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Categoría: Incestos

Nieta de fuego - venganza (parte 2)

Esta es la continuación del relato de “Nieta de fuego 1”, que si la leyeron entenderán por qué no me era tan fácil seguir escribiendo, las emociones tan fuertes vividas obligaron a hacer una pausa en el relato tanto por lo extenso de comentar los hechos como por los efectos al memorarlos. Habíamos tenido sexo y del bueno, con todo el fuego que puede generar una pendeja de 18 añitos, con todas sus hormonas pidiendo que apaguen su fuego interior, y un “abu” como me dice, con toda la pólvora dispuesta, solo faltaba encender la mecha... y Giselle la encendió y ¡cómo! le estalló dentro de su intimidad más húmeda. Pero ahora sigue lo mejor...

En el relax de una afiebrada relación de sexo, nos recompusimos con una reparadora ducha, volvimos a la sala, ella vestía solo mi camisa, excitante como ninguna, los pezones con rastros del duchazo humedecían la tela dándole un aspecto por demás erótico y sensual, yo solo bóxer que no oculta la dureza de su habitante. Sentado esperé que volviera con el café, fui por unos tragos, licor dulce para ella, whisky para mí, salida de escena que me sirvió para buscar un poco más de “magia”, otra pastilla azul, intuyendo que esto recién comenzaba y a mis años, como dije antes, siempre es necesario una pequeña ayuda para sostener la autoestima y realizar una performance de calidad, que amerite repetirla.

Compartimos los tragos y volví sobre la pregunta que había quedado en suspenso, y final de la historia precedente. Cuando te dije que tú eras mucha mujer para un solo hombre (frase usada para significar que sus atributos exceden a una mujer común) respondiste (poniendo voz y mohines de bebota) – Y.… si soy mucha mujer para un solo hombre... que te parece si... Y me dejaste sobre ascuas pensando a dónde querías llegar.

Se tomó su tiempo para responder, gesto malicioso, presagia que tramaba algo “grosso”, no tardó mucho en mostrar las cartas, insinuar el boceto de un plan, pero no mucho más que eso, no hace falta mucho para saber que cuando una mujer habla de ese modo y en ese tono hay más que ideas inocentes.

Sentada en mis rodillas frota la humedad vaginal, disfruta que mis manos viajen por todas sus curvas, suspira profundo como para zambullirse en la profundidad de sus pensamientos y comenzó a decir.

 - Abu, te voy a contar por qué mi comportamiento: Resulta..., que esta mañana fui a buscar a Rogelio, mi novio, con la intención de tomarlo dormido y regalarle un rico “mañanero”, como tengo la llave, entre con la intención de despertarlo, pero..., pausa para una bocanada de aire, entré cuidando de no hacer ruido, pero... el muy hijo de puta... ¡cogiendo! con mi amiga. Otra bocanada de aire, el muy recontra hijo de puta cogía con tal calentura que nunca se enteró que lo estaba viendo

Estaba tan alterada que me asusté de mí misma y cometer un desmán, salí disparada, sin el menor ruido, cargando toda la bronca y ganas de hacerle pagar esta maldad. Sin saber a dónde ir, me vine a casa de mi abuela, me encontré contigo y.… bueno lo demás ya lo sabes. Pero no te creas que solo fuiste el artífice de mi venganza, también me sirvió de excusa para hacer realidad una fantasía tantas veces jugada en tono de broma a Emilce, tu nieta, solía decirle que eras un deseo que se hacía carne en mi cada noche desde que... – Se detuvo, con algo de miedo de sí misma.

Giselle siempre fue una muchacha precoz, a sus doce años ya tenía unas formas que hacían generar esos “ratones” que caminan el deseo de cualquier hombre, pero por obvios frenos morales tratamos de no ver, pero ella con esa malicia innata de todas las mujeres podía intuir lo que pensaba, cuando la miraba deleitaba mis ojos acariciaba sus formas de sensual mujer en potencia. Seguro ella sabía lo que pensaba por ese tiempo. Continuó relatando:

– Desde esa vez que por “error” me vieron bañar, y ambas se quedaron prendadas de esa visión de adulto desnudo exhibiendo a pleno su masculinidad en plenitud, y desde ahí ella no perdía momento de poder atisbar y espiar para ver si podía pescarme desprevenido y ver algo más.

Que la visión de la desnudez masculina la había shockeado y despertado una sensación que le hacía sentir como millones de hormigas en la entrepierna y obligaba a frotarse para calmar esa ansiedad, esto se le repetía al pensar en esa imagen, también me debe sus inicios sexuales por mano propia. Que su tesón por ver más dio frutos ese mismo año, una tarde de verano que su familia había venido a mi casa de campo para compartir el refrescante placer de la piscina. En la hora de la siesta salió a caminar a la sombra de los árboles, se llegó hasta el cobertizo, alejado de la casa, donde se guardan los elementos de jardinería, escuchó rumor de voces y ruidos extraños.

Espiando sir ser vista, pudo ser testigo oculto y ver como su tía tenía sexo conmigo, verme en todo el desarrollo, y hasta un primerísimo plano de frente cuando salía del sexo de su tía luego de haberme corrido dentro. El tiempo que le duró la visión se frotó a “todo dar”, sentía el calor intenso, la recorría y en ese momento su primer orgasmo la ahogó y la llenó de placer que nunca pudo olvidar, ahora hacía real ese deseo que tantas noches calmó “ajusticiándose por mano propia” con esa imagen como “leiv motiv”.

Con las últimas palabras se colgó de mi cuello y besó con ternura de enamorada, dejando escapar ese amor pasional contenido por años, rompiendo los diques del silencio podía liberar su energía vital y colocarla en el lugar adecuado para pacificar su sentimiento.

Relataba recostada en el sofá, abierta de piernas y las plantas de los pies sobre el asiento, de modo que pudiera tener a la vista, un primer plano del sexo más hermoso, cubierto de suave y laceo vello trigueño, bordeando los labios mayores y subiendo hacia el pubis formando una especie de copa. 

Como si fuera poco la belleza exhibida, al descuido, habilidosa en la manipulación del clítoris, separé los labios para dejar ver el interior, brillante rosado nacarado, hasta me parecía ver asomar de esa fuente femenina algún resto olvidado de semen.

Al borde de un ataque de deseo me aproxime a ella, blandiendo el “arma mortal” sin dejar de mirarnos un instante. –Abu, sé suave con la nenita hmm..

Lejos de cumplir ese sarcástico e incitante pedido, hice lo que necesitaba, una salvaje entrada al mejor estilo de desesperado amante que vuelve a su mujer después de navegar todo un año en alta mar.

-¡Ahhh! – Fue lo más que pudo pronunciar cuando sus piernas adornaron mis hombros como trofeo de caza, lanzado en ella como una tromba, con la fuerza del deseo mayúsculo y la experiencia de muchas batallas. De golpe y profundo, ¡hasta el fondo!

Las manos de la muchacha eran garras apretando mis nalgas para evitar cualquier retroceso, ayudaba en las embestidas, disfrutaba la salvaje penetración, los golpes intensos y prolongados se suceden sin solución de continuidad, el bombeo constante tiene recompensa, el primer grito de liberador orgasmo de Giselle. Solo presiono para dejarla saborear, y volver al empuje intenso y constante, es el plus que da la energía en forma de comprimido ingerido antes.

La performance de este macho posesivo e impetuoso la subleva, la revela como hembra total y llena de fuego, se toma una de las tetas, me la coloca en la boca para que se la muerda, que la retenga mientras martirizo esa vagina con furia pasional.

– ¡Más fuerte! ¡Más adentro! ¡Másss! ¡Dame más, rompeme, haceme daño! ¡Másss”

Palabras cortas e imperativas, pidiendo más allá de sus límites, más allá de lo humano.

En medio del brutal movimiento se me sale la verga y se apoya en el delicioso anillo anal, en el envión, resbala… le entra casi todo el glande. El grito de dolor y sorpresa suspende el “viaje”, la “agarra” para detener el ingreso, con voz lastimera dice: -¡Ah!, ¡no, ahí no!... Si te gusta eso... ¿antes me harías un gran favor...?

La pregunta quedó latiendo como la fija apretada en su mano, la sacó del ano y coloca en la vagina, para terminar la tarea comenzada. La pausa sirvió para demorarnos y prolongar el metisaca, un momento después dio segundo gritó de victoria, más prolongado que en el primer turno, igual que en el previo este se alarga en remezones que la agitan y sacuden de pies a cabeza, se le repiten como oleadas internas que se agitan dentro de sus entrañas.

-Estoy por llegar nena... ya me viene... – seguía sin condón, el aviso era una especie de autorización para poder venirme dentro.

-¡La quiero… toda… adentro! –Sus manos más veloces que sus palabras, retenía al macho posesivo clavando sus uñas en mi carne para apretarme, sostenerme en ella en el momento de la descarga feliz. 

- ¡Me voy, me voyyyy...! - con el último “y” se me iba el alma con la esencia viva que se escurría en sus entrañas.

Nos quedamos en perfecta simbiosis, alegoría del pecado carnal, una pieza digna de ser inmortalizada en bronce, los cuerpos enlazados, incrustados, la ofrenda viva masculina reposa en la cueva de todos los deseos.

Me retiré despacio, lento, quedé entre sus piernas, arrodillado, mirando y admirando ese cofre de la felicidad que me hizo sentirme el más macho entre los machos. 

Sin dejar de mirarnos, silenciosa espera, sabía que había más, sobre todo ahora que su venganza había abierto la caja de Pandora y comenzaba a exponer todo el desenfado y lujuria, regalarse al hombre que supo estar cuando necesitó expresarse como hembra ofendida. La vagina era “sonrisa vertical”, sus dedos la conservan abierta para ofrecer la vista del interior rosado jugoso y brillante. Con un dedo frotó el borde del orificio vaginal, agrandándolo, sin dejar de moverlo. 

Imposible dejar de ver ese juego de erotismo supremo, los movimientos y el juego digital eran el plus, observar como el semen comenzaba a deslizarse fuera de ella, un hilo de fluido levemente gelatinoso, blancuzco, se escurre, lento, hasta el anillo anal. Presiona las plantas de los pies para elevar el vientre, para mostrar como unta ese fluido en forma circular sobre el anillo anal. Se mira en mis ojos, juega con el deseo que está gestando, es la lujuria ofreciendo el “marrón” como premio.

Me invita a besarla... - ¡Aquí! - señala la “boca vertical” que aún conserva “sabor” a hombre. Con la mano por debajo de su pierna continúa frotándose mis jugos en su “anillo”, sonríe su expresión parece indica que algo se le está ocurriendo. El brillo en sus ojos y la pícara sonrisa agitan la bandera de la lujuria, mensaje cifrado en el idioma de la lascivia más procaz. Sabe manejar los tiempos, astucia de una zorra, genio de una estratega, habilidad de cazador, sigilo de un depredador, desenfado y osadía propia de su joven deseo, muestra el trofeo que está dispuesta a entregarme si…

Nuevamente la pausa, prólogo de un envite decisivo, subida al pedestal de su atrevido carácter aventurero, puso las cartas sobre la mesa.

-Si me ayudas con algo que se me acaba de ocurrir, podrás meter aquí dentro esa “cosa gorda”, preciosa verga, esa pija tan sabrosa que tiene todas mis ganas. ¿Qué decides?... - ¿Ese silencio, es un sí?

El deseo de obtener ese “trofeo” todo lo puede, aun sin saber cuál sería la moneda de cambio respondió por mí. 

-¡Sí! ¡Tú ganas, me puedes!

-Bueno… -otra pausa, - Déjame hacerlo a mi modo. Quiero darle una lección. Pegarle donde le duele, para que este hijo de puta de Roger no se olvide más de cuando me corneó, me las voy a cobrar como no se imagina. “Haceme pata” (acompáñame), y tendrás esta “cosita” (se acaricia el ano) como jamás habrías imaginado, todo para ti “Abu”. Ahora me tengo que ir, mañana en la tarde te llamo, voy a venir con una “amiguita” –remarca esta última palabra, besó en la boca y marchó.

Me quedé vibrando el cuerpo por el trajinado ejercicio sexual, relajado, me dejo caer sobre la cama, las imágenes lujuriosas hacen dulce y plácido el reposo del guerrero.

Al día siguiente hago mis cosas y vuelvo temprano, sentía esas mariposas en el estómago, que le dicen, esa inquietud de adolescente cuando se comienza una nueva aventura, un adolescente aguardando su cita, la promesa de entregarme su culito agrega adrenalina al deseo.

¡Por fin!, llegó la tarde, una breve siesta, un momento de relajación y café, el bip bip del celular, es Giselle para confirmar si estoy dispuesto. - ¡Afirmativo mi niña! –simulo aplomo y cero ansiedad.

– Bueno, vamos en camino. –ese ¡vamos! Me dejó pensando…

No demoró mucho, en pocos minutos se presentan. Giselle y el Roger, su novio, mi nieta viene con ellos, los saludos y como si tal cosa… nos pusimos a charlar de frivolidades. El calorcito amerita unas cervezas bien heladas, parloteo informal y todo se fue haciendo más laxo, más abierto en diálogo e intenciones. Giselle a instancias de mi nieta (Emilce) fue por algo más fuerte, una botella de Cuervo (tequila) sirvió para que las chicas, dieran inicio al show, el juego del bodyshot fue el caballo de Troya que se traían entre manos. 

Mi nieta, Emilce, abrió el espectáculo, quedando desnuda totalmente, tendida sobre el amplio sillón de tres cuerpos, Giselle coloco tres secciones de sal sobre su vientre, y la invitación al bodyshot, primero Roger, lamió su parte de sal, luego el shot de tequila y a morder la rodaja de limón de la boca de mi nieta, que aprovecha y le “come la boca”, luego Giselle que hace lo mismo y termina comiéndole ella la boca de la muchacha. Es mi turno, para seguir el ritual, al momento de retirar la rodaja de limón es la niña que me toma de la nuca para darme el beso más profundo de lengua que me quita de quicio, me pone a mil.

Nuevas rondas de cerveza y tequila, alternando, y ya nada fue lo mismo. Emilce es el maestro de ceremonia, invita a desnudarnos.

-¡Todo!, sacarse todo! ¡Vamossss!, es tiempo de relajo…

Las dos mujeres luciendo el mejor vestuario de Eva: La osadía, se muestran sin pudores, con la gracia de sus pocos y la arrogancia de la lujuria a flor de piel, mostrando sus pubis adornados con el suave vello deliciosamente emprolijado. Emilce solo un pequeño “bigotito” que le permite lucir esos labios rosados y gorditos por fuera, brillantes y rosados por dentro, al mejor estilo de una foto de Playboy.

Por esos momentos ya no había barreras ni condicionamientos, el calor del tequila había arriado las banderas de la prudencia y los frenos morales, era el vale todo, el todos contra todos, Giselle encendió la hoguera de una, tomando a Emilce de la mano se la colocó para que aprisionara la pija de Roger, dándole el impulso inicial para que siga siguiera sacudiéndosela. 

El morbo nos contagió, de pronto los dos hombres mamando las jugosas cucas, alternándonos y pasando de una a la otra. No sentía culpas, ella lo deseaba más que yo por la forma en que sostenía mi cabeza, y me lleva a la entrepierna para hacerla delirar. La nueva ronda de tragos hacía todo más fácil, el todos contra todos, saliendo de un agujero para entrar en otro sin importar el de quién.

En un momento Giselle dirige el “tráfico” ordena el tren, coloca a mi nieta en la delantera, “en perrita”, Roger detrás, para que le haga sexo anal.

-Esto es algo que siempre has deseado, ¡Estás autorizado! ¡Adentro! -Se lo acompaña con la mano para entrar en la muchacha.

Ahora está conmigo, lubrica y masajea la verga con sus jugos, se me “hace agua la boca”, adivino que ahora su culito será mío y...

–Todavía no, señor, ¡Primero este! -Me señala el culito de su novio. – Primero cumplir esta consigna antes de tener este trofeo. – se lo palmea, para subrayar la frase. 

Roger siente que peligra su retaguardia, se vuelve para mirar que hace su chica, intenta desconectarse, pero Giselle se lo impide, lo retiene sin dejarlo salirse del ano de Emilce, le pone seriedad y energía, se lo dice francamente y de una vez:

-Es el momento de pagar la “corneada” ¡Te dejas coger por el Abu! Es la prueba de amor que necesito para ver si me amas, te doy a mi amiga, pero te quiero ver como duele una pija como la del abu haciéndote el culo. ¡Estamos! - Decidida y autoritaria. 

La abundante ingesta de tequila había hecho todo más laxo, menos cuestionamiento y resistencia, solo acceder y acatar la orden de la jefe: Se dejó sodomizar.

Armado el “trencito de la alegría”, Giselle conduce al convoy sexual, “en cuatro” delante de todos, mientras Emilce la acaricia y lame la vagina, Roger se la incrusta por el ano, yo como “último vagón de cola”, sodomizo sin demasiada convicción ni decisión al corneador, en verdad es mi primera vez con un macho.

Giselle ni lerda ni perezosa, nota eso, y viene a corregirlo, me toma de la pija y acaricia mientras atrás de mí me abraza y empuja para que le entre todo. Sacude “el “tren” presiona y contribuye a producir los quejidos del macho que sufre recibiendo la verga en su culo, goza sentirlo sufrir la cogida, por momento impiadosa.

Como primera experiencia no está mal, los movimientos se transmiten, el morbo de ver como mi nieta siente y goza y someterlo a él, es, de algún modo como si lo hiciera con ella. Todo se ha vuelto un cojinche a todo dar, Giselle acaricia a los integrantes del “convoy”, algo totalmente loco, en un momento los quejidos, ayes y gemidos del cuarteto feliz llenó el cuarto de aroma de sexo. Ahora es tiempo de movimiento y frenesí, todo empuje, todo meter y sacar, músculos y tendones en su máxima tensión, la hormonas trabajando a full, todos los sentidos puestos en el place y las sensaciones.

En este momento dudo de que todo hubiera ocurrido, si no fuera que Giselle había colocado una cámara para inmortalizar esos momentos, hubiera pensado que aluciné por el licor. Las imágenes guardan el momento que alcanzó el zenit, el aquelarre de la excitación, todo fue como el derribo de las fichas de un dominó humano. Emilce gime en medio del trance de un orgasmo mayúsculo, Roger incentivado por la verga que taladra su ano y llega a masajearle la próstata, sumado al acelerado metisaca que se transmite desde adentro para seguirlo dentro del culo de Emilce lo ponen a una nada de acabarle.

Los brazos de Emilce ceden a la presión del novio sometido y cae de bruces, él encima y dentro, empujando a todo dar, yo acompaño al grupo y aferrado a sus ingles lo ensarto más allá de lo posible.

La “corneada” toma nota gráfica desde el objetivo de la cámara, eso pone aún más adrenalina al grupo. Los gritos y ayes se suceden, gritamos los cuatro juntos, de pronto como si el maestro de orquesta bajara la batuta, los movimientos se hacen lentos hasta detenerse, los gritos solo son bocanas de aire para no ahogarse por la respiración contenida.

El tren está arribando, las muchachas llegaron a la cima del monte del orgasmo, Emilce por la verga que le abre el culo, Giselle, tocándose, yo prefiero guardar el lácteo para mi premio. Nos quedamos gozando ese momento. Emilce rebosando de fluido lechoso en el fondo del ano, retorcerse de placer a sentirlo fluir dentro de sí.

Se derrumba el convoy, vuelcan los vagones, de espaldas sobre la moqueta, viendo como Giselle se regodea tomando gráficas de los cuerpos vencidos por el placer y agotados por el esfuerzo.

Es momento de tragos y relax, desnudos en el paraíso del placer y de la orgía, nada será como antes, sin tabúes, sin preconceptos, sin pudores, ahora somos iguales, devenidos en herramientas para el placer y el goce, registrados para que podamos volver a esta realidad y no pensar que fue un sueño fantástico.

No es fácil de creer, me lo hace sentir una erección increíble, temblor de los dedos al escribir, las imágenes siguen repitiéndose en la pantalla, el morbo suma votos positivos para la decisión de volver por más Son las brasas que alimentan el fuego, deseo de volver al incesto y la sodomía retornar en ese viaje al infierno tan temido como deseado: En eso estamos...

Lobo Feroz

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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