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El otro día nos fuimos de compras mi madre y yo. Mis padres están separados hace tiempo y yo vivo con mi hermana pequeña y mi madre. Mi hermana tiene 10 años y a su edad no para quieta en casa. Ese día, habíamos convencido a mi vecina Lourdes, para que hiciese de canguro de mi hermana, y así mi madre y yo poder ir de compras.
Llegamos en coche al supermercado, y tras aparcar, cogimos un carro y entramos. Compramos de todo un poco, leche, pan, cereales, algo de carne y pescado y al acabar, nos fuimos a guardar todo en el coche.
Mi madre me dijo que teníamos que comprar algo de ropa para ella, así que entramos en el centro comercial que hay justo al lado del supermercado.
Cogió una camiseta y un pantalón y fue a probárselo. Me dijo que entrara con ella aunque a mí me daba un poco de corte.
Tras salir del probador, nos dirigimos a la zona de lencería y allí, se compró dos conjuntos bastante sexys. Me pareció raro, porque después de que mis padres se separaran, no le había conocido a mi madre ningún novio o amante, que yo supiera.
Tomamos unos aperitivos que nos sirvieron como cena y unos refrescos y volvimos.
Llegamos a casa y yo me encargué de sacar las cosas del súper, mientras ella se iba a probar la lencería que se había comprado. Como no nos dejan probar la ropa interior, mi madre se los probaba en casa.
En esto estoy, cuando oigo que me llama.
-Hijo, ven a mi cuarto.
Yo llego y me la encuentro con la lencería puesta. Para sus 47 años, mi madre esta de muy buen ver.
-¿Qué te parece? Me pregunta.
-Te sienta muy bien, le digo.
Se quita el que llevaba puesto y se va a probar el otro. Se queda en pelotas delante de mí y yo giro la cabeza, menudo corte.
Termina de probárselos y a mí me ha dado un calentón. Me siento fatal porque ver a mi madre desnuda me ha excitado.
Decido darme una ducha, a ver si así se me baja un poco la excitación. El agua cae sobre mi cabeza refrescándome e intentando olvidarme de lo que vi antes. Pero mi pene reacciona al contrario.
Mi madre entra al poco al baño a lavarse los dientes. Cuando creo que ya se ha ido, cierro el grifo y me dispongo a salir, pero resulta mi madre se ha puesto a hacer pis. La verdad es que nunca ha sido muy pudorosa.
El caso es que estoy empalmado y mi madre está justo al lado de la ducha. Me cubro con la toalla y ella me dice que salga, que no me de vergüenza, que me ha visto muchas veces desnudo.
Pero no así, pienso.
Salgo como puedo, mientras ella sigue sentada en el váter, y me giro de espaldas a ella para que no vea que tengo una erección.
Comienzo a secarme, cuando ya se va, y no sé si ha visto mi pene erecto, porque me sonríe al salir.
Mi hermana se ha quedado a dormir con su canguro y nosotros nos hemos quedado solos.
Esa noche no puedo dormirme, y al rato oigo un ruido metálico, una especie de vibración. Pego el oído a la pared (nuestras habitaciones están pegadas) y escucho a mi madre gimiendo bajito. Esta masturbándose con un vibrador. Hasta ahí todo normal, solo que al poco, me parece oír que gime mi nombre.
-Ah, ah, ah, Roberto, gime. ¡Robertoooo!
No puedo creerlo, mi madre se está masturbando pensando en mí.
Me doy la vuelta, para no oírla, pero sus gemidos me empiezan a excitar. Ya estoy otra vez empalmado y no puedo evitar tocarme yo también.
Al final acabamos los dos gimiendo el nombre el otro y casi corriéndonos a la vez. No puedo creer que me haya masturbando pensando en mi madre.
Cuando escucho que se ha dormido, me voy al baño y me limpio bien el semen que ha cubierto mi pene y mi tripa.
Al día siguiente, me levanto tarde y cuando llego a la cocina, mi madre ya está desayunando. Lleva puesta una bata y debajo esta en ropa interior. Mi hermana pequeña está revoleteando por la cocina y mi madre le dice que se siente ya, que sus tostadas se van a enfriar. Ella le hace caso y se termina el desayuno corriendo.
Mi hermana se va al colegio y nos quedamos solos mi madre y yo. Yo ahora mismo no tengo trabajo y nada que hacer.
Ella se me queda mirando con cara picara y me pregunta:
-¿Qué tal anoche?
-Me costó dormirme, hacía mucho calor.
-A mí también. La temperatura era muy elevada.
Se ríe y se muerde el labio.
-¿Y que, te corriste a gusto?
En ese momento me quedé sin palabras.
-Mamá, que dices de correrme.
-Que sí, que sé que te masturbas desde hace años y anoche te escuché hacerlo.
Pero que dice, si gemí muy bajito. No pudo oírme.
Ahora lo entendía, me calentó en la habitación con los modelitos y luego en la ducha y más tarde en la cama.
Bajé la cabeza y tuve que confesar.
-Sí, me corrí a gusto. Muy a gusto.
-Espero que no dejaras las sabanas pringosas.
-No, mamá. Me limpié bien en el baño. No hay ni rastro de semen en las sabanas.
-Así me gusta. Que disfrutes, pero que no seas un cochino. Y diciendo esto se reía.
Terminamos de desayunar y recogiendo los platos me dice:
-¿Pensaste en mí, cuando....?
-Mamá, por favor. Eso no se pregunta. Eres mi madre. Hay cosas que no se pueden tocar.
Se acerca a mí y me roza con su pecho izquierdo.
-¡Mamá, por dios!
-¿Qué pasa? ¿No te gusta?
Mi polla estaba poniéndose dura. Ella me mira el paquete y se da cuenta. Me coge de la mano y me lleva a su habitación.
Se quita la bata y se queda en sujetador y bragas.
-Hazme tuya. Me dice.
-¿Estás loca?
-¿Sabes? Desde que me separé de tu padre, no he vuelto a probar una polla. El vibrador no me da el mismo placer que un buen rabo. ¿Te apetecería hacerlo con tu madre, eh? Seguro que eres virgen todavía.
-Mamá, por favor... Mi rabo estaba a cien. Y ella lo estaba viendo.
Se desnudó y se tumbó boca arriba, abriendo sus piernas y mostrándome su chocho.
Ella me bajó el pantalón y el calzoncillo, que se enganchó con mi polla tiesa. Por un lado, no quería hacerlo, pero por otro lo estaba deseando.
Después de un segundo de duda, no pude más y acabé tumbándome sobre ella.
Ella me acogió entre sus piernas. Me dijo que ya no tenía la regla, con lo que podíamos hacerlo sin condón.
Cogí mi polla y la coloqué en su entrada. Le metí despacio el glande y luego toda de un tirón.
-Quédate dentro de mí un rato, me dijo. Quiero sentirte dentro.
Así lo hice.
Cuando le pareció bien, me dijo que empezara a follármela.
Obedecí y empecé a bombearla. Dentro, fuera, dentro, fuera. La verdad es que lo había hecho con una novia, con lo que no era virgen oficialmente, pero solo lo habíamos hecho una vez, así que no sé cuánto duraría.
Mi madre gemía como una loca, mientras me agarraba el culo para empujarme más dentro de ella aún.
-Ah, ah, ah, aaaaah, hijo, sigue así, que me bien me follas, sigue, sigue, sigueeee.
Yo gemía, pero no me atrevía a decir su nombre, ni siquiera mamá.
-¿Que, te gusta? ¿Te gusta hijo? ¿Te... gus... taaaa...?
Di un par más de empujones y me corrí.
-Me corrooo... me co... rroooo...
-Sí, hijo, suéltame toda tu leche.
Paré de bombear y me salí de ella. Me tumbé boca arriba extasiado.
-¿Que hemos hecho mamá?
-Nada. Tu madre necesitaba una polla caliente hace mucho y tú me la has dado.
-No puede ser, soy tu hijo.
-Pues que sepas que yo no me he corrido todavía.
-Estoy agotado.
-Tu padre podía hacérmelo durante horas.
Entonces se agachó y empezó a chuparme la polla.
Era muy morboso, ver como tu madre, la que te dio la vida, ahora estaba chupándote el rabo, como si no hubiera un mañana.
Enseguida estaba otra vez a tope y ya de perdidos, al río, pensé.
Volví a follármela conmigo encima. Solo que esta vez, miraba a mi madre y al reloj de su mesilla alternativamente, ya que mi hermana estaría a punto de volver del colegio y menudo espectáculo si nos pillaba haciéndolo.
Yo seguía dándole duro a mi madre, cuando oí que se abría la puerta de casa. Era mi hermana, que no sé por qué llegaba hoy unos minutos antes.
-No pares hijo, no te pares ahora. Quiero correrme.
Pero me preocupaba, mi hermana podía oír el traqueteo de la cama.
-¡Mamá! ¿dónde estás? preguntó ella.
-Espérame en la cocina cariño. Ahora mismo voy.
-No se te ocurra parar ¿eh? me dijo.
-Vale mamá.
Durante un rato más aguanté sin correrme, aunque ahora quería hacerlo para salir de esta situación, y que mi hermana no nos pillase.
Al cabo de unos cinco minutos, descargué de nuevo en mi madre. Di unos últimos espasmos más y terminé de echarle toda mi leche.
Me salí de ella, que se puso las bragas, el sujetador y la bata, y se fue a la cocina.
Yo me tumbé boca arriba, mientras recuperaba la respiración, y oí como mi madre le preparaba algo de merendar a mi hermana. No nos pilló porque mi hermana es muy obediente y esperó en la cocina.
Después de eso, le dije a mi madre que teníamos que tener cuidado de que no nos descubriese mi hermana.
-¿O sea, que eso quiere decir que quieres repetir?
-Mamá, tengo que confesarte, le dije, que tienes un cuerpazo y que me pones mucho, y que si hace mucho que nadie te da sexo, aquí tienes a tu hijo para darte placer.
Ella sonrió y me dijo que en cuanto mi hermana se acostase, volveríamos a hacerlo, si no me importaba.
-Claro que no mamá, me encantará volver a follarte.
Estaba deseando que pasara el día y llegara la noche para volver a tirarme a mi madre. El incesto no me importaba. Yo no tenía pareja y ella tampoco, así que ¿qué mejor que nosotros dos para darnos placer?
Llegó la noche y en cuanto mi hermana se acostó, mi madre y yo ya estábamos encima de su cama, toqueteándonos, sobándonos y besándonos apasionadamente.
La quite el sujetador y le besé las tetas. Chupé sus pezones redonditos y ella se moría de gusto. Bajé con mi mano hasta su ombligo y antes de llegar a su chocho, me paré en sus muslos. Quería retrasar su placer al máximo.
Lamí la cara interna de sus muslos y para entonces ella estaba excitada a más no poder y me pedía que se la metiera ya.
Mi polla también estaba a cien, así que no me hice de rogar más. Se la metí rápido y la bombeé bien fuerte.
La cama temblaba con mis embestidas y ella gemía bajito para que no nos oyera mi hermana.
Al rato, ella decidió cambiar la postura y ser ella quien se pusiera sobre mí cabalgándome.
Botaba sobre mi polla y yo estaba disfrutando como un loco. Pero claro, nuestros gemidos fueron en aumento.
-¡Ah, ah, ah! ¡Qué gusto, hijo! ¡Sigue así! ¡Así! ¡Asiiiii!
La cama botaba como si fuera a romperse y en esto que oímos una voz:
-Mamá, ¿estás bien?
Era mi hermana, a la que habíamos despertado.
-Sí, hija, decía, aguantándose los gemidos. Es que he tenido una pesadi... lla... lla...
-¡Mamá! no gimas. Le dije. Aguántate.
Ella seguía botando sobre mí. No podía parar.
Cuando vimos que mi hermana se había vuelto a dormir, mi madre se salió de mí, se giró y me cabalgó de espaldas. Yo agarré sus caderas. La visión de su culo botando era increíble. Seguimos un rato más en esa postura, con mis manos en sus caderas y más tarde yo me corrí.
-Ungggg. Tuve que tragarme mis gemidos.
Mi madre aun aguantaba y luego volvió a follarme de frente y al poco rato se corrió también.
Se agarró a mis hombros y se mordió los labios mientras explotó su orgasmo. Echó la cabeza hacia atrás al llegar al clímax.
Ya tumbados en la cama, le dije:
-Por poco nos pilla mi hermana.
-La próxima vez, la mandamos de vacaciones.
-Sí, será lo mejor, jeje.
Así empezamos nuestra historia incestuosa.
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