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Categoría: Incestos

Nieta de fuego - venganza (epílogo) parte 3

Si han leído las dos primeras entregas de esta historia, tendrán por sabido que Giselle me había prometido su ano si colaboraba en hacerle sentir en carne propia el dolor de haberle puesto los cuernos. El desarrollo de los hechos devino en una orgía doméstica, yo el artífice de su venganza, en el juego del trencito sexual debiera someter al reo, a la pena de sentir en carne propia el dolor de su venganza: Ser sodomizado.

Realmente había sido una orgía increíble, Roger, el novio culpable, le hacía el ano a Emilce, mi nieta y quien relata lo propio con el Roger.

Giselle hacía las veces de director de escena designando los roles y las tareas, y para hacérselo recordar de qué modo le habían roto e culo, había registrado toda la escena de la orgía casera donde el reo pagaba la primera parte de su culpa, la segunda era la que forma el contenido de la historia que sigue…

Acabado que fuera la orgía precedente, y nunca mejor empleado el término “acabar” porque realmente fue eso, una acabada colectiva, todos nos hemos venido o corrido del mejor modo y en el mejor sentido de la expresión. Más que una venida con el orgasmo había sido una acabada de esas que se disfrutan despacio y aún después de concluido el acto propiamente dicho, todos y cada uno de los momentos nos habían dejado el sabor de habernos deleitado con algo inédito, totalmente loco y delirante, la improvisación nos fue llevando a ese limbo de excitación y desenfreno que rebasó los límites de nuestra compresión, que en ese momento post-cogida nos tenía en silencioso recogimiento degustando las mieles de un placer diferente, sentirnos que traspusimos nuestras propias fronteras, liberado de los convencionalismos.

Nuevamente el licor sirvió para poner un poco de paz antes de reiniciar la guerra, sedar los ánimos antes de subirnos al desenfreno de la calentura en ciernes.

Tendidos sobre la acolchada moqueta, el reposo del guerrero no duraría tanto, solo fue necesario que la hábil mano de Giselle tocara la sensible masculinidad para que ésta respondiera vibrando al conjuro de su mano. Las acciones habían exacerbado el deseo de todos y según dijo la maestra de ceremonia, como enarbolando la bandera de largada: ¡Esto recién empieza!

Las dos muchachas comenzaron con el juego lésbico, mimos y caricias para calentar el ambiente, sabían del efecto sobre la platea masculina fácilmente excitable, sobre todo cuando las carnes trémulas se agitan delante de uno.

Recostados en la moqueta, seguía la ronda de tragos que difuminan los límites de la conciencia y nos ponen en trance para cualquier transgresión. Alguien bajó la intensidad de la luz, ahora “todos los gatos son pardos” las manos van, vienen y se quedan donde pinte, todos los agujeros están disponibles, sin respeto “ni pelo ni marca”, pero alguien dirige las acciones mueve los hilos para que las sombras cumplan su cometido: “Lo que se hace sin ver, son culpas sin padecer” un refrán que se me acaba de ocurrir y me sirve de excusa justificativa de los actos que sucedieron.

De pronto siento que tiernas manos se cierran en torno de mi verga, inicia una suave masturbación que en un instante adquiere la dureza del deseo. Desde pendejo, en el debut sexual con una madura trabajadora sexual aprendí el valor del juego sexual, de comprender que demorarme en la eyaculación sería muy valorado por la mujer que fuera destinataria del placer, priorizar generosamente el disfrute de ella y capitalizar ese orgasmo que la hace volar de placer para sentirlo como propio y luego tener nuestro propio orgasmo. Una mujer bien cogida es una mujer que volverá por más, fue la conclusión que se hizo carne en los encuentros de sexo y los resultados fueron más que satisfactorios.

Por eso disfruto mucho el proceso del acto sexual, disfruto en el metisaca, los gemidos de la hembra son los mimos que excitan, la prolongación del acto sexual le permite a la mujer poder expresarse como hembra, liberar a esa perra que lucha por salir, ser una prostituta capaz de permitir y permitirse llegar a placeres que jamás habría imaginado.

Mis deseos estaban a full, las manos que me pajean ahora son dos pares. No hay diálogos, solo las respiraciones alteradas por las emociones, cuchicheos y una boca que se posa en la cabeza del falo, se retiran las manos, un par recorren mi pecho, otro par tan suave como el primero los testículos y la entrepierna. Un par más se ciernen entorno de la verga, supongo que… pero no quiero pensar en eso, solo dejarme llevar por esa boca caliente y lengua áspera que sube y baja por el tronco enhiesto y latente. 

Alguien empuja la cabeza de quien realiza la mamada, que sufre una arcada por haberlo impulsado de sorpresa, risas femeninas revelan quien es el mamador. Me lo dejan mamando, entiendo que obligado a estar en esa postura hasta que puedo descifrar por el tamaño de la sombra que su novia está manipulando algo como un cinturón o una correa o algo así.

La sombra de Giselle cubre el trasero de Rogelio, con la verga en su boca, más risitas de las muchachas hasta que mientras Emilce le abre las nalgas, ¡Giselle se posiciona para sodomizarlo!!

Debió sacarme de su boca para evitar una mordida, el movimiento de Giselle no fue tan suave como cuando fue mi turno, el strap que porta la novia le entra dilatando los esfínteres del novio corneador. Emilce le vuelve a poner mi verga en su boca para que siga mamando, la novia comienza a moverse en su culo. 

Es turno de Emilce que lo alienta a dejarse “garchar” mientras le sacude la pija que se ha puesto bien dura. Sexo anal actúa como excitante de la próstata y la mano de la muchacha hacen el resto para exprimirle el semen que derrama sobre la alfombra hasta dejarlo exhausto por la acabada y por el culo roto con el strap.

Ahora es mi tiempo, me colocan unas nalgas delante para le haga sentir el calor de mi verga, de bruces, la cara contra el piso y el culo bien elevado ofrece su almejita para sentir el calor de la carne joven. ¿Cuál es? ¿Acaso importa ahora? Pues no, es una hembra que tiene ganas, yo un hombre caliente entonces…

Fue una cogida intensa pero breve, se salió y otras nalgas en su lugar, por suerte es mujer. Otra vez a sacudirme dentro de esa vagina tan jugosa. Nuevamente una cogida intensa pero breve para mi calentura…

Se abre la puerta de la cocina y la luz que aporta muestra que la mujer que esta entre mis piernas es Giselle. 

Nuevo cambio de escena, Giselle dispone el nuevo escenario, se coloca sobre Emilce en la postura del “69”, ordena al novio que me lleve la poronga hasta su hoyo, previa lubricación del ano con su boca colabore guiando hasta que le entre toda. Quiere humillarlo, “en vivo y en directo” que sienta como mi erección dilata el esfínter, abriendo el anillo anal, mientras le dice:

-  Fíjate, mira bien como el “abu” le abre el culo a tu novia, siente como me lo desvirga conuna pija más gorda que la tuya, bueno eso ya lo sentiste cuando te rompió el tuyo.

Sus dichos y la presencia de público hicieron que este revuelto de sexo aporte el plus de libido que eleva la calentura al nivel de una orgía total. La muchacha era una hembra de “armas llevar” un polvorín atestado de erotismo, la venganza la motivación, el sexo anal el vehículo y la poronga taladrando su culo la mecha que encendió la dinamita.

Ordenó al novio que lamiera la vagina de Emilce, mientras ésta lamía la conchita de Giselle y alternaba con caricias y lamidas a mis testículos. El puzle sexual encaja a la perfección, todos y cada uno en su lugar exacto, la orquesta afina sus movimientos, Giselle dirige y ordena hasta que todo se desparrama, sus rodillas aflojan ante la vehemencia del abu que se mete dentro todo dentro del culo, empuja con fuerza y transmite la potencia del polvo a los otros partícipes.

Me pierdo como es común en estos trances de la calentura, hacer sexo anal a una hembra es algo que me supera, me produce un placer tal que transforma la racionalidad en delirio lujurioso. Me agarro a sus caderas para impulsarme en ella, las primeras nalgadas fueron solo ruidosas, pero gustó de sentirlas y pidió más… - ¡Sí... sí, dame, dame más fuerte!!!

Complacida y compartida por los otros que pedían que sacudiera a la “perra puta”, también el novio disfruta del acto de someterla y dominarla. Los cabellos de Giselle entrelazados en mis dedos son las crines de la potranca por domar, ensartada hasta el fondo de los límites de mi cuerpo y castigando con la mano libre las “ancas de mi yegua” la incito a galopar, a sacudir a su domador, a moverse, a gritar…

¿Todo se desmadra, sus gemidos son gritos, de dolor o placer? ¡Qué importa!

La montada a pelo está en su apogeo, todo se va poniendo a tono, la someto en silencio, esos momentos cruciales cuando transitamos los últimos tramos de la preparación del trance a inmortalizar la calentura del macho, convertirla en energía láctea. Los primeros estertores y latidos internos avisan de la eyaculación ya va en camino. Un golpe brusco y profundo abre el culo de Giselle, empujando, bien a fondo, otros más liberan el semen que se fue generando durante todo ese tiempo que estuvimos teniendo sexo.

Es la hora de vaciarme, todo, todo y más. El agónico ruido que me sale desde lo profundo del pecho es un mix de agonía con el grito de Tarzán, todo para acompañar el desvirgue de la muchacha bautizado con el semen del hombre que consumó su mejor polvo. – No te salgas, quédate, déjame sentir tus latidos…

Permanecí dentro hasta los últimos latidos, salí despacio, mientras la boca de Emilce se coloca en posición para recoger los restos de semen que su abu arrastra en la salida del culo que dejó de ser virgen. Con un resto de voz, Giselle ordena a su novio que termine de pagar sus culpas… - Roger ahora se la limpias con tu boca, que no quede ni un resto de semen… Ah, y después me besas y compartimos…

Juntos y revueltos quedamos desparramados sobre la moqueta que conservaba las huellas de la orgía que disfrutamos…

Como había escrito en la segunda parte, todo esto había sido registrado en video por Giselle, para completar su venganza. Dicen que la venganza es un plato que se come frío, pero esta muchacha se comió un buen trozo de poronga y bien caliente.

La mujer para ser infiel necesita una justificación válida, el hombre para ser infiel, tan solo necesita tener una mujer delante.

La realidad no necesita que los hechos se ajusten a una lógica racional, los hechos se dan sin complacer a ningún ordenamiento lógico.

Lobo Feroz

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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