Seguían las nubes llorando sus idilios. Parecía que los forcejeos del tiempo las tenían totalmente enlutadas y ellas no dejaban convencerse de ser bienaventuradas.
Hasta cuando llegó el instante en que en el límpido cielo amanecieron dos cerros bronceados, lindos, tersos, suaves y tibios. Bastante tibios.Como un viento del norte él los palpaba fornidos y casi plenos.Y la sangre de la naturaleza irrigaba en sus manos calientes sobre el vientre tibio de la llanura desnuda que tenia las piernas cruzadas.
Y sentía sus suaves muslos, tocándolos por su interior se ofrecían bastante calientes, colorados, suavemente sonrosados.Y se erizaban los poros más íntimos, traspasando de arriba abajo los límites de la imaginación. Y por encima, tras esos límites se erguiría radiante como un sol la piel, fogosa, erizada... previsiblemente infinita.
Pasaría su lengua por los labios deseos para humedecerlos y dejarlos listos para besar.Por detrás sus manos tocarían todo su cuerpo abrazando su cintura, tocando sus senos, su cabello.Ella se curvaría haciéndole sentir el arco donde comenzaban sus nalgas.
Él acariciaría cada poro con sus sedosos dedos, cada milímetro de su piel. Vería sus ojos navegando en su mente. Sí, seguramente.Luego la llevaría contra alguna pilastra para sentirla resplandecer de cierto enamoramiento. Cierta rendición que se acercaba. Una pasión venturosa la asaltaría y no seria la misma.
Él percibiría su cuerpo, su respiración, sus pechos duros como cúspides y antes de él besarlos ella palparía su paladar de miel sanando sus eufóricas visiones resplandecientes de placeres que le gustaría compartir.Un crepúsculo en el alma por tenerse así...
Ahora se ve el sórdido pubis ansioso, listo para ser asediadoSí, un delirio y un misterio que intentan suspirar. Lozano y perverso.Tan perverso que destila en cólera su remota humedad.
Dulce cólera que él reconoce tras el monte porfiado.
Palpita su vulva cerca de esos muslos rozados, deslumbrado enredo de lágrimas espesasLa piel yace suave, un aguardiente para beber... plena de delirioPulsiones vibrátiles asaltan su libídine provocándole cierta perturbación privada y bestial que suplica por su espada de fuego...
Mil suspiros que arañan lugares celestiales y taciturnos
Sólo los dos danzan juntos los cuerpos
Él la lleva a la llanura sin burlarse de sus congojas. Apagará y encenderá su piel. Toda su epidermis espectral en la que anida un ardor.Ella está recostada, es una aluvión el que siente en la habitación. Y resiste para que no la asalte. Él la contempla allí.
Sí, es una prueba sensata de tanta locura.Él, deseoso de explorarla; las arterias de la joven cantando de placer.
Se siente el corazón a punto de explotar.El rencoroso aire se adormece en sus alrededores...
El vientre se ha esclavizado a sus caprichosos conjuros
Su boca intencional recorre su cuello muy despacio, luego sus labios distrayéndose con el sabor.Al tiempo, ese viento bajaría a las montañas que lo invitaran a besarlas con sus labiosY su lengua, una pluma suave, mojaría las nubes de sus cielos y descendería por la cima.
¡¡Qué ardid!!Sonaba un himno triunfal.
Y él recorría la llanura de su vientre con las manos, sin abandonar las cumbres de pasión y pecado.
Un bocado meloso de sal violaba sus sentidos.Y su lengua palpaba ligeramente aquella gema o retoño que intentaría robar como en un sacrilegio con los labios. Y ella clamaría por aquel denuedo doloroso que mojara su cuerpo ardiente.Y en el viaje por tal geografía él abordaría rutas funestas. Y apagaría la noche de su piel constelada antes de llegar a algún lugar.Lugar que anhela él, el Rey.
Un trono donde posar su conocimiento. Jinete bestial en su cuerpo.Los fisgues se habían detenido entre sus rosas y una luna de sal saboreaba un éxtasis que pronto regaría a su lado.
¡Qué danza, Jinete, encauzaría sus fuegos llegando a ese lugar muchas veces prohibido!
Los corazones estaban en suspenso...Esa luna, enigmas enredados y múltiples, casi una avalancha de placeres inexplicables se encerraba allí... Sí, allí
Exaltado delirio se les iba provocando. Vagos y laxos suspiros!!!
Y ese rey, consensuaría los desatinos del amor junto a un gran guerrero que no temiera a nada... Valiente y de alma dura como piedra. Listo para el combate
Es un héroe que endereza su rumbo por entre los adversarios, que se exilia en los féminos infiernos... que no teme ser quemado en las hogueras por que sabe el camino de ida y vuelta.
Cabalga los espacios de la mujer sobre los mares bravíos de su carne enamorada... a veces despacio y otras con fuerza porfiándose ciegamente en su río encendido abriéndose espacios para su lucha.
Y luego de su hazaña fatídica y laboriosa seria capaz de regalarle su aliento blanco y lánguido; sin antes no ingresar con fortezza al lujo de aquella tierra encendiendo el alma en una fogata insurrecta.
Un filo de daga ardiente se cuida en no dañar la hermosura con su bondadTal vez la lágrima de una preciosa conquista traiga la preciada ventura de descubrir nuevas conquistas en aquellos parajes tan desolados con sus atardeceres vacíos y solitarios luego del éxodo que alentó la lejanía de sus alientos.Alientos fuertes cuando esa tierra esta agitada, bengalas enloquecidas que se oyen lejos como una pértiga que desgarra plena de un río venturoso que no encuentra ya dique que la contenga...
Río bravo se monta a un caballo fantasmal y lo doma. Calma su locura plena de pulsiones.
Monta abriéndose ante su lomo, sosteniéndose de sus crines pasionales apoyada en su montura de salto. Desgarrándose el paisaje todo en un camino calmado.Salta, cabalga ahora como una amazona del río que doma un corcel.
Sus movimientos son ráfagas inquietas,interminables,son círculos tormentosos que se entreveran en la columna jónica de aquella espada¡¡Oh el áspid!!
Y el jinete heroico siente un collar estrecho que lo marca a fuego, lo convierte y le agrada lo pone más fuerte. No se salva de sus vértigossigue ajustando como un anillo pequeñoSus almas remontan hacia la luna de sal se alborotan sin razón en los valles hasta llegar a la tormenta que los empape de una vez...
Fue un rayo que atravesó su sien... persiguiendo aquel estrecho infierno...
Y es una furia su deseo... que blanqueó las tierras para luego recostar su espada ardiente en el vientre de la llanuraLa mujer... como una huérfana pensativa alborotaba sus pensamientos y pedía a las flores por su acechoPensaba en los rincones de sus deseos y dejaba morir su furia ante el jinete con fiebrede lujuria alborozada.Mordía las sabanas de la avaricia y entraba él ahora en las marañas de sus misterios despavoridos. Y seguía entrando en su vida... una y otra vez...Y ella lloraría sus ardores febriles y un dolor intransferible embellecería sus gemidos para transmigrarlos en torbellinos suplicantes que huirían de su garganta
Y enredándose entre torpes palabras, suplicaría sanguinolentas piedades para con ella pero aquel jinete deseaba una y otra vez conquistar sus valles...
Una arena siente la mujer, arena en su círculo confuso, fuego intruso
Se introduce en su enjambre albino sin más piedades y se confunde nuevamente entre el paisaje asiéndose de sus hombros hamacando su fulgor tan adentro.
Ahora ella sentía escalar los incendios agudos de su placer y veía asomar por su tímida lengua la entrega candorosa en rapaces gritos de fuego
El jinete luego se adormece en su placeroso desfiladero, extraviando el blancuzco aliento, resignando ya los relinchos contenidos de su sangreY en un silencio lascivo de calma abrazarían juntos la muerte anhelada sobre los malditos dormideros de sus bajos placeres terminando ahí la campaña.
© Norah Mabel Peralta-Fecha de creación 29/07/03 05:48 A.M.