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"Mis suegros me obligan a tener sexo"
Hola, me llamo Ana y voy a contarles una experiencia que tuve con mis suegros hace un par de años. Hacía tan sólo unos meses que estaba casada y a ellos sólo los había visto cinco o seis veces porque vivían fuera de la ciudad.
Era una tarde de verano que yo estaba sola en casa y estaba lloviendo a mares. Mi marido estaba trabajando. Llamaron a la puerta y aparecieron mis suegros, José y Carmen, totalmente empapados. La lluvia los había pillado sin paraguas y acabaron totalmente mojados, por eso al pasar por delante de mi casa decidieron subir para guarecerse.
Yo al verlos en este estado enseguida los hice pasar y fui a buscar unas toallas para que se secaran. Me dijeron que iban a quitarse la ropa mojada y secarse mientras yo iba a buscar algo de bebida. Cuando volví al comedor, ya se habían sacado la ropa y estaban los dos envueltos en una toalla grande. Les di a beber un poco de coñac y empezamos a charlar. La verdad es que José y Carmen eran muy agradables. No muy mayores, alrededor de los 55 años y ambos todavía de buen ver. Yo por mi parte, con mis 23 años tenía un cuerpo muy voluptuoso, con dos buenos pechos y unas curvas muy pronunciadas. Como era verano y hacía calor, iba por casa con pantalón corto y una camiseta con las mangas muy abiertas por donde se veían mis sujetadores con facilidad.
Después de un rato de estar hablando y bebiendo los tres, los eflujos del alcohol hicieron su efecto y Carmen me empezó a decir que tenía un cuerpo muy bonito. Me dijo que a su marido le gustaría verlo y que me podía desnudar para enseñárselo. Lo ye dije que me daba vergüenza, pero ella se acercó a mí y me quito la camiseta. Aunque yo le dije que no, también me bajo los pantalones, dejándome en ropa interior delante de ellos. Al parecer mi negativa no fue muy rotunda, supongo que debido al alcohol, porque ella insistía en que me desnudara para que me viera su marido. Y así fue que poniendo las manos detrás de mí, me desabrocho el sujetador y tiro de él para que se cayera. Delante de ellos dos, aparecieron mis magnificas tetas las cuales se quedaron contemplando mientras Carmen le preguntaba a José si le gustaban. El contesto que sí y empezó a tocármelas y aunque sus manos no eran pequeñas, no conseguía abarcarlas todas. Finalmente acerco su cara a uno de mis pechos y empezó a lamerme un pezón, mientras con una mano me estrujaba la otra teta.
Al cabo de unos instantes, Carmen le dijo que se apartara y de nuevo se acercó a mí. Antes de que me diera cuenta, cogió mis bragas y tiró de ellas hacia abajo, mostrando ahora mi coño totalmente depilado. Viendo mi sensual desnudez, Carmen se quitó la toalla y también se quedó desnuda. A pesar de su edad también tenía un buen cuerpo aunque no como el mío. A continuación cogió la toalla que José tenía atada en la cintura y tiro de ella, quedando también él desnudo, con su pene totalmente erecto.
Carmen y José se sentaron en el sofá y ella empezó a masturbarlo. Me miró y me dijo que me sentara con ellos, al lado de José. Después de todo lo que me había dejado hacer ya me daba todo un poco igual, por lo que así lo hice. Una vez sentada, Carmen cogió mi mano y la puso sobre la polla de su marido para que lo masturbara. Y así, las dos juntas estábamos haciéndole una paja a José. Mientras una subía y bajaba su mano por su glande, la otra le acariciaba los testículos y viceversa. Mientras él aprovechaba para tocarnos las tetas, sobre todo a mí porque las tenía más grandes.
Al cabo de un tiempo, Carmen me puso la mano en la cabeza y me empujó hacia abajo, para que acercara mi cara a la entrepierna de José. Me dijo que se la chupara. Yo no quería hacerlo, nunca antes había hecho una felación, pero al final accedí porque estaba muy caliente y ya me daba todo igual. Mientras con una mano le acariciaba las pelotas, empecé a pasar la lengua por su pene, de arriba abajo, hasta que me lo puse en la boca y empecé a succionar. José estaba loco de placer y Carmen sentada a nuestro lado abierta de piernas, con una mano se tocaba el coño, y con la otra acariciaba mi clítoris. Estábamos los tres a cien, pero como José no quería terminar muy pronto, me quitó la cara de su entrepierna y me hizo levantar un poco para poder meter su polla en mi vagina. Mientras me estaba follando, Carmen se sentó en el respaldo del sofá, se abrió de piernas y puso su coño a escasos centímetros de mi cara. Y yo, entendí lo que quería y aunque nunca antes había tocado a una mujer, empecé a lamerle el clítoris.
Al parecer lo hice muy bien, porque Carmen fue la primera en tener un orgasmo y retirarse. El segundo fue Juan, cuando vio que estaba a punto de correrse, en lugar de hacerlo en mi vagina, me tumbó en el suelo y lo hizo en mi cara. No sé porque, yo tuve un acto reflejo y abrí mi boca para que el semen entrara dentro. Cuando iba a escupirlo, José me cerró los labios y me obligó a tragármelo.
Mis suegros estaban los dos contentos, pero yo no había tenido ningún orgasmo y estaba a mil. Carmen me sugirió que me masturbara yo sola porque ellos ya estaban satisfechos. Y yo, delante de ellos dos, me abrí de piernas, y me empecé a acariciar el clítoris con una mano y las tetas con otra, hasta que llegué al orgasmo.
Cuando todo terminó, nos duchamos y nos vestimos, y seguimos y hablando un rato. A mí me pareció que lo que había pasado estaba muy bien y ellos aprovecharon este comentario, para invitarme a su casa la siguiente semana pero sin mi marido, su hijo.
Lo que pasó las siguientes semanas aún lo revivo en mi mente. Hice muchas visitas a mis suegros yo sola, sin mi marido. De nuevo tuvimos sexo los tres. Pero en posteriores visitas, me obligaron a hacer cosas que yo nunca hubiera imaginado pero a las cuales accedía como un tierno cordero. Tuve sexo con amigos suyos. Hombres jóvenes de 30 años. Y hombres mayores de 70 años. Lo mío me costó que llegaran al orgasmo. Se la chupe a decenas de hombres y también tuve que hacerlo con mujeres. Chupé clítoris de jóvenes y viejas. Me follaron un montón de gente. Algunos quisieron darme por culo y yo accedí. No sé porque era completamente sumisa.
Con el tiempo me convertí como un muñeco de feria. Hacía sexo delante de todo el mundo, como si fuera un espectáculo. Si no llegaba al orgasmo me masturbaba delante de todos los presentes, bien abierta de piernas para que todos me vieran.
Mis suegros cobraban dinero a sus amigos o conocidos por tener sexo conmigo o por ver las guarradas que yo hacía y yo no cobraba ni un duro. Hicieron que mostrará mis intimidades delante de cualquiera, amigos o conocidos por sacar un dinero.
Una vez trajeron a un homeless que vivía en la calle y me hicieron que se la chupase hasta que se corrió en mi boca. Otra vez buscaron a tres chavales jóvenes para que me la metieran por mis tres agujeros, coño, ano y boca hasta que se corrieron los tres. También hicieron que me follara un perro, un pastor alemán. Y cuando este se corrió me obligaron a chupársela para limpiarle el semen restante.
Un día hicieron un bukake y se corrieron en mi cara y mis tetas 23 hombres. Cuando terminó me prohibieron ducharme durante 16 horas. Cuando al final lo hice, me costó un montón sacarme de encima todo el semen reseco.
La última perversión de mis suegros fue atarme de pies y manos encima de la cama, con mis piernas totalmente abiertas. Y después cobraron dinero a todos los hombres, viejos, muchachos y mujeres que quisieron follarme. Estuve 24 horas atada a la cama. Me follaron 26 hombres de 16 a 85 años. También vino un crio de 13 años que consiguió eyacular en mi vagina. Hubo unos cuantos que aprovecharon que estaba atada para metérmela por el culo. Y también unos cuantos que me la metieron en la boca, descargando todo su lìquido en mi garganta. Y como yo no podía hacer nada, mi suegra me iba limpiando el semen que salía por mis agujeros.
Aún no sé porque yo accedía a todas estas experiencias sin negarme a nada. Después descubrí que mis suegros me hipnotizaron el primer día para que accediera a todos sus deseos. Ellos ganaron un montón de pasta gracias a mí, pero yo no vi ni un céntimo. Y mi marido nunca se enteró de nada.
Finalmente un día mis suegros tuvieron que marcharse lejos, y todo acabó. A pesar de todas las denigraciones por las que tuve que pasar no me queda un mal recuerdo de aquella época.
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