedó detrás de mí, acariciándome la espalda, se apoyaba sobre su antebrazo, para ganar altura y observar, como con Don Ricardo, seguíamos cogiendo.
Observando a mi alrededor, esquivando algunos besos de mi Jefe, descubría que el lujo me seducía; y quizás, podría acostarme con algunos hombres que inspiraran poder; lo cual, se lo contaría a mi esposo, más tarde, en nuestro departamento.
Un chorro de semen, me distrae de mis pensamientos; era Don Ricardo que bufaba al acabar.
Don Ricardo: ¿Me limpiarías?
Al escuchar este susurro, lo volteo, dejándolo boca arriba, y me incorporo para lamérsela y tragarme las últimas gotas.
Don Ricardo: Desearía que esta noche no culminara; pero, para seguir, debería tomar la pastillita celeste. Ja Ja Ja.
Yo no había logrado tener mi segundo orgasmo; el cual, venía en camino; así que, luego de limpiarlo a Don Ricardo, me dirigí hacia Marcos, que también estaba boca arriba, mirando lo que hacía.
Se la comencé a chupar, para completar su erección; y una vez logrado, me senté encima, para cogerlo y lograr acabar.
Don Ricardo: Muchas gracias a ambos. Juro Marcos, que la trataré con el mayor de los respetos. Tienes a tu lado una mujer maravillosa.
Marcos: Mmm, agh, agh. No esperaría menos de Ud.
Mientras ellos intercambiaban cumplidos, yo cabalgaba y masturbaba a Don Ricardo, porque él me había llevado mi mano; supongo con la esperanza de obtener una nueva erección. Pero, al rato, acabábamos al mismo tiempo con mi esposo, y mi Jefe se resignaba.
Yo me salí de la cama, tomé mi vestido y me retiré al toilette, diciendo:
Liliana: Me arreglaré y vámonos Marcos; ya es muy tarde.
Al salir, mi esposo ya estaba listo; pero, Don Ricardo permanecía desnudo y de pie; así que me acerqué y me despedí de él, con un beso en la mejilla.
Don Ricardo: ¡Te admiro! Pasen buenas noches, o lo que queda de ella.
Nos retiramos en silencio, hasta llegar a nuestra habitación; casi al unísono, dijimos de pedir café al servicio.
Al rato, nos sirvieron y comenzamos a conversar; ya que, parecía que nos había atacado el insomnio.
Marcos: ¿Todo bien?
Liliana: Sí ¿y vos? ¿disfrutaste de tu cuckolding?
Marcos: Por supuesto. No te imaginas lo que despiertas, al verte coger con otro. Pero, lo importante también, es que te hayas divertido. ¿Te gustó que observara?
Liliana: Evidentemente, no me produce lo que te hace a vos.
Marcos: Entonces ¿te arrepentís de haberlo hecho?
Liliana: No. En términos de experimentación, descubrí que el lujo y los hombres que inspiran poder, me seduce.
Marcos: ¿y en relación al disfrutar del sexo?
Liliana: Bueno, no se puede decir que Don Ricardo, sea la mejor elección. Hubo un complot ¿verdad?
Marcos: Casi;cuando nos llamó por teléfono, para invitarme y te acompañara, me preguntó como habíamos pasado la cuarentena en la intimidad, porque te veía espléndida.
Liliana: ¿y qué le contaste? ¡No se te habrá ocurrido contarle lo del trío! ¿verdad?
Marcos: ¡No! Como se te ocurre.
Liliana: No sé, digo, en tu afán de conseguir tu cuckolding…
Marcos: ¡No! Para nada.
Liliana: ¿Entonces?
Marcos: Nada, sólo le mencioné que había sido intenso; y, de la nada, me preguntó si le daba permiso para seducirte.
Liliana: ¿Y qué le respondiste?
Marcos: Que estábamos experimentando, intentando cumplir algunas fantasías; pero, que dependía de tu decisión.
Liliana: Así que, sólo sabías que él se me iba a tirar.
Marcos: Tal cual. ¿Si hubiera sido Sergio tu jefe? Todavía estaríamos cogiendo ¿verdad?
Liliana: ¿A qué viene esa pregunta?
Marcos: Lo pregunto, sólo para entender por donde pasan tus límites.
Liliana: Aquella situación, no tiene que ver con lo de hoy. Espero que esto, no modifique mi trabajo en la empresa.
Marcos: Para pasar en limpio entonces; en el trío con Sergio, descubriste el poder del sexo más allá de mí; y, con la experiencia de hoy, que el lujo y los hombres poderosos, te seducen. ¿Estoy en lo cierto?
Liliana: En síntesis, se podría decir que sí, aunque no lo siento tan sencillo. Pero, ¿Qué hay de vos?
Marcos: Para mí es más sencillo. Gracias a vos, cumplí mis dos fantasías; una fue compartirte y la de hoy, verte coger con otro hombre.
Liliana: Bueno, pero según tus definiciones, lo de hoy también fue un trío, con cuckolding a medias.
Marcos: Es verdad, pero fue muy excitante. ¿Qué dirías? Si el próximo fin de semana largo, la pasamos con Sergio, en un hotel lujoso, en las afueras de la ciudad.
Liliana: No entiendo. ¿qué tiene que ver esta propuesta?
Marcos: Es un plan pragmático. Nos vamos a un hotel con piscina y sauna. Nosotros tomamos una habitación, y Sergio otra. Cuando nos pinta hacer un trío, invitamos a Sergio a nuestra habitación, o vamos a la de él. Cuando quieras estar a solas con él, cumplirías con mi cuckolding, y vos tendrías el mejor de los sexos.
Liliana: ¿Cómo a solas? ¿Vos no tienes que estar observando?
Marcos: No necesariamente; en ocasiones, es más mental; por ejemplo, luego de estar con él, me podrías contar que hicieron. No sé, habría que encontrarle el sentido, para que también disfrutes del cuckold. ¿Qué te parece mi plan?
Liliana: No sé, suena excitante. Quizás; déjamelo pensar…
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