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Noche de sexo y estrellas fugaces

Anunciaban a bombo y platillo que hoy era el día.

Miles de estrellas caerían del firmamento. Una de las noches más románticas del año.

Me dispuse como cientos de personas a contemplar la noche desde otra perspectiva. A oscuras y en silencio, buscando entre el cielo la caída de la lluvia estelar.

Como bien dicen, si pillas a una cayendo y pides un deseo, es probable que se cumpla. Yo, me permitiría el lujo de pedir lo que más me apetece en esta época del año, y de lo que por el momento carezco. Un cuerpo que me posea de forma salvaje, mientras la lluvia de luces me envuelva. Apago las luces de casa y salgo a la terraza con una cómoda butaca en la que poder sentarme y observar el paraíso. Como han dicho que el espectáculo comenzará a media noche y apenas son las 11, me entretengo observando los balcones del edificio de enfrente.

Esto me recuerda a un cómic de antaño, en el que salía un bloque de pisos con personajes peculiares y pintorescos.

En el primer piso, aparecen las cortinas corridas y está en la más absoluta oscuridad. Deduzco que habrán salido a pasear.

Muevo la vista hacia el segundo, y diviso a una pareja que comparte mesa y mantel con dos niños que se están lanzando la cena a la cabeza.

Me noto algo inquieta y empiezo a aburrirme.

Me levanto, preparo una copa de algo fuerte con hielo y regreso a la terraza. Cuando llevo media copa metida en mi estómago, veo que se enciende la luz en el primer piso.

-Habrán regresado. Digo mientras cojo la copa y doy otro sorbo.

Una silueta masculina se distingue tras las cortinas blancas del salón.

Puedo apreciar cómo se deshace de la camiseta, descubriendo su torso desnudo.

Mi imaginación comienza a volar entre los edificios, y como si fuese un superhéroe, escalo con precisión la fachada, hasta colarme en casa de un desconocido.

Oigo ruido de agua en cascada, deduzco está en la ducha.

Me acerco a la puerta con sigilo y huelo el sexy aroma del jabón. Una mezcla de olores sugerentes, provocan en mí, pensamientos lascivos.

—¡Ufff!

Estos olores me perturban. Noto la humedad latente entre mis piernas.

Creo haber encontrado lo que buscaba.

Oigo cierta melodía de fondo, a la vez que él, tararea los acordes como puede. ¡La recuerdo! Es Ay Mujer, de JLGuerra.

Debe ser un tipo bohemio, un romántico solitario.

Abro la puerta del baño con extrema lentitud. Apenas se ve nada. El vapor invade la estancia.

Me observo a duras penas en un espejo que tengo enfrente.

A la derecha aparece la mampara, pero apenas se divisa la silueta desnuda del espécimen en cuestión.

Veo a tras luz como las manos enjabonadas recorren su musculoso cuerpo.

Estoy sudando la gota gorda. Necesito ese pedazo de estatua sobre mi cuerpo. Que me posea de una vez. Me hace falta ese falo empalado a mis entrañas, como aire para respirar.

El pulso se me acelera. Sufro taquicardias.

De pronto, la puerta de cristal se separa y sale de la ducha.

Nos encontramos frente a frente. Allí dos desconocidos en silencio.

Me agarra de la mano con naturalidad. Sin echar en cara que una extraña ha invadido su espacio.

Yo me dejo hacer. Me siento como una muñeca de trapo.

El agua de la ducha empapa mi cuerpo y la camiseta que lo cubre.

Mi pecho se pega a ella, mientras mis pezones están doloridos de tanta excitación. Quieren huir de la tela que los atrapa y tortura.

Él lo percibe, y separa la tela con sus fuertes manos, dejándola hecha trizas.

Los devora con hambre. Deduzco por su forma de actuar, que ambos estamos necesitados.

Yo no sé qué hacer. Me da cierto reparo ir al grano y jugar con su crecida verga que se clava en mi ombligo, con ganas de más.

Me meto dos dedos. Es lo único que atino a hacer. Meto otro más. Estoy tan excitada que siento mi sexo como un pozo sin fondo.

Abandona mis pechos y se dirige hacia mi ombligo.

Le paro en seco, y queda quieto.

Decido jugar un poco y soy yo quien baja mis jugosos labios hasta su ombligo y pubis.

Mis dedos continúan hurgando en mi carne crecida y loca de deseo.

Introduzco su capullo en mi boca, apreciando su embriagador sabor.

Él quiere más, y mete por sí mismo su dura y larga polla en mi boca, hasta tocar fondo en mi garganta.

Succiono de una forma primitiva, en acorde a sus manos, que revuelven mi pelo, y acarician mi nuca.

No nos damos cuenta, hasta encontrarnos en el suelo de gresite, mientras el agua nos envuelve.

Nos comemos uno al otro. Su verga en mi boca y mi sexo en la suya.

Hacía tiempo que no vivía una escena así.

Noto unas fuertes contracciones que provocan una espiral de sensaciones y dan lugar a un escandaloso orgasmo.

El también da un grito y yo, me bebo el fruto de su éxtasis.

Nos quedamos unos segundos quietos y en silencio, con nuestras bocas llenas de ambos.

Al ponernos en pie, nos miramos sonrientes y nos besamos. Intercambiamos nuestros sabores.

Vuelvo a la realidad. Sentada en la terraza de casa.

Saco los dedos de mi interior. Noto leves contracciones que aún perduran.

No sé si llorar o reír.

Observo el balcón del primer piso. Y allí, en la terraza está también sentado el Adonis de mi sueño, con una copa en la mano, ajeno a todo.

Ya son más de las 12. Caen las primeras estrellas de la noche.

Le miro fijamente y me corresponde con su mejor sonrisa.

Alza su copa y me invita a un brindis. Yo acepto.

Segundos después, nos sentamos a contemplar la lluvia de estrellas.

Pido un deseo, uno hermoso, mientras mis ojos derraman una lágrima de esperanza. De fondo se escucha la canción "empezar de Cero" de Dani Martín.

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