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Mis machos del campo (quinta parte)

Pasaron varias semanas sin tener oportunidad de tener a mis tres chicos juntos, me conformaba con alguna escapada en que alguno de los tres me cogía rápidamente, pero hacia frio y yo necesitaba sentir piel sobre mi piel, no podíamos desnudarnos en el monte, casi siempre era igual, yo apoyada contra un árbol con los pantalones bajos hasta la rodilla y el chico de turno, agarrado de mis tetas cogiéndome de atrás. Eso me tenía angustiada y me hizo repensar todo de nuevo. En más de dos meses, Luis solo tuvo un viaje al pueblo, que por supuesto aprovechamos con los chicos para una fiesta a la que me había hecho adicta, esos cuerpos grandotes y fuertes me enloquecían, que me hagan de todo, tragar y sentirme bañada y llenos mis orificios de su leche tibia me ponía en un estado de éxtasis indescriptible. Pero solo fue una vez en tanto tiempo. El frio había llegado y ya no tenía a mis chicos en la ventana y yo durmiendo desnuda, alguna noche que no resistía la calentura iba al cuarto de Luis, cogía con él, pero permanentemente pensando en los encuentros con mis machos, eso me hacía acabar como nunca antes con Luis, al que noté sorprendido por mi reciente ¨fogosidad¨, claro, creía que era por él, pero los orgasmos me venían recordando lo hembra y lo puta que me hacían sentir mis dueños.



Una mañana don Carlos estaba en el campo con los muchachos, regresó solo y me llamó a la oficina porque necesitaba mi ayuda, cuando entre, el sentado al frente de la PC me mostro un cuaderno y sus anteojos rotos, se me cayeron al entrar dijo resignado, agregando si yo podría archivarlo en el pendrive que luego el llevaba al pueblo, fui hasta donde él estaba sentado, esperando que se pare para ocupar su lugar frente a la máquina, pero él se quedó sentado, me tomo suavemente de la cintura y me sentó en su falda, sorprendida y nerviosa, no dije palabra y empecé a pasar los datos, el levanto mi abrigo suavemente y acaricio mi vientre hasta llegar a mis tetas, ahí sentí la dureza de su pija en mi culo, yo estaba muda, pero me acomode sobre el de modo de sentirlo justo donde me gustaba, me refregaba sobre sus piernas y escribía como podía, ya que estaba tan caliente que se me nublaba la vista, el acariciaba mis pezones con una mano mientras con la otra en mi entrepierna me acariciaba sobre el pantalón. Fue evidente cuando acabé, porque tire mi cabeza para atrás, mi mejilla quedo pegada a la suya, seguíamos sin decir palabra, cuando el notó que me calme, me tomo suavemente de la cintura y me hizo incorporar, camine hacia la puerta y en ese momento él me dijo: Isabel, estoy loco de deseo por Usted, volví sobre mis pasos, le di un beso suave en la boca y me marche sin decir palabra.



No entendía que estaba pasando, si bien había notado antes las miradas de don Carlos nunca imagine que un hombre como él se fijaría en mí, no me podía quitar eso de la cabeza cuando ya al mediodía entro con mi marido que lo había invitado a almorzar con nosotros. Yo no podía mirarlo a la cara, porque estaba tan confusa y caliente que tenía miedo que se me note. Durante el almuerzo estuve muda, ellos conversaron cosas del campo, yo con la vista fija en mi plato no paraba de pensar en lo que había ocurrido en la oficina.



Esa noche, después de acostarme me anime y le hice un mensaje a don Carlos, preguntándole porque hizo lo que hizo, que pensaba de mí, en el acto respondió, Usted es una verdadera mujer, una hembra sensual y atractiva, la deseo. Respondí preguntándole porque no siguió adelante en la oficina, ya que solo fue un roce inconcluso, el respondió, Usted es demasiada hembra para un encuentro rápido, yo quiero disfrutarla y hacerla gozar como nadie lo hizo antes. Y sin más escribió, seguimos otro dia, que descanse, besos.



Confieso que no dormí esa noche, que estaba pasando? Porque todos estaban así conmigo? Los calentaba de verdad o todo se debía a que era la única mujer cercana que tenían? Tanto aspecto de puta había adquirido? Me vieron presa fácil?... Todo eso y mucho más me daba vueltas en la cabeza. Y si, sé que mi aspecto calentaba, yo era menudita, pero tenía buen cuerpo y siempre note las miradas en mis tetas, tenía nalgas firmes y mi cintura finita resaltaba las curvas de las caderas, en conclusión, había carne para satisfacer a cualquier macho, ya lo había probado con mis chicos. Mi ego estaba por las nubes.



Don Carlos estuvo varios días sin venir, tenía dos comercios en el pueblo y seguramente eso lo mantenía ocupado, pero todas las noches me hacía un mensaje, “que descanse buena moza”. Además de deseada me sentía halagada más allá de mis chicos, que un hombre fascinante, culto, tan educado y bien parecido se fije en mi me resultaba increíble. Mirando sus datos comerciales en la PC de la oficina encontré su edad, era 5 años y unos meses mayor que yo, en ese momento el tenía 48 y yo ya estaba por cumplir los 43.



Don Carlos como de costumbre venia cada tres o cuatro días al campo y hacia su rutina habitual, trabajaba un rato con los muchachos y luego iba a la oficina a leer las novedades que Luis o yo anotábamos y pasarlas a su pen drive con las suyas del día. Me llamaba la atención que casi ignorara mi presencia, hasta que recibí un mensaje que decía: ¨ Isabel, no me arrimo a usted porque es tanto lo que la deseo que soy capaz de agarrarla delante de todos ¨. Leerlo me produjo mezcla de risa y calentura, pero provocativa le respondí que como pensaba solucionar su problema? El respondió ¨lo dejo en sus manos, besos¨.



Cada vez estaba más intrigada y caliente con él, aunque de todos modos los encuentros rápidos con los chicos me calmaban un poco la calentura. Pero su último mensaje “lo dejo en sus manos” me excitaba más y me mantenía pensando permanente en que había querido decirme? Debía inventar algo rápidamente para sacarme la intriga que me generaban las actitudes de ese hombre. Tenía que encontrar una excusa para ir sola al pueblo, allí el sabría qué hacer.



Nuestra correspondencia llegaba a su casa, el cada vez que venía al campo nos traía alguna carta, aunque yo solo tenía unas primas segundas en mi ciudad, con las que a pesar de que antes nos veíamos seguido ya solo intercambiábamos mensajes de texto cada tanto.



Días más tarde recibí un mensaje de don Carlos que decía: “ya que no lo arregla usted lo arreglare yo”, a la mañana siguiente llego al campo con varios sobres de correspondencia, al entregármelos me guiño un ojo y siguió rumbo al galpón, en uno de ellos una carta con membrete oficial reclamaba mi presencia en el Registro Civil del pueblo por la renovación del documento que yo había pedido meses antes. Primero no entendí ya que nunca había solicitado tal cosa, después se me hizo agua la boca, don Carlos había solucionado todo. Al mediodía le comente a Luis sobre esto, él me dijo que no podría llevarme y que ir sola en la vieja camioneta era arriesgado, que don Carlos se iba a la tarde de regreso al pueblo, que me le pidiera a el que me lleve, podría dormir en el hotel frente a la plaza y al otro día a la mañana concurrir al registro Civil. Buena idea respondí, esperando que no se me note la excitación que tenía porque al fin podría sacarme la intriga y la calentura que me había generado don Carlos. Preparé mi bolso con la mejor ropa y la lencería más sexy que tenía y espere que llegaran todos del campo, al verlos regresar espere que los chicos fueran a su casa me arrime a Luis y don Carlos, ante mi pedido don Carlos respondió que Luis ya le había adelantado algo y que no tendría problema, pero que él no regresaría hasta dentro de dos o tres días para traerme y agrego: si quiere aburrirse en el pueblo. Yo me reí respondiendo que si había vidrieras para mirar no me aburriría, los dos soltaron una carcajada por mi ocurrencia.



Salimos del campo ya atardeciendo, la calefacción de la camioneta estaba alta y el calor adentro era sofocante, se lo dije a don Carlos y el riendo me dijo, la idea es esa que tengas tanto calor que te vayas desnudando para mi, me sentí la más perra de las perras, de a poco empecé a quitarme la ropa, el miraba de costado sin detener la marcha, cuando estuve toda desnuda, paro la marcha sin detener el motor, se corrió a mi asiento y me coloco sobre él, le pedí que él también se desnude, cuando lo hizo, me acomode como pude arrodillada en el piso y le empecé a acariciar y chupar la pija mientras con mi mano libre me pajeaba, mirándolo todo el tiempo a los ojos, el gemía y me decía que nunca se la habían chupado así, acabó en mi boca y lamí hasta la última gota de leche que le había quedado, me dolía el cuerpo por lo incomodo de la posición y por el orgasmo que tuve con mi paja, el me ayudo a acostarme nuevamente sobre él y mientras acariciaba mi cabello me dijo que desde que me vio por primera vez olió a hembra alzada, buen olfato respondí sonriendo. Estuvimos un largo rato allí. Le confesé que era la primera experiencia que tenía en un vehículo y que me había encantado su truco de la carta del Registro Civil. Ya estaba oscuro, se rio y emprendimos camino al pueblo.


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