Perla se movía graciosamente por el pasillo de la enorme mansión que su difunto esposo le había dejado como herencia. Disfrutaba de aquel hermoso palacio, de alfombras del oriente, cortinas de la India, fuentes de Francia, todo un increíble palacio equipado con la tecnología más moderna de los japoneses y los norteamericanos. Aquel palacio era un ensueño.
Pero a ella le faltaba lo más importante, fueron diez años de esclavitud con un hombre que le duplicaba la edad y no era el mejor de los amantes, viejo, feo, infantil, chocho, desgraciado, engreído e hijo de la buena puta madre que lo parió en una noche de truenos y relámpagos que se creía que el dinero lo era todo en la vida y que podía comprar hasta el amor y la felicidad.
Cuando lo vio acostado muy serio en el ataúd pudo darse cuenta lo feo que era el sujeto. Parecía disfrutarlo todo. Vestido implacablemente con su traje de seda nuevo, su corbata brillante, muy bien peinado, no se notaba la peluca que le había regalado en el último cumpleaños. No tenía lágrimas para llorarlo, ni sentía dolor o angustia. Allí estaba como todos los mortales enfrentándose a la verdad, el dinero no puede comprar a la muerte...
El gentío le causaba molestias. Las murmuraciones y los comentarios de mal gusto. No soportaba la hipocresía, aquel ser nunca había visitado la iglesia y hasta el obispo estaba en su velatorio.
Perla caminaba muy delicadamente, ese caminar sensual, rítmico, coqueto, vestía un traje fino, negro brillante y mantenía un pañuelito perfumado en sus manos. La noche estaba fresca, la luna brillaba en medio de la noche y apenas caían unas lloviznas muy cristalinas que ejecutaban una linda melodía cuando chocaban con el metal que estaba tedido afuera de la mansión.
Ahora Perla está frente al espejo, ya casi no recuerda al difunto, sólo quedaba aquella imagen lastimosa, el cuerpo seco como un bagazo del viejo Alfonso, el cáncer se lo chupó, se lo chupó la bruja de Marcola como decía el campesino. Se lo llevó quien lo trajo, se lo llevó la pelona como se llevará a todos los seres vivientes tarde o temprano... se lo llevó la vieja esquelética en su barca nocturna sobre las aguas humeantes del infierno. Veías a aquellas tres viejas melladas con sus caras surcadas por los años gozosas, disfrutando de otro viaje más y llevando a un pobre diablo a las llamas de la eternidad.
Pero Perla sonreía, tenía una sonrisa hermosa, dulce, angelical, tenía una sonrisa erótica.
" Esa mujer mató a ese pobre viejo, lo secó como a un bejuco"- escuchó decir la noche del velorio-
Sonreía chulamente, eróticamente... ¡MMMMMMM! estaba rica, rica, como un manjar de los dioses. El viejo no le había hecho nada. Aquel cuerpo suspiraba placer, lujuria... ella lo sabía, sabía que la codiciaban, que la deseaban, que se volvían locos a verla pasar por la plaza los domingos cuando iba a la iglesia y al cementerio a llevarle flores a su difunto marido.
Siempre la esperaba el sepulturero, quien se vestía de gala con su sombrero blanco, sus zapatos blancos brillados hasta relumbrar, sus dientes blancos y aquella mirada tentadora...
_ " Buenos días señora"- decía- Mordiendo cada palabra con fuerza y haciendo todo lo posible para que ella no se diera cuenta que su amigo inquieto entre sus piernas se había levanrado de golpe...
Pero Perla era muy sensitiva, sabía lo que ocurría y dejaba escapar una sonrisa irónica y placentera...
El viejo Pancho la seguía de cerca como siempre, no podía perder aquella oportunidad de verla ponerse en cuclillas para colocar las flores mientras él la observaba disimuladamente y podía ver por enciama aquellos dos exquisitos senos
y más abajo podía ver un poquito de sus hermosas piernas. El viejo relinchaba como un caballo viejo, se movía inquieto de un lado para otro, sentía que la lanza del indio Caguax se movía con desesperación, estaba al borde de explotar...
Perla volvía a la realidad de nuevo. Estaba frente al espejo, mirándose cada parte de su cuerpo. Era hermosa, alta, de ojos negros brillantes, hechiceros, sus dos senos eran una delicia, un manjar, una tentación, estaban firmes, sus pezones erectos. Ella se deleitaba pasando la yema de sus dedos sobre ellos, dejaba correr sus manos que se deslizaban suavemente hasta llegar al monte de los dioses, a l selva de Venus, al paraíso de la perdición. Se presionaba un poco y sentía que el mundo se detenía, el deseo la consumía, aquellas imágenes no la dejaban en paz, aquellas fantasías que se habían adueñado de su mente la enloquecían.
Tomó una fina bata de seda trasnparente y la dejó caer suavemente sobre su figura, buscó un hilo dental y tapó aquella fruta con dulzura, se abrochó la bata, dejó sus senos libres, senos que jugaban mientras caminaba hacia la terraza.
Estaba sola, le había pedido a su ama de llaves que tomara el día libre y al mayordomo que fuera a la capital a buscar unos cuadros que había ordenado. Pero realmente ella quería estar sola aquella tarde.
Recostada sobre un sillón reclinable leía una revista y escuchaba música de Mozart. Cerró sus ojos y aquellas imágenes volvieron a hacerla prisionera, abria sus piernas y se acariciaba sobre su panty, se retorcía, apretaba sus piernas,gemía de placer...
___" Buenas tardes""Buenas tarde"- se escuchaba la voz desde la calle...
Ella se levantó, se arregló la bata y se asomó por el balcón, era la chica que había conocido en la exposición de arte el domingo anterior.
Rosaura era preciosa, muy amable, muy gentil, tenía un talento especial para la pintura y había acordado hacerle un retrato a Perla.
Perla abrió la puerta y recibió un beso en la mejilla y devolvió con gusto.
__" Entra, que alegría de verte de nuevo"
__"Ay, estoy emocionada con esta mansión, es muy bella" - exclamaba la chica-
Pero Perla quedó sumida en su pensamiento, las imágenes volvieron a surgir en su pensamiento. Miraba a Rosaura fijamente, temblaba un poco, estaba muy nerviosa...
Rosaura miraba a su amiga, era muy bonita, había algo que la atraía hacia ella, deseaba pintarla semidesnuda pero no se atrevía a proponerle aquella idea a Perla.
Lebantando las copas brindaron. Así el día devoró los segundos, los minutos y las horas.
Allí estaban las dos hermosas chicas. Estaban mareadas, el vino había empezado a surtir efecto.
Sentada con su bata semiabierta Perla miraba a Rosaura, sonreía. Rosaura la miraba sobre la copa y podía ver sus dos preciosos senos, eran muy tentadores. Por varios minutos se obervaron detenidamente. Sonreían nerviosas...
Perla se levantó, era tarde y Rosaura vivía retirado. La chica se acercó y volvió a darle un beso en la mejilla. Perla se acercó, sintió el roce de la tela de Rosaura sobre sus pezones, sintió una emoción profunda. Se pegó a su amiga y la besó en la mejilla, podía aspirar el aroma de aquella muchacha y Rosaura podía percibir el perfume embriagador de su amiga.
Perla se retiró y la tomó por las manos. Caminaron hacia la puerta y volvieron a darse un fuerte abrazo.
Una sensación de impotencia quedó en la mente de Perla. Veía como se alejaba su amiga, como se esfumaba aquella fantasía que casi se convierte en realidad.
Ahora está sobre la cama, no puede creer lo que había sucedido, aquella chica casi la atrapa, cierra sus ojos, abre sus piernas, quita toda su ropa, sus panties suavemente...y vuelve al mundo de las fantasías, se retuerce como una serpiente, gime, gime, gime, grita, grita y siente riachuelos de finas aguas correr por su interior y morfeo se adueña de su cuerpo.
Fin
ME PARECIO QUE EL FINAL DEJA CON GANAS D4E MAS PERO NO ME GUSTO CUMPLE SU COMETIDO TENES MAS