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~No podía creer lo que habíamos hecho, nos habíamos acostado juntos ¡Dios mío! ¡Me había acostado con mi hermano! ¿Qué iba a hacer ahora? No era capaz de mirarle a la cara ¿Cómo había podido pasar? ¡Me quiero morir!
Mi hermano y yo nos llevábamos muy bien desde siempre, íbamos juntos al colegio, luego al instituto… Salíamos muchas veces con amigos, no teníamos secretos el uno con el otro… ¡Pero esto!
No recordaba muy bien qué había pasado, si la culpa fue mía o de él. El día de mi cumpleaños, habíamos salido con varias amigas y amigos a celebrarlo. Era mi mayoría de edad, teníamos permiso para llegar más tarde pero, por si acaso, mamá le dijo a Luis que viniera con nosotras aunque no hacía falta, lo iba a hacer de todas formas.
Fue una noche fantástica, estuvimos por varios locales bebiendo y bailando. Yo no era bebedora, no me gusta demasiado el alcohol, pero no todos los días se cumplen 18 años. Mi hermano dice que soy muy mona, tengo el pelo rubito y los ojos grises, de estatura normal, sobre 1,72 y 60 kilos. De pecho no me quejo, no tengo demasiado pero sí bien tieso, o eso dice Luis, y un poco cara de niña.
Por eso, ese día bebí más de la cuenta, me pedían el carnet en todos los sitios y yo lo sacaba toda orgullosa ¡Ya soy mayor! Pensaba… Me hacía muchísima ilusión. Así fuimos pasando la noche; en uno de los sitios, mi hermano me sacó a bailar, música lenta para bailar juntos, pegados…
Me miraba con una sonrisa en la cara, yo me pegaba a él y apoyaba la cabeza en su hombro… No tengo claro quién se acercó, o si fuimos los dos, nos dimos un beso muy suave en los labios y ambos nos miramos con asombro. Luego cariño y nos volvimos a besar con dulzura.
Hubo un momento en que me empecé a encontrar mal, mareada y con ganas de vomitar. Luis me cogió de la cintura y me sacó del local en que estábamos y en el que nos habíamos besado por primera vez.
Él también había bebido bastante pero no tanto, fue muy paciente, estuvo conmigo mientras yo me desahogaba de todo, sin parar de hablar con la lengua trabada, no sé las chorradas que pude decirle, sobre todo que le quería, que le quería muchísimo, que siempre estaría con él… Luis me escuchaba comprensivo ¡Era tan bueno conmigo!
Luego me llevó a casa andando, tomando el aire para despejarme… Me sentí tan agradecida con él, tan cercana… Me abracé a su cintura mientras caminábamos. Al llegar al portal nos paramos un rato antes de entrar, me quedé apoyada en la pared y Luis, mirándome, me preguntó si estaba bien.
Le veía con ojos vidriosos, le eché los brazos al cuello y le besé en los labios para agradecerle su comportamiento, para mostrarle mi cariño. Luis me devolvió el beso con más intensidad, me asombró un poco, sobre todo cuando introdujo su lengua en mi boca.
Me separé de él, le miré agradecida, llevaba toda la noche esperando algo, quizás fuera esto… Acercando su cara me volvió a besar con pasión, intentando enredar su lengua con la mía… Y me supo bien, me agradó muchísimo y devolví el beso con la misma pasión. Tras unos cuantos besos, me encontraba muy cómoda con él y sus caricias en mi espalda me deshacían…
Me acarició un pecho por encima de la ropa y me dijo un “te quiero” en el oído… ¿Me quería? Yo también a él, también le quería mucho.
¿Cuándo subimos las escaleras? ¿Cuándo fuimos a su habitación? No lo sé, recuerdo el placer que sentí cuando, desnudos en la cama, Luis me besó entera, se dedicó a mis firmes senos excitándolos como nunca, cuando se dedicó a mi intimidad, con muchísima dulzura hasta que me vine en un éxtasis maravilloso. También recuerdo que yo le hice lo mismo, mi primera vez, a pesar de mi inexperiencia se vino en mi boca y me supo a él, sentí todo el cariño del mundo. Recuerdo que sentí un amor inmenso por él…
Y luego se tumbó encima de mí, con mucho cuidado introdujo su miembro en mi interior, fue algo delicioso. Me sentía llena, le acariciaba y él a mí, creo que cambiamos varias veces de postura porque, cuando volví a tener otro orgasmo fabuloso, yo estaba encima, restregando mi pubis contra su pelvis, con sus manos en mis pechos…
Nos quedamos de lado cuando me bajé, nos besamos y me declaró otra vez su amor.
Ahora, al despertar, estaba tomando conciencia real de lo que habíamos hecho ¡Madre mía! ¿Cómo habíamos podido? Nos teníamos cariño, nos compenetrábamos bien… Pero esto era una pasada, era romper mil tabúes… No estaba preparada para una cosa así, no me entraba en la cabeza una relación física con él, era mi hermano…
Me levanté con cuidado, recogí mi ropa y me fui a mi habitación, Luis no se movió ¿Quién de los dos había provocado esto? ¡Dios mío! ¿Y si se enteraba mamá? ¡Habíamos hecho lo más fuerte imaginable, no podía ser peor!
Me puse el pijama cuando ya estaba amaneciendo, aún así, me metí en la cama, estaba totalmente atacada, al borde de la taquicardia, mi cabeza era un torbellino, además me dolía muchísimo. Rápidamente me quedé dormida.
Mi madre me despertó pasadas las 12 del mediodía, todavía estaba un poco resacosa pero me incorporé y recibí sus felicitaciones.
-¿Qué tal lo pasasteis ayer? Espero que no bebieras mucho. – Preguntó.
-Muy bien, mamá. Estuvimos por un montón de sitios y bailamos y nos lo pasamos genial – Le contesté con poco ánimo.
-¿Si? Me alegro. Espero que tu hermano te cuidara bien. – Continuó
-¿Luis? Sí, sí, estuvo todo el tiempo conmigo, no me dejó ni a sol ni a sombra… - Hasta hemos follado, pensé con repugnancia.
-Me alegro que se portara tan bien contigo, los hermanos se deben llevar siempre bien, cuando yo falte, será lo que te quede, es muy importante. – Mamá siempre insistía en ese tema, los hermanos son lo que al final te queda.
Salió de mi habitación dejándome hecha una mierda ¿Llevarnos bien? ¡Nos habíamos acostado! Si le contara eso, seguro que no estaría tan contenta de nuestra buena relación.
Estuve encerrada hasta que mamá nos llamó a comer. Me vestí y acerqué a la cocina, Luis estaba colocando los platos y cubiertos. Me miró a la cara con una sonrisa y yo aparté la vista, roja como la grana, me sentía súper violenta a su lado. Comimos con la única conversación de mi madre que no paraba, nosotros apenas abrimos la boca. Después de recoger, Luis quiso decirme algo, pero me fui corriendo a mi cuarto, no podía ni mirarle sin sentirme fatal, hecha un asco.
Aunque pasaban los días y, quisiera o no, me iba recuperando un poco, no era capaz de estar delante de mi hermano sin sentirme fatal, incapaz de hablar con él… Eso todavía quedaba muy lejos. Luis, por su parte, después de haberlo intentado, ahora tenía una actitud parecida, sin hablar y tenso cuando estábamos juntos.
En ese tiempo, me devanaba la cabeza intentando entender cómo habíamos podido hacer aquello. El alcohol influyó, eso estaba claro, pero no te vas a la cama con un chico cada vez que bebes algo, tiene que haber un cariño, una empatía…
Pensé que ese cariño que sentía por Luis debía de ser algo más que un cariño de hermanos normales, lo deduje por cómo, en cuanto nos desinhibimos un poco, nos habíamos echado uno en brazos del otro, primero como tanteando, para luego acabar en la cama ¡Por Dios! ¿Tanto quería a Luis como para llegar a eso?
Tal y como me sentía ahora, me parecía increíble, demasiado fuerte, mi educación me hacía rechazar el suceso, me hacía aborrecerlo… Pero… Había pasado, no le paré como hubiera debido, me dejé besar y acariciar, recuerdo que me gustó mucho… ¿En qué momento cruzamos la barrera del beso y la caricia? Lo tenía bastante difuso, no fui muy consciente de ello. Suponía que la excitación me fue llevando a hacer cosas cada vez más atrevidas.
¿Y Luis? ¿Sentiría lo mismo? ¿Se habría dejado llevar o lo provocó conscientemente? Ahí estaba uno de los temas. Si fue consciente, significaba que mi hermano quería acostarse conmigo desde hacía tiempo y aprovechó la situación ¿Por amor o sólo era sexo? ¡Qué cerdo! Me había seducido aprovechándose de mi estado ¡Qué cabrón!
¿Y si era amor? Se me hacía difícil de asumir por mucho cariño que siempre me hubiera demostrado. No te enamoras de tu hermana, o no te enamoras de tu hermano, creo. Sólo me llevaba año y medio, era bastante guapo desde mi punto de vista, tenía un buen físico y una cara agradable… Pero esto era la parte física. A los chicos les influye más que a las mujeres, eso dicen. Si él me veía mona o guapa, es posible que se excitara conmigo ¿Y yo?
Me agradaba, pero no me excitaba… Eso creo. Alguna vez, en algún sueño calentito, había aparecido la figura de Luis… Pero quizás era normal, era la persona que tenía más cerca… Luego me sentía mal, bastante confusa, mi hermano no debería aparecer en mis sueños…
Un tiempo después, ni Luis ni yo habíamos vuelto a hablar del tema y nuestra relación se volvió casi inexistente, apenas nos dirigíamos la palabra, siempre nos sentíamos violentos si estábamos juntos… Hasta mamá nos decía que ya no parecíamos los mismos e insistía en que los hermanos deben llevarse bien.
Luis cumplió 20 años, lo celebró con todos nuestros amigos, aprovechando además que había conseguido una beca para estudiar fuera. Yo no fui. Estuvo preparando sus cosas durante una semana. El día que se fue, no sentí nada especial, más bien me quitaba un peso de encima, apenas le despedí con un beso en la mejilla.
Durante el tiempo que estuvo fuera, yo fui superando el haber tenido aquella relación, seguía sin aceptarla, dos hermanos no deben acostarse juntos como hicimos nosotros, era antinatural, pero dejó de agobiarme. Teniéndole lejos era mucho más fácil superarlo.
Pasados nueve meses, tenía prácticamente olvidado todo, acompañaba a mi madre al aeropuerto a recoger a Luis. No pensaba nada especial, ni siquiera me hacía mucha ilusión verle, había conseguido apartarle tanto de mi mente que ahora no me preocupaba nada lo que hiciera o le pasara.
Le vimos atravesar la puerta de la zona de llegadas un buen rato después de que anunciaran que su vuelo ya había aterrizado, venía muy sonriente, también estaba cambiado, el pelo mucho más largo, sin afeitar, más hecho de cuerpo… La verdad, casi no parecía él.
Al llegar a donde estábamos nosotras esperándole, dio un abrazo fortísimo a mamá que le llenaba la cara de besos, luego se volvió hacia mí, me sonrió como esperando mi respuesta… Yo casi ni sonreía, como si viera a alguien a quien iban a presentarme en ese momento. Un poco cortado, me dio un beso en la mejilla de refilón que me dejó un tanto chafada, hubiera esperado algo más efusivo, claro que yo no estaba colaborando mucho.
Entonces me entregó un gran peluche de un oso panda que llevaba en su brazo.
-Para ti, la mejor hermana del mundo – Dijo con una gran sonrisa en la cara.
Lo cogí y me quedé… No sé, no puedo decir exactamente como me quedé. Por un lado, el que se hubiera acordado de mí, de lo que me gustaban los peluches y que hubiera dicho “la mejor hermana del mundo” me hizo mucha ilusión, por otro, me produjo un gran desasosiego, no me apetecía nada rememorar lo que pasó con él.
Con un simple –Gracias – Cogí el muñeco y fui detrás de ellos camino del aparcamiento. Mi madre, de vez en cuando se volvía y parecía preguntarme con la mirada si me pasaba algo, yo solo sonreía.
Ya en casa, lo primero que hizo Luis fue deshacer su equipaje para enseñarnos los regalos que nos había traído. Que si una bufanda y un jersey muy chulos para mamá, un perfume caro, y para mí una camiseta y una sudadera de su universidad, junto con unos vaqueros y unas deportivas de marca.
Claro que me hicieron ilusión sus regalos, quizás me había echado de menos, pero también me produjo ese desasosiego, no sabía si él estaría recordando aquello y qué pensaría al respecto.
Sin embargo, Luis se comportaba conmigo de una forma que no sabía interpretar. Era muy amable y simpático cuando estábamos con más gente, sobre todo cuando contaba anécdotas de su curso; muchas veces se dirigía a mí en concreto, siempre y cuando requiriera una respuesta obvia o insustancial. Por lo demás, como si no existiera. Salía con sus amigos y nunca me preguntaba si yo quería ir, aun sabiendo que la mayoría de mis amigas también iban con ellos. Salía solo de casa, sin esperarme, y lo mismo cuando volvía. Estando entre todos nuestros amigos se mostraba muy extrovertido, hablaba y contaba cosas muy divertidas, pero me daba cuenta de que era como si yo no estuviera.
Cada vez me producía más mosqueo, era un cero a la izquierda para mi hermano y no hacía el más mínimo intento de cambiar. Cuando la situación se hizo insostenible para mí, me encaré con él, iba a poner las cosas claras, no podía seguir así. Un día en casa, me enfrenté directamente
-Oye Luis, me gustaría saber qué te pasa conmigo, parece que para ti no existo. – Le dije con bastante mosqueo.
Me miró como si fuera un bicho raro, como si no supiera ni de qué hablaba.
-¿A mí? No me pasa nada contigo, estoy como siempre – Contestó muy tranquilo
-Pues parece que ni me diriges la palabra, como si no estuviera. Si eso es como siempre… - Seguí
-Mira tía, no te hagas pajas mentales. Estamos como tú querías, como tú decidiste que debíamos estar – Me contestó más serio.
-¿Cómo yo decidí? ¡Yo no he decidido nada! Has sido tú el que ha vuelto idiota del extranjero.
-Vale, lo que tú digas. Hablamos lo mismo que cuando me fui, eso lo decidiste tú y no soy quién para decirte lo que debes o no debes hacer.
Dio media vuelta y se largó, dejándome con la palabra en la boca. Yo no le hablaba cuando se fue a estudiar, pero él a mí tampoco. Quizás hiciera algún intento, pero no me pareció que pusiera mucho interés.
Pasó el verano sin cambios, yo no suponía nada para mi hermano, lo que cada vez me molestaba y agobiaba más. Vale, yo no quise hablar de aquello cuando pasó, ni cuando volvió, pero ahora estaba dispuesta, teníamos que aclarar nuestra relación, la convivencia se me hacía insoportable.
Pero no hubo manera, en ningún momento conseguí su atención. Antes de darme cuenta le llevábamos de vuelta al aeropuerto para que se fuera a comenzar el siguiente curso, yo estaba cada vez más atacada, Luis me producía sensaciones contradictorias de amor, no sé si fraterno o no, de rechazo, de recuerdos…
Después de despedirse de mi madre, de escuchar todos los consejos del mundo, de prometer que escribiría a menudo, me acerqué yo a él, tenía que ser ahora, tenía que decirle lo que significaba para mí.
Porque me había dado cuenta de que Luis era una parte de mí, siempre habíamos estado juntos, nos habíamos contado todo, no teníamos secretos… Quizás eso nos llevó a lo otro, a acostarnos… Pero es que estaba claro, yo le gustaba a mi hermano y él me gustaba a mí, había sido una tonta al negármelo durante todo este año.
¡Ahora lo veía! Realmente, no podía haber acabado de otra manera entre dos hermanos tan compenetrados, que se atraían… ¿Qué le decía? Me acerqué a abrazarle, él correspondió sólo con una mano, como si se despidiera de cualquier amigo, menos incluso.
-Luis, he estado pensando en lo que hicimos y me alegro de que pasara. Te estaré esperando cuando vuelvas – le dije con todo el sentimiento que pude – Ya sé que el curso pasado no te escribí, todavía estaba muy confusa, pero tú si me escribirás ¿Verdad? Necesito hablar contigo, contarte lo que siento…
Se separó bastante sonriente pero pasando de mí.
-Tú misma. No sé de qué me hablas pero ya me lo dirás cuando vuelva.
Dando media vuelta, despidiéndose de nosotras con la mano, pasó el control de salidas rumbo a las puertas de embarque, enseguida desapareció y no me dirigió una sola mirada.
Estaba claro, no me iba a escribir, no quería saber nada de aquello… Lágrimas como puños rodaban por mis mejillas, iba a ser una desgraciada por no haberme dado cuenta antes… Mi hermano me quería, quiso decírmelo, estaba segura y sólo tuvo silencio por mi parte ¡Ahora me quería morir! Mi madre creyó que lloraba por la despedida y no la iba a sacar de su error.
Pasé un curso espantoso, Luis nunca me escribió, ni siquiera cuando yo le mandé un correo súper sincero diciéndole claramente que le quería, que quería volver a hacer el amor con él… No obtuve respuesta ¡Qué desgraciada era! Le volví a escribir para pedirle que no fuera tan orgulloso, que eso no conducía a nada… Y obtuve el mismo silencio.
Mi madre siempre estaba preocupada por mí, apenas comía, apenas salía, estudiaba lo justo… Estaba metida en una depresión que hizo que me llevara a un psiquiatra que me recetó un antidepresivo y un ansiolítico e ir a terapia con un sicólogo. Todas las semanas, durante dos meses, estuve yendo a hablar con él, no me solucionó gran cosa, pero, por lo menos, me desahogué a base de bien. Nunca le conté lo que sentía por Luis.
Al terminar el curso, yo ya había cumplido 20 años, me acordaba del día que cumplí 18, cómo lo celebramos, lo que pasó después… Luis estaría cerca de cumplir 22. Ahora iba con mi madre camino del aeropuerto para recogerle otra vez. No sabría decir cómo me sentía, era completamente diferente al año anterior. Entonces no me apetecía enfrentarme a él, me producía una ansiedad tremenda. Este año, sin embargo, me moría de ganas de verle y estaba muerta de miedo por su reacción conmigo, no sabía si podría soportar que no me hablara, que fuera como una desconocida.
Cuando le vimos, me llevé más sorpresa que el año pasado, estaba todavía más hecho, más maduro, con el pelo recogido en una coleta, sin afeitar de varios días que le daban un aspecto muy varonil. Me quedé de piedra, estaba para comérselo, se me hacía el culo gaseosa solo mirarle.
Se acercó a nosotras, muchos besos y abrazos a mi madre… Y me tocó a mí. Me dio un beso en la mejilla, respondió con una medio sonrisa a la mía que era de oreja a oreja.
-Hola Lidia ¿Qué tal?
Sin esperar respuesta, cogió todos sus bártulos y siguió a mi madre rumbo al aparcamiento, hablando muy animado con ella. El grito de mamá para que no me quedara allí atontada me sacó del estado de estupor, desconsuelo y ganas de llorar que me había dejado Luis.
Con un nudo en la garganta y los ojos anegados corrí tras ellos, gracias a Dios mi madre no pareció darse cuenta de mi estado, estaba totalmente entregada a Luis, le bombardeaba a preguntas, se reía de sus cosas… Y yo callada a punto de pegarme un tiro ¡No me había hecho ni caso! ¡Me quería morir!
Otra vez en casa, deshizo su equipaje y nos dio los regalos que nos había traído. A mí me trajo lo mismo, una sudadera, unos vaqueros y una camiseta. Ni siquiera las deportivas de marca.
Un rato después Mamá dijo que esa tarde tenía que irse durante un par de días por motivos de trabajo, no era muy normal así que pensé que tenía que aprovechar mientras estuviéramos solos. Enseguida Luis se puso a llamar a sus amigos y parte de mis amigas, hablaban de quedar esa misma tarde… A mí ni me preguntó si quería ir.
¡Dios mío, qué desesperación! Ni antidepresivos, ni ansiolíticos ni leches, estaba cada vez más enamorada de él, cada rechazo suyo me hacía desearle más, quererle más… Y el hecho de verle sólo había aumentado mis ansias de estar con él.
Salí con nuestros amigos y mi hermano a pesar de que él no me dijera nada, se estaba comportando exactamente igual que el año anterior. Fuimos a varios locales, bebiendo y charlando, yo como si no existiera. Avanzada la noche, poco a poco la gente se iba retirando a su casa, yo aguantaba por él que parecía decidido a quedarse toda la noche con tal de no ir conmigo.
Llegó un momento en que nos quedamos solos y, aun así, pasaba de mí. Se metió en un bar sin decirme nada y se pidió una cerveza, le seguí y me pedí un cubata, yo iba ya más que servida, no me apetecía nada tomar más pero no iba a quedarme como un pasmarote.
Luis bebía apoyado en la barra mirando los pocos parroquianos que quedaban, yo, sentada en un taburete, daba cuenta de mi bebida. Él terminó, pagó y se fue, ni siquiera pagó mi consumición. Pagando mi cuenta rápidamente, salí detrás de él poniéndome a su lado. No me hacía ni caso, pero no me iba a amilanar.
Así llegamos a casa, no me dirigió la palabra en todo el camino, subimos y, al entrar, se fue directamente a su habitación. Me fui a la mía llorando como una magdalena, esto era insoportable ¿Cómo podía pasar así de mí? Sabía que yo le quería, se lo había escrito, y veía que iba detrás de él como un perrillo faldero a pesar de sus desplantes.
A pesar de ir un poquito bebida, no mucho, pensé que hasta aquí había llegado, este se iba a enterar de quién era Lidia. Me quité la ropa, también el sujetador y, en vez de ponerme el pijama, me fui toda decidida a su habitación, o arreglaba esto a las bravas o me pegaba un tiro. Abrí su puerta, a la tenue luz del pasillo vi dos ascuas en la oscuridad, tenía los ojos abiertos. Bueno, que sea lo que Dios quiera.
Le empujé hacia un lado y me metí en su cama, aunque me dejó sitio, Luis seguía sin abrir el pico. Pues en silencio, pensé. Le acaricié la cara, me acerqué a besarle los labios… No obtuve ni la más mínima colaboración.
¡Me importaba una mierda! Dos años, llevaba dos años sin ninguna relación, mucho menos acostarme con un tío… Se los iba a hacer pagar como fuese. Besé su pecho, sus tetillas, las mordisqueé un poco… E hice el camino que me llevaba, inexorablemente, a su virilidad. No trató de impedírmelo así que tenía carta blanca.
Le quité el pijama y cogí su cosa con la mano, ya tenía una más que considerable erección, eso quería decir que le gustaba… No sé si lo que le hacía o también le gustaba yo. Chupando suavemente la recorrí a todo lo largo, de los testículos al glande, le di toques con la lengua en el frenillo, me la metí en la boca … Chupé, lamí, hice como si me lo follara llegando hasta la garganta, le mordí suavemente el tronco, le acaricié los huevos, apretando un poquito de vez en cuando, sacándole pequeños gemidos de dolor.
Tenía una mano apoyada en su tripa así que noté como tensaba los abdominales y me llenó la boca de ese líquido espeso y caliente del que no dejé escapar una gota, tragando conforme los descargaba. Seguí pajeándole con la mano y aspirando con la boca hasta que no salió nada más.
Me tumbé encima de él y le besé en los labios, intenté meterle la lengua … Como si nada, pero yo no me iba a rendir. Estuve mordiendo sus labios con los míos, chupándole las orejas, los oídos, el cuello… Seguí durante bastante tiempo a la vez que le movía su miembro con la mano, hasta que tuvo la suficiente erección como para poder utilizarlo.
Me quité las bragas, me subí encima a horcajadas y, sujetándole bien para que fuera derecha, me la fui metiendo hasta el fondo. Todavía no tenía una erección de esas que parecen barras de acero, pero sí la suficiente. Empecé un movimiento suave de caderas, en círculo o de adelante a atrás, me inclinaba sobre él y le besaba, me incorporaba y restregaba mi botón contra su pelvis…
Al cabo de un rato, su cacharro estaba más que duro y yo a punto de correrme. Ahora botaba encima cada vez más rápido, me frotaba yo misma con los dedos llenos de saliva… Le miraba a la cara en penumbra mientras él me observaba sin colaborar ni decir nada. Seguí hasta que me vino un orgasmo que intenté disfrutar todo lo posible, aunque su pasividad le cortaba el rollo a cualquiera.
Aun así, después de relajarme un poco y sin sacármelo de mi interior, seguí haciendo lo mismo. Me costó un buen rato excitarme lo suficiente para llegar a otro clímax, pero cuando lo conseguí, di todos los gritos que pude de la forma más sensual que supe. Ahora le notaba que también él estaba cerca, debía de faltarle poco ya…
Con las piernas agarrotadas por seguir en la misma postura todo el rato, volví a botar encima de su herramienta cada vez más rápido, llevándole a las puertas del orgasmo. Aunque no decía nada, se lo veía en la cara, eso no lo podía disimular. Intenté llegar al límite sin que se corriera y de golpe, me salí de él.
-Si quieres, Luis, esto lo puedes terminar en mi habitación, de ti depende. Ya sabes lo que yo quiero, sabes que te quiero. – Y me fui a mi cuarto, cachonda perdida y con el corazón a mil, no sabiendo si iba a venir o no.
Si no lo hacía, ya me veía yendo a la habitación de mi hermano cada día a follármelo sin que él dijera nada; sería un poco suplicio, necesitaba saber que me quería, que me necesitaba tanto como yo a él.
Estuve esperando un rato, me iba bajando la excitación a la vez que subían los nervios y no sabía qué coño estaría pensando Luis Se me llenaron los ojos de lágrimas, mi amor, mi único amor no me quería ¿Qué importaba que fuéramos hermanos? Ya nos habíamos acostado y no se había acabado el mundo, no nos habían asolado las diez plagas de Egipto, no nos había fulminado un rayo divino……
A mí me costó aceptarlo, años de educación no desaparecen de un plumazo, sobre todo cuando todo el mundo te dice que esto es lo peor, el tabú definitivo… Pero cuando lo superé, cuando lo racionalicé, me di cuenta de que le quería, le quería muchísimo, siempre le había querido ¿No tendría que pensar él lo mismo? ¿No me hizo el amor él también?
Acurrucada en mi cama seguía llorando y pensando en Luis, me parecía un cobarde si no era capaz de superar esto… ¿O era por mí? Se había dejado hacer de todo, sin colaborar, sí, pero no me había rechazado. Debía de ser yo el motivo, no me perdonaba que me apartara al principio. Pero si me quería de verdad, me tenía que entender, esto no se asume de la noche a la mañana, me había costado un poco ¿Por qué ahora no venía? ¿O es que le había parecido mal que ahora le presionara?
De tanto lloro me iba a quedar sin lágrimas, y sin plan, porque no había supuesto que reaccionara de otra forma, si estás haciendo el amor y estás a punto, correrte es lo único que tienes en la cabeza, no había otra ¿Cómo era capaz de aguantarlo? A lo mejor no tenía que habérsela mamado, ahí le dejé súper satisfecho y a lo mejor no necesitaba más…
¡Qué comedura de coco! Yo le escribí que el orgullo no valía de nada y ahora yo estaba aquí llorando y muerta de asco por… No era por orgullo, acababa de acostarme con él, y nunca mejor dicho, yo con él, sólo estaba esperando, esperando que me perdonara, esperando que me quisiera tanto como yo… ¿Me vuelvo a su habitación? Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma irá a la montaña…
Con los ojos prácticamente cerrados de lo hinchados que estaban, sorbiéndome los mocos, me fui hacia su cuarto. Si con una no valía, serían dos o tres o las veces que hicieran falta, Luis tenía que saber que no me iba a rendir jamás, sería para mí y sólo para mí como yo era de él.
Me choqué en mitad del pasillo cayéndome de culo, soltando un grito ahogado ¡Qué golpe! Miré hacia arriba y en la penumbra vi la mano de Luis extendida para ayudarme y la sonrisa de su cara. Me levantó y, allí mismo, me dio el beso de mi vida, tierno, dulce… Su saliva y la mía se mezclaban en un néctar divino, sus dientes mordían mis labios con suavidad, mi lengua intentaba llegar hasta su paladar… No sé cuánto tiempo después iba de su mano hacia su habitación.
Me tumbó en la cama viniendo conmigo, tumbándose él prácticamente encima, nos volvimos a besar, muchos besos, mucho rato. Mis manos le acariciaban la espalda, su cacharro a todo lo largo con un suave movimiento, bajaba a sus nalgas… le acariciaba también su entrada trasera con un poco de saliva en los dedos.
Bajó con la boca desde mis labios hasta mis senos, los estuvo chupando, amasando con la mano, mordiéndome suavemente los pezones, de uno a otro, a veces no tan suave… Una mano se quedó en mis tetas mientras la otra le acompañaba hacia mi más íntimo tesoro. Abrí las piernas todo lo que pude para ofrecérselo entero, totalmente depilado, no podía tener una visión mejor. Pero pasó de largo hacia mis muslos, hacia las rodillas y los pies… Me estuvo acariciando las plantas, chupando y mordiéndome los dedos…
Era súper agradable y si seguía así me iba a correr solita, sin remisión. Le agarré del pelo para atraerle a donde me interesaba, no había estado esperando un mundo para que me acariciara los pies o chupara los dedos, por muy agradable que fuera…
Dándome mordisquitos en la parte interior de los muslos, por fin llegó a mi tesoro que esperaba anhelante, húmedo, deseoso de caricias. Su lengua fue directa a mi agujerito trasero, la primera vez que me lo besaban. Estuvo un rato metiendo la punta, lamiendo los alrededores… Intentaba relajarme para que entrara lo más posible. Llegó, después de mordisquear el perineo hasta la entrada vaginal, la recorrió en círculos rápidos, metía y sacaba la lengua… Me daba cuenta de que movía las caderas buscándole, queriéndole sentir más…
No me defraudó, metió unos dedos dentro de mí a la vez que me chupaba mi botoncito, más rápido, sin forzar… Estaba en el séptimo cielo, esto era divino… Una falange ensalivada se introdujo por detrás, como yo le había hecho hacía un momento ¡Qué gozada! Tardé menos y nada en irme patas abajo, tuve un orgasmo maravilloso que me hizo chillar, quitarle la boca de mi intimidad… Y levantar el culo por la tensión que me produjo volver a correrme con sus dedos dentro, jamás había sentido nada parecido…
Me dejó caer en la cama, relajarme mientras nos besábamos, mientras le acariciaba su barra que, ahora sí, parecía de acero. Se fue haciendo hueco entre mis piernas, le tuve que soltar su cacharro dejándolo en la entrada de mi tesoro. Empujó con suavidad metiéndolo hasta el fondo, me llenó entera, era perfecta para mí, no creo que hubiera otra en el mundo igual.
Su bombeo era profundo, intenso, me mordía el cuello o jadeaba junto a mi oído, mis pechos se aplastaban contra el suyo, mis manos acariciaban su espalda, sus nalgas, metía un poquito el dedo por detrás para que sintiera más placer… Y yo me deshacía entre sus brazos mientras le decía un “te quiero” en su oído.
Aceleró un poco, metí un poco más el dedo y él tensó las nalgas, notaba que estaba a punto y quería que llegáramos los dos, tenía que ser una demostración conjunta de amor. Subí un poco la pelvis para que golpeara mi botón cada vez que entraba, agarraba sus nalgas clavándole las uñas, incitándole a ir más rápido, también yo estaba a punto de llegar…
Exploté en un orgasmo divino que me dejó sin habla, restregaba su pelvis contra la mía, me llenaba de su esencia… Cuando creí que terminaba e iba a relajarme volvió a empezar, subió otra vez desde mi coño a mis tetas saliendo por la boca, estallando en mi cerebro… Y volvió a pasar por tercera vez mientras Luis no dejaba de moverse, aún con su cosa erecta, habiendo soltado toda su carga en mi interior.
Grité de placer, me agarré a su espalda como si me fuera la vida en ello, como una tabla de salvación, levanté mi pelvis lo que pude, le clavé las uñas, me estaba deshaciendo en el mayor y mejor orgasmo que hubiera siquiera soñado ¡Qué pasada!
Cuando me relajé, Luis se quedó encima de mí con la cara metida en mi hombro, recuperando el aliento, jadeando los dos. Me pesaba y no me dejaba coger todo el aire que quería, pero por nada del mundo le iba a decir que se bajara. Le abracé más fuerte, con los brazos y las piernas, queriendo fundirme con él, que nuestros cuerpos se unieran como sentía que lo hacían nuestras almas…
Ni sé el tiempo que estuvimos así. Finalmente se bajó poniéndose a mi lado. Me miraba, de vez en cuando me besaba los labios, me acariciaba el cuello hasta el hombro…
No sé qué hora era cuando desperté, Luis me abrazaba y estábamos tapados por las sábanas. Me quedé mirando su cara, su pelo largo ¡Dios mío, cómo le quería! Me moví un poco y se volvió de espaldas, me abracé a él, apoyé mis pechos contra su cuerpo, mi mano se fue directa a su cosa.
Estuve bastante rato acariciándola de arriba abajo conforme iba ganando tamaño y dureza, cuando estuvo a punto le tumbé boca arriba, me subí sobre él y me la introduje suavemente. Después de un poquito de mover las caderas, él se enganchó a mis pechos… Me hizo un poquito de daño al estrujármelos, había sido una noche tremenda y los tenía súper sensibles…
-Suave, no seas bestia… –
Y seguí moviéndome bien ensartada mientras me acariciaba las tetas. Cuando vi que estaba a punto me froté mi botón con los dedos hasta que me fui en otro clímax bestial sintiendo como me llenaba por dentro. Caí sobre él recuperando el resuello, besándole suavemente los labios. Ya relajada me tumbé a su lado.
Un rato después se levantó, salió de la habitación y oí el agua de la ducha pasado un momento. Me levanté también, me metí en el baño y me duché con él. Tuvo a bien enjabonarme entera, y yo a él, nos besamos mucho rato bajo el agua, no sé como tuvo aguante para hacerlo otra vez en la bañera, me pareció increíble que se le volviera a levantar.
También es verdad que yo contribuí bastante, lamiendo, chupando… metiendo un dedo por detrás que hizo que su herramienta se izara en menos de un segundo. Fue maravilloso sentirle dentro mientras el agua caía sobre nosotros, me agarré fuerte para no caerme, me temblaban las rodillas del placer que sentía. Apoyada contra la pared, con una pierna rodeándole y atrayéndole hacia mí, con su cacharro entrándome hasta las entrañas, con un dedo en mi culo, me volví a correr con él, tocando el séptimo cielo con las manos.
Estaba exhausta, ya me dolía hasta el paladar. Al salir de la ducha Luis se fue a su habitación, yo le seguí, recogí mis bragas que me había dejado y me fui a la mía a vestirme. Desnuda como estaba me dejé caer en mi cama ¡Qué noche! Había sido maravillosa. Pero nadie había dicho una palabra, no sé qué clase de castigo quería darme pero no me habló y yo sólo para decirle que le quería…
Debí quedarme dormida, Luis estaba a mi lado acariciándome, estaba vestido, me miraba con una sonrisa radiante… Callado ¿Qué coño esperaba para decirme algo? Esto ya era pasarse de castaño oscuro.
-¡Tío, Luis, joder! ¡Di algo, coño! – Le dije muy finamente.
-Ah ¿Ahora ya puedo hablar? Vale… Es que hace dos años, cuando quise hacerlo no me dejaste, te escaqueaste todo lo que pudiste y claro… Tenía que saber cuando estaba dispuesta la señorita a escucharme – Me dijo con recochineo
¡Que hijo de puta! ¡Dos años! Me había tenido así dos años, porque… Yo que sé, hay que ser idiota ¡Qué cabrón!
-¡Oye! Que yo te escribí este invierno. Y te dije un montón de cosas, te dije todo lo que sentía, lo que había pasado…
-Ya, pero no es lo mismo. Tenías que escucharme y ahora parece que ya estás en condiciones.
-¡Pero si llevo un montón de días intentando hablar contigo…! No salía de mi asombro.
-Puede, pero no decías nada, solo callabas y me seguías a todos lados.
¡Qué cansino! ¡Qué tío más pesado! ¡Y orgulloso! En fin, a cada una le toca lo que le toca, intentaré pasar esto por alto, ha sido una noche fantástica y espero que haya más. Si empiezo a discutir, a saber que es capaz de hacer este tío.
-¡Joder Luis! ¿Qué querías que dijera si tú no me hablabas? Pero bueno, ya que ahora sí me vas a escuchar sólo quería decirte que te quimmmmff…… - Me puso un dedo en los labios.
-Calla, anda, que al final no voy a poder decirte nada ¿Te acuerdas del día de tu 18 cumpleaños? - ¡Para no acordarme!
-Sí, claro que me acuerdo- Le dije muy calmada
-Pues ese día, no sé si por ti o por mí, nos besamos por primera vez. Después de besarte lo supe, supe que todo ese cariño que siempre había sentido por ti era algo más, me di cuenta de que te quería. Y parecía que tú también a mí, fuiste tú la que se lanzó en el portal, la que me llevó de la mano por las escaleras hasta casa, la que me llevó a mi habitación… La que me hizo el amor.
Al día siguiente, cuando iba a hablar contigo, me pusiste caras raras y me dejaste con la palabra en la boca, así hasta que me fui a estudiar. Entonces me mosqueé un poco ¿Sabes? Si no lo tenías claro, yo sí, y vi que así, con tu actitud, no íbamos a ningún lado. Mejor dejarlo desde el principio que pasarlo mal después.
No salía de mi asombro, podía haberse dado cuenta de que yo había bebido ese día y de lo que me costó asumirlo ¡Pero después le escribí que le quería! No entendía nada.
-¿No te valió lo que te escribí este invierno? Era una declaración sincera, no sabes lo que me costó y la vergüenza que pasé.
-Claro que me valió. Pero tenía que hacerte pasar lo mismo que yo pasé, no te podías ir de rositas.
Así que era eso, me lo había querido hacer pagar ¡Qué rencoroso! Pero bueno, rencoroso o no, le quiero un montón, y él a mí ¿Qué será de nosotros a partir de ahora?
-Oye Luis ¿Qué vamos a hacer? Ahora que está claro que nos queremos, está igual de claro que somos hermanos. Yo no veo ninguna salida y me voy a morir cuando te vuelvas a ir ¿Cómo voy a pasar otro curso sola? Me muero solo de pensarlo.
Empecé a llorar al imaginar nuestro futuro, más negro que el sobaco de un cuervo… ¡Por Dios! ¡Tanto desesperar para llegar a esto! ¿Así iba a ser nuestra vida? ¿Encuentros esporádicos en verano? Luis me acarició la cabeza con cariño.
-No te preocupes, tía, estoy a punto de solucionarlo – Me dijo con seguridad
Se me iluminó la cara
-¿Ah, sí? ¿Y cómo? – Pregunté con ansia
-Ya lo verás, ahora no te lo puedo decir, no es seguro.
Me dio un beso en los labios y se levantó de mi cama.
-Vístete, vamos a comer por ahí para celebrarlo.
Rápidamente me levanté y me vestí en mi habitación delante de él, ya no me daba ninguna vergüenza. Salimos juntos a una pizzería donde comimos mientras yo le bombardeaba a preguntas sobre cómo solucionar todo. Estaba de lo más enigmático.
Al día siguiente, cuando volvió mamá, vi a Luis ir a hablar con ella. En principio, no le di mucha importancia pero cuando empecé a oír gritos de mi madre, razonamientos de él en alta voz, temí lo peor ¡Se lo estaba contando! ¿Se había vuelto loco? ¡Nos iba a matar! ¡O a echar de casa! ¡Joder, joder, joder!
Un buen rato después estábamos todos reunidos en el cuarto de estar, Luis sonriente, mamá muy seria y yo… Ni me llegaba la camisa al cuerpo. Ella se frotaba las sienes de vez en cuando, como queriendo asimilar algo muy difícil. No me extrañaba, si mi hermano le había contado algo, aunque fuera la mitad del asunto, tenía que estar que le daba un pasmo.
-Hijos… - Se le quebraba la voz –Luis, Lidia… ¿Es verdad? – Me miró suplicante
¡Joder! Me iba a comer el marrón yo solita.
-¿Verdad el qué? – contesté acojonada aunque supiera de qué hablaba.
-Lo que me ha dicho tu hermano, que os queréis… Que os queréis de otra forma – Dijo muy seria y con la voz tomada. Notaba que se le hacía un nudo en la garganta ¡Pobre mamá!
¡Mierda! ¿Por qué se lo había contado? ¡Estas cosas son secretas! ¿Y yo qué digo?
-Sí, mamá, es verdad. Luis y yo nos queremos… Nos queremos. – Respondí echándole valor, bajando la vista, juntando las manos en el regazo
Mamá estuvo callada mucho tiempo, Luis esperaba con una sonrisa y yo me estaba poniendo histérica. Muy seguro le veía al otro.
-Ya sospechaba algo desde este invierno, que te pusieras tan mal cuando Luis se fue no me pareció normal… Pero se me escapa, reconozco que se me escapa… Aunque siempre he visto cómo os queríais, lo unidos que estabais, no podía imaginar esto. Sé que yo siempre os he alentado a que estéis juntos ¿Pero pareja? Me parece demasiado… Pero si Luis dice que es así y tú también, lo tendré que aceptar, aunque todavía no sé cómo voy a poder ¡Soy vuestra madre! ¿Sabéis en que tesitura me habéis puesto? ¿Y si alguien se entera? Todos nos señalarán por la calle, seremos el hazmerreír ¡Ay, Dios mío!
-No te preocupes mamá. – Dijo mi hermano -No vamos a hacer nada en la calle, eso lo dejamos para casa. Y si alguien nos ve de la mano o abrazados, me extrañaría muchísimo que lo tomaran a mal, siempre hemos sido así. No te preocupes mamá, ya verás como enseguida te acostumbras y así siempre estarás segura de que nos tenemos el uno al otro.
Mi madre tenía cara de espanto.
-¿Tú te oyes, hijo? ¿Qué me acostumbraré? ¡Que soy vuestra madre, no vuestra alcahueta! ¿Y durmiendo en la misma habitación?… Me da mucha cosa, es antinatural. No sé si soportaré eso. – Mi madre, como era lógico, seguía con todas las dudas del mundo ¡Vaya huevos le había echado Luis! ¿Cómo reaccionaría yo si fueran mis hijos? No sé, supongo que me costaría aceptarlo, como a ella, no me haría ninguna gracia.
-¿Y cuando te vayas en septiembre? ¿Esta te va a esperar? No sé yo, sois muy jóvenes para andar con esas promesas…
-¡Más le vale! – Dijo Luis –Después de llegar hasta aquí, como no me espere la estrangulo – Me miró con cachondeo
Estaba claro que le iba a esperar, lo había hecho sin estar juntos, imaginarse ahora. Pero se me iba a hacer durísimo, más que los años anteriores ¡Ojalá pudiera conseguir yo una beca en su universidad! Porque a ver quién era el gracioso que lo podía pagar…
Mamá, poco a poco se fue haciendo a la idea, aunque creo que no ha llegado a acostumbrarse del todo a vernos como pareja, claro que sólo se notaba cuando nos íbamos a la cama o algún piquito esporádico, el resto del tiempo era igual que siempre. Con más complicidad por nuestra parte, aunque no sé si se ve desde fuera. Con nosotros seguía teniendo la misma autoridad, hacíamos las mismas cosas…
La cuestión es que pasamos el mejor verano de mi vida.
Vamos otra vez camino del aeropuerto, otro curso, nueve meses separados… ¡Que mal lo voy a pasar! Le acompañamos hasta el control de billetes de la zona de embarque, Luis besa efusivo a mamá y escucha todos sus consejos y, esta vez sí, viene hacia mí, me abraza muy fuerte, nos besamos en las mejillas… Sin poderlo evitar le beso los labios con todo mi amor, espero que no haya conocidos por aquí, me responde con pasión… Mamá no dice nada pero nos mira con reconvención.
Tengo los ojos anegados en lágrimas, lloro de amor, de felicidad y, naturalmente, por la partida. Se va despidiéndose con la mano rumbo a la puerta de embarque, en unos segundos ha desaparecido de nuestra vista.
Vamos camino del aparcamiento en silencio, a ambas nos duele que se vaya y sé que a ella le duele también por mí, a fin de cuentas, soy su hija y sabe que lo voy a pasar fatal. Aunque tengo una sorpresa…
A él no se lo he dicho y cuando lo he hecho con mamá, en el coche, ha dado un grito, no sé si de susto o alegría… Me dice que de las dos cosas, lo piensa un ratito y luego dice que es una alegría ¡Menos mal! Me va a ayudar mucho a soportar la larga espera, me va a cambiar la vida y mamá estará pendiente de mí.
No esperaba quedarme embarazada, pero es una alegría tremenda ¡Voy a ser mamá!
¡Y Luis papá! Creo que lo mantendré en secreto y así le haré sufrir un poquito por los dos años de silencio que me ha hecho pasar. ¡La sorpresa que se va a llevar cuando vuelva!
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