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Mi mujer llevaba una semana diciéndome que necesitaba relajarme.
Acababan de ascender en el trabajo, con el consiguiente aumento de responsabilidades; hacia un par de días que estaba intentando dejar de fumar, y, para colmo de males, mi mujer estaba a punto de dar a luz nuestro primer hijo, por lo que ya llevábamos casi un mes sin echar un polvo. En definitiva, tenia los nervios de punta. Cada pequeña discusión se convertía en una pelea en toda regla.
- Carlos, necesitas relajarte. Si no te calmas un poco vas a acabar con los nervios destrozados.
- Lo se, Eva, lo se. Pero que quieres que haga? Tengo mas trabajo que nunca, y ahora mismo no puedo cogerme unas vacaciones, que es lo que de verdad me haría falta.
- Porque no vas a darte un masaje? Bea tiene unas manos que son una maravilla. Seguro que te deja nuevo.
Bea es la chica que depila a mi mujer. Por lo que se, tiene un pequeño gabinete de belleza en un piso del centro de Madrid. Además de depilaciones, manicuras y demás, por lo que se ve también hacía masajes. Decidí no hacerle caso a mi mujer, porque la verdad es que no soy demasiado aficionado a los masajes. La única vez que he recibido uno fue en un Spa de un hotel, durante unas vacaciones que pasamos mi mujer y yo en Sevilla. El masajista era un tipo musculoso que se empeño en demostrarme que no era gay rompiéndome todos los huesos del cuerpo.
Le dije a Eva que no me apetecía y me olvidé del tema.
Dos días después, Eva me llamó por la mañana al trabajo
- Hola Cariño, como vas?
- Hasta las narices, todo son problemas con el jefe de personal. Que quieres?
- He pensado que podríamos comer juntos.... Como es viernes.
- Por mi perfecto, necesito desconectar un poco del trabajo. Donde nos vemos?
- Te espero a las dos en la puerta de tu despacho.
- Ok
A las dos y cinco apague el ordenador y baje a la calle. Mi mujer estaba esperándome distraída en la puerta del edificio donde trabajo. La observe un momento desde el portal. La verdad es que tengo mucha suerte con ella. No es que sea una modelo, tiene una nariz demasiado grande y es un poco bajita, pero salvando esos detalles, tiene un cuerpo de impresión. Hace un par de años se operó las tetas y la verdad es que no he visto otras mas bonitas en toda mi vida. Delgada, pero no demasiado. Como me gustan a mi las mujeres. El gimnasio le había puesto un culo estupendo.
Le dí un beso y ella me devolvió una sonrisa mientras me cogía de la mano.
- Donde quieres que comamos? - le dije
- Había pensado en ir a Vips, te parece?
- Perfecto.
Durante la comida volvimos a hablar de mi estado de nervios. Le comente que me llevaba varios días tomando analgésicos y que incluso hoy me había llegado a marear durante una reunión.
- De hoy no pasa, ahora mismo llamo a Bea y te pido hora para un masaje
- Déjalo, ya se me pasará
- Ni hablar.
Cogió el móvil y se puso a hablar con ella. Cuando colgó me informó:
- Me ha dicho que puede cogerte si vas dentro de media hora.
- Joder Eva, no pararás hasta que lo consigas, no?
- Ya me conoces.
- Esta bien. Iré. Pero dudo que me sirva de algo.
Pagué la cuenta y salimos a la calle. Mi mujer me dio la dirección, me dio un beso y se fue. Paré un taxi y le pedí que me llevara. Cuando bajé, me encontré con un edificio bastante viejo y destartalado. Bien empezamos, pensé. Llame al timbre, me abrieron y subí hasta el 6 piso en un ascensor desvencijado. Llamé a la puerta bastante escéptico, pero cuando se abrió casi me quedo blanco. No debía tener mas de 22 o 23 años. Rizos de color azabache le caían por los hombros, unos ojos de color miel conseguían destacar de puro milagro, al lado de una sonrisa perfectamente blanca.
Me quede callado. No se porqué, pero esa es siempre mi reacción ante una mujer guapa. Y esta lo era de veras.
- Tu debes de ser Carlos, no? Eva me ha hablado mucho de ti, dice que estas insoportable últimamente, ja ja ja. Me ha prometido pagarme el doble si consigue que te relajes un poco.
- La verdad es que estoy un poco nervioso, pero no pensé que fuera para tanto - le dije.
Me acompaño hasta una pequeña habitación. En el centro había una camilla de masajes de esas que tienen un agujero en uno de los extremos para poder estar boca abajo sin asfixiarte.
- Quitate la ropa y ponte esto. Cuando estés listo me avisas.
Sin darme tiempo a responder salio de la habitación cerrando la puerta tras ella. Me fijé en la pequeña bolsa de plástico que me había dado. Tenia un pequeño tanga de papel de usar y tirar. Solo de pensarlo enrojecí hasta las raíces de mis cabellos. La verdad es que soy bastante pudoroso. No me gusta mucho que me vean desnudo. Por un momento pensé en llamarle y decirle que prefería quedarme con mis boxer, pero al final, no se porque, decidí ponérmelos. Me imaginé que no debía tener muchos clientela masculina, porque aquello a duras penas ocultaba mi aparato. Todo irá bien mientras no te des la vuelta, pensé.
Me tumbe boca abajo , como pude me cubrí el trasero con una toalla y le llame.
Entro prácticamente sin hacer ruido, bajo la luz hasta estar casi en penumbra, y puso un disco de musica clásica.
Se puso en cuclillas a mi lado, y en un susurro me dijo al oído:
- Ahora quiero que te olvides de todo, de tu trabajo, de tu mujer y hasta de ti mismo.
Me embadurno de crema la espalda y empezó a masajear la espalda. Era una autentica maravilla. En unos pocos minutos estaba en el cielo. Que manos, por Dios. De vez en cuando se me escapaba algún gemido de placer.
Un rato después empezó con mis pies y poco a poco fue subiendo por las piernas.
Cada vez se acercaba mas y mas a mis huevos y yo cada vez me iba poniendo mas y mas tenso. Mi erección era increíble. Si supiera el tiempo que llevo sin meter, no me tocaría entre las piernas, pensé.
Bea se volvió a arrodillar a mi lado y me susurro:
- Date la vuelta
- Como? - pregunte
- Tengo que hacerte la parte de arriba
- Es que....
- Vamos Carlos, girate despacio.
Por un momento pensé en decirle que no. Mi erección no iba a ocultarla debajo de ese minúsculo tanga de papel. Y para colmo Bea era amiga de mi mujer. Como iba yo a explicarle que me había puesto cachondo con su masajista.
Lentamente me dí la vuelta. Abrí los ojos y le miré. Estaba sonriendo.
- Lo siento -dije - no se que me ha pasado,
- No te avergüences. Es lo mas normal del mundo. Además, no le diremos nada a Eva, ja ja ja...
- No sabes el mal rato que estoy pasando.
- De verdad que no pasa nada. Además, de este modo estoy segura de que el masaje te esta gustando - dijo entre risas.
Volví a cerrar los ojos y procure pensar en otra cosa. Pero no había forma. Bea seguía con el masaje por el pecho, y mi erección no hacia sino aumentar. Prácticamente tenia media polla fuera del tanga. Lo peor fue cuando paso a masajearme las piernas. Cuando con sus manos acariciaba mis muslos embadurnados de crema, hubo un momento en que me rozo los huevos y yo no pude evitar ahogar un gemido. Abrí un momento los ojos y me fijé en ella. Tenia la mirada puesta en mi tanga, del cual escapaba ya prácticamente todo mi rabo. Me brillaba el capullo y gotas de liquido me resbalaban por la tripa. Jamas en mi vida había estado tan excitado. Me fijé bien en ella, estaba hipnotizada mirándome la polla. Los pezones se le marcaban a través de la tela de su camiseta y tenia toda la cara roja.
De repente y, sin decir nada, empezó a bajarme el tanga poco a poco. Ni siquiera me miraba, solo miraba a mi polla. Despacio fue acariciándome con las dos manos. Con una me tocaba los huevos y con la otra me masajeaba el capullo.
Se paró un momento y me miro a los ojos. Estaba como turbada. Pensé que me iba a tirar de allí, pero de repente acercó su boca a mi polla y se metió el glande en la boca. Con mi miembro ya en su boca, empezó a mover su lengua por todo mi capullo. Yo no podía creermelo. Bea cerro los ojos, como saboreando un manjar exquisito, y empezó a hacerme la mejor mamada que me han hecho en toda mi vida. Lo hacia despacio, como si tuviese miedo de que se acabará. Tuve la sensación de que estaba disfrutando más ella que yo. Subía y bajaba la boca por mi rabo despacio, y su lengua hacia maravillas en la punta de mi polla. Evidentemente, no aguante mucho tiempo. Entre la excitación que me había producido el masaje, y esa diosa chupandomela, en un par de minutos le avise de que me corría.
Fue como hablarle a la pared. Ella siguió a lo suyo. Metiéndose mi polla hasta casi tocar su garganta. No aguante ni un segundo mas y , entre gemidos y espasmos, solté un abundante chorro de leche en su boca. Ni por esas.
El semen le salia por entre los labios y le bajaba por el cuello, y ella no dejaba de chuparmela. Yo estaba alucinado.
Aun siguió chupándome la polla durante un par de minutos mas, siempre con los ojos cerrados. Cuando se la saco de la boca, empezó a lamerme desde los huevos hasta la punta, ahora si mirándome a los ojos. Enseguida volví a empalmarme.
Ella se incorporó y se quito la camiseta. Tenia unas tetas pequeñas pero bonitas. Con pequeños pezones oscuros y de punta. Se quito también el pantalón y un tanga negro que llevaba.
Sin dejar de mirarme a los ojos, se subió a la camilla, puso un pie a cada lado de mi cuerpo y poco a poco empezó a descender hasta tener la punta de mi polla en la entrada de su coño. Aguanto unos segundos así, quieta, mirándome lasciva. Mi capullo rozaba los labios de su coño, tenia la polla palpitando. Muy despacio empezó a bajar el culo. Yo iba sintiendo como cada centímetro de mi carne se hundía dentro de ella. Era maravilloso.
Cuando la mitad de mi polla estuvo dentro de ella, se dejo caer de golpe, metiéndose todo mi rabo de un solo golpe. Yo exhale un suspiro y ella emitió un largo gemido, flojo al principio y casi un grito al final.
Estuvo un momento parada, con los ojos cerrados y la cabeza mirando al techo, como queriendo sentir toda mi polla dentro de ella. Pero enseguida empezó a cabalgarme. Toda la dulzura con la que me había mamado la polla, se había tornado ahora en agresividad. Me estaba follando como si de ello dependiera su vida.
Porque era ella quien me follaba a mi. Saltaba encima de mi verga con tal desenfreno que un par de veces estuvo a punto de sacársela. Yo esta vez si que pude aguantar un buen rato. Mi primer orgasmo me había dejado preparado. Después de unos minutos cabalgando salvajemente, note unos espasmos en las paredes de su coño, abrí los ojos y vi como empezaba a pellizcarse y estirarse los pezones, mientras estallaba en un mar de gritos y gemidos. Arqueo su espalda hasta casi tocar mis pies con su cabeza en el mejor orgasmo que he visto en ninguna mujer. Después de algunos espasmos, se quedo parada, como muerta. Yo todavía no me había vuelto a correr.
Decidí que ya estaba bien de dejarme usar por esa mujer, y empecé a tomar yo la iniciativa. Conseguí, no si esfuerzo, que se levantara. Estaba rendida. La apoye contra la camilla, le abrí un poco las piernas, y le metí la polla de golpe. Fue como revivir a un muerto. Enseguida empezó a mover las caderas de nuevo. Pero esta vez era yo quien mandaba.
Con mi mano izquierda le cogí del pelo y se lo estiré hasta que levanto la cabeza y ahogo un grito, y con la otra mano le pellizcaba un pezón. Seguimos con esta postura unos minutos hasta que no pude mas y me corrí por segunda vez, entre espasmos y gemidos.
Cuando recuperamos un poco el aliento, Bea se giro y me miro como avergonzada de lo que habíamos hecho. Recogió su ropa y salio rápidamente de la habitación.
En cuanto me hube vestido, le pague, y, sin dirigirnos la palabra, salí del edificio.
Cuando llegue a casa, mi mujer estaba sentada en el sofá mirando la tele.
- Como te ha ido?
- Bien - conteste.
- A que Bea tiene unas manos maravillosas,
FIN
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