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Me despierto nervioso, con la sensación de que algo va a pasar, que hoy es uno de esos días en los que algo va a llegar. Los nervios, livianos aún, estar a flor de piel, recorriendo cada centímetro de mi cuerpo. Me visto como en tantas ocasiones: bóxer blanco, camisa azul oscuro con finas rallas verticales, traje también azul, calcetines y zapatos negros. Ah y corbata azul con rallas en diagonal. Listo para empezar la jornada.
Mientras conduzco, desde que tomo conciencia que despierto del sueño, Su presencia sigue en cada pensamiento, en cada suspiro, en cada gesto, guiado por Su dulce sonrisa.
Enciendo el ordenador y me viene el recuerdo de lo que hablamos ayer, de informarle que mi compañera ha decidido tener un móvil igual que el que adquirí por sugerencia suya. Me hacía gracia mientras lo comentaba con usted, viniéndome en mente que es constante y muy variada la forma en la que aparece y está cada instante en mí, como controlando, adivinándose Su permanente constancia cada segundo.
- Estaría bien que consiguieras su correo - me dice, con esa sonrisa tan real y sincera, mientras le digo que nunca se la he pedido -. Puede ser un buen momento, así le ayudas a configurarlo y esas cosas. Mejor, como yo te he ido diciendo qué hacer y cómo, dile que conoces a alguien que puede ayudar mucho.
Empiezo a tomar conciencia de sus intenciones y, aunque me gusta, me asusto, me preocupo de lo que pueda ocurrir. No sé qué consecuencias pueda tener, cual pueda ser la reacción y qué cambios pueda tener en el día a día de mi trabajo, aunque se cómo hace usted las cosas y eso me tranquiliza.
Le digo que se lo pediré y que en cuanto lo tenga se lo envío. Antes de que pueda darme cuenta, mi compañera está en la puerta del despacho, enseñándome el móvil, de color blanco. Empieza a trastearlo, preguntando por una aplicación u otra. Hasta que me hago el desinformado y le digo que le conozco y que me ha sido de gran ayuda. Me da su correo y enseguida recibe mi compañera su e-mail.
Miro mi móvil y leo el mensaje que me acaba de enviar indicándome que me retire y me ponga a trabajar. No puedo evitar ponerme nervioso pensando hasta dónde pueden llegar las cosas, si las conversaciones serán solo sobre aplicaciones o si ya estarán conversando sobre temas triviales.
A media mañana, vuelvo a mirar el móvil y veo cómo entran sus mensajes, en los que me dice que todo ha ido bien, tanto que mi compañera ya se ha instaladora aplicación con la que nos comunicamos usted y yo y que espera recibir mensajes de ella pidiéndole ayuda.
En la puerta está mi compañera, parece contenta y me muestra lo que le ha enseñado usted.
- No sabes cuánto se lo agradezco. Sabe un montón dice
- Se los has dicho a ella? - le pregunto
Me responde que no y, dándose cuenta, se da media vuelta y sale del despacho. Vuelve a los pocos minutos diciéndome que ya lo ha hecho y la noto más tranquila. Casi al instante me llega un mensaje de usted, señora en el que dice que mi compañera está tan contenta que no sabía cómo agradecerle su ayuda y que le ha respondido que ni se preocupase que ya encontrarían la forma 'jajaja'.
Salgo del despacho y veo a Laura escribiendo lo que supongo que son mensajes. Me mira y me dice que está hablando con usted. Se le ve una sonrisa de oreja a oreja, las alas de la nariz abiertas y sonríe más abiertamente. Deja el móvil sobre la mesa y empieza a trabajar con el ordenador.
AL volver a mi mesa empiezo a leer sus mensajes.
- Bien, bien. Ya hemos empezado a hablar de cosillas. Parece un poco picante y simpática. Me ha preguntado a qué me dedico y le he dicho que a esto. Aunque no le ha quedado muy claro, que es lo que quería.
Se hace un espacio y continúa.
- Total, que hemos terminado hablando de lo que nos gusta. Y ya te puedes imaginar sobre a qué me refiero. Creo que no vamos a llevar bien, flor. También me ha dicho que eres serio. Pero no te preocupes por eso, ya dejaré las cosas claras. Ahora sigue con lo tuyo que hablaré un poco más con la morbosilla.
La mañana ya estaba avanzada cuando he recibido un nuevo mensaje en el que me dice que Laura ha ido al aseo con el móvil y que ya podía suponer para qué. Lo que no sabía concretamente qué iba a hacer.
- Bájate los pantalones y el bóxer hasta las rodillas y cuando vuelva del aseo le llamas y hablas un rato con ella. Ya te diré si quiero algo.
- Señora, ¿le puedo preguntar cómo lo ha conseguido?
- Más fácil de lo que pensaba, flor. Le he enviado una foto tuya, cogido con la pulsera de la margarita, mmmm, no veas cómo se ha puesto!!! - empecé a temblar hasta que justo me llega otro mensaje -. Pero no te preocupes, solo se ven los huevecillos. Hasta ahora lo ha dicho.
Empiezo a respirar cuando oigo a mi compañera que vuelve del aseo, se sienta en su mesa y así se lo hago saber señora.
- Ya sabes flor. Y antes de llamarla, envíame foto con pantalones y bóxer bajados.
Nervioso, tembloroso, desabrocho el cinturón, el botón y bajo la cremallera intentando no hacer ruido, pero en un torpe movimiento la hebilla da en la mesa. Levanto la mirada con los ojos casi salidos de las órbitas y respiró tranquilo al no ver a nadie asomarse. Preparo la cámara del móvil y temblando en pulso hago la foto. Se la envío en un mensaje y me responde a él.
- mmmmm me ha enviado una foto preciosa. Sé que te gustaría verla pero no va a ser así.
Llámale ya y estate atento. En 10 minutos máximos termináis la conversación.
Llamo a Laura y empezamos a comentar asuntos del trabajo. La noto alterada, aún con las aletas de la nariz abiertas, brillo en la mirada. La noto alterada. Juego con ventaja al preguntarle si le pasa algo, si se encuentra bien. Responde que solo es que está un poco mareada, pero que no es nada que se le está pasando. Seguimos hablando de temas pendientes de trabajo hasta que veo entrar un mensaje que me avisa que ya han pasado los 10 minutos.
- Lo que no sabías- me dice - es que le había pedido a Laura que me enviara un mensaje justo pasados los 10 minutos. Y no lo ha hecho.
No decía nada más Señora. Digo a Laura que tengo que hacer unas llamadas y vuelve rápidamente a su mesa, respirando de alivio. Tomo entonces conciencia de la vergüenza, el ridículo que he sentido, manteniendo la compostura, las formas sabiéndome expuesto a ser descubierto.
- Segunda foto recibida - dice un nuevo mensaje de Usted -. Creo que esta me gusta más, mmmmm.
Hace que la polla se ponga dura, que me esté totalmente entregado a sus deseos.
- ¿Te gustaría escribirle tú?
- Señora, es muy arriesgado, puede darse cuenta y sería todo un apuro.
- Pues ella lo está pidiendo - responde -, además que parece realmente interesada. No para de hacer preguntas y pedir alguna foto más. Depende de ti y de ella. Le he dicho que esto es un intercambio: más foto por más fotos suyas. Tranquilo que no verá nada que te delate - se adelanta una vez más a lo que estoy pensando -. Al menos de momento.
- Lo dejo en sus manos Señora.
Es tanta la tranquilidad que me da que no me preocupa ya nada, salvo complacerla en cuanto desee.
- Bien, eso quería oír. Responde a cuanto te pregunte, nada de cosas personales ni que puedan darle una pista de quien, para quién ni de lo que eres, aún no toca. Y recuerda que no puedes recibir ninguna orden ni petición de ella. Agrégala también.
Y antes de que me dé cuenta estoy hablando con mi compañera, tratando temas imposibles, sobre lo que le ha gustado la foto que le ha enviado Señora, sobre qué se siente en la condición en la que estoy, si llevo puesta la pulsera, que por qué lo hago. En fin cosas interminables y humillantes. Pero que denotaban cuánto le gusta tratarlo. Hasta que dice que está caliente, que no pensaba que trabajar pudiera ser tan placentero. En ese momento mi perfil empieza a escribir solo. Y recuerdo en ese momento que tiene usted la contraseña.
Leo cómo le dice, como si fuera yo, que también estoy igual, salido, que si puedo pedirle a usted que me envié la foto que le ha enviado. Laura dice que sí, que no se atreve a pedirle seguir hablando con usted y saber qué se siente en mi lugar. Dar unos primeros pasos, que le tiene ardiendo hablar de estos temas sin tapujos. Le dice, por mí, que si quiere hablo con Usted sobre el tema y Laura da las gracias anticipadas.
Terminamos la conversación y me escribe en mi propio perfil.
- Espera hasta que te diga algo.
Es la hora de comer. Cuando le digo que la hora que es y que debería ir a comer, me responde diciéndome que vaya y que comerá con Laura, que no vuelva antes de una hora.
Salgo nervioso, con temor de que le diga quién soy, lo que soy y de quién. Casi no pruebo bocado, pensando en lo que pueden haber estado ese rato. Es casi la hora de volver. Salgo rápido y cuando entro esta todo normal, como tantos otros días. Me dirigí al despacho y empiezan a entrar los mensajes sin cesar. Me dice lo bien que lo ha pasado, que por la noche seguirá hablando con ella, quién sabe.
- Le he enviado una foto tuya, casi se te ve todo. Así se irá familiarizando, por si acaso. Y las suyas ffffsss, tienes una compañera que se sale. Vas tener competencia putita.
Sus palabras, el trato que me está dando me humilla, me rebaja. Usted lo sabe. Yo lo se
- Ve al aseo, hazte una media paja, te metes el tapón y vuelve sin bóxer a tu sitio. Solo voy a decirte algo de ella: está sin braguitas.
Sin esperar un segundo, voy al lavabo, me bajo los pantalones y el bóxer y empiezo a masturbarme como un perro en celo. Enseguida tengo que parar. Me inclino hacia delante y entre las piernas, por delante, rozando la polla y los huevos meto el tapón negro hasta el fondo, notando cómo roza la próstata y deja el esfínter un poco abierto. Me pongo solo pantalón guardando el bóxer en el bolsillo y marcando paquete me dirijo hacia mi mesa, pensando que tengo que pasar por delante de la de Laura., sin pensar casi que no lleva bragas por la vergüenza que siento y lo rebajado que estoy. De reojo veo que tiene el móvil entre las manos y casi ni me ve. ¿Le habrá dicho algo, quién soy, si soy el de las fotos? Sin darme cuenta estoy sentado a mi mesa y con el tapón clavándose más le envío las fotos que me he hecho en el lavabo, deseando que le guste. Pasa el rato y no ceso de pensar en Usted, en la dependencia que le tengo.
- mmmm buenas fotos putita. Las guardaré hasta saber qué uso puedo darles. Ahora sal, con la bragueta abierta y pídele algo que se te ocurra, del trabajo claro.
- Si Señora - digo ya apurado, temeroso de que pueda verse algo y estropearlo todo. Pienso que menos mal que tengo el sexo depilado y que al menos no se verán los pelillos.
Ansioso por lo que pueda estar pasando intento centrarme en lo que hago, aunque no dejo de equivocarme, añadiendo que el tapón roza la próstata y la excita por momentos, a pesar del escozor que siento en el esfínter.
Ha pasado la tarde. A las 19 h me dice que ya puedo irme, con el tapón puesto y que no lo quite hasta que me acueste.
- Antes de salir, date 4 azotes en cada nalga y me envías foto, mi putita.
Casi antes de leer su mensaje, bajo los pantalones y el bóxer hasta las rodillas, me inclino sobre la mesa y empiezo a contar los azotes a la vez que suena es estallido de cada uno y se van encendiendo las nalgas. Preparo la cámara del móvil y hago tres fotos hasta que sale una decente. Se la envió y me despido de usted.
- Esta noche te acuestas temprano, creo que estaré ocupada - me dice mientras se despide
En casa de nuevo, me doy una ducha rápida, depilo el sexo y el pecho y me acomodo para leer un rato aunque no consigo concentrarme. No paro de darle vueltas a cuanto ha pasado hoy. En la vuelta que ha dado todo y en qué lugar quedaré.
Al cabo de un buen rato me decido a escribirle Señora, pensando en no molestar. Me responde enseguida, tan atenta y cariñosa como siempre. Hablamos un poco de todo y cuando es la hora de hacer la cena me da instrucciones para la noche, sabedora de que lo necesito.
- Esta noche vas a dormir con el collar puesto, te enfundas en el mono de media que tienes, te pones la pulsera de cascabeles y estrellitas en los huevecillos, te follas con el tapón diez minutos y a dormir en el suelo, con la esterilla y una mantita, en tu rincón, como mi perrita que eres. Yo aprovecharé para sembrar con la nueva amistad. mmmmm creo que nos llevaremos bien. Que descanses, si puedes.
Sin dejar pasar un solo segundo empiezo a hacer lo que me ha pedido, nervioso por hacerlo bien, como Usted se merece, y empezar a enviar las fotos. Coloco rápidamente el collar rosa, me pongo ante el espejo y hago la primera foto, enviándosela inmediatamente. Saco el mono elástico, lo enrollo como si fuera una media, con cuidado de meter los dedos por alguna de las aberturas que tiene y empiezo a meter el primer pie, deslizándolo hasta la rodilla, pensando en lo que voy a parecer cuando esté puesto, en la puta que voy a parecer, en su puta, sin poder evitar excitarme, aunque tengo que reconocerme que tampoco quiero evitarlo. Coloco el otro pie dentro del tejido elástico y lo deslizo hasta medio muslo, notando la ligera presión en las piernas. Sigo deslizándolo por las dos piernas hasta que aparecen las aberturas: delante, dejando la polla y los huevos a la vista, expuestos, en las caderas y en el culo, imaginándomelo ofrecido para ser azotado o usado como a usted le plazca. Hasta terminar de colocarlo por encima de las tetas cubiertas por la tela que hace el acabado a modo de encaje y situando los finos tirantes en los hombros. Me miro al espejo y aparece la zorra en la que me convierto para usted. Hago tres fotos y se las envío. Le toca coger los huevos huecos con la pulsera, cogiéndola con la pulsera de florecitas que tiene la mitad de metal rígido y la otra mitad de cordones finos dorados por los que pasan las pequeñas margaritas también metálicas. Cuando ya está abrochada hago dos fotos, una desde arriba y otra por debajo de los huevos para que se vean las margaritas y le envío las fotos. Ya estoy cogido por usted por el cuello y por los huevos, sé que eso ya me limita como le gusta a usted. Ya solo falta follarme el culo. Cojo el tapón y el lubricante, cubro el plug del líquido lubricante, me inclino hacia delante y empiezo a meterlo despacio primero, seguido con ímpetu después. Lo acomodo dentro de mi recto apoyando la parte curvada en la próstata, dejo el móvil sobre la cama apuntando al techo y activando el temporizador le doy al disparados, a la vez que me agacho con las piernas abiertas para que se vean bien las nalgas y el tope del tapón entren ellas. Y le envío la foto, doblegado a su autoridad, entregado a la vez que cogido, tomado por todas partes.
Falta prepararme el lecho para dormir. Coloco la fina colchoneta en el suelo, hago una foto, y la cubro con una manta de forma que pueda taparme con ella. Otra foto y me acomodo como buenamente puedo. Y a dormir. O por lo menos a intentarlo.
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