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Se acercaba la noche buena. Laura estaba casada y con dos hijos. Todos los años para la noche del veinticuatro mandaba a sus hijos a dormir muy temprano, y estos siempre se quejaban porque decían que querían ver a Papá Noel. El caso, es que estaban llegando a una edad en que sólo creían lo que veían, y por lo tanto, la sospecha de que dicho personaje no existía se hacía cada año más contundente. Como buena madre, esta no quería que sus hijos perdieran la ilusión de las fiestas, y ese mismo año pensó en la manera de sorprender a sus criaturas.
Laura, por su vecina Carolina se enteró de la existencia de una empresa, en la cual se podía alquilar un Papá Noel. La idea le cautivó, pues así, sus hijos podrían ver a dicho personaje sin sospechar de su padre, a este le pidió permiso y lo convenció añadiendo que ella se encargaría de todo. Y la verdad es que era bastante sencillo: sólo tenía que mandar una carta con su dirección, el pago en efectivo del alquiler, el sitio por donde debería entrar el enviado de la empresa (ya sea una puerta o ventana) y el lugar donde ella guardaría los regalos, antes de que Papá Noel los recogiera y los depositara debajo del árbol. Así lo hizo, y esperó ansiosa la noche del veinticuatro. La empresa sólo pedía como requisito que la carta se mandara una semana antes, y que de su parte no recibiera contestación a la carta mandada, por si algún niño se le ocurriera abrir el correo y descubrir todo el embrollo.
Llegó la noche del veinticuatro. Laura mandó a sus hijos a la cama, pero esta vez con la promesa de que los despertaría para ver a Papá Noel. Su marido se quedó dormido enseguida, pero ella tuvo que aguardar despierta porque no sabía a qué hora llegaría el individuo.
Laura escuchó el ruido de una ventana al abrirse, se puso una bata para tapar el sensual picardías que su marido le había regalado antes de tiempo, y fue a asomarse al salón para ver asegurarse de que el hombre había llegado, y así fue: el individuo estaba entrando por la ventana que había junto al árbol. La joven madre fue a despertar a sus hijos sin hacer ruido, y les pidió a ellos que también tuvieran precaución, porque si no, Papá Noel se marcharía sin dejar los regalos.
Con legañas en los ojos, los niños se asomaron por la barandilla de las escaleras que daban al salón, y se quedaron petrificados de ilusión cuando vieron a aquel hombre gordo vestido de rojo dejando sus regalos bajo el árbol. Al poco rato, su madre tironeo de ellos para devolverlos a sus habitaciones. Ellos le pidieron permiso para abrir ya los regalos, pero ella les dijo que debían dormir o si no el próximo año no vendría Papá Noel.
Laura en dirección a su dormitorio, pasó en silencio por delante del salón, y cuando vio que todos los regalos estaban bajo el árbol y la ventana cerrada se alegró, pues necesitaba una tila o algo por el estilo para conciliar el sueño con rapidez. Bajo las escaleras y se dirigió a la cocina. Cuan grande fue su sorpresa cuando encontró allí al individuo sacando una cerveza del frigorífico.
-¿Qué hace usted aquí? – susurró.
-Soy Papá Noel.
-Debería marcharse.
-Señora, que sólo me estoy sacando una cerveza.
-Le denunciaré a la empresa.
-¿Cuándo? ¿Ahora? ¿Quiere que despierte a sus hijos y les diga quién soy?
Laura guardo silencio.
-Ya veo que no – el hombre se dirigió al salón con la cerveza en la mano.
-¿Qué va a hacer?
-Tomarme la cerveza – dijo sentándose en el sillón.
-No, lárguese ahora mismo – ordenó Laura de pie frente a él.
-No haga que me enfade. Es una lastima que no pueda encender la tele – comentó.
-¿Y qué más?
-Me gusta tomar una cerveza viendo la televisión, por qué no en vez de tanto refunfuñar me enseña usted algo – dicho esto tiró del lazo de la bata, la cual se abrió de par en par.
-¿Pero que hace? – dijo Laura tapándose.
-¡Vaya picardías más sugerente! ¡Usted si que sabe celebrar la noche buena!
-¡A usted no le importa!
-Vaya, por su tono deduzco que no a celebrado nada.
-¿Por qué no se marcha de una vez? – entonces Laura calló en la cuenta de que esos ojos tras la espesa melena blanca le eran familiares.
-Creo que he hecho mi papel bastante bien, me merezco un premio, había pensado sólo en una cerveza pero ya que está usted aquí, ¿por qué no me deleita con una agradable visión?
-Yo a usted le conozco.
-Claro, soy Papá Noel.
-Usted no es de la empresa.
-Vas bien encaminada, así que no se moleste en poner una denuncia, ahora quítate la bata.
-Ni lo sueñes.
-¿Quieres que tus hijos se enteren de que Papá Noel no existe? Pues haz lo que te digo.
-Mi marido está arriba.
-Pero no gritaras, podrías despertar a tus hijos.
-Te marcharas si lo hago.
-Claro, no voy a quedarme aquí todo el año.
Laura se quitó la bata y la arrojo a un lado con delicadeza. Sus pechos redondeados asomaban por encima del picardías, este transparente, mostraba un tanga a juego, y a su vez, el bello púbico bien recortado de Laura.
-¡Vaya, estás más buena de lo que había imaginado! Ahora da un par de vueltas, como si estuvieras en un pase de modelos, quiero verte bien.
Laura obedeció ofreciéndole una fabulosa vista de su cuerpo, al rato se detuvo.
-¿Ya?
-Casi, ahora quiero verte de rodillas.
La joven madre se arrodilló en mitad del salón. El hombre se levantó y se acercó a ella.
-¿Qué vas a hacer? – preguntó ella, no obstante ya se lo imaginaba.
-Quiero que te portes bien con Papá Noel, chúpamela – dijo desabrochándose el pantalón y sacando su miembro – si no lo haces el año que viene no te traeré regalos.
-Nunca se la he chupado a Papá Noel.
-Hazlo si no quieres que… AH
Laura se tragó su polla como una loba, y se la chupó con una maestría sorprendente.
-Que bien lo haces, creo que me voy a correr.
-De eso nada – dijo Laura quitándose las bragas y lanzándolas hacia el árbol de navidad, en el cual quedaron colgadas – sólo vienes una vez al año, tenemos que aprovechar.
Tirando de él, Laura se tumbó en el sofá arrastrándolo encima de ella.
-Hazme lo que quieras, me portaré bien – dijo Laura abierta de piernas.
El hombre le tapó la boca con una mano, así ahogó el gemido de ésta al penetrarla. Laura no se lo creía estaba siendo follada por Papá Noel en el sofá de su salón. El individuo aparto la mano para probar su lengua, pero sin quitarse la peluca y la barba postiza en ningún momento.
-Ahora ponte tú debajo, quiero cabalgarte.
Papá Noel obedeció, y Laura le demostró lo bien que se le daba la equitación. Después de un rato cabalgando al galope, Papá Noel le dijo:
-Está amaneciendo y me tengo que ir, déjame que me corra.
-Un poco más, vamos, todavía no has probado mi culo, Papá Noel tiene que probar mi culo.
-¿Me dejas hacerte eso?
-Te lo estoy suplicando, ven.
Laura lo ayudó a levantarse, para después colocarse ella a cuatro patas ofreciéndole su culo.
-Vamos, pruébalo ¿No quieres probar mi culo?
-Sí, lo estaba deseando, nunca imaginé que conseguiría hacerlo mío.
-Podrás disfrutar de el todos los años si vienes.
-Claro que vendré, y no te molestes en mandar la carta, te la he traído junto con el dinero.
-Quédatelo, pero trae en Halloween un par de brujas para que mi marido disfrute tanto como yo en navidad.
-Tranquila, mi mujer lo esta deseando, lo he notado, y la otra ya se quién puede ser.
-¿Quién?
-Tú hermana, me he dado cuenta que coquetea con él, será fácil convencerlas, ¿No te importa?
-No, si tú vuelves, ¿eres un vecino verdad?
-Puede ser.
-Venga, métemela en el culo de una vez.
El vecino empujó con fuerza y se la clavó de golpe, a lo que ella se le escapó un pequeño grito.
-¿Cariño, estas bien? – preguntó su marido desde la habitación.
-Sí, sólo se me a derramado el té – le contestó – no te pares – le susurró a Papá Noel, pero cuando volvió a poner la vista en frente vio a su hijo que la estaba mirando – mama le está dando las gracias a Papá Noel, vuelve a la cama – el niño obedeció – acaba de una vez, antes de que se levanten todos.
-Ya estoy llegando, me voy a correr dentro de tu culito.
-Sí, mi culo quiere tu leche, dásela, dásela.
-Toma, toma – el hombre soltó una gran corrida.
Cuando el hombre sacó su verga aún goteaba.
-Tengo que ir al baño.
-Ya te limpio yo – dijo Laura – para qué estamos las vecinas – la joven madre se arrodillo y se la chupó tragándose todo lo que le quedaba.
Al día siguiente, todos disfrutaron de la navidad y no sólo sus hijos recuperaron la ilusión de las fiestas, ahora también Laura esperaba ansiosa la próxima navidad.
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