Miércoles 21 de Abril, 2010. 4 de la tarde.
Habían pasado 7 días desde que ví por primera vez a mi madre desnuda. Cada día me la jalaba pensando en tan magnánima imagen. Sin embargo, las cosas no iban del todo bien.
Mis padres empezaban a tener problemas, ya los tenían, pero en los últimos días se han ido acrecentando. El dinero, vacaciones, cargas de trabajo excesivas, quién manda, etc. Como si fueses juntando de poco a poco en una alcancía pero en lugar de juntar monedas juntas mentadas de madre y miradas de desprecio.
Acabábamos de comer y mi madre empezó a cuestionarle a mi padre sobre el dinero para la semana. Mi padre era muy bueno para los negocios, pero muy tacaño. Sentía que no debía gastar centavos de más, pero mi madre no estaba de acuerdo con eso.
Ambos discutían en la mesa sobre ese asunto. Francamente estaba hasta la madre de eso, pero no podía retirarme hasta que ellos terminaran de “conversar”. Entonces empecé a enfocarme en algo más agradable, el escote de mi madre:
La blusa blanca que llevaba estaba algo desabotonada y dejaba ver un muy agradable panorama. Enfoqué mi atención en eso mientras ellos seguían su discusión. Pasaron unos minutos y lo que parecía un debate moderado empezó a ser una escalada de reclamos de ambos.
Mi madre, siendo de carácter muy fuerte, no se guardaba nada. Le reclamó sobre el dinero, sobre el exceso de trabajo que mi padre tiene, la nula atención que tiene con nosotros, y sin darse cuenta, también le reclamó su postura como marido. Eso me llamó la atención.
Mi padre también le reclamó muchas cosas, entre ellas que siempre estaba de mal humor, que estaba más preocupada por la escuela que por la casa y sus salidas de los sábados con sus amigas.
Y yo, como la Alemania Dividida en plena Guerra Fría. Ni a dónde hacerse. Sin embargo, me percaté que ambos estaban tan absortos en su discusión que ni cuenta se habían dado de que estaba ahí. Entonces, recordado aquella bella escena del cuerpo desnudo de Mary, decidí arriesgarme más. Sutilmente fingí que tiraba un tenedor y me “agache” para levantarlo, y lo que ví me hizo olvidar aquella escena de discusión marital.
Las bien torneadas piernas de mi madre y cruzadas una arriba de otra. Era fabuloso. Sin medias y adornadas con un par de tacones negros con cintos del mismo color. La falda de mi madre le llegaba hasta las rodillas, de las pocas veces que usaba faldas ajustadas.
Me embobé un momento en aquella escena que decidí ir un poco más. Fingiendo buscar el tenedor, me acerqué un poco más para ver si podía visualizar un extra de aquella edípica situación.
Y entonces sucedió. En un arranque de coraje, mi madre dejó de cruzas sus piernas y las abrió de par en par. Tragué saliva y decidí acercarme para aprovechar la oportunidad y entonces ví el Cielo.
Un upskirt hermoso. La curvatura de los muslos de mi madre formaban una “v” apetecible que dejaba ver de manera muy coqueta y sensual su pantaleta blanca de encajes, traslucida, a través de la cual podías observar un poco de ese vello púbico maternal.
Estuve muy tentado a usar mi celular y tomarle foto, pero tampoco podía detenerme mucho tiempo. Me levanté como si nada hubiera pasado, pero al incorporarme ví a mi madre la cual me observaba con una mirada fulminante.
¡Se había dado cuenta de lo que estaba haciendo! Su mirada me lo decía, la típica de “¡Valiste madre!”.
Me quedé helado, pensé que como estaba la situación ella se lo diría a mi padre y entonces no me la iba a acabar.
- ¡Will, ¿te puedes retirar?! – Me dijo ella con tono autoritario.
Tragué saliva, y sin decir nada, me levanté, subí las escaleras y me metí a mi cuarto. Pensé que estaba jodido, jodidísimo. Como estaban las cosas, las frustraciones de ambos las canalizarían conmigo. El perfecto chivo expiatorio para liberar ese enojo y frustración.
Pasó como una media hora más. Mi padre salió cerrando tras de sí la puerta algo fuerte y se fue a su trabajo. Entonces oí los pasos de mi madre dirigirse a mi habitación. Normalmente toca la puerta, pero esta vez la abrió sin preguntar. Debo admitir que me exaltó un poco eso.
- ¡Oye, ¿qué no sabes tocar?! – Le dije algo molesto.
- ¡Es mi casa y no necesito permiso para entrar! – Me dijo un poco enojada.
Ella se puso enfrente de mí observándome fijamente.
- ¡¿Qué es lo que pretendes? – Me dijo seria.
- ¡¿De qué hablas?! – Contesté haciéndome el tonto.
- ¡No te hagas. Me estabas viendo las piernas, ¿no es así?! – Exclamó en tono de reclamo.
Me quedé callado, no supe qué decir.
- ¡¿No dices nada? Bien, el que calla otorga! – Dijo Mary molesta.
- ¡Sí, te las ví, lo siento! – Le dije algo molesto.
- ¡¿Y todavía tienes el descaro de admitirlo?! – Me contestó más molesta (En serio, ¿qué quería que le contestara?) - ¡Soy tu madre por Dios, me debes respeto y lo que hiciste fue pasarte de la raya. Me estás faltándome al respeto. Eso no se hace carajo!
No dije nada, apenado sólo me senté en mi cama y agaché la cabeza. Ella suspiró y se acercó a seguir hablando conmigo.
- ¡Escucha, creo que ya te había dicho que si tenías dudas te las iba a contestar. Sé que estás en una edad en donde las condenadas hormonas te están revolviendo el cerebro y que te hacen sentir cosas. Pero yo soy tu madre! – Me dijo un poco molesta pero a la vez con preocupación maternal.
Sus palabras lejos de disuadirme hicieron que tomara el valor de decirle algo que tenía atravesado en el pecho:
- ¡Es que mamá, eres una mujer muy hermosa y atractiva. ¿Cómo quieres que me sienta?!
- ¡No puedes referirte a mí de ese modo. No le estás hablando a una extraña con la que quieres salir. Yo soy tu madre y no puedes decirme esas cosas! – Exclamó molesta y preocupada.
- ¡Pero es la verdad! – Le dije decidido.
Después de eso sólo permaneció un silencio incómodo. Mi madre volvió a suspirar y en tono bastante conciliador volvió a hablarme:
- ¡Escucha, te agradezco lo que has dicho, en serio que sí. Pero no puedes volver a referirte a mí de ese modo ni mucho menos volver a hacer eso que hiciste en la cocina. No le diré a tu padre, pero debes prometerme que no lo volverás a hacer! – Me dijo de manera amable y preocupada.
Me limité sólo a asentir con la cabeza. Ella, sin decir más se retiró del cuarto dejándome sólo. Ya estaba hecho, mi mamá sabía que yo tenía deseos sexuales hacia ella. En recuento de daños, no estuvo mal. Supuse que sería lo último del asunto, pero no tenía idea de lo que haría después.
Sábado 11 de Julio, 2010. 8 y media de la noche.
Pasaron unos meses desde aquella conversación. Traté de enfocar esos deseos en otras cosas, como se lo prometí a ella. Después de todo estaba jugando con fuego. Y es que la relación entre mis padres no iba del todo bien. Los reclamos por el dinero, trabajo y descuidos iban incrementándose, pero yo sabía que entre ellos había algo más por lo cual estaban molestos, y es que desde hace tiempo mis padres no tenían relaciones sexuales. Por lo menos desde hace 5 años. ¿Cómo lo sé? Bueno, siempre que mis padres tenían sexo al día siguiente mi madre cocinaba bien arreglada y con una sonrisa y le servía lo que quería a mi papá. Él se despedía de ella antes de irse a trabajar con un beso muy cariñoso y se iba tarareando. Lo noté cuando tenía 7 años y la última vez que lo ví fue cuando tenía 10. Tengo 15, y no he vuelto a ver esa escena. Ergo, no han tenido relaciones desde entonces.
¿La razón? Pensé que era porque mi padre ocupaba mucho tiempo en su trabajo y no tenía nada para mi mamá y lo mismo para ella. Meses más adelante me enteraría de la verdad.
Pero bueno, para canalizar mi líbido me distraía con otras cosas, por ejemplo, los videojuegos. Esa tarde de Sábado fui a la casa de un amigo con otros para unas retas de Street Fighter. Como dato curioso, siempre me ha gustado Chun Li, supongo que de ahí proviene mi affair por las piernas bien torneadas.
Perdí la noción del tiempo. Ya eran las 8 de la noche y estaba desde las 4 en la casa de mi amigo. Me despedí y me fui para mi casa. Entré en silencio para que mis padres no notaran que estuve ausente todo ese tiempo, pero para mi sorpresa, no vi a mi papá, y es raro ya que en Sábado siempre está en la cocina viendo el fútbol. La mayoría de luces de la casa estaban apagadas por lo que estaba en penumbras. Decidí no prender más luces para no llamar la atención.
Subí las escaleras silenciosamente y llegué a la segunda planta, iba a pasar de largo el cuarto de mis padres para encerrarme en el mío, pero un sonido me detuvo que provenía de su habitación. Una música bastante agradable, de ritmo calmado, muy sensual.
Me intrigó esa música y ví que la puerta estaba entre abierta. Sigilosamente la abrí y asomé la mirada y lo que observé en aquel momento sería más poderoso que el evento que desató esta historia. Mi madre estaba en una lencería muy sexy y atrevida.
Su indumentaria consistía en un corset azul violeta oscuro con liguero, un par de medias negras con encajes hasta los muslos y tacones de aguja negros… y nada más. Estaba bien maquillada y con un peinado de salón. El ambiente olía a un perfume bastante agradable, de jazmín, lo cual indicaba que se había perfumado. Estaba admirando su cuerpo, frotando su pierna de manera muy sensual.
Yo trague saliva ante tal escena e instintivamente me llevé la mano a mi paquete, tocándome por encima del pantalón. Esa sensación de volverla a ver me había invadido de nuevo.
Bajó su pierna y se dirigió al centro de la habitación, gracias a eso me percaté que no llevaba pantaletas. Dejando al aire su suculento sexo cuyo vello vaginal había arreglado. Se veía hermoso.
Se contempló un poco en el espejo, arreglándose un mechón que traía desacomodado de su elaborado peinado y se sentó sobre su cama. Entonces mi madre levantó su pierna derecha de manera muy sensual para ajustarse la media que hacía de su pierna una imagen celestial.
Era simplemente hermoso, más de lo que podía imaginar. Dios mío. Tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para contenerme y no saltarle como un animal embravecido por el deseo.
Y yo, ante tal escena, bajé lentamente el cierre de mi pantalón y me saqué la verga para jalármela mientras veía a mi madre admirarse así misma de ese modo.
Y a pesar de todo ese espectáculo visual, noté algo que me llamó la atención. Mary se veía bastante relajada, hasta yo diría que feliz. No la veía así desde que era niño. Ese rostro sin presiones, resentimientos, culpas o enojos avivado por un aire sensual muy positivo la hacía verse hermosa, más de lo que ya era.
Ante esto, yo seguía jalándomela sin que ella se diera cuenta, pero algo detuvo todo el momento, algo que cambiaría para siempre nuestra relación. Es aquí donde se dio el punto de quiebre.
Lo recuerdo perfectamente, mi madre se levantó y se estiró un poco, mostrándome su delicioso culo con esa tenue marca de bronceado.
Y empezó a vestirse, usando una falda negra y una blusa de cuello de tortuga. Se fue al espejo para ultimar detalles de su arreglo cuando su celular empezó a sonar. Fue por él a su tocador observando el número que era. Al verlo, una sonrisa se le dibujó en su rostro, ante lo cual contestó:
- ¡Hola! – Dijo en agradable tono - ¡Pensé que no ibas a llamar, ya me estaba preocupando!
Ante esto, mis chaquetas se detuvieron y empecé a poner atención a lo que ella decía:
- ¡Nada, aquí alistándome! – Dijo Mary con tono dulce.
- … - La persona que hablaba por el celular sólo se le escuchaba un leve barullo.
- ¡Sí, en media hora estoy allá!
- …
- ¡Jmm, está fuera, no regresará hasta mañana! – Dijo Mary en un leve tono de sarcasmo.
- …
- ¡Se fue con un amigo a jugar videojuegos a su casa. Creo que no tarda en llegar! – Refiriéndose a mí.
- …
- ¡Ya se calmó un poco, me tenía preocupada y molesta! – Exclamó mientras suspiraba un poco. - ¡Un puberto como él debería estar interesado en muchachas de su edad o en encueratrices, no en su madre!
- …
- ¡Eso no es normal! – Dijo algo molesta - ¡Una cosa es que tenga mamitis y otra es que me encuere con la vista! – Remató.
- …
- ¡Ya no ha intentado nada. Desde la vez que me vio las piernas no ha vuelto a pasarse de la raya! – Dijo algo molesta - ¡Por lo menos no que yo me haya dado cuenta!
- …
- ¡Sí, ¿y eso te gustaría no? Te platiqué eso porque te tengo confianza, no para que lo uses en mi contra! – Exclamó Mary algo enojada.
- …
- ¡Ya te dije. Trae toda la hormona alborotada desde hace meses. Está algo confundido. Me estuvo espiándome mientras me bañaba el muy sínico, pero no dije nada para no hacer la bronca más grande! – Remató ella con un tono medio enojado.
¡¿Ella sabía que la estaba espiando? WTF?!!!!!!:
- …
- ¡NOOOOOO. ¿Cómo se te ocurre eso?! – Dijo muy exaltada - ¡Es mi hijo por el amor de Dios, no puedo hacer algo así con él! – Exclamó entre indignada y nerviosa.
¡¿Hacer qué, HACER QUÉ?!!! ¡Carajo, quería escuchar la conversación completa:
- …
- ¡NO! – Exclamó enojada.
- …
- ¡Tienes una mente muy perversa! – Dijo ella algo indignada.
- …
- ¡Sí, pero no es correcto! – Volvió a exclamar enojada pero con un tono más bajo.
- …
Me quedé pendejo ante lo que escuché, no sabía que pensar más que quería oír la conversación completa para saber de QUE PUTAS ESTABAN HABLANDO DE MI:
- ¡No! – El tono de su enojo iba bajando a la vez que se cohibía más.
- …
- ¡Claro que nooo. No quiero que le pase eso! – Lo dijo en tono cohibido y nervioso.
- …
- ¡Supongo que tienes un punto! – Dijo resignada - ¡Pero el método que propones es demasiado! – Remato con molestia.
- …
- ¡Dejemos eso como la última opción. Lo que menos quiero es que le pase algo malo, como bien dices! – Dijo con tono de preocupación.
- …
- ¡Sería como última opción, sólo si veo que está incontrolable! – Usando un tono autoritario.
- …
- ¡Escucha, ¿podemos hablar de otra cosa? Me estás quitando el humor! – Dijo Mary en un tono algo enojado y nervioso.
- …
- ¡¿Ya llegaron?! – Dijo algo sorprendida.
- …
- ¡Bien, ya voy para allá. Diles que me esperen! – Dijo mi mamá con una leve sonrisa.
- …
- ¡En media hora estoy ahí, voy saliendo! – Señaló - ¡Entonces en media hora nos vemos! – Dijo un poco molesta pero en tono pícaro.
Mi madre colgó la misteriosa llamada para apurarse en arreglarse. Ante esto y por mero instinto, me alejé sigilosamente al puro estilo de Big Boss (Nomás me faltó la puta caja encima) para no hacer el más mínimo ruido y me encerré en mi cuarto con la intensión de que mi madre no supiera de mi presencia. Vaya, ni prendí la luz para no alertarla.
A los pocos minutos, sólo la escuché bajar las escaleras, cerrar la puerta con llave y escuchar el sonido de su carro partir de la casa. Y yo en medio de la casa sola, sentando en mi cama viendo al vacío haciéndome estas preguntas:
1. ¿Con quién carajos estaba hablando? Parecía de ser de suma confianza para ella, a tal grado que le platicó sobre mis, cómo llamarlo, “deslices” con ella.
2. Esta persona al parecer le recomendó algo a mi mamá que no le gustó para nada sobre si me llegara a pasar de lanza de nueva cuenta. ¿Qué fue lo que le recomendó?
3. ¿Mi mamá tiene contacto con ella al parecer en sus reuniones de los Sábados?
Debo admitir que estuve por lo menos una hora reflexionando sobre lo que escuché, tratando de encontrarle la cuadratura a este puto círculo. Aquella escena sensual de ella quedó en segundo plano en mi mente y me enfoqué en esa conversación.
En este punto, deben saber algo más de mí. Soy extremadamente escrupuloso y detallista con todo lo que hago. Diría que tengo un leve grado del síndrome obsesivo-compulsivo. Si hay algo que no me cuadra, no me gusta o me molesta, busco la manera de resolverlo hasta quedar satisfecho con el resultado.
Esta plática que tuvo Mary con una persona que desconozco y que en ese momento no sabía el impacto que tendría en nuestras vidas, era una de esas cosas que hacían que estuviera dando vueltas como león enjaulado por todo mi cuarto.
Y empecé a meditar sobre lo que escuché. Primero que nada Mary dijo textualmente que no haría eso conmigo porque soy su hijo y sería incorrecto. Estamos hablando de algo o que le desagrada mucho o que es inconcebible para ella.
Después le dijo a esa persona que esa idea era prácticamente retorcida, lo cual da a entender que se sale de los estándares de lo políticamente correcto. Y mamá remató diciendo que esa opción sería como una especie de “última línea de defensa”, si usamos términos militares (Lo siento, cuando me pongo a meditar pienso como un estratega militar).
Y llegué a estas cuatro posibilidades:
1. Que me mandaran a un internado. Después de todo ella era toda disciplina y rectitud. Así la habían educado mis abuelos. No sería loco pensar en eso. La más probable de todas con un porcentaje del 70%.
2. Que le dijera a mi padre para que me castigara ejemplarmente. Era posible que le dijera a mi papá y que el resultado fuera o una tremenda golpiza o que me corriera de la casa. Sin embargo no era tan probable porque mi mamá solía defenderme mucho de las reprimendas de mi papá, eso y que en esos momentos ambos no estaban en su mejor situación como pareja, por lo que no habría mucha confianza entre ellos. Le dí un 20% de probabilidad.
3. Que me mandaran con un psicólogo. Sin duda algunas padecía un complejo de Edipo con cantidades industriales de esteroides, pero aunque existía esa probabilidad mi madre no creía mucho en los psicólogos. Por lo que esa probabilidad la puse con el 8%.
4. Que ella cumpliera una fantasía mía para calmarme. Para como estaba en ese momento pensé que eso sería de poca madre, incluso que era la que más encajaba en la situación. Pero, y haciendo mi líbido a un lado, era la más improbable de las opciones. ¿En serio mi madre estaría dispuesta a sucumbir ante mis deseos sexuales sólo para aplicarme una especie de “amanza-locos”?
Cuando pensé en la cuarta opción mi corazón empezó a latir rápidamente e inconscientemente tuve una erección al pensar en las posibilidades. Pero, y aquí viene el síndrome obsesivo-compulsivo, era la que menos tenía chance de producirse.
A fin y al cabo las 4 opciones dependían de algo, de que yo volviera a las andadas pero con una escalada en deslices a tal grado de hacerlos muy evidentes. Estaba jarioso y obsesionado con mi madre, pero no soy ningún pendejo.
Si volvía al juego, había la enorme probabilidad de que mi vida se convirtiera en un Infierno, con una muy leve esperanza de ver el Cielo. Si quería que esa cuarta opción se convirtiera en realidad tendría que irme con cuidado y empezar a descartar las otras opciones.
Acá en mi pueblo le decimos “tantearle el agua a los camotes”. Es decir, ir sintiendo la temperatura de la situación para no dar un paso en falso y quemarte en el proceso. Por lo que decidí iniciar un plan.
El primer paso sería recabar información. Saber si mi madre consideraba un internado o un psicólogo como respuestas a esta obsesión que tenía con ella. Al mismo tiempo retomar mis intentos por verle las piernas, verla en lencería o desnuda (O algo mucho mejor). Deberían ser de manera gradual, pero con la pequeña diferencia de que esta vez quería que ella se diera cuenta de lo que hacía. Sería el termómetro perfecto para ir descartando las opciones y saber hacia dónde iba esto.
El Domingo siguiente inicié mi plan, el plan para saber si existía la posibilidad de cogerme a mi madre o no.
Lo bueno se hace esperar. ¡Has vuelto a casa por navidad!