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Noches de pasión

~~Era 13 de agosto y no veía a mi novia desde hacía dos semanas. Ambos habíamos estado atareados en nuestros propios trabajos y ésto había impedido el poder viajar a la ciudad del otro, que aunque a una hora de distancia, en esos días había parecido un día. Había un aliciente a mayores para que ése día fuese aún más especial: Era mi cumpleaños. Habíamos planeado pasar un día de campo, viendo pueblecitos típicos de la zona con sus castillos e iglesias, comer en medio de una era sobre una manta, siesta a la sombra de algún roble o castaño y esperar tranquilamente a la madrugada donde se produciría el espectáculo de las Perseidas, la lluvia de estrellas más espectacular que puedan ver nuestros ojos (al menos eso decían los telediarios de todas las cadenas).
 El día había sido ajetreado. Muchos kilómetros de coche, muchos pueblos, muchas iglesias y conventos, alguna q otra pequeña caminata y ambos estábamos poco pendientes del sentimiento de deseo que nos llenaba. El día había sido tan interesante que había pasado a un segundo plano.
 Pero llegó la noche y la cena fue distinta. Escogimos una bodega al azar en el pueblo donde acabamos nuestra peculiar excursión y con la suculenta cena y el vino de la casa, parecía que el ambiente se iba caldeando por momentos. Nuestro sitio en la bodega era una pequeña estancia que excavada a mordiscos, con una piedra muy tosca en las paredes, un suelo azulejado y decenas de velas alrededor nuestro y en la mesa. A espaldas de ella, a unos metros, estaba el pasillo por donde entraba la gente a los diferentes saloncitos que componían el restaurante. Las risas iban aumentando a medida que nos servían más vino y parecía que nos había cargado las pilas ya que ahora no se notaba en absoluto el cansancio del ajetreado día. Ambos empezábamos a desvariar un poco y en seguida nuestras cabezas se juntaron para empezar a hablar entre susurros.
 Te tengo preparada una sorpresa me dijo con una sonrisa lasciva en la boca pero tendrás que esperar un poco para verla . Yo estaba deseoso de saber qué era pero también sabía que ella no iba a decírmelo. Desistí de preguntárselo, sabía que era en vano. La besé dulcemente y ella con un movimiento poco sutil por el alcohol ingerido sacó de su mochila una cajita envuelta mientras el beso acababa en risas por su parte y una cara de incredulidad por la mía. Felicidades. Felices 27 Abría la caja impaciente y vi algo q me sobrecogió. Era un reloj de bolsillo de plata con una larga cadena. Siempre había tenido debilidad por este tipo de relojes desde que vi el que mi abuelo tenía cuando era pequeño. Los recuerdos por la falta de mi abuelo hicieron aparecer un par de lagrimas en mis ojos, pero se secaron al alzar la vista y verla. Ali era una mujer de bandera a pesar de sus 23 años. Era de estatura media, morena con el pelo bastante ondulado, una tez morena casi hacía parecer que era brasileña y su cuerpo era una deliciosa mezcla de curvas que me enloquecía. Incluso su pequeña tripita era tan apetecible o más como su pecho. Acaricié su mejilla y poniendo mi mano en su nuca, la acerqué a mí dándole un beso apasionado y húmedo de agradecimiento siendo correspondido de igual manera por una lengua ávida de estar entre mis labios.
 Durante el largo rato en que nos sirvieron el postre y los licores tradicionales posteriores a la cena estuvimos fantaseando sobre lo que podíamos hacer después y la conversación caldeó más el ambiente que las propias velas. Hablamos de ir a una casa rural, de volver a casa, de hacerlo de tal o cual manera, incluso de hacerlo en el mismo restaurante, pero sentí un impulso irrefrenable y decidí seguirlo. Yo también te voy a sorprender le dije agarrándola de la mano y saliendo del restaurante. Pagamos y nos fuimos.
 De camino al coche miré el reloj que me había regalado y vi que era bastante tarde. Recordé que la lluvia de estrellas tenía que empezar en breves momentos y nos metimos en el coche para dirigirnos a un paraje apartado que ya había elegido por la tarde dando un paseo por los alrededores del pueblo. El paraje era un pequeño claro sobre una loma cercana al pueblo. En la loma había alguna bodega de gente del pueblo, todas con una gruesa cadena y uno o varios candados. Desde el claro se podía ver el pueblo a unos pocos metros y un gran valle surcado por un pequeño riachuelo casi seco por el rigor del verano. Paramos el coche junto a una hilera de árboles, dejamos las puertas abiertas y la radio del coche encendida para dar un ambiente más cálido. Era la hora de la lluvia y teníamos las mejores localidades para verlas.
 Saqué del maletero la gran manta que nos había servido de mantel en la sobremesa y nos tumbamos mirando la oscuridad de la noche. Nos abrazamos y nos tapamos con el gran trozo de manta restante. Como la lluvia parecía que no empezaba todavía decidimos dejar de mirar al cielo y mirarnos nosotros. Enseguida estábamos encendidos; nuestros besos habían pasado de ser tiernos a apasionados en cuestión de segundos. La lujuria empezaba a aparecer en los dos. Ali empezó a desnudarme torpemente mientras se ponía encima de mí y me besaba con mucha fuerza. En pocos segundos yo empecé a hacer lo mismo al notarme casi desnudo por completo. Me apartó las manos forzándome a ponerlas a cada lado de mi cuerpo, pegadas al suelo Es el momento de que veas la sorpresa . Se incorporó mientras estaba a horcajadas sobre mí quitándose la camiseta que llevaba mostrando una lencería nueva preciosa. Era negra, de encaje y muy transparente con unas puntillas en los bordes muy sexys. Te levantaste y empezaste a quitarte los pantalones vaqueros que llevabas, los cuales tapaban el complemento ideal para el sujetador: Un tanguita negro muy fino y pequeño, transparente y negro también y con unos motivos en las puntillas más pequeños que en el sujetador. Se metió de nuevo entre los pliegues de la manta debido al rocío que empezaba a caer y nos dimos cuenta que la lluvia había empezado. En escasos segundos vimos tres centelleos que iluminaron el cielo. Ambos pedimos el mismo deseo, pero por miedo a que no se cumpliera, lo mantuvimos en secreto.
 Nuestros cuerpos ardieron súbitamente y empezamos a besarnos con aún más frenesí que antes mientras desnudaba por completo a Ali, que seguía encima de mí acariciándome como si fuesen esas caricias mi regalo de cumpleaños. Sus besos siguieron hacia mi cuello y mi pecho mordiendo mis pezones suavemente y acariciándoles posteriormente con su lengua húmeda y caliente. Siguió bajando hasta perderse entre los pliegues de la manta y empezar a lamer y besar mi pene. Yo estaba en un estado de excitación que rayaba la locura y ella contribuía con cada beso y caricia a que me perdiera en esa locura. Sentí sus labios en mis muslos, mi vello púbico, mis caderas y sentía que me faltaba el aire. Abrí los ojos y en ese mismo momento pasó una estrella sobre mi cabeza. Me mareó el seguirla con la mirada mientras recibía ese placer tan intenso que Ali me proporcionaba. Ella sabía exactamente cómo dármelo, es una diosa. Se detuvo y empezó a subir hacia mis labios no sin antes mordisquear y lamer mi ombligo.
 Volvimos a besarnos con lujuria y deseo y el sabor de sus labios mezclados con algunos de mis jugos me pareció sublime. De un pequeño salto cambiamos las posiciones y en ese momento era yo quien estaba encima de ella. Mientras la mordisqueaba el cuello y lamía su oreja me iba moviendo al ritmo de la música. Nuestros sexos estaban en pleno contacto y ambos gemíamos por el placer que producía ese roce. Mi glande apenas rozaba el clítoris de Ali y ella se estaba volviendo loca con la sensación, empezaba a sentirse muy húmeda y sentí que necesitaba más. Bajé hacia sus senos y empecé a besar sus pezones y pellizcarlos suavemente, bajando aún más hacia su ombligo y sus caderas. En ellas me detuve y me deleité. Son firmes y anchas, como a mí me gusta, pero en absoluto se puede decir que esté gordita, ni mucho menos. Esas curvas me mareaban tanto como seguir con la mirada las estrellas fugaces. Acerqué mis labios a su clítoris y sentí su suspiro de gozo. Yo lo lamía con mucho tacto y suavidad abriendo sus labios con los dedos que también dedicaban alguna caricia a sus muslos, sus nalgas y su agujerito trasero. Abrí todo lo que pude sus labios y empecé a deslizar mi lengua por ellos, deteniéndome en su clítoris y bajando hasta el ano, parando en la entrada de su vagina e introduciéndome en ella con mucha suavidad, disfrutándola como nunca. Al subir hacia sus labios di un último lametón a su clítoris, lo que hizo que se estremeciera.
 Los besos eran ahora muy fuertes, casi empezaban a doler los labios de los chupetones y mordiscos que nos dedicábamos y nuestros movimientos acompasados hacían que los pliegues se la manta se fuesen apartando dejándonos desnudos bajo las estrellas. Ali agarró con decisión mi pene de la base y le colocó en la entrada de su vagina y con un leve empujoncito, entró hasta el fondo arrancando en los dos un gemido bestial. Ambos nos movíamos rítmicamente al ritmo de la música y de vez en cuando embestía con toda la fuerza que podía para que me sintiese completamente dentro, notaba nuestros vellos entrelazados y todos los jugos que emanábamos. Al cabo de un rato, paré el movimiento y Ali abrió los ojos. Dime que me quieres le dije sin esperar a que me preguntase por qué había parado. Ella respiraba muy fuerte y tenía los ojos completamente abiertos fijos en los míos. Acercó sus labios a mis oídos y me susurró un Te quiero con un nudo en la garganta, casi con lágrimas en los ojos. Yo volví a empezar el movimiento de mi pelvis con más fuerza y ella gemía como nunca. Su piel brillaba y sus ojos se entreabrían y se ponían en blanco presos del éxtasis. Subí su pierna derecha a mis hombros para poder penetrarla de una manera más profunda. Me separé un poco de su cuerpo y empecé a introducirme en ella rápidamente sacando mi pene casi por completo y empujando hasta que nuestras caderas chocaban. Los dos estábamos llegando al clímax. Ella acercó su mano izquierda a mis nalgas y, con un movimiento experto, las separó con dos dedos empezando a acariciar mi ano con su dedo corazón. En un momento de breve descanso en mis acometidas decidió meterle dentro de mí y con un gemido de dolor y placer volví a moverme con furia dentro de ella, haciendo movimientos circulares para acariciar su clítoris con mi pelvis.
 La excitación de los dos era ya máxima y faltaba muy poco para llegar al clímax. Sentí que iba a llegar con una de las fuertes acometidas que hacía de vez en cuando y al ver sus labios completamente abiertos apreté con más fuerza ya que ella estaba en su momento de mayor placer gimiendo y resoplando, lanzando pequeños gritos de placer y mordiéndome con fuerza hasta casi hacerme daño. Mientras se reponía me dijo que quería ver mi expresión cuando me corriera y que no lo hiciese dentro. Así lo hice. Salí de ella poco antes de llegar al clímax y poniéndome a horcajadas sobre ella empecé a masturbarme rápidamente. Ella apretaba mis nalgas y acariciaba mis muslos tensos mientras atendía mis movimientos sin perder detalle. Al fin llegué y empecé a lanzar chorros de semen sobre su pecho, su pelo y la manta. Al acabar, ella agarró con mucha suavidad mi pene y empezó a acariciarlo suavemente. Se lo llevó a la boca para darle unos besos muy húmedos que a mí acabaron de volverme loco y su lengua jugaba suavemente con mi glande recogiendo las últimas gotas de semen.
 Nos fundimos en un abrazo y seguimos besándonos un buen rato. Mientras, nuestros ojos empezaron a fijarse en el apogeo de la lluvia de estrellas fugaces que teníamos sobre nosotros. Nos arropamos bien con la manta y dimos paso a una noche de deseos pedidos y fantasías cumplidas.
 Si os ha gustado este relato, mandad vuestras opiniones para poder escribir más pronto. Un saludo.

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