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Categoría: Incestos

Normi, la vecina - El despertar sexual de una joven con un maduro, su

Normi, la vecina - El despertar sexual de una joven con un maduro, su maestro



Existen historias con sexo y sexo con historia, esta es de sexo con historia de vida, un “revival” del sexo que rescató la historia que pervive entre los sentimientos, el deseo que ha renacido cual ave fénix entre las cenizas del pasado y motivo del presente relato…



Normi era la hija de Norma, amiga y vecina de toda la vida, amistad “con derechos” solo eventualmente. Madre soltera, culposa porque el noviecito voló cuando supo del embarazoso accidente, por tal motivo decidió cuidar de su hija y hacer todo para que no se repita la historia. Educó a su hija para desconfiar de sus falsas promesas, disciplinada en “no entregarse” hasta tener la libreta del civil en sus manos, que los hombres prometen hasta la luna para conseguir sexo y luego “si te he visto ni me acuerdo”



Ese era el mandato a cumplir. Su noviecito tendría pocas posibilidades de acceder a su virginidad, de todos modos, según confidenció, el noviecito es un buen partido para casarse, recién graduado y a punto de conseguir una beca para hacer un máster en un país europeo, muy buen tipo, amable y considerado, pero tal vez por su condición de “nerd” era poco afecto al contacto físico aunque ella entiende que debe ser por la nula experiencia en los juegos “carnales”. Su madre no quería repetir la historia personal, fue un noviazgo “arreglado” por ambos progenitores, compañeros de la iglesia, segura que la muchacha estaría en buenas manos y mejores intenciones. Erni, el novio en cuestión era un buen chico, algo retraído y más dedicado a los libros que al disfrute de la carne.



Habiendo tenido algunas relaciones con su madre, me resulta fácil inferir que debió heredar su fogosa calentura.



Por pedido de su madre había comenzado a venir a mi casa para que le ayudara con algunas materias de la facultad, situación propicia que hacía florecer las confidencias de una jovencita atosigada por las imágenes eróticas que atormentan su espíritu y elevan su energía femenina. 



Era fácil entender que esta muchacha estaba necesitando ser escuchada, y sobre todo entender sus conflictos de necesidades eróticas insatisfechas, esas cosas que solo se pueden hablar con un amigo comprensivo. 



En el tercer día de clase habíamos hecho una pausa para descansar del árido tema de “las fuerzas gravitacionales, los súper conductores y la resistencia de materiales…”, reponer fuerzas y energías con una bebida helada, ella prefiere una bebida cola, - “porque la cerveza se sube a la cabeza y pierdo el control…”, dijo con una sonrisa franca y poco de pudor.



—Pues estaría bueno que pasara, estarías más libre para decir eso que te pesa… - busqué una cerveza.



Abrí la cerveza, brindis con las botellas y a tomar. Para cuando llegó al final ya estaba… menos controlada y “se le soltó la lengua”. Nos miramos…



—Vamos Normi, soy buen “escuchador”, vamos cuéntale a tu maestro… vamos!...



Mi mano sobre su muslo fue el vía libre, abrir el cofre de sus secretos…



—Bueno… siento pudor maes… - Dime maestro y será más fácil, vamos, vamos cuéntale al ma…estro…



Bien, aquí voy: me conoce desde siempre, tengo 19 años, sigo siendo virgen, bien sabe de la rígida consigna de mamá, que no me deje tocar, que no me deje hacer y todo eso. Pero mis compañeras están contando todo el tiempo sus aventuras de sexo mientras yo solo veo pasar el sexo por delante de mis narices sin poder tocarlo. –Pero… intenté decir. – Porfa ma…estro, déjeme seguir… Mi amiga y confidente sabe de todo esto y lo hace con su novio, cuando no estas sus padres en la casa hasta lo hace con el novio, tanto que en una ocasión me quedé viendo la tv en la sala y no sé porque subí a buscarla…



Los gemidos de mi amiga eran de una mujer en su mejor momento, y lo eran de verdad, estaban desnudos, ella tendida y con las piernas abiertas, él metido entre sus piernas meciéndose con buen ritmo para entrarle toda la verga. Cuando retrocedía se la sacaba casi entera y luego se zambullía hasta enterrarse todo en ella, ahí producía los gemidos de Clarita. Quedé extasiada, obnubilada y totalmente confundida, el calor me subía por dentro, comencé a tocarme, me desesperaba viendo como estaban cogiendo tal salvaje, era un video porno real con aroma de gemidos, con la visión de la calentura a full.



Sabía que Clarita me había visto, pero no podía renunciar a ser espectadora del acto, me quedé hasta el final, hasta el bramido del novio cuando sintió venir el orgasmo, no había más palabras, solo gruñía como un animal herido. Cada gruñido acompañó al empujón, apretándola con más fuerza. No sé cuántos fueron porque mi calor interno me enturbia la mirada, los gemidos de los amantes eran algo lejano.



Sentía fuertes latidos en mi vagina, los dedos bien húmedos, creo mi orgasmo fue en simultáneo con el de ellos.



El novio se dejó caer de lado, Clarita se recompuso, sabía que la estaba viendo, por eso siguió mostrando su acto, sus dedos entraron entre los labios vaginales, salieron empapados en el semen del novio, los lamió de forma que apreciara todo el contexto de la escena, luego tomó la verga de él y comenzó a lamer y limpiarla del resto de jugos y semen que la hacían brillar.



Antes de que se movieran de la cama me retiré silenciosamente, sin sacar mis manos de la vagina, conteniendo la humedad hasta llegar al bañó para higienizarme, era como si yo misma hubiera tenido el sexo, no había semen, solos mis jugos y el calor de mi deseo.



Ufff, esta fue la segunda vez que vi tener sexo en vivo...



—Ah, entonces has visto a más gente teniendo sexo…



—Bueno… sí, pero… no se va a enojar… ma…estro si le cuento una infidencia… de… de… usted….



—Para nada, puedes todo, en este momento soy tu amigo del alma, bueno tu maestro, sigue por favor…



—¡Ajá! La primera vez presencié un acto, solo en parte… fue una vez que llegué a casa antes del tiempo previsto por la cancelación de un examen, entre y cuando estaba por llegar a mi habitación escucho unos gemidos, en el primer momento pensé que mi madre estaría llorando, para no molestarla me acerqué sin hacer ruido, la puerta entreabierta permitía ver que estaba en cuatro patas, estilo “perrita” y tú, digo… el maestro, montado desde atrás, tenías la verga bien metida en su cuquita y te movías con mucho ritmo, empujando con fuerza, tomado de sus caderas. En cada empellón sacudía y gemía, hasta sentí alguna nalgada que mamá agradecía con gemidos.



Me asustó un poco ser testigo del sexo de mamá, pero no podía con la calentura que despertó en mi sexo, volví por mi necesidad de tocarme, fui testigo casi hasta el final del acto. Cuando comenzaste a bramar, como lo hacía el novio de Clarita, me escapé por miedo a ser descubierta, salí de la casa y esperé como media hora para volver a entrar, obviamente haciendo los ruidos suficientes como para delatar mi presencia, aun así vi a mamá salir en bata de baño, con el rostro encendido por los calores de la calentura, detrás apareciste tú, diciendo no sé qué cosa del problema de la luz que no encendía…



—¡Vaya!, cuantas novedades. Te pareció mal haber pescado a tu mami teniendo sexo conmigo?



—Bueno, en un primer momento creo que sí, luego pude comprender el tamaño de las necesidades de una mujer, que aún es joven, que siente necesidades de afecto y de sexo y entendí todo. Luego que te retiraste y sin mediar ninguna pregunta ni explicación, me acerqué y le di un gran abrazo, esos que solo se imaginan. Fue un abrazo de dos mujeres que se entendían sin decir palabras. Desde ese momento entre ambas se estableció ese contacto confidencial que excede el de madre e hija.



Fue un monólogo de una mujer que se está descubriendo, que se abre al amigo comprensivo, hice la pausa, otra cerveza más serviría para aceitar el tobogán de las confidencias, ella sola había abierto la puerta, ahora todo era cuestión de esperar por más. La incité de manera sutil a que blanqueara todos sus miedos, temores e íntimos deseos. – Vamos Normi, sigue confiando en tu M (maestro) cuéntale todo y más… Hablar del M (maestro) en tercera persona, nos acercaba, hacía el vínculo más estrecho, hasta como impersonal y más permisivo. La experiencia me permite estas licencias, algo tramposas, que para el sexo y el amor son legítimas, el todo vale sin dañar ni violentar la voluntad, es potestad del deseo, si hasta me sentía el predicador de la fe en el deseo de Normi.



—Don Luis, digo.. Luis, o mejor… maestro… yo siento… tengo muchos deseos de sentirme bien mujer, una mujer completa pero tampoco quiero traicionar a mamá ni a mi novio, muy “nerd” pero buen tipo. No sé qué hacer ya…



Se dice que el diablo sabe por diablo pero más sabe por experiencia, eso es lo mío…



Era tiempo de sacar a escena al M, hacer docencia sobre el placer y la lujuria, la energía femenina a full y como expresarla sin consecuencias no deseadas. Descontaba que por falta de riesgos no tenía protección alguna, mientras aconsejaba buceaba entre sus deseos, quería llegar sin dañar, desvirgar sin traumas, el placer sin consecuencias físicas y éticas. Aclarados los temas volví a las preguntas:



—Por qué usas esas ropas deportivas y tan holgadas? Creo saber la respuesta, pero dímela tú.



—Es que como tengo las… tetitas, bueno tetotas grandes me cohíbe y da mucho pudor que todos los hombres, en especial los padres y hermanos de mis compañeras traten todo el tiempo de mirármelas, por eso las ropas tan sueltas. – grandes como… -sí, como las de mamá… cómo las sentías en tus manos, dime, cómo…



—Bueno… está bien… se sienten como algo… maravilloso, como algo delicioso de tocar y sentir en mis manos. Como notas son granes y sentirlas en mis manos, digo… las tuyas… sentirlas sería algo maravilloso. Hagamos de este modo, ahora vas a la heladera y buscas una cerveza para el M, pero cuando regresas estarás sin nada desde la cintura para arriba, quiero vértelas, quiero sentirlas. Porfa! ve por la cerveza y trae tus bellezas al aire como ofrenda sí?...



Esos minutos o tal vez segundos, parecían eternos, imaginaba y deseaba que el deseo fuera realidad, y que se pudiera palpar. El corazón me latía a mil, la libido ascendía los escalones del deseo de dos en dos, no quería abrir los ojos por temor de despertar del mejor de los sueños…



Ataviada con solo una bombachita blanca de encaje, camina lento, mano izquierda en la cintura, mano derecha extendida ofreciendo la cerveza y las deliciosas tetotas balanceándose, levemente inclinadas por razones de peso y tamaño. – ¡Tome la cerveza M! 



Si hasta necesitó repetirlo, de tan ensimismado que estaba adorando ese par de blancas cúpulas coronadas de una aréola rosada con el pezón semejando una frutilla madura lista para ser disfrutada. Casi sin perder de vista a estas bellezas de carnitas turgentes, coloqué la cerveza sobre la mesa y mis manos fueron como moscas a la miel, tomando posesión de cada deseo hecho carne.



Maravillosa sensación sentir la contundente belleza de sus pechos en el hueco de mis manos, trataba de abarcar esas carnes níveas y turgentes, vírgenes al tacto masculino pletórico de lujuria, que al tacto se hacía más voluptuoso y la libido se disparaba al tope de mis deseos más alucinantes.



Ella estaba totalmente absorta en la reacción que había producido en mí, primero vencer el pudor nato de la desnudez ante el hombre, segundo conseguir ese halago del macho que aún no podía procesar, sin poder de reacción estaba a merced de mis deseos.



La experiencia pierde vigencia cuando el objeto de deseo está delante, en las palmas de las manos, ofrendada al hombre que supo llegar a lo más íntimo de sus deseos, entregada al hombre que supo abrir la caja de pandora de sus necesidades de mujer.



La atraje hacia mí, deseaba sumergir la cara entre sus pechos, embriagar mis sentidos con el aroma de sus carnes, sin soltar mis manos de la rapiña de sus pechos, los dedos amaban la carne con furia, con deseo… entonces busqué su boca con la mía, mis labios buscaron el sabor de la mujer virgen.



En medio de la turba de caricias, dimos paso a una pasión que no sabíamos bien cuando había surgido. Mi lengua trepó por abertura de su boca, buscando su lengua que descubrí inexperta, contrastando con la destreza adquirida tan de pronto. 



Para no perder el equilibrio nos dejamos caer sobre el sofá, enredados en mortal abrazo, comiéndole la boca, para impedirle escabullirse y salirse había colocado mi cuerpo cubriendo el suyo, mi rodilla entre sus piernas, apoyado en el pubis, podía sentir como comenzaba a mojarse, como el fuego subía entre sus piernas, la rodilla justamente entre los labios se complementa con sus movimientos indudables signos del ardor interior que busca desahogo entre los brazos del hombre sobreviviente de mil batallas.



De pronto ese rayo de luz de la conciencia me hizo decirle: - Normi, disculpa, no debí dejarme llevar…



El llamado de la conciencia y la prudencia me hizo despertar a una realidad que podía incendiarnos como cuando dos leños secos se frotan con la intensidad de nuestros deseos.



De todos modos seguimos unos deliciosos momentos en el fragor de los besos y los manoseos descarados.



La hice vestirse y marchar, no podía sentir el menor atisbo de debilidad porque el desatino estaba al alcance de la mano.



Había pasado tres semanas de los hechos relatados cuando la voz de la juventud llamó a mi puerta, Normi volvía con la excusa de repasar unos temas, pero… nada más que cerrar la puerta, soltó la mochila y dijo que venía dispuesta a todo, que se sentía protegida, contenida y deseaba más que nada en el mundo entregarse al maestro con cariño. – Necesito ser tuya, que me hagas tu mujer. Demoré en venir porque no estoy en mis días fértiles, por toda esta semana no lo estaré, te escuché decirle a mamá que no te gusta usar condón, además vi que cuando tenías sexo no usabas y te había venido dentro.



En mi calentura podía entender y comprender que



Podía comprender que por su juventud no alcanzaba a medir las consecuencias que podía tener una relación entre nosotros, pero volvió a reafirmar y repetir que no hacíamos nada mal, que había comenzado a tomar anticonceptivos. Demostraba seguridad y determinación, tenía respuestas para mis dudas, replicas para mis prevenciones. Dominaba la escena, controlaba las acciones.



Me abrazó, buscando mi boca, tomó mis manos y torpemente las dirigió por su cuerpo, hasta que me hice cargo de acariciar sus carnes con una ternura infinita al comienzo y con pasión extrema al momento siguiente.



La tomé en brazos y la deposité sobre el lecho, por un momento temí que se retirara, solo permanecía expectante, deseosa de ver como seguía. Me quité la ropa sin dejar de mirar y admirar su cuerpo totalmente desnudo, incliné para aspirar el aroma de su sexo en el borde de la cama, atrayéndolo hacia mí para lengüetear esa hendidura hambrienta por deglutirme entre sus fauces.



Los primeros gemidos se elevaron cuando cerré mis labios aprisionando fuertemente el clítoris, moví la lengua torturando de placer esa cereza antojada de caricias. Acompañó mis lamidas, con suspiros profundos, apretándose los senos, cerrando los muslos reteniendo mi cabeza entre sus piernas. En estos escarceos lujuriosos alfombraron la llegada a su primer orgasmo.



Me arrimé de tal modo que el miembro quedó sobre sus labios, y prontamente se dedicó a brindarle su mejor lamida, para acompañarla con una masturbación tan placentera. Devolución de atenciones, retener y exprimir sus tetotas, acariciarle las mejillas hinchadas de verga, acompañando la mamada como si estuviera haciendo el coito en su boca. La pija es bastante gruesa para su boca pequeña, al crecer al máximo ya no entra con facilidad en su boquita, es tiempo de colocarla de lado en la cama, las piernas flexionadas, separo las nalgas y se la fui llevando hasta la entrada de su sexo, súper húmedo, ardiente como pocas.



Sabía que de este modo la desfloración es menos brusca, le hice traer las nalgas bien atrás y arriba, tome la posición adecuada para evitar el acto reflejo de escapar cuando el desgarro del himen, sostenida con fuerza de las caderas me afirmé y embestí lento pero en continuado, sin brusquedad pero con intensidad, haciendo caso omiso de los primeros quejidos, seguí empujando y retrocediendo hasta que con un golpe contundente me encastré hasta los pelos en su conchita!!!



Hice la pausa, para darle tiempo a acomodar sus sentimientos a sus dolores, sus emociones a las sensaciones de tener a su hombre metido dentro de sus carnes.



El placer de estrenar a una virgen es una sensación inexplicable, algo mágico, el placer se intensifica cuando ella comienza a respirar sin el vértigo del primer momento, encontramos el movimiento adecuado cuando ella responde al ritmo de mis embestidas, siente la penetración profunda, casi violenta, que se transmite el frenético movimiento de sus caderas contenidas en mis manos.



Desenvainé la verga de la herida ardiente, me coloqué de espaldas y la hice montarme, que sea ella misma quien se introduzca con sus manos el miembro, abriendo los labios vaginales para que su maestro observe como se come la pija de un solo bocado.



Ahora es su tiempo, el dolor inicial va dejando espacios para sentir el placer de ser la generadora de su propio goce, le indico se incline para poder tener sus senos en mis manos, poder llenarme la boca con ese delicioso pezón rosadito. Tomada con firmeza de sus nalgas, me elevo hasta dejarla virtualmente empalada, gime con fuerza, acompaña en el descenso hasta quedarse enterrada hasta los pelos.



Entiende que su maestro le enseña a descubrirse en su propio placer, a descubrir y experimentar en búsqueda de su goce, casi al borde del orgasmo es tiempo de buscar otra postura.



Cambiamos a la posición de perrita, colocada a gatas sobre la cama, me acomodo sobre su espalda, retengo y acaricio los senos hasta llenarme las manos de tetas, besando y acariciando su espalda hasta tenerla en el momento justo para penetrarla desde atrás. Asido con firmeza de sus caderas, me enterré en ella, hasta que mi pubis se incrustó en sus nalgas, bombeando en continuado.



Aprende rapidito, acompaña con ritmo la penetración hasta perderse en el laberinto de sensaciones que la invaden. El orgasmo anunciado se precipita, haciéndola vibrar, convertida en un terremoto con epicentro en su sexo sediento de verga.



El gemido inicial se fue ahogando hasta gritar el orgasmo, contenida con firmeza continué empujando con intensidad, variando los empellones en velocidad y profundidad. Otros gritos menos vibrantes pero igualmente elocuentes dicen que ha llegado al menos dos veces más a la intensidad del orgasmo inicial. Con el último estertor del grito, la giré sobre la cama y con un par de sacudidas, la regué con mi semen, sacando y esparciendo los últimos chorros sobre los senos y el vientre.



El guerrero había triunfado, penetrando en su virginidad con mi masculinidad a pleno, haciéndola mi mujer, siendo el primer hombre que abre sus carnes para dejar su energía en tan apetecible pendeja.



El fuerte suspiro emitido me llenaba de orgulloso placer por haber sido su primer hombre, el que recordará por siempre, el dueño de sus primeros orgasmos, el que dio vida a esta floreciente mujer.



Nos quedamos acostados, de lado, muy juntitos, recuperando el ritmo cardíaco mientras la cobijo entre mis brazos. Así, acurrucada entre mis brazos, estaba sorprendida, no esperaba que fuera desflorada de esta manera, y estaba muy feliz de haber sido estrenada del modo que su maestro, su mentor en erotismo, lo había realizado, sentía sin reparo alguno que estaba en brazos del hombre que se adueñó de su virginidad.



Este fue el comienzo de nuestra relación, tan solo el primer capítulo de un relato de sexo con historia. El mensaje va dirigido a la joven o madura mujer interesada en saber más de nuestra historia, absolutamente real.



Lobo Feroz


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 10
  • Votos: 1
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