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Noche de bodas muy deseada (segunda parte)

Amaneció el gran día. No sé si a todas las novias les pasará lo mismo, pero yo apenas oía a mi madre sollozando, ni a mis tías dándome ánimos, ni a nadie diciendo tal tópico o tal frase de compromiso… no me enteré apenas del viaje en coche hasta la iglesia, ni presté mucha atención tampoco al vestido o al velo, que todos decían que era precioso y que yo parecía una princesa… yo sólo pensaba en él. En verle por fin, en saber qué cara pondría cuando llegase a la iglesia. Mi día empezó cuando le vi, a lo lejos, frente al altar mayor, vestido con terno negro y corbata, y cara de impaciencia, que se fundió en una gran sonrisa cuando me vio aparecer. Yo no había querido vestirme de tarta, así que llevaba un vestido largo blanco, sin mangas, escotado y liso. La cola del vestido y el velo, así como el ramo, eran casi los únicos adornos que llevaba. Mi madre había dicho que eso era demasiado sencillo para una boda, pero tuve el buen juicio de no escucharla. Los enemigos de la novia a un lado, los enemigos del novio al otro, comenzó la ceremonia, y una vez más, perdí la conexión con lo que me rodeaba, sólo era capaz de mirarle… mi Oli intentaba mirar respetuosamente al sacerdote, pero se le escapaban las miradas hacia mí sin que pudiera evitarlo, sonriéndome… y acabamos mirándonos el uno al otro durante toda la ceremonia, de modo que el cura hubo de repetir la pregunta de rigor, porque estábamos literalmente en nuestro planeta privado… pero finalmente, nos dimos el "sí, quiero", nos besamos… A partir de ese momento, a mí empezó a estorbarme todo el mundo, hubiera dado lo que fuera por irnos al hotel YA, pero hubimos de cumplir un poco, hacernos foto, ir al banquete y partir la tarta… ah, la tarta…



La tarta parecía brillar, blanquísima, y con la textura de la seda. La partimos juntos con una katana, y después echamos un chorrito de leche condensada, cada uno en la porción del otro. Oli probó un trocito y cerró los ojos con pasión, ¡era deliciosa…! Y entonces me miró con ojos desenfocados y se deslizó sobre la silla, pero yo estaba preparada y le recogí en mis brazos. Hora de irse…



-Despierta, bello durmiente… abre los ojos, Oli… - Oli dormía plácidamente, recostado ligeramente en el interior de la limusina que nos llevaba al hotel. Sonreía en sueños, sobre todo cuando yo le hablaba. Dulcemente, le besé la cara y le hablé para desperezarle. Con lentitud, abrió los ojos, y le costó un poco enfocar la imagen y hacerse idea de dónde estaba…



-¿Dónde… dónde estamos, Irina?



-En el coche, camino del hotel… has dormido casi todo el camino, dulce esposo. – bromeé. Oli sonrió y estuvo a punto de estrecharme entre sus brazos, pero entonces cayó en la cuenta.



-¿No estábamos… en el banquete? ¿Qué hora es?



-Las dos y cuarto. Has dormido casi todo el viaje.



-¿Dos y cuarto…? Nos casábamos a las doce… - contó con los dedos – el banquete era a la una… ¿no tendríamos que estar en el banquete aún? ¿No iba a haber un poco de fiesta por la tarde…? Yo… yo dije en el hotel que llegaríamos a eso de las ocho…



-Digamos que… te indispusiste al tomar el pastel, y tus propios padres me aconsejaron que te llevara. Puedes estar tranquilo, no hemos quedado mal con nadie.



Oli se frotó las sienes, tratando de despejarse.



-El pastel… tomé un bocado de la tarta… y a partir de ahí, no recuerdo nada… - Me miró con un toque de acusación – Irina… ¿qué hiciste?



-No me mires así… - sonreí – sólo había un poquitín de suero de amapola mezclado con la leche condensada en tu pedazo de tarta, lo justo para que te durmieras y todo el mundo pensara que te habías desmayado, y pudiéramos escaparnos…



-¿Me has drogado con OPIO?



-No era opio, sólo era suero de amapola, es muy suave… y no podía aguantar más, Oli, ¡tenía que tenerte! – me lancé a besarle, y Oli me devolvió los besos, pero sin dejar de protestar:



-Pe-pero, Irina… eso ha sido… jugar muy sucio…



-No… - reí por lo bajo, eché mano a su entrepierna, y apreté – ESTO, es jugar sucio. – Oli emitió un quejido desgarrado en falsete y me miró con ojos suplicantes… pero eso, ya no iba a servirle, ya estábamos casados, ya no había motivos para aguantar…



-P-por favor, Irina… no… aquí, no… - se le escapaba la sonrisita de deseo mientras nos besábamos por toda la cara y yo empezaba a frotarle el miembro, que reaccionó casi enseguida – aquí, no…. E-el chofer…



-El chofer es sordo y ciego para todo lo que no sea la carretera… hay una mampara entre nosotros y él… - susurré, melosa, buscándole el cuello, mientras Oli intentaba protegérselo con las manos. –No te resistas más…



-Cre-creo, Irina, que vas demasiado rápido… - protestó con voz temblorosa, intentando apartarse, pero incapaz de parar de besarme; con sus manos puestas en mis hombros, como si quisiera apartarme, pero sin decidirse a hacerlo – Ahora… cuando… cuando lleguemos, deberíamos… relajarnos… tomar una copa de champán… charlar un poco, tranquilamente… Irina, por tu madre, deja de frotar, paraaaa… no quiero manchar estos pantalones…



Parecía a punto de echarse a llorar, ¡qué tierno estaba oponiendo resistencia sin poder resistir…! Tuvo suerte, el coche empezó a aminorar y aparcó en el garaje del hotel. Apenas notó que el coche se detenía, bajó precipitadamente, y yo tras él. El chofer bajaba las maletas (el lunes a las tres volaríamos hacia París) mientras intentaba ignorar que Oli corría alrededor del coche conmigo detrás y con frecuencia, se parapetaba tras él, sin dejar de suplicar… yo podía ver que estaba haciendo esfuerzos sobrehumanos para no soltar la carcajada. Finalmente, Oli debió darle pena, y emitiendo un silbido, le mostró la llave de la habitación y se la lanzó:



-¡Gracias, amigo! – Dijo mi Oli, atrapándola en el aire y echando a correr hacia la escalera - ¡Se ha ganado una propina! ¡Se la daré el lunes, si todavía sigo vivoooo!



Lo que no sabía es que el chófer ya se había ganado una propina mía por hacer exactamente lo que acababa de hacer: ofrecerle como única salida lo que era su perdición, esto es, la habitación del hotel. Oli voló por las escaleras, por su aspecto, uno podría pensar que es torpe, pero lo cierto es que es bastante ágil y llegó con ventaja sobre mí, que tenía que lidiar con tacones y un traje largo que debía llevar levantado si no quería pisarlo y tropezar. Mi ya marido abrió la puerta, se lanzó a la habitación y lo que vio le dejó literalmente sin habla. La habitación, amplia y cómoda, estaba presidida por una enorme cama de matrimonio… de agua. Tenía su terraza particular, totalmente aislada, desde la cual sería imposible que nadie nos viese, en la que había piscina y jacuzzi, y…



-¿Hay un espejo sobre la cama…? – susurró Oli para sí, algo aprensivo. Se volvió y me encontró en el vano de la puerta. – I-Irina… éste… no es el hotel que yo encargué… e-es muy bonito, pero… ¡esto es un picadero! – susurró, casi horrorizado.



-Nooooo… – ironicé, mientras cerraba la puerta, sacaba la llave electrónica, y muy despacio, me subí la falda por el costado hasta enseñarle la cinturilla de las bragas, donde sujeté la llave y volví a dejar caer la falda. - ¿Tú crees, cariño….?



Empecé a caminar hacia él, y Oli reculó, elevando las manos como escudo.



-Irina… estos últimos meses... Has… ¡has sido muy mala conmigo! – protestó con vocecita lastimera, mientras yo me dirigía hacia él quitándome el velo y los estúpidos alfileres que me sujetaban el cabello – Pase lo del beso francés en la biblioteca cuando yo te dije uno cortito, pase lo del brillo de labios… pase lo de… ponerme aposta como una moto, pase lo de atacarme el cuello y la nuca cuando sabes que soy muy vulnerable ahí, pase lo de las especias, el picante, la canela, y pase lo de medio desnudarte… pero lo de poner somnífero en la tarta para escaparnos y traerme aquí, ha sido demasiado… Yo… apenas he podido probar la tarta, y ahora tengo antojo… ¿t-tú no tienes antojo de tarta…?



-Yo tengo antojo de otras cosas, cielito… - dije con una voz tan cargada de deseo que ni yo misma me la reconocí, mientras cabeceaba para soltarme la melena y me bajaba la cremallera del vestido.



-P-pero, Irina… tienes… tienes una mirada que me da miedo, ¿lo sabes…? – Oli no dejaba de retroceder, pero la habitación no le ofrecía mucho refugio, una vez llegó a la puerta que separaba el cuarto de la terraza, no le quedó otra más que doblar en ángulo recto, y ahí se iba a quedar sin sitio muy deprisa. - ¿s-sabes que me estás haciendo sentir herido… Que me miras como a un objeto…? Tienes… tienes que quererme también por mi carácter…



Mi vestido cayó al suelo, dejándome en corsé blanco, sólo una de mis ligas era de color azul (por aquello de algo viejo, algo nuevo, algo prestado y algo azul…), y por un momento, Oli me lanzó esa misma mirada que me reprobaba, pero se reprimió enseguida, mientras en sus intentos de huir estaba de rodillas sobre la cama.



-¿Tu carácter…? – dije, cariñosa – Pero, Oli, ¡si tu carácter es una de las cosas que más cachonda me pone…!



Oli vio que no tenía modo de escapar con la dialéctica, así que de nuevo intentó volverse e ir hacia la puerta, pero de rodillas sobre una cama de agua, no se es muy ágil, me lancé a por él al tiempo que intentaba moverse y le agarré por el pecho, tumbándole boca abajo sobre la cama.



-¡No! – gimió lleno de miedo; cómo me excitaba ese tonito asustado… - ¡No, no… trátame con cariño… s-sé gentil conmigo…!



Le tenía, le tenía por fin, ¡ya era mío! Estaba sentada sobre sus nalgas, y podía sentir cómo temblaba de impaciencia, deseo, y poco de temor, ¡qué encantador estaba…! Le agarré por la chaqueta, la bajé hasta poco más arriba de los codos y até las mangas. Lo justo para que estuviera cerca de poder sacar los brazos, pero no lo consiguiera.



-¿Q-qué haces…? – preguntó, mirándome como podía, echado boca abajo en la cama - ¿qué… qué pretendes hacerme…?



-Divertirme un poquito… - susurré, agachándome para besarle – llámalo… "una pequeña fantasía femenina". – busqué lentamente su boca, pero apenas Oli cerró los ojos para recibir el beso, cambié rápidamente de foco y me dirigí a su nuca.



-¡Haaaah… Canallaaa….! – gimió Oli, estremeciéndose de placer al sentir mi lengua justo en la zona más traidora de su cuerpo… sabía muy bien dónde atacarle, el punto era en la parte inmediatamente superior al hueso, un centímetro más abajo de allí donde empezaba el cabello. La reacción fue instantánea: Oli empezó a jadear y sus caderas se frotaban lentamente contra el colchón, a pesar de que él intentaba retenerse. Llevé mis manos hacia su pecho e intenté desabrochar botones, pero como era bastante difícil y yo no estaba para delicadezas, agarré la tela de su camisa y tiré hasta hacerlos saltar. Oli tembló, sus piernas se agitaron, nerviosas… tiré del chaleco y la camisa hasta dejarlos bajados a la altura de la chaqueta, y de nuevo me incliné… besé de nuevo su punto débil, esta vez fugazmente, y con mi lengua, empecé a lamer hacia abajo… mis manos acariciaban sus hombros, tensos, y presioné para que se relajara, pero mi Oli estaba excitadísimo… empecé a lamer su espalda, la zona de la columna, vértebra por vértebra… mi marido emitía gemidos cada vez más desmayados, cada vez más suplicantes… tenía una sonrisita de deseo y placer en la cara y cada vez que retiraba la lengua de su piel, inconscientemente elevaba la espalda para sentirla otra vez… -Eres… eres maravillosa, Irinaaa… mi mujercita… mmmh… Un… un poquito más abajo, por favor… por favor…



Riendo por lo bajo, le liberé de la chaqueta y el chaleco. La camisa la saqué del pantalón y la dejé en sus muñecas, con los puños abotonados. Suavemente lamí por su espalda de nuevo, bajando, bajando… hasta llegar a la cintura… hice cosquillas en los costados, y dirigí las manos a su pantalón. Oli tembló violentamente cuando mis manos rozaron el enorme bulto que allí se escondía… esta vez, sí lo hice despacio, y logré soltar el botón sin arrancarlo. Él también llevaba algo azul, sus calzoncillos, sonreí y mientras acababa de bajar los pantalones, le besé en las nalgas, aún cubiertas por la tela. Oli rió con timidez y nerviosismo al notar mi beso en su culito. Le descalcé y le saqué los pantalones… y aproveché para besarle las corvas, detrás de las rodillas. Cuando notó allí mi lengua se estremeció y rio por lo bajo, pero cuando volví a su cintura y mi lengua traviesa acarició las zonas finales de su columna, Oli botó sobre la cama y estuvo a punto de ponerse de pie, ¡qué sensible era allí… y yo sin saberlo! Sin darle tiempo me senté de nuevo sobre él, pero esta vez sobre su espalda, mirando hacia su trasero, para inmovilizarle, y empecé a besar las últimas vértebras, bajando sin piedad… Oli se estremecía con tanta fuerza que casi me levantaba, tiraba de la camisa que le aprisionaba las manos y jadeaba como un animal… cada centímetro que bajaba, las convulsiones eran mayores, y cuando llegué al final, justo al hueco de los riñones…



-¡Mmmmmaaaahhh…! Ooh… ooh… mmmmmmh…. – Oli gimió talmente como si acabara de correrse, pero sólo había sido un placer extraordinario… y qué placer, se había puesto tenso por completo como una goma elástica y se había relajado tan pronto como yo retiré mi lengua… Intentó hablar, pero tuvo que hacer el intento dos veces, hasta que a la tercera le salieron palabras y no gemiditos – I…Irina… no… no sé lo que has hecho… y me ha gustado mucho… pero no vuelvas a hacerlo, o no creo que pueda resistir… - Apenas había terminado de hablar, mi lengua estaba ya de nuevo en aquél otro "punto mágico" que acabábamos de descubrir - ¡AAAAAAaaaah…! haaah… mmmmmh… - ¡Era maravilloso! ¡Le hacía subir a la luna y ponerle de nuevo normal sólo con una pequeña presión de mi lengua! – Irinaaaa… no seas tan mala…



-Vamos, no me digas que no te gusta… - dije, cariñosa, mientras acariciaba sus nalgas, aún con los calzoncillos azules.



-Claro que me gusta… eso es lo malo, que me gusta mucho… te-tengo miedo de terminar y… la verdad, para nuestra primera vez casados, me gustaría… me gustaría que fuese dentro de ti…



-A mí también me gustaría, cariño… - Oli suspiró, aliviado, pensando que me había convencido. – Pero es que no siempre se consigue lo que se quiere. – Y bajé de golpe, besé con fuerza aquél punto y lo lamí mientras lo acariciaba con mis labios.



-¡UAAAAAAaaaah, tramposaaaaa….! – Oli temblaba como si tuviera fiebres; de golpe le bajé los calzoncillos y le apreté las nalgas con las manos, frotándoselas una con otra, dándole azotitos mientras no dejaba de lamer… - ¡Bastaaaaah… basta, he dichooooh…! ¡MMMMH…! Aaah… haaa… para… para, te lo suplicoOOOh… Mmmh… – mientras con una mano me dedicaba a sus nalgas, con la otra acaricié la raya de la columna, arriba y abajo, mientras no dejaba de lamer… lo mejor, era que Oli estaba gozando y a la vez sufriendo, porque aquél punto de su cuerpo lo volvía loco, ¡pero no era suficiente para hacer que se corriera! Era como mantenerle constantemente en los segundos anteriores al orgasmo, ni en mis sueños más salvajes había pensado en dar con un punto tan divertido, en someterle a una tortura tan deliciosa y cruel a la vez… cuando me detuve, Oli estaba extenuado, su espalda estaba chorreante de sudor y me di cuenta que la camisa que le aprisionaba las muñecas se había rajado completamente. Oli la había destrozado a tirones. Parecía como si estuviera rendido, totalmente derrotado, pero entonces su cuerpo volvió a estremecerse, y suplicó – Irinaa… por… por favor… deja que te penetre… no… no puedo aguantar más.



Yo misma quería que lo hiciera, pensé mientras me despojaba del corsé y mis pechos botaron libres, pero si le dejaba hacerlo, en el estado en que se encontraba sólo iba a ser acercarse y fin… y a pesar de que yo también estaba muy excitada, necesitaba un poquito más…



-Vas a hacerlo, Oli… voy a dejar que me penetres. – mi marido dejó escapar un suspiro de felicidad e intentó volverse, pero se lo impedí. En lugar de eso, cogí su mano derecha, la liberé por completo del jirón de camisa que aún quedaba y agachándome, para no hacerle daño en el brazo, le lamí los dedos. Oli gimió por el calor de mi boca y también con sentimiento de derrota.



-Eso… es hacer trampas otra vez… – musitó.



-Mmmh… ¿y ponerme ojitos de cordero degollado durante estos tres meses, para que no te violase, y aprovecharte de mi debilidad, no es hacer trampas, mi amor…..?



-Pero eso… era por una buena causa… me dirás que no ha valido la pena esperar… - dijo, poniendo en su vocecita un punto de picardía. Pero la picardía y la voz se le cortaron cuando notó que sus dedos rozaban mi sexo, suave y depilado, y se introducían muy lentamente en mi cálida humedad – Ooh… Irina… qué… qué suave… qué calentito… - la voz se le moría en quejidos ahogados, y yo disfrutaba acariciándome con sus dedos, más gruesos y largos que los míos… es cierto, me moría por tener su polla dentro de mí, pero por ver con qué ojitos me miraba mientras yo me metía su mano y suspiraba de placer, bien valía esperar un poquito más…



Aceleré ligeramente, metiendo y sacando sus dedos de mi interior y acariciándome alternativamente el clítoris y los pechos con la mano libre. Cada vez que me cosquilleaba el clítoris, Oli se relamía sin darse cuenta, yo sabía que deseaba chuparlo… coloqué su dedo pulgar sobre él y continué moviendo su mano, y mi marido miraba mi cara de intenso gozo y mi coñito chorreante, como si no pudiera decidir cuál de los dos le parecía más hermoso. Se acomodó un poco, poniendo el brazo libre bajo la cabeza para mirarme mejor. Me sonreía con tanta ternura… yo no dejaba de meter y sacar sus dedos, y entonces los dobló ligeramente dentro de mí, sin avisar.



-¡Mmmmmmh….! – ahora fue mi cuerpo el que se estremeció de gustito, ¡qué bien había sabido cazarme…! En su postura apenas podía mover la mano, pero podía doblar los dedos, y con ellos, tocar también uno de mis puntos mágicos. – Oli… eres adorable… - Me tumbé junto a él, despacio, de modo que podía seguir con sus dedos dentro de mí, y al estar tumbada, podía moverlos y seguir dándome placer, mientras yo lo abracé con una mano y me arrimé a él para besarle. Tenía la cara empapada en sudor y sus labios húmedos, resbalaban sobre los míos cuando nos besamos. Mi lengua los acarició jugando, y apresé su labio inferior entre los míos. Oli puso los ojos en blanco, sin dejar de mover sus dedos dentro de mí, jugando con mi humedad y mi calor, y su lengua sobresalió tímidamente de su boca para jugar con la mía, acaricié traviesamente la punta y mi marido se fundió en un delicioso suspiro tan cómicamente agudo que se le escapó la risa.



-Irina… - musitó, casi sin voz – por favor… ¿me dejas que…? – dejó la frase en suspenso, pero yo sabía qué quería, y asentí con la cabeza, ya era tiempo. – Pe-pero antes… ¿podrías… Sólo una vez más… una vez rapidita… podrías…?



-¿Qué, cielo…? – Pero Oli sonrió con apuro. Le daba vergüenza pedirlo, así que levantó la cabeza un poco y miró hacia su espalda, señalándola con la cabeza. - ¡Vaya, vaya…! – me reí - ¿No decías que basta, no me suplicabas que parase…? Parece que al final te gustó…



Oli, con sonrisa de vergüenza, no fue capaz de sostenerme la mirada. Me incorporé y él se acomodó mejor en la cama, boca abajo, elevando un poquito las caderas, deseoso de sentir una vez más aquélla tortura deliciosa. Aprovechando esa postura, metí la mano por su costado y acaricié su miembro, terriblemente erecto… y lo bajé. Oli quiso preguntar, pero para entonces, mi boca estaba ya en esa zona tan sensible y sólo un grito de pasión salió de sus labios, mientras que de nuevo un poderoso estremecimiento le hacía vibrar… No me fue fácil, pero me coloqué debajo de él, al sentido contrario. Mis piernas en dirección a su cabeza, y con mi mano guié su pene a mi interior. Aún en medio de su excitación, Oli intentó protestar.



-¡Pe-pero así no podrás…que no… e-está al contrario…! – Era cierto, su pene quería ir hacia arriba y yo lo obligaba a ir hacia abajo, se resistía, y su dueño lo hacía también, pero apenas notó la calidez de mi abertura, dejó de oponer resistencia. Me tumbé por completo en la cama, y le abracé la cintura con las piernas, haciéndole bajar casi de golpe e introducirse en mí hasta el fondo. Oli exhaló todo el aire y se retorció de gusto. – Po-por fin…. ¡por fin…! – gimió maravillado… yo estaba a punto de llorar, tenía razón, por fin… después de más de tres meses sin tenerle, tres meses muriendo de deseo, y después del intenso jugueteo… por fin le tenía dentro de mí, por fin éramos uno solo…



Oli empezó a moverse lentamente, tenía miedo de que en aquélla postura tan rara pudiese lastimarme, o pudiese salirse o pudiese hacerse daño él… arrastrando las rodillas sobre la cama de agua que nos balanceaba al menor movimiento, su pene pugnaba por volver a su postura correcta, pero su dueño sólo quería que siguiese ahí. Yo misma empecé a frotarme contra él, moví las caderas en círculos y a Oli se le escapó la risa entre gemidos de gusto. Hubiera querido que aquello durase horas, pero ni él ni yo podíamos esperar y empezamos a acelerar inconscientemente. Lo malo de aquélla postura es que no podía ver su cara, su tierna carita de gozón que me vuelve loca, pero podía ver sus nalgas estremeciéndose a cada giro de mis caderas, y las apreté entre mis manos, lo que hizo que mi marido gimiese más aún… sentí sus manos acariciar mis tobillos, no llegaba más allá… aquello era para él otra tortura, sentir el goce sexual gracias a mí, pero no poder acariciarme, tocarme o besarme… sus caderas aceleraron y las mías le correspondieron.



-Aaah… ooh… Oli… mmmh… me encanta… te he… ¡te he echado tanto de menos! – grité sin contenerme, y Oli volvió la cabeza para intentar mirarme… apenas lo consiguió, pero distinguí una mirada de desesperación en sus ojos.



-Mmmh… per… dóname, Irinaaa… - quise preguntar por qué tenía que perdonarle, pero Oli me agarró de las piernas y giró media vuelta hasta quedar boca arriba y yo boca abajo; con pasmosa rapidez se incorporó, y agarrándome de los pechos, me echó hacia atrás, para tumbarnos juntos, estuvo a punto de salirse, pero velozmente se encogió sobre sí mismo y empujó, ensartándome hasta el fondo… - perdóname por esto, Irina… lo siento… pero… haah… era una buena postura, pero… n-no podía aguantar más, ¡tenía que abrazarte! Mmmmh… por favor, no… no te enfades… te necesito… - casi parecía sollozar, ¿cómo podía pensar que iba a enfadarme? Mmmh… yo sólo había querido torturarle un poco más, pero… la verdad que estar así, entre sus brazos, con sus manos amasando mis tetas, que sólo tenía que volver un poco la cabeza para darnos lengua dulcemente y sus caderas moviéndose rítmicamente para penetrarme, era mucho, muchísimo más agradable… a mi Oli se le escapaban las sonrisas y yo estaba que me fundía…



-Sigueee… sigue, por favor… - le rogué, estremeciéndome de gusto entre sus brazos. No podría aguantar mucho más, ni Oli tampoco, se retorcía de placer… "qué dulce… qué dulcecito…" le oía musitar, incapaz ya de hablar en voz alta. Sus caderas aceleraron más aún y uno de sus brazos me aferró de la cintura, mientras con el otro me acarició el clítoris sin piedad, ¡mi orgasmo llegó prácticamente de golpe al sentir aquello! - ¡Síiiiiiii….! – grité al sentir las deliciosas oleadas de calor y placer recorrer de mi cuerpo, desde los dedos encogidos de mis pies hasta mi nuca; la respiración de Oli se aceleró más, y se encogió, derramándose dentro de mí, entre deliciosas convulsiones de placer, entre acalambrados golpes de cadera para soltar toda su descarga, parte de la cual se salió… un delicioso cosquilleo recorría todo mi cuerpo, y me estremecí varias veces, junto a mi Oli, exhaustos y satisfechos. Mi marido me besaba lentamente los hombros, el cuello… me abrazó perezosamente con la pierna y me hizo arrumacos, mientras yo apretaba el brazo con el que me rodeaba… - ¿Quieres el reenganche…? – susurré.



Oli me miró con ojos de auténtico pánico, pero no pudo decir nada para defenderse, porque sonó el timbre del servicio de habitaciones.



- ¡Ah, la tarta! – dije alegremente.



-¿Tarta?



-Sí… - me levanté, abrí el mueblecito a través del cual dejaban la comida y los pedidos sin que fuera preciso ver a nadie, y saqué dos platos con sendas generosas raciones de tarta – supuse que te quedarías con antojo de tarta, yo misma tampoco la probé, así que de camino, llamé aquí y pedí si nos podían servir tarta. ¿Quieres…? Te garantizo que ésta, no lleva nada raro…



Oli me sonrió y asintió, y sentados en la cama, disfrutamos del delicioso pastel, jugoso y dulcísimo. Yo ya había acabado la mía cuando, con una sonrisa de ternura, Oli me ofreció el último pedazo de la suya. Le miré con adoración, abrí la boca… y me estampanó el bocado en plena nariz.



-Quien a tarta mata, a tarta muere… - bromeó, y me besó para limpiarme, pringándose un poco él también, entre las risas de ambos. – Ahora sí que estoy listo para el reenganche.



¿Qué puedo decir…? Es posible que Oli llegue a los sesenta años y siga siendo un tímido, pero le adoro… y una cosa hay que reconocer: un poco de azúcar basta para devolverle todas las energías.


Datos del Relato
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