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Categoría: Confesiones

Misterios ocultos

Esta historia empieza presentando a los protagonistas, sus seudónimos Carlos y Ainara. Son dos personas que se conocen a través de una página de citas, jóvenes y con toda la vida por delante, pero he decir algo fantasiosos... mientras entablan conversación, la tensión sexual se notaba, aunque Ainara le frenaban muchas actitudes de Carlos, al principio.

Decidieron una tarde lluviosa quedar para conocerse, no sabéis como a ella le palpitaba su sexo, a medida que se acercaba a saludarla, temblaba de gusto. Ese día ella llevaba una tanga fina ya con eso tenía su rajita húmeda. Las ganas los llevaron a Carlos y Ainara tener sexo en su coche, diréis un coche, qué incomodo ¿verdad? Para nada, él ya lo tenía pensado y sobre actuado porque cuando hay ganas de follar el lugar es lo de menos. Por fin pasaron a la acción, Carlos con solo rozarla se puso su polla dura y palpitaba que daba gusto, mientras Ainara con sus manos agiles, empezó suavemente a introducir su mano en su pantalón, cogió cual mando de consola su pene y empezó a jugar con él y su lengua. Que decir, Ainara disfrutaba y Carlos gemía como loco, le dije no te calle, hazlo desahógate que la tensión se palpaba en el coche. Aun lo recuerdo, era el típico coche, con los cristales oscuros, para más morbo encendió una sensual música, ella como buena jinete se puso encima de él, y cabalgaban al unisonó del placer.

Se corrieron más de una vez y ella seguía acariciando, surcando cada rincón de su sensual cuerpo. Acabaron extasiados, pero con ganas de más, ella era insaciable, el con ganas de ella, su codependencia era ferviente, ardiente, Carlos y Ainara eran amantes pero a escondidas, ambos tenían pareja pero eso incitaba más aun el morbo de hacerlo, no había conexión igual. Se buscaban con la mirada. Él era alto, moreno, ojos redondos y muy expresivos. Ella castaña, ojos avellana y un lunar muy característico que solo ella tenía y el descubrió en su ombligo, aquel que lamía, succionaba y para más emoción eran una pareja de amantes muy peculiares, la untaba de chocolate un sirope bien líquido y untuoso en... bueno su pecho.

Recuerdo que un día ella le regalo ropa interior un minúsculo tanga impregnado en olor de Ainara, que habrá sido de aquel obsequio. Carlos era muy educado y en su caso le regalo un USB para que mi sorpresa nuestros encuentros los grababa para después, recrearnos por separado y así fue un día me escribió diciendo que todas las fotos que nos sacábamos las guardaba en una carpeta oculta de su teléfono donde ni su esposa las vería.

Nuestros encuentros fueron in crescendo y el placer aumentaba, solo sus textos me ponían bastante. Él sí que sabía cómo bajarme la luna y sin poder alcanzarla éramos la fusión perfecta.

Todo lo bueno tiene su parte mala, en un intermedio de esta historia, por motivos ajenos dejaron de verse, quizá él tenía que arreglar su vida para recomponerse ya que su vida era un auténtico infierno. Éramos libres sí, pero no como quisiéramos, las personas imperfectas en el tiempo equivocado. Carlos es de esos hombres por los que conoces, vuelves a pecar, amante jodidamente especial, y sacaba lo mejor de ella y viceversa, lo peor de todo es que no va ser todo erótico chicos!!! hay que ponerle un punto de picardía, perversidad, malicia, pero todo desde tus vivencias.
Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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