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Mis machos del campo (sexta parte)

Se hizo largo el viaje al pueblo, son muchos kilómetros camino de tierra, yo iba encantada, escuchábamos música y conversábamos de todo. Seguía descubriendo un hombre fascinante, me confesó que no le gustaba engañar a mi marido Luis, la responsable soy yo le dije, pero Luis también tenía su parte de culpa, le conté lo monótono de nuestra vida sexual y que yo era joven y con mis hormonas demasiado activas todavía. Siguiendo en tren de sincerarnos me dijo que el día que nos conocimos le llamo la atención mi seriedad y distinción, mi porte de dama seria, no sé si lo dijo para alabarme o porque realmente lo pensaba, le respondí que así era yo, hasta que pasó lo de la oficina con él, por supuesto omití mis orgias con los chicos, ese secreto jamás en mi vida lo revelaría.



Cuando estábamos por llegar a la ruta de asfalto, ya cerca del pueblo, me propuso ir a una ciudad que estaba a 250 km de allí y pasar la noche juntos, mi sonrisa en la cara fue la respuesta y hacia allí emprendimos viaje, era tarde-noche aunque temprano. Al llegar a la ciudad buscamos un hotel y el pidió la mejor habitación (para mi esposa y yo, dijo). Subimos al cuarto deje mis cosas, el no traía nada, estuvimos un instante yo esperaba que me agarre, pero ni siquiera me toco. Salimos a cenar en un lugar cercano, al regresar al hotel, cuando entramos a la habitación, cerró la puerta, me arrincono contra la pared me agarro del culo y mientras me manoseaba toda me dijo algo que fue lo que se hizo carne en nuestra relación, textualmente dijo, me encanta la dama que fuiste afuera y quiero que sigas así, pero en la cama vas a ser mi amante, mi perra, mi puta y quiero que no tengamos limites, quiero que cumplas todas tus fantasías y yo cumplir las mías ¡! Soy obediente y me gusta que me manden respondí, nos desnudamos mutuamente, y en la cama me monto sobre él, manoseando mi culo y chupando mis pezones, mojo sus dedos con saliva y metió dos en mi culo, yo gemía y me movía como una loca, cuando sentí que lo tenía dilatado me recline, tome su pija y me la metí en el culo, acabé en el acto, pero no podía parar, el me besaba tratando de tapar mis gritos y ahogar los suyos, acabe dos veces más, traté de esperarlo, pero no pude, me di cuenta que gozaba mucho más cogiendo por el culo, el cuándo estaba por acabar tomo mi mano y la puso en su boca, esta vez para tapar sus gritos, aunque temo que si había alguien en la habitación cercana seguramente nos escuchó.



Descansamos un rato conversando y ahí fue cuando me dijo que su decisión de agarrarme en la oficina se debía a que mi marido le había dicho que a fin de mes nos marchábamos, que estaba conforme con él, pero que la vida del campo nos angustiaba, que le extrañaba a su madre y yo la vida en la ciudad. Le dije que no sabía nada y que yo no quería marcharme, él dijo que temió que me fuera siguiendo a mi marido y que nunca volvería a verme, quería que fueras mi hembra aunque sea un momento. Sin salir de mi asombro por la noticia le pregunte que pensaba hacer conmigo. Te quedas acá y me haces el trabajo de oficina, los muchachos están diestros en todo lo demás del campo y yo quiero tenerte cerca. De la alegría y calentura le dije que siempre seria su perra y su puta, me arroje sobre el refregándole los pezones en la cara bajando luego a su pecho y pija, que empecé a mamar desesperada de calentura, note su placer cuando le pasaba la lengua desde el culo hasta los huevos, me concentre en eso y me atreví a meterle un dedo y luego dos, el gemía y me decía puta, perra y todo tipo de cochinadas, estuve largo rato cogiéndole el culo y chupándole la pija, hasta que el me dio vuelta y me cogió desenfrenado de calentura. Salvo Luis, nunca había estado con un macho de mi edad, era distinto a mis chicos, seria por su experiencia o tal vez más química.



Ya más relajados conversamos un rato y nos dormimos acurrucados. Desperté antes que él y lo miraba fascinada, no podía creer que estar donde estaba con un hombre así, nunca en mis fantasías más locas podría haber imaginado todo lo que paso en estos meses. Suavemente baje hasta su pija empecé a chuparla suavemente notando como se ponía dura en mi boca, el gemía suavemente mientras iba despertando. Había poca luz en la habitación, pero suficiente para mirarnos a los ojos, quería ver su cara al acabar, sentí el chorro de leche tibia en mi boca, trague hasta la última gota y fui subiendo despacito lamiendo las gotas que quedaban en su vientre. Su cara somnolienta de placer me lleno de ternura, quería hacer gozar a ese hombre, quería ser suya y someterme a todo lo que le pidiera, de ahora en más seria su puta, su perra su hembra mientras él quisiera. Nos duchamos juntos desayunamos y emprendimos viaje al pueblo.



Al llegar era media mañana, yo quería hacer algún trámite en el registro civil como para justificar mi viaje ante Luis, así que con mi documente inicie cambio de domicilio, di como dirección el campo, ya tenía un papel oficial para mostrarle. Carlos me pidió por mensaje que me entretenga mirando vidrieras cerca de la plaza, el terminaría algunas cosas y me encontraría para llevarme de vuelta al campo. Era mejor no quedarnos los dos días que supuestamente había dicho que demoraría en volver. Así hicimos, por el camino fuimos conversando y riendo, me pidió que fuera con mis tetas descubiertas, el manejaba con una mano y con la otra jugaba con mis pezones. Me causo gracia la manera en que me dijo que tenía obsesión por mis tetas. Le dije que de ahora en más seria mi lactante, todo el viaje fue risa y manoseos, no hay tráfico en esos caminos, solo cruzamos un par de cuatriciclos y un gaucho a caballo que iba vaya a saber dónde, pero era de día y no quiso parar a coger, por temor a que algún vecino o conocido pueda pasar y vernos, de modo que me arroje sobre su falda, baje el cierre de su pantalón y fui varios kilómetros chupándole la pija hasta que acabo en mi boca. La confianza que me inspiraba me había hecho perder todo el pudor que tuve en mi vida de chica –mujer de ciudad.



Entrando al campo encontramos a Luis y los muchachos arreglando unos alambrados, los chicos quedaron ahí y Luis subió con nosotros a la camioneta. Al llegar al casco Don Carlos fue hasta la oficina y Luis y yo a nuestra casa, Allí le dije que don Carlos me había hablado respecto a su decisión de marcharse del campo, al principio se sorprendió, pero le dije que don Carlos me lo comentó pensando que yo sabía, Luis se puso mal y casi sollozando me dijo que quería irse, que me quería pero que respetaría mi decisión de quedarme si esa era mi voluntad, lo abracé con cariño, lo quería como a un amigo, casi como al hermano que no tuve, pero como hombre me resultaba indiferente, tal vez el tedio o los 20 años de rutina y aburrimiento de nuestra convivencia me habían cansado de su compañía. Le dije que lo entendía, pero que yo prefería quedarme, que la paz y tranquilidad del campo me hacían muy bien. Claro, no podía decirle que lo que más me importaba era que allí había conocido lo que es ser una verdadera mujer, una verdadera hembra.



Fuimos con dos de los chicos a despedirlo al micro, allí también estaba don Carlos, sentí una pena de mezcla y alegría cuando se marchó prometiendo que cada tanto volvería a visitarnos. Camino de regreso con los chicos quisieron agarrarme, les pedí que me entiendan que mi ánimo estaba ambivalente, en un par de días volvería todo a ser como antes, su hembra estaría disponible y libre para lo que gusten, pero que me den tiempo. A la mañana siguiente después de hacer las tareas fui al escritorio a pasar a la Pc las novedades del día que Ricardo me había arrimado en el cuaderno de campo. No pude evitar repasar el diario que llevaba con lujo de detalles de todas las experiencias y sensaciones que había vivido en esos meses en el campo y que almacenaba minuciosamente en el pen drive que conservaba de mi antiguo negocio.



Leía y releía entre culpable y feliz. Que me había pasado en ese tiempo? Cuál era la real Isabel, la señora educada y correcta de la ciudad o la perra en celo en la que me había transformado? No encontraba respuesta, solo sabía que de ahora en más era libre para disfrutar de mis tres machos jóvenes y del macho mayor que era de verdad el hombre que siempre soñé.


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