Las Vegas y el estado de Nevada están ubicados en el suroeste de los Estados Unidos. Se asienta en una formación geológica única llamado el área de la "Cuenca y Cordillera" caracterizado por cientos de pequeñas cordilleras montañosas con incontables valles desérticos
El clima es extremadamente caliente y seco. Los veranos con temperaturas que exceden frecuentemente los 40 grados son un infierno y mas sobre la extensa ruta interestatal, que me hacia maldecir el calor y sudar por todos los poros de la piel, relajando mi cuerpo poco a poco seguramente por el largo viaje que parecía no terminar nunca. Despotricaba también por la entupida idea de viajar en automóvil atravesando el desierto “para conocerlo”. El abogado me había advertido –en esta temporada es una locura-
En el cruce con la 95 veo a una mujer entre treinta y cuarenta años que esta parada cerca de la carretera bajo el tórrido sol. Debido a la velocidad que venia no puedo detenerme frente a ella, por lo que la llame con la mano haciendo una señal de ¡Ven!
Obviamente ella viene, le abro la puerta y mientras sube una ola de vapor penetra en el interior calentando inmediatamente el automóvil. Su vestido liviano se corre dejando ver unas magnificas piernas, me pregunta si puede fumar mientras enciende un cigarrillo. Entonces la indago ¿A que parte de la ciudad quieres que te lleve? Me contesta –donde quieras- ¿De donde eres? De ninguna parte. La mire brevemente y guarde silencio, pensé que tendría algún motivo y me gusta respetar a los demás. Velozmente acortaba distancias atravesando pequeños lagos que casi secos por el intenso calor producían destellos luminosos.
Al entrar a la ciudad todo el cansancio había desaparecido. Las Vegas en sí forma un enorme oasis en un valle desértico. Árboles de palmera se alinean en las calles, hierba verde y florecientes arbustos rodean las casas. Esta ilusión es mantenida por los millones de galones de agua importados del cercano Lago Mead y las masivas cantidades de electricidad proporcionadas por la propia central de la ciudad.
Es el parque de diversiones para adultos más grande del mundo. Es una ciudad dedicada a las apuestas y la diversión. Todo en Las Vegas es hecho a una escala grandiosa y espectacular. A lo largo de Las Vegas boulevard – conocida como ''strip'' nos encontramos con una gran pirámide de muros de cristal y cientos de metros de altura con una réplica de la Esfinge casi de tamaño original. En la siguiente calle, un castillo mas grande que se pueda imaginar, con deslumbrantes torres de colores. A la derecha, nos encontramos con un perfil tridimensional de la ciudad de Nueva York con todo y la Estatua de Libertad. Siguiendo por la misma calle, pasamos por un volcán gigante que hace erupción cada 30 minutos arrojando una gran bola de fuego, encontramos una escena a escala normal de la guerra entre combatientes Británicos luchando contra un barco pirata, todo esto justamente enfrente de la acera que se encuentra llena de espectadores. Le pregunto ¿En realidad es esta una ciudad, o estoy en un fabuloso parque de diversiones en algún otro planeta? Me mira con unos ojos deslumbrantes y de una enorme tristeza - ¡Es una ciudad mas! Dice.
Entonces le dijo ¿Donde te dejo y qué haces esta noche?
-Donde quieras, lo que quieras-
Bien, entonces vamos al hotel Bally´s que tengo una reserva. Me dijeron que es un moderno hotel de lujo de muchas plantas con cientos de habitaciones. Que además posee una vista panorámica de Las Vegas espectacular, con sus luces de neon y las pintorescas montañas.
Mirándola murmuro, nos duchamos y cenamos en la habitación con un buen champagne o lo que desees. Las habitaciones están acondicionadas con muy buen gusto.
No tienes donde ir no donde dormir, entonces disfrutemos de un amor que no lo será, pero que tras muchas horas de viaje lo merecemos. ¡Si! Contestas y se te iluminan los ojos.
Buena cena, cordero asado y un postre típico de la región, con champagne Mont Chandon Imperial y una copa de licor.
-No se cual es tu nombre –pregunto. ¡Natalia! contestas- ¿No se de donde eres? -- De Argentina- ¿No se nada de ti, casi no hablas? Mas te vale, contestas- ¿Esta bueno el champán?, Pregunto con la alegría lógica tras una buena comida. Nada dices, te levantas de la mesa y pasas al dormitorio. Te sigo ansioso, todo en ti es un misterio. Desde tus rostro, tus cabellos, tu cuerpo esbelto y dorado por el sol y el aire de nostalgia y tristeza que se desprende de ti.
Te sacas la camisa de seda blanca ¡Dios mío! Que pechos hermosos, -ya te estoy amando-
Té quitas el pantalón, y aparece una tanga blanca que dejan, revoltosos, aparecer unos pocos vellos, los últimos de tu "monte de Venus" ¡Increíble! Repito mentalmente.
Estaremos más cómodos en la cama, te digo -tirando suavemente de tu mano. ¡Si! Contestas, mientras te tapas el pubis con la mano ¿Cual de ellas? ¿Izquierda? ¿Derecha? ¡Da igual! Y nos acostamos, te beso un pecho -No sé cuál- te beso el otro -no sé cuál- y poco a poco, milímetro a milímetro dejo discurrir mi lengua, que hace un alto en el ombligo, y llego hasta el pubis y esos pocos -muy pocos- vellos traviesos, se enredan entre los dientes, y me hace toser por que han llegado a la garganta.
Tú te dejas hacer. Acercas una de tus manos, blancas manos doradas por el sol- ¿Derecha?, ¿Izquierda? ¡Que más da! Y te abres despacito el sexo, y poco a poco, separas mi boca, para abrirlo totalmente. Cruzas tus dedos tapando tu clítoris, elevas la mano hacia arriba ofreciendo tus labios menores para que los bese, para que los disfrute con mi lengua y las 2000 papilas gustativas. Disfruto, ¡mierda! Disfruto mientras diriges mis movimientos con la mano ¡Cual! ¿Derecha? ¿Izquierda? La que queda libre.
Tal vez haya transcurrido una hora, quizás diez minutos. No lo sé, no controlo el tiempo.
Tienes un orgasmo, gimes -bajito- y encrespas los músculos. Gotas de sudor corren por tu rostro.
Suavemente me haces girar. Cabeza arriba. Tu lengua –terciopelo - juega un rato con mi glande, y metes en tu boca mi pene. ¿Disfrutas? ¡No sé! ¡Creo que sí!
Te colocas frente a mí mientras sigo de espaldas y me muestras tu sexo -tras el orgasmo, un poco más dilatado- y me lo ofreces otra vez -divino placer- y otra vez lo coloco entre mis labios, lo beso, lo saludo y casi le hablo.
Te escurres por entre mis músculos pectorales, me estas dejando el olor de tu sexo y lo sitúas frente al mío, que ya esta por reventar. Sin tocarlo, esta muy erecto y no hace falta, te lo introduces, poco a poco, centímetro a centímetro, en tu vagina. Solamente la puntita, como me gusta. Mueves las caderas para acomodarte mejor. Consigues que entre todo. El vello de mi pubis se entremezcla con el tuyo.
Te miro -por última vez-, eres preciosa. Ojos de avellana, hombros fuertes y dorados, cabello claro mediano, labios carnosos con restos de pintura, pechos erectos, con pezones abultados y aureola sonrosada, estomago sin grasa y sin músculos, sexo con vello, pero muy pocos. No puedo mas, acabo dentro de ti.
Miro la hora ¡Las tres de la madrugada! Voy al baño, me ducho, aprovechas y con ardor casi juvenil entras en la ducha y me abrazas, ¡Dios! ¡Cuanto la deseo! Nos frotamos, nos frotamos, nos frotamos.
Miro el reloj, las seis de la mañana. Te has dormido -pareces un ángel-
Miro el reloj, las ocho de la mañana. Tengo que irme, debo irme. Me esperan a las nueve, me esperan a las diez, a las once, a las doce, a la una.
Duermes. Mi angel duerme. Te dejo doscientos dólares, sé que debes de seguir tu camino, y yo el mío. Mientras coloco los billetes en la mesita veo que abres un poco un ojo. No estas dormida, te haces la dormida. Anoto un teléfono -que no es el mío- en una servilleta del Hotel.
Cierro la puerta despacio. Bajo a recepción. Pago la habitación y digo. Guiñando un ojo cómplice al recepcionista, - no hagan la habitación hasta que despierte.
Salgo del hotel. Estoy como siempre que viajo a una ciudad nueva desconcertado, voy caminando por el boulevard -muy poca gente en la calle-. Me acerco al semáforo y veo la luz amarilla de precaución. Me acuerdo de ti, me acuerdo de tu sexo -me viene a la memoria tu tenue humor, como escondiendo una sonrisa-. Me acuerdo de tus cabellos, suaves... Lacios..., cruzo el paseo, sin querer, y sin mirar. Escucho una estridente frenada, una bocina…
Te vi. Pasar, te vi cruzar el paseo mientras un medico me atendía y la ambulancia con las luces encendidas me tapaba del sol. No podía mover el cuello -el cadillac me lo había roto-, me mirabas y en tus ojos ¡Dios, no recuerdo el color! ¿Verde, azul? Una lagrima rodaba en tus mejillas, vi que dirigías una de tus manos ¿Izquierda? ?Derecha?, A tu pantalón vaquero, a la bragueta y hacías con tus dedos un ademán de abrir tu sexo.
Te recuerdo, mucho te recuerdo y por siempre te recordare, aquí postrado en esta cama del Hospital General de parapléjicos en Nevada.
Mateo Colon 05 de noviembre de 2003
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