Era un día de esos en los que parece que nunca vas a poder salir de la oficina por la cantidad de trabajo que tienes acumulado y que tienes que finalizar. Por si fuera poco, el aire acondicionado se había estropeado y el calor era sofocante. No se me ocurrió nada mejor en una de mis visitas al baño para refrescarme, que quitarme el tanga para ver si asi entraba algún fresquillo más. Sin embargo, allí estaba Paul, uno de mis compañeros, justo en la mesa de enfrente, mirando de vez en cuando hacia mi.

Entonces pensé que seria divertido sentarme con las piernas abiertas, para ver si se daba cuenta de que llevaba el coño al aire. NO tardó más de tres minutos en echar una larga y profunda ojeada entre mis piernas, comprobando que efectivamente era mi coño lo que estaba a su vista. NOté que empezaba a ponerse nervioso y disimuladamente me desabroché un botón de la camisa, dejando a la vista uno de mis pechos. Torpemente, Paul se levantó de su mesa y fue a por un vaso de agua, mientras pensaba que no le había echo gracia mi actitud y que debía concentrarme de nuevo en el trabajo noté que alguien había detras y que súbitamente me apretaba los pechos, a la vez que me lamía en cuello. ERa Paul, que había caido en la tentación. Rápidamente giró mi silla, me abrió bruscamente las piernas y hundió su cabeza en mi coño lamiendo, succionando y chupando como nadie lo había hecho antes. Apresuradamente se saco la polla y me la puso en la boca. Yo con delicadeza de la fui chupando al principio para acabar chupándosela de la manera más salvaje en que lo había hecho en mi vida. Antes de correrse, bruscamente me la metió por mi húmedo y deseoso coño, y terminó con su linda pollita metida por mi culo, yo rota de placer.

En cuanto terminó, se fue a su mesa y seguimos trabajando como si nada hubiese pasado. Aprendí la lección, no hay que provocar a los compañeros, pero desde aquella noche no me importa trabajar en la oficina si Paul trabaja también hasta tarde entre mis piernas.