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Categoría: Maduras

MIS VACACIONES EN EL HOTEL

El corazón parecía latirme con mas fuerza cuando salí del hotel. Caminé hasta la calle, giré hacia la izquierda para llegar a la avenida principal, y dirigirme al puesto de periódicos, en el otro extremo de la ciudad.

En ese entonces yo tenía diez y ocho años y estaba allí de vacaciones con mis padres. Era como si mi vida, o el destino me hubiera llevado hasta aquel sitio; estaba solo, y muy contento porque ya estaba a punto de comprar mi primera revista pornográfica. Había simulado estar enfermo esa mañana para evitar irme con ellos en el autobús de turismo. Mis padres ya habían salido ese día del hotel para unirse al tour.

Verán, yo tuve una educación y una niñez demasiado estricta. Mi madre me hacía hincapié, fue muy clara, en que la pornografía era mala, dañina, y que el acto sexual era algo solo para las personas casadas, quienes lo practicaban en forma privada, sin que nadie los viera y que en realidad era algo necesario aprender pero después de casados. Como consecuencia, yo había llegado hasta los diez y siete años muy tímido, sin saber nada, quien nunca había tenido contacto físico con una persona del sexo opuesto, una chica ni novia, ni nada. (De hecho, lo mas cerca que estuve de una muchacha fue cuando tuve contacto físico con ella un día que mi trasero rozó con el de ella en una competencia que hicieron los graduados de quinto año, llamada “quien tiene el culo mas apretado”, entre varones y hembras del colegio.

Mi mala suerte se completaba con el hecho de que tenía exceso de peso, demasiado gordo. Mi madre decía que era grasa normal, pero mis compañeros se reían y burlaban de mi sin piedad.

Mi vida sexual, así en esa forma, se limitaba sólo a mi imaginación y el televisor blanco y negro portátil que tenía en el cuarto. Pasaba noche tras noche buscando en todos los canales de TV cable muchachas o mujeres desnudas, en los canales porno. Cada vez que veía unas nalgas desnudas, lo memorizaba muy bien y con solo medio ver un poco de pelo pubico para luego hacerme la paja, suficiente para subir al cielo y llegar al éxtasis. Nunca había visto una cuca de verdad excepto la de mi madre (cuando eso no tenía 18 años), y ver una película porno de verdad era como presenciar el cometa Halley una vez en la vida. Uno sabe que están allí pero no te esta permitido verlas.

Poco después me encontré con algunas revistas pornográficas viejas que habían botado en el campo deportivo de la escuela y, guardándolas sin que nadie se diera cuenta, dentro del bolsillo de mi saco, me las llevé a casa para darles una mirada todas las noches. Asi estuve bastante tiempo con esta revista. Nunca había soñado en comprar una para mi (mi mamá me la descubriría y créanme, no valía la pena correr el riego). Así que tomé la decisión de que en estas vacaciones, por algún medio, de una manera u otra, iba a comprarme mi revista personal. Así que allí me encontraba, en el puesto de revistas, caminando lentamente, haciéndome el que no veía bien, tratando de ver en donde estaban las revistas porno con el rabillo del ojo simulando estar mirando revistas de carros o de otro tipo, y vigilando bien la puerta; miraba hacia el mostrador para asegurarme que no sospecharan.

Juzgando que era buen momento, agarré nerviosamente una y me dirigí al mostrador con mi compra. El corazón lo tenía como si se me fuera a salir. Me latía tan duro contra el pecho, que estaba seguro de que de un momento a otro se me iba a salir, con el próximo latido. Pero me calmé y el hombre detrás del mostrador casi no quitaba la vista del televisor portátil y no se dio cuenta cuando tomó el dinero.

Apuradamente la escondí, dentro de mi saco y a toda prisa regresé al hotel, convencido de que mi madre segurito que me había estado siguiendo. Una vez que llegué, comencé a relajarme, para asegurarme de que no me iban a llevar preso o a condenarme de por vida, y esperé a pesar de lo excitado que estaba. Estaba a punto de experimentar pornografía de primera calidad, porno de verdad verdad (me perdonan lo sincero), y prácticamente subí como flotando por las escaleras estrechas hasta mi pequeño cuarto en la parte trasera del hotel.

Cuando llegué a mi cuarto, me quité el saco y me dejé caer sobre mi pequeña cama. Otra vez el corazón me palpitaba mucho cuando recogí la revista y comencé a devorarme el contenido. ¡Tantas tetas!! Nunca me imaginé que hubiera tanta diversidad, tanto para escoger: grandes, pequeñas, unas con pequeños pezones, otras con pezones grandes, unas con tetas bien paraditas, otras con tetas flojas, colgando. Y todas estas bellas mujeres estaban desnudas para que yo las viera!! Y eran de verdad, con cucas de verdad!! Algunas tenían la cuca, el pelo púbico bien rasurado, y los labios de la panocha se podían ver bien al no tener pelos. Apenas acababa de comenzar y ya me sentía como en el paraíso.

Cuando vi esto, me aflojé los pantalones y me los bajé hasta las rodillas para que el huevo se me aliviara, porque me dolía, mas que nunca antes en mi vida: nunca lo había visto salirse así de parado, saltándose por encima de mis shorts tan hambriento de cuca, pidiendo que lo acariciaran, lo frotara y también una buena paja; tan contento, animado, fortalecido, como vivificado. Coloqué a su alrededor mi mojado puño, aquel palo tan tenso, y comencé a masturbarme con muchas ganas. Yo estaba perdido en mi pequeño mundo, y tal vez por eso fue que no oí cuando tocaron discretamente a la puerta antes de abrirla.

El miedo me invadió, y convencido de que mi madre estaba a punto de descubrirme infraganti, rápidamente, como frenético, intenté hacerme invisible, cubriéndome aquel palo que daba pena, y quedarme como si estuviera muerto, todo al mismo tiempo. Pero nada resultó: pero yo estaba mentalmente preparado para enfrentarme a mi suerte, a mi destino, cuando me di cuenta de que la cabeza que se asomaba por la rendija de la puerta no era la de mi madre, sino la del gerente del hotel, una mujer. Transcurrió un breve segundo de silencio y nos miramos el uno al otro antes de hablar.

-“Esteeee….ahhhh,uuuhhh” -fue lo que dije.

-Perdóneme, discúlpeme!! -dijo ella. –Vine a asear la habitación y no me di cuenta de que usted estaba…. bueno, eso mismo.

Retrocedió, dándose cuenta de lo que yo estaba haciendo. Bajó la vista desde mi cara hasta el huevo, mi enorme trompeta de salsa y jazz, y luego miró de nuevo a mi cara. “Bueno, usted estaba…muy ocupado”.

Parecía divertido, cómico, pero siempre me había imaginado una escena similar cuando fuera descubierto en este acto de masturbación, con el huevo bien parado. Pero en la realidad, todo fue diferente: Mi huevo se quedó igualito, en donde lo había dejado, ocultándose de la vista. Mi miedo y vergüenza habían contribuido para que se me enfriara el deseo, el ardor, diría yo.

Deseaba que aquella mujer se fuera para yo suicidarme por lo que me había pasado, pero ella entró al cuarto, cerró la puerta y dijo de nuevo:
-Usted sabe, es una lástima que desperdicie tanta energía en eso. Yo le podría mostrar mas que esa revista para que se divierta mas, encuentre una mejor manera de pasar su tiempo. Sin agregar mas, me miró a la cara y con una lentitud que parecía infinita, comenzó a desabotonarse la parte delantera de la blusa.

Miré fascinado, como hipnotizado cuando su brassiere me reveló sus enormes tetas tan deliciosas. Debo decir que ella no me había llamado la atención, no me había dado cuenta de aquella dama, durante el tiempo que había estado en el hotel. Si la conocía, pero con su edad, como de treinta años, calculo, era demasiado mayor para mi. Sin embargo, inmediatamente cambié mi percepción sobre ella y la mire de una forma distinta. Ya no pensaba mas en una jovencita.

El cabello, que colgaba justo hasta debajo de su hombro era negro. Su piel, la mayor parte expuesta a mi vista incrédula, algunas veces era pálida, me parecía casi blanca. Sus senos, todavía confinados dentro del sostén eran grandes y se mecían lentamente, suavemente cuando ella caminaba. Su cintura era tierna, sin ser delgada, y sus caderas cubiertas por un vestido azul Denim, muy bonito, eran deliciosamente bellas, parecían estallar como un volcán. Se quitó la blusa hasta la cintura de sus blue jeans y comenzó a desabotonarlos, revelándome unas pantaletas que hacían juego con lo demás. Se bajó el denim hasta las piernas y se quedó allí parada.

-Bueno, ¿Te vas a quedar allí sentado, o te quieres poner mas cómodo? -dijo.

Yo salté de la cama, precedido por mi entumecido órgano que ahora parecía un largo palo, como riel de ferrocarril, como herramienta para cortar diamantes. Me quedé allí parado delante de ella, sin saber qué hacer. La dama se dio cuenta de mi timidez y comenzó a quitarme la ropa ella misma. Me saqué el blue jean y los shorts. También mi camisa cayó al suelo junto a estos. Tomándome por mi temblorosa mano izquierda, la colocó sobre su teta derecha, y..¡Dios mio, que sabroso se sentía!! Por primera vez en mi vida yo estaba sintiendo y tocando la carne de una mujer, su piel!! Yo miraba como si estuviera fuera de mi cuerpo cuando mi mano derecha llegó y la acaricio en toda la forma y redondez de su seno izquierdo, a través de aquellos brasieres de lazos.

Lentamente le daba masajes en las tetas, disfrutando y tocando lo firmes y duros que eran, y a pesar de esto no me parecían reales, de verdad, no despertar de aquel sueño. Ella se dio la vuelta sin hablar, y me mostró el broche del sostén. Por unos momentos estuve torpe, como aturdido, pero se lo pude soltar y sin ninguna dificultad, con mucha facilidad, le quité los lazos, las correas, del sostén hasta abajo sacándolos por los hombros.

Otra vez regresé al presente, acepté su pequeña insinuación y lentamente la bajé las pantaletas desde las caderas hasta que quedaron junto al resto de la ropa sobre la alfombra. Ella se quedó parada frente a mi, desnuda. ¡Desnudita sola para mi, increíble!!! No quería despertar de aquel sueño.

Mis ojos ahora se centraban en la parte mas poblada de su bello pubico. Incrédulamente moví mi mano para tocarlo, convencido de que se trataba solo de un espejismo, que mi mano no llegaría hasta ella. Tal vez quería que las cosas mas rápidas y que me apurara un poco, porque me colocó el brazo alrededor de la cintura y luego colocó mi mano entre sus piernas, de manera que pudiera sentir lo caliente que estaban. También pude sentir el olor del fruto de su excitación: ya le olía la cuca por los jugos.

Me agarró entonces el huevo erecto que palpitaba, restregándome la piel del glande, jalándomela hacia atrás y hacia delante sobre la punta que parecía una fresa. Abrió la palma de la mano y luego la cerró completamente alrededor del machete, y comenzó lentamente a bombearlo. Ya le había dado como una docena de pajazos cuando me llegó el orgasmo, como de la nada. Fue muy importante que me llegara este aviso y comencé a quejarme: -Espere un momento!!

Mi primer glóbulo de semen la salpicó en la barriga, haciendo un dibujo sobre su diafragma y entre las piernas, una buena recogida de semen, digo yo.

Me temblaron las rodillas cuando ella terminó de sacarme hasta la última gota de leche. Pensé que se iba a enojar, o por lo menos iba a desilusionarse por acabar tan rápido, y no me atreví a mirarla a los ojos, por temor de ver en su cara que no le gustó. Pero simplemente dijo:

-No importa. La próxima vez será mejor.

Dijo esto y se arrodilló frente a mi, y con ambas manos me agarró los genitales. Una mano suavemente me masajeaba las bolas, mientras con la otra me agarró el pene para recibirlo en su boca. Luego se bajó hasta mi trono. Mi primera paja y después de eso, inmediatamente, una mamada de huevo. El pene cabía completamente dentro de su boca, y atendido por su tierno cuidado, rápidamente comenzó a hincharse y aumentar de tamaño otra vez, y en este momento ella dejó de hacer lo que estaba haciendo, se acostó sobre la cama, me miró a los ojos y dijo: -Cógeme ya mismo, por favor!!!

La indecisión que tenía primero ya había quedado en el olvido, no existía ya, y me senté a su lado sobre la cama, demasiado pequeña porque era para una sola persona. Comencé a mamarle muy gososamente los pezones rozados, los cuales respondieron poniéndose duros, apretándose y alargándose dentro de mi boca. Ya me tenía excitado pero con la eyaculación que acababa de tener, el peligro de repetir la misma acción, no era recomendable. En ese momento me dio con el codo para que me pusiera en una posición de manera quedara acostado sobre ella con el pene atrapado entre nuestros estómagos.

Después de algunos intentos torpes en que yo no sabía como proceder para llegarle a la cuca, ella me ayudó, tomando mi palo entre sus dedos y colocándolo al comienzo del túnel de la hedionda panocha. La tenía bien lubricada y casi sin problemas se lo introduje un poco.

En realidad yo lo que estaba haciendo era cogiendome a una persona, no a mi oso de peluche con el que siempre me frotaba en casa. Pero luego me dejé guiar por el instinto, supongo, porque en segundos la estaba bombeando sacándolo y metiéndolo como un veterano (o al menos eso creo).

Pronto reconocí las señales de que estaba a punto de acabar otra vez y se lo dije:

-No importa, disfrútalo!! -dijo la mujer.

Bueno, decidí acabarle: aumenté el ritmo y en seguida estuve a segundos de llegar al clímax otra vez, metiéndole mi pene que escupía y disparaba leche bien adentro de la vagina.
Estaba demasiado cansado, y ahora le seguí dando, e intenté meterle bien mi herramienta. Todo lo que salió fue un chorro de líquido nauseabundo que le entró a mi mamita y sabe Dios que mas le metí adentro de esa cuca. Creo que ella sintió cuando apreté la cadera porque empezó a revolverse, zarandeándose y dijo:

-Qué rico!!! Gracias. No le vamos a contar a nadie de esto. No lo volveremos a hacer y guardemos el secreto.

Cuando dijo esto, rápidamente se puso el sostén, la blusa y los blue jeans, y se fue.

Pocas veces la vi después, y a los tres días llegó el momento de irnos, el final de mis vacaciones. Nunca nadie supo nada, tampoco era necesario. Siento un poco de culpa porque nunca fui a darle las gracias y ella nunca sabrá cuánto hizo por mi aquella tarde lluviosa en el cuarto de un motel.

Me dejó su pantaleta -se me olvidó decirles. No se si lo hizo intencionalmente pero yo creo que si fue así. Todavía las tengo guardadas, hace ya diez años de eso. Con solo mirarlas me excito bastante, y me parece ver su bonito y maduro cuerpo desnudo frente a mi.

FIN

Traducido por Marcos Urbina
Traduttore_traidore


CUENTO ORIGINAL EN INGLES:

Losing It On Holiday

My heart was thumping as I left the hotel. I walked up the road, turned left into the high street, headed for the newsagent's at the far end of town.

I was seventeen, and on holiday with my parents. How uncool can you get?

It was as though my entire life had been leading up to this point. I was alone, and I was going to buy my first porno mag. I had feigned illness that morning to avoid going on the bus tour, and my parents had left the hotel for the day.

You see, I had had a very strict upbringing. Mother had made it plain that pornoraphy was bad, and that sex was something married people did to each other in private, but what it actually entailed, you didn't find out until you were married yourself. Consequently I had developed into a very shy seventeen year old who had had next to no physical contact with the opposite sex(In fact, the nearest I had come to actual physical contact with a girl was having my backside felt during a "which sixth-former has the squeeziest ass" competition between the girls.)

My misery was compounded by the fact that I was overweight. Mother said it was puppy fat, but my contemporaries teased and jibed mercilessly.

My sex life (such as it was) was limited to my imagination and my black-and-white portable television in my bedroom. I would spend night after night surfing the various channels in the pursuit of female nudity. Each glimpse of breast or uncovered buttock was carefully stored away in my memory, and a fleeting glimpse of pubic hair was enough to send me into rapture.

I had never seen any live female flesh save for my mother (and I wasn't that kind of seventeen year old), and an actual porno film was like Halley's comet - you know it's out there, but you don't expect you'll ever see it. I'd recently come across a few tattered remnants of an old porno mag on the school playing field, and, having secreted them away in the lining of my coat, took them home and pored over them for many nights.

I would never have dreamt of buying one for myself at home ( - my mother might find out, and the risk just simply wasn't worth it, believe me), and I had resolved that on holiday I would, by some means or other, get my hands on a porno mag of my own.

So there I was in the newsagents, doing the four-eyed-cross-eyed shuffle - trying to see the porno mags out of the corner of one eye whilst pretending to look at the car mags with another, and keeping one eye on the door and one on the counter. Judging the moment to perfection, I made a desperate grab

and made for the counter with my purchase. My heart was definitely making an escape attempt. It was hammering so hard against my chest, that I was convinced it would break free with the next beat. It didn't, and the man behind the counter hardly took his eyes off the picture on the portable TV he was watching as he took my money. I hurriedly concealed the magazine in my coat, and hurried back to the hotel, convinced my mother must surely somehow on my tail.

Once back in the hotel, I started to relax somewhat, no longer convinced I was about to be arrested or grounded for eternity, though my excitement was building. I was shortly to experience pornagraphy first hand (if you'll
pardon the pun), and I practically floated up the narrow stairs to my small room at the rear of the hotel.

Once inside my room, I divested myself of my coat and collapsed onto my small bed. My heart was now back up to jackhammer pace as I picked up the magazine and started to drink in the contents. So many breasts! I never imagined there could be such diversity. Large ones; small ones; ones with small nipples; ones with large nipples; upturned ones; saggy ones. And all these beautiful women were naked for me! And real life, actual cunts! Some had shaved their pubic hair off completely, and their labia were visible. I'd only just begun, but I was in heaven.

At this point, I undid my trousers and slid them down to my knees to give some relief to my stiff, aching prick, which was harder than I had ever felt it, and poking through the fly of my shorts with yearning, demanding to be caressed, to be teased, and to be jolly well wanked. I curled my clammy fist around my straining pipe, and began to joyously masturbate. I was lost in my own little world, and that's perhaps why I didn't hear the discreet knock on the door that preceeded its opening.

Horror-struck, and convinced my mother was about to discover me in flagrante masturbatio, I frantically tried to make myself invisible, cover my embarrassment and die, all at the same time. None worked, and I was mentally preparing to meet my doom when I realised that the head poking round the door did not belong to my mother, but to the hotel manageress. There was a split second of silence as we looked into one another's eyes before we spoke.

"Oh!..I...umm...er..." I began "Oh, excuse me!" she said. "I was coming to clean the room. I didn't realise you were......". She tailed off, realising what I'd been doing. She looked from my face down to my cock, to my jazz mag and back to my face. "you were....busy."

It's funny, but I had often imagined a similar scenario when wanking - that of being discovered whilst in the act of masturbation, and I had always found it a big turn on. The reality appeared to be somewhat different. My cock
appeared to be succeding where I had failed - making itself invisible. My fright and embarrassment had contrived to cool my ardour, you might say.

I was wishing she would go away so I could just kill myself, when she stepped into the room, shut the door behind her and spoke again.

"You know, it's such a shame to waste yourself like this. I could show you a much better way to pass the time". And without further ado, she turned to face me and with infinite slowness began to unbutton the front of her blouse. I watched transfixed as her black lacy bra was revealed to me with its globes of delight.

I have to say I hadn't taken much notice of her during my stay at the hotel up to that point. I had been aware of her, but she would have been, I suppose, about thirty, which to me at that time was quite old. However, I was rapidly beginning to change my perception of her, and to look at her in a new light.

Her hair, which hung down to just below shoulder height was black. I mean jet black. Her skin, more of which was being revealed to my incredulous gaze each moment was pale, almost white. Her breasts, still in their lace confinement were full, and swayed very gently as she moved. Her waist was slender without being thin, and her hips, clad in blue denim were delightfully flared. She removed her blouse from the waistband of her jeans and began to unbutton the jeans, revealing to me a pair of matching briefs. She pushed the denim down her thighs, and stood before me, a vision in black lace.

"Well, are you going to stay down there, or shall we make you a little more comfortable?" she said. I sprang from the bed, preceeded by my re-tumescent organ, which now felt long enough to pole vault with, and hard enough to cut
diamonds. I stood before her, still unsure how to proceed. Sensing my naivety, she began divesting me of my clothes. I stepped out of my jeans and shorts, and my shirt joined them on the floor. Taking my trembling left hand, she placed it on her right breast, and oh joy! . For the first time, I was feeling female flesh! I watched as if from outside my body as my right hand met and moulded to the shape of her left breast through the lacy bra. I slowly massaged her bosoms, enjoying their firmness, yet somehow feeling unreal, worrying that I might wake up at any moment.

She turned around without speaking, and presented me with the fastener to her bra. After a momentary fumble, I released it, and eased her bra straps down off her shoulders. The garment slid to the floor. She turned back to me, her
breasts swaying gently from side to side with the motion. I stood staring at them, transfixed. In fact I would probably have remained like that for ever, had she not taken my trembling hands and placed them on her hips at the waistband of her panties.

Coming back to the present, I took her gentle hint and slowly rolled the panties off her hips until they joined the rest of our clothes on the carpet.

She stood before me naked. Naked for me! This couldn't be true. Surely I'd wake up at any moment.

My eyes were now drawn to the thicket of her jet black pubic hair. Incredulously I moved my hand towards it, convinced that she must be a mirage, that my hand would go right through her, but it didn't. She must have wanted things to speed up a little, as she encircled my wrist with her
arm and placed my hand right between her legs, so that I could feel the warmth there. I could also smell what I now know was the fruits of her arousal.

Meanwhile, she took hold of my throbbing erection, rubbing my foreskin back and forth over its cherry tip. Her palm opened and then shut over the full girth, and she began to slowly pump me. She hadn't given above a dozen
strokes when my orgasm was upon me, as if from nowhere. I had precious little warning, and as I started to say "hey! hang on!" my first globule of semen splashed onto her belly, followed by several more, making a pattern on her midriff and thighs. A cum-collage, you might say. I bucked at the knees as she milked the last few drops from my penis.

I expected her to be angry, or at the very least disappointed that I'd cum so quickly, and I didn't dare look her in the eye, for fear of seeing her disproval painted there. But she simply said "never mind. It'll make it better next time", and with that knelt before me, and with both hands cupped my genitals. One hand gently kneaded and massaged my balls, while the other took hold of my penis and delivered it into her mouth. Reason tottered on its throne, then fell off. My first hand job, immediately followed by my firstblow job!

My penis fitted completely in her mouth at first, though under her tender ministrations it swiftly began to swell and enlarge once more, at which point she stopped what she was doing, lay down on the bed, looked me in the eye and said "now, fuck me please".

My earlier hesitancy was more or less a distant memory as I joined her on the cramped single bed. I began to suck greedily on her pink nipples, which responded by tightening and lengthening within my mouth. She once more was
slowly wanking me, but with my recent ejaculation, the danger of a repeat performance of prem-ejac was not so great. Presently she nudged me into a position so that I lay on top of her, my penis jammed between our bellies.

After a few fumbling attempts on my part to reach her cunt, she helped me our, taking my glans in her fingers and placing me at the head of her tunnel.

She was very well-lubricated, and I more or less slipped inside her. My rapture was almost complete. Here I was actually fucking someone other than my teddy bear! Instinct more or less took over, I suppose, because within seconds I was pumping in and out of her like a veteran (or so I supposed).

Soon I recognised the signs that I was about to cum again, and told her so. "Go on, enjoy it" she said, so I did. I increased my pace to warp factor 9 and within seconds was at my peak again, jamming my spurting penis deep into her vagina.

Utterly spent, I now slumped against her, and tried to utter my thanks. All that came out was a stream of garbage about my mother and god knows what else. I think she sensed my jumbled up feelings, because she simply said "that was lovely. Thank you. We won't say a word of this to anyone, and it won't happen again." With this, she swiftly put on her bra, blouse and jeans and was gone.

I hardly saw her again, and three days later it was time to leave, the end of our holiday. Nothing was said between us, nor did it really need to be. I do feel a little guilty that I never officially thanked her for what she did
for me. She'll never know how much she actually did for me on that rainy afternoon in an English hotel room.

She left her knickert behind - did I tell you that? I don't know whether that was intentional on her part, but I chose to believe that. I still have them today, 10 years on. Even now just looking at them turns me on a little, and all I have to do is close my eyes, and I can see her beautiful, mature body. Naked. For me.


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