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Hola a todos, hace tiempo que voy leyendo las historias que aquí se dan cita y creo ha llegado el momento que por mi parte corresponda con mi granito de arena. De las historias que he ido leyendo a lo largo de los últimos meses las historias que particularmente más me interesan suelen ser las que cuentan hechos reales, es por ello que por mi parte voy únicamente a relatar historias que me hayan sucedido realmente aún a riesgo de que no sean tan espléndidas como las imaginarias de otros, quizás cuando se me acaben las reales si sigo escribiendo seguiré con mis fantasías, eso sí lo avisaría con antelación.
No me extiendo más, allí va la primera de las historias reales que os narro.
La misma la podemos incluir tanto en dominación, sexo con maduras, fetichismo e incluso amor filial aunque esto último creo que lo incorporaré en otra ocasión.
Actualmente tengo 30 años y lo que os contaré (mis experiencias con R.) me remonto desde cuando yo tenía 17 hasta que cumplí aproximadamente los 20.
Resido en Barcelona y por aquella época, me remonto al año 1989 se incorporó a las tareas del hogar en casa de mis padres una señora que como he dicho llamaremos R. R venía todas las mañanas de lunes a viernes a casa y no era tanto una chacha, sino una ayuda y amiga para mi madre. Limpiaba superficialmente, hacía la comida y hacía compañía. R. debería tener por entonces unos 33 años. No era una belleza pero no estaba mal, altura media, tetas normales, media melena castaña oscura, tez morena y gafas, casada y madre de 3 hijas. Yo por cierto a mis 17 años tenía un buen cuerpo, no obstante entrenaba 5 días a la semana, rubio, 1.80, ojos azules y por entonces muy pero que muy salido. Acababa mi ciclo escolar y estaba a punto de empezar la universidad.
Los primeros 2-3 meses transcurrieron como si nada, rompiendo el hielo, y creando una amistad por complicidad en detalles tontos como cuando me traía videos porno de la colección de su marido o cuando encontró mis revistas porno y solo sonrió. Esos detalles me hicieron no tan solo perder el miedo sino el provocar esas situaciones, como dejar alegremente las revistas al lado de la cama que ella posteriormente iba a hacer, o dormir desnudo dejando la puerta abierta por las mañanas sabiendo que ella pasaría inevitablemente por delante.
El primero en romper el hielo fui yo cuando por una tonta apuesta que ahora no recuerdo como vino le dije que me veía capaz de sacarle los botines que llevaba sin bajar la cremallera, ahora que lo pienso era un motivo muy tonto, pero lo que esta claro es que funcionó para empezar a tener contacto. Ella aceptó y se sentó al borde de la cama yo me arrodillé ante ella y empecé a tirar del botín, busque la excusa e hice entender que no podía, para solucionarlo y antes de que ella pudiera decir nada me saque la camisa quedando con la parte superior de mi cuerpo desnudo con la excusa que necesitaba que apoyase el botín en mi pecho para hacer más fuerza y no quería ensuciar la camisa. Ella, cómplice, simplemente reía. Apoyó un botín y se lo saque posteriormente lo mismo con el otro. Me felicitó y antes de que ella lo hiciera me ofrecí a reponerle el calzado a lo que ella accedió complacida. Esto es lo primero que sucedió que aunque para muchos no significa nada, para mi abrió un mundo interior que tenía encerrado de amor sin límites y fetichismo hacia los pies de las mujeres y al estar sometido a ellos.
Días más tarde hicimos el mismo juego con unas botas a diferencia que en aquella ocasión le supliqué me dejará tirar fotos con la excusa de acabar un carrete, ella accedió y empezó a hacer poses con su minifalda y botas altas sentada en una silla y estirada en la cama o con las botas pisándome y finalmente besándole las botas, ella únicamente seguía mis juegos y disfrutaba con ellos, juegos sin malicia y sin teóricamente una connotación sexual, aunque supongo que mi empalmada era notoria.
Finalmente una de las mañanas que yo hacía ver que estaba dormido, desnudo sobre la cama dio ella un paso adelante. Este paso fue cuando yo estaba desayunando en la cocina, se me acercó y me dijo que había observado que tenía el cuerpo quemado por el sol (durante esos días de vacaciones iba bastante ala playa) y se ofrecía a ponerme crema hidratante. Yo acepté, ella bajo a comprar un pote, subió y fuimos a mi habitación, me dijo que me quitara la camisa y que me estirase. Ella froto mi espalda de forma sensual y disfrutando (se le escapaban suspiros y algún jadeo), dijo que me voltara e hizo la misma operación con mi pecho y abdomen. Los días siguientes se hizo cotidiana la sesión de masaje, cuando no había nadie en casa (lo cual implicaba que ambos sabíamos que connotaba algo prohibido), ya lo hacía subida encima de mi, se sentaba en mi trasero o sobre mi entrepierna, con lo que os podéis imaginar mi erección, ella obviamente lo notaba, pero lo mejor es que ninguno decía nada al respecto, lo cual era más morboso si cabe. Ella acostumbraba a llevar o minifalda o vestido de una pieza corto y ligero con lo que en su posición de abertura a pocos centímetros de mis ojos, sin dificultad le veía las bragas y los pelillos que se le escapaban. Yo cerraba los ojos y ella se quitaba las gafas y el anillo de casada y empezaba a sobarme en sesiones que casi me arrancaban la piel bronceada de lo que duraban esos masajes, yo prácticamente me quedaba como ido oyendo sus timidos jadeos que irremediablemente se le escapaban y únicamente entreabría los ojos para ver la cara de vicio que ella ponía, en una de las sesiones se le escapó que le encantaba sobra mi cuerpo y yo encantado, poco a poco y normal en tanto rato de sobeteo llegaba a desplazar los dedos por debajo de mi short de verano abierto para permitir que el masaje llegara a lo máximo permitido y llegaba a rozarme el pollón no obstante éste estaba totalmente erguido y modestia aparte es bastante largo y grueso.
Finalmente a la enésima sesión le solicité temeroso si me pudiera dar el masaje sin las bragas puestas, ella sin dudar accedió, se las quitó y empezó a darme el masaje, a partir de allí todo el mundo se puede imaginar lo que indudablemente sucedió, al poco le introduje los dedos en su vagina y empecé a juguetear dentro de ella, ella seguía masajeándome el pecho, apretando y pellizcándome con fuerza mis pezones, mientras mi mano notaba lo mojada que estaba, la teta se le salió del minúsculo vestido y su erecto pezón fue a parar a pocos milímetros de mi boca, la cual no dudó en comérselo lamiéndolo con fruicción, ella ya estaba fuera de sí, se sentó en mi cara y cogiéndome los pelos me apretó su coño en mi lengua, la cual no desaprovechó la ocasión, empecé a lamerlo con la devoción acumulada por el mes de masaje y posterior paja solitaria en el lavabo y ella se corrió un par de veces, quise lamerle su ano pero ella con un repentino gesto se negó, ¡eso es solo para mi marido!, fue una pequeña decepción, supongo que para compensar empezó a lamerme la verga no sin antes exclamar un oohhh de asombro por lo grande que estaba con la erección, estuvo un rato con mi polla oculta cuanto podía en su boca y procedí a arrodillarme y ante su asombro le empecé a lamer los pies, empezando por la parte dura, toda la planta y cada uno de sus deditos y los huecos, así estuve un buen rato mientras ella jadeando ya sin temor se frotaba el coño, metiéndose los dedos bien adentro.
Seguí con el otro pie y finalmente extasiada me pidió que le volviera a lamer el coño, se sentó en mi cara y lo empezó a frotar contra mi lengua, succioné su clítoris provocándole sensaciones de placer y dolor mezclados a la vez que ella pellizcaba mis pezones cuando de repente pronunció la frase que se me ha quedado grabada tras los años, ¡méteme tu pollón hasta dentro, fóllame bien follada, no puedo más! Y aunque os parezca mentira no sucedió, dudé, quizás por no llevar preservativo, quizás porque no me lo esperaba, la verdad es que seguí lamiendo su coño y ella volvió en sí y reaccionó ante lo que estaba haciendo, empezó a decir que no le podía hacer eso a su marido se apartó y me dijo que nunca más deberíamos tener contacto alguno, había pasado de la gloria a los infiernos, todo en 30 segundos y seguro por no follarla cuando me lo suplicó, si lo hubiera hecho, una vez ya su marido con cuernos habría perdido todo pudor para los siguientes días, fue un error de juventud por mi parte. No obstante no todo acabó allí, seguimos con muchas sesiones que os contaré en próximos días.
Confío que os haya gustado y repito ésta como el resto de mis narraciones totalmente reales, no sé si el nivel de la misma habrá agradado a alguien, en el fondo ni ‘follé’, si pese a ello os ha agradado para poder tener valor para seguir con mis experiencias, os agradecería me lo comentaseis, gracias.
Juan
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