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Categoría: Confesiones

Mis machos del campo

Me llamo Isabel, tengo 47 años, soy bajita, morocha, cabello largo que suelo usar con una trenza, tengo un lindo cuerpo, buenas piernas, una cola parada y menudita y los pechos grandes y atractivos con pezones casi como la tetilla de una mamadera, lo sé porque todos los hombres me los miran con deseo. Me case a los 21 con Luis, mi primer novio y fue prácticamente el único con el que tuve relaciones sexuales. Nuestra vida íntima nunca fue buena, él era eyaculador precoz y nunca quiso hacerse tratar, esas cosas de la hombría mal entendida, sumado a eso la monotonía de tantos años me había hecho resignar a tener un orgasmo cada tanto y solamente con una masturbación propia o cuando Luis se dignaba a hacerme acabar con sus dedos. La rutina y sus ronquidos al dormir nos llevaron a dormir en cuartos separados. Cuando Luis perdió el trabajo ya no nos alcanzaba para pagar el alquiler de la casita donde vivíamos con los ingresos de mi pequeño negocio de lencería. De modo que a mis 42 años nos fuimos de caseros a un campo de la Patagonia. Allí tendríamos casa gratis y un sueldo que si bien no era grande nos permitiría ahorrar para regresar, porque no había gastos, excepto la comida.



La casa era pequeña y confortable, rodeada de un bosquecito de eucaliptus y cerca de un arroyo poco corrientoso y a unos 50 metros estaba la casa de los peones, tres hermanos jovencitos que hacía un año habían perdido a su padre alcohólico. Eran chicos lindos, rudos y fuertes. Cuando nos instalamos Luis y yo decidimos seguir como siempre, cada uno en un cuarto, cuando él quisiera vendría y tendríamos relaciones aburridas como siempre.



Desde el primer día noté como los muchachos me comían con la mirada. Se presentaron muy educados y tímidos. El mayor Ricardo de 19 años y los mellizos de 18 Luis y Juan. El verano era agobiante y yo dormía con los vidrios de la ventana abierta y una cortina transparente que permitía que entrara el aire. A la segunda noche estaba leyendo en la cama y para sentirme más fresca solo tenía una tanguita y un camisolín rojo que tenía dos tiras de escote y me llegaba hasta el ombligo. De pronto una brisa movió la cortina y con el reflejo de la luz de mi cuarto pude ver los rostros de los hermanos, en principio casi grito por la sorpresa, pero disimule como si no los hubiera visto y seguí leyendo, los imagine pajeandose por verme y empecé a sentirme excitada y deseada. Me coloque de costado en la cama de modo que pudieran ver mi culo al que solo tapaba la tirita de la tanga, me moví disimuladamente de todas las formas posibles para dejar que vieran todo lo que quisieran. Me pareció (o tal vez imagine en mi excitación) escuchar algún gemido que indicaba que seguramente esas tres pijas fuertes y jóvenes estaban manando leche por mí. Sentí tanto morbo y calentura que por un momento estuve a punto de pajearme, pero apague la luz y trate de dormir, pero no logre hacerlo hasta que no me masturbe y tuve un orgasmo como pocas veces había tenido.



Al otro día todo transcurrió normal, hice tareas de la casa, recorrí el bosquecito y fui hasta el arroyo, mientras Luis salió varias horas con los muchachos a recorrer el campo en los cuatriciclos. Cuando regresaron, los hermanos me saludaron desde lejos con una sonrisa cómplice, era como si algo se hubiera creado entre ellos y yo.



A la noche siguiente después que sentí los ronquidos de Luis al dormir, me di una ducha y volví a mi cuarto desnuda envuelta solo en un toallón que deje caer al entrar, quería que si mis admiradores estaban espiando me vean completamente desnuda, me pare frente al espejo a cepillar mi cabello me puse algunas cremas, todo el tiempo tratando de percibir algún sonido que me indique que ellos estaban allí, pajeandose por mí. Me acosté desnuda y al igual que la noche anterior me coloque de todas las formas posibles para que me vean completamente. Así pasó más de una semana, todas las noches hacia lo mismo y varias veces comprobé que ellos estaban ahí, mirándome, mi calentura iba en aumento y me sentía como una perra en celo, con todos esos machos deseándome.



El viernes al mediodía don Carlos el dueño del campo mando un mensaje de texto pidiéndole a Luis que el sábado temprano viaje hasta el pueblo a buscar algunas vacunas y elementos para los animales. Mi marido salió después de almorzar en la vieja camioneta que teníamos para uso del campo yo termine las tareas y salí al patio. Allí estaban los muchachos fuera de casa, al verme salir Ricardo el mayor se arrimó a conversar, le pregunte si el arroyo era peligroso para bañarse, él se rio respondiendo entre pícaro y burlón que ni siquiera con mi altura correría peligro ya que era bajito y poco caudaloso, de todos modos agrego, Usted con esos flotadores no se hundiría jamás. Me sonreí y me puse colorada, pero me gusto el descaro que mostro y decidí redoblar la apuesta, le respondí que si corría peligro gritaría para que fuera a socorrerme. El me miro riéndose con picardía, dio media vuelta y se fue. Al entrar sonó el teléfono, era un mensaje de Luis avisando que llegaría tarde a la noche, mi imaginación se puso a mil, busque entre mis cosas sobrantes del negocio una bombachita de malla chiquita y una remera de algodón blanco que estaba segura que al mojarse mostraría bien mis pezones, me vestí con eso, me puse un vestidito y salí hacia el arroyo.



A los pocos minutos de estar chapoteando en el agua ocurrió lo que había sospechado, Ricardo sonriente me miraba desde la orilla, tenía puesto solamente un pantalón corto que me permitió notar que tenía la pija dura, le sonreí y él se zambullo apareciendo delante mío casi tocándome. Yo estaba recaliente como nunca, sin decir palabra me tomo de la cintura y me besó, primero con la boca cerrada y después sentí su lengua recorriendo mi boca, me agarro del culo, me levanto hasta que coloque mis piernas alrededor de su cintura, yo fingía resistirme pero los movimientos de mi cuerpo le demostraban que podía seguir adelante. Empecé a lamerle el cuello mientras él me arrancaba la remerita y lamia mis pezones, busque su pija desesperadamente con mi mano logre sacarla del pantalón y sin soltarla corrí mi malla y la puse en mi concha, sentí ese pedazo de carne duro y caliente que entraba en mí y casi me desmayo de placer, él se movía sin parar suave pero profundamente, yo gozaba y gemía como loca, pero tratando de conservar mi dignidad le decía que pare, que yo era una mujer casada, que estaba mal lo que me estaba haciendo. Tuve dos orgasmos y el seguía y seguía, en un momento al mirar hacia la orilla a menos de 10 metros vi a los mellizos desnudos pajeandose, no les saque la vista de encima en ningún momento, ni siquiera cuando acababa, por un momento pensé que había sido una puta reprimida durante tantos años que había llegado el momento de dejar de lado los prejuicios, mientras tanto jadeaba, gemía y gritaba, vi como los mellizos se arrimaban y atraje a uno de ellos hacia mí y lo bese a lengüetazos con mi mano lleve al otro detrás mío y allí me sentí la más puta de las putas, un macho cogiéndome y otro atrás mío lamiendo mi espalda y mi nuca tocándome las tetas y apoyando su pija dura y vigorosa en mi culo, no podía contener mis gritos y sentía como mi culo se iba abriendo por el roce de ese pedazo de carne dura y caliente, lleve la mano a mi espalda buscando la pija del melli y coloque la cabeza en el agujero virgen de mi culo. El mellizo empujo y sentí una sensación indescriptible de placer y dolor. Nunca había siquiera imaginado tener dos pijas dentro mío. El otro melli pegado a mi costado refregaba su pija contra mi muslo levantado alrededor de la cintura de Ricardo. Perdí la cuanta de cuantas veces acabé, solo sé que eso duro al menos media hora, hasta que sentí la leche tibia de esas pijas de machos jóvenes dentro mío. Me sentí agotada me desprendí de Ricardo y fui lentamente hasta la orilla me saque la bombachita y los pedazos que quedaban de la remera, me quede tirada desnuda en la orilla al rayo del sol, ellos se arrimaron y allí quedamos los cuatro en silencio, pasaron algunos minutos y puse en juego mis mejores dotes de actriz, preguntándoles si les parecía bien aprovecharse de una mujer indefensa y sola, Ricardo respondió sonriente que sí, y con cara picara preguntó y a usted que le pareció? No pude más que largarme a reír diciéndoles que me había gustado mucho, también le dije que sabía que no tenían experiencia en el sexo, que les enseñaría todo lo que pudiera y que podrían hacer conmigo lo que quieran, que sería la hembra y la puta de los tres, pero que esto debía ser un secreto absoluto y que deberían manejarse con toda discreción delante de mi marido y de don Carlos o de quien sea, si cumplían con esto tendrían la carne siempre disponible. Mientras hablaba me estaba calentando de nuevo y recordé que el melli Juan no me había cogido, me incorpore un poquito y empecé a chuparle su pija virgen, era hermosa tan dura y suave, observe por el rabillo del ojo que Ricardo y Luis miraban enloquecidos, mientras seguía chupando me puse en cuatro patas y tome la pija que tenía más cerca y suplique, rómpanme el culo papitos míos. Ricardo y el melli Luis se turnaron para darme por el culo mientras yo chupaba y tragaba la leche del melli Juan, que luego de acabarme dos veces en la boca, espero su turno para llenarme el culo de carne y de leche. Yo estaba deshecha de cansancio, perdí la cuenta de las veces que acabe. Les repetí la advertencia de nuestro secreto y que sería su puta cada vez que hubiera oportunidad. Ya estaba atardeciendo y debíamos regresar. No alcance a ponerme el vestidito cuando el melli Luis me cargo en brazos y así fui hasta la casa desnuda pasando de brazo en brazo y besándome como una cerda con el macho que me estaba cargando. Al estar cerca me agache y a modo de despedida le di una chupadita de pija muy suave y corta a cada uno. Camine los pocos metros que me separaban de mi casa, fui al baño me duche y me tire en la cama, sonriente, agotada y feliz. Basta de prejuicios y pudores, de ahora en más disfrutaría y sería la más puta de las putas. Había empezado una vida nueva.


Datos del Relato
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