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Después de nuestro primer encuentro Adriana me buscó nuevamente a través de la computadora para facilitar la comunicación compartimos teléfonos y así poder seguir en contacto. El humor de Adriana había cambiado radicalmente, ahora la sentía más suelta, con mayor confianza.
No tardó mucho en que Adriana me confesara que nunca la habían penetrado analmente, que nunca se lo había permitido a su ex marido porque le parecía algo sucio además de suponerlo en extremo doloroso, pero que haberlo hecho en la regadera con un "desconocido" le había encantado. Finalmente aceptó que le gustaba sentirse dominada, una puta, una perra, pero que obviamente por pena con su entonces marido nunca se lo dijo por miedo a lo que el pensaría de ella. Yo le comenté que pues una cosa es lo que sucede en la cama y otra la vida diaria lo que sucede en la cama ahí se queda.
Un par de días más tarde y al calor de una rica platica sexual, Adriana sin saber las consecuencias de sus palabras me dijo "hazme lo que quieras, soy tu esclava". Me quede un poco pasmado de solo imaginarla hacer lo que yo le pidiera ella notó una pausa en la conversación y solo atinó decir "dije algo malo?", a lo que yo le respondí que no, pero que sinceramente no la creía capaz de convertirse en mi esclava. La plática fue tomando un tono más serio pero igual de caliente tratando de ver hasta donde podíamos llegar.
Estábamos poniéndonos de acuerdo en el próximo encuentro, decidimos ahora ir al motel en su auto porque tenía que llevar a su hija a unas prácticas del colegio y de ahí se iría a nuestro punto de encuentro para finalmente regresar por su hija al colegio ya en la tarde-noche. Antes de despedirnos volví a tocar el tema de la dominación y le dije "si en verdad quieres ser mi esclava, mañana quiero que uses una minifalda y que no lleves ropa interior quiero comprobar que eres obediente". Adriana se quedó sin palabras unos minutos hasta que me llegó un mensaje donde me decía "lo pensaré".
Al siguiente día llegué al punto de encuentro, Adriana llegó en un automóvil compacto de color blanco, sin más me subí y pude darme cuenta que llevaba una minifalda de color azul y una blusa un poco gruesa. Ella estaba de lo más seria sin moverse de su asiento esperando mi reacción. Acaricie su pierna derecha discretamente porque por la calle pasaba la gente en cuanto vi la oportunidad subí más mi mano hasta que sentí tocar con facilidad su vello púbico. Con discreción acomodé mi mano de tal forma quería jugar con su abertura ligeramente húmeda ella con un leve movimiento hizo su cadera hacia adelante facilitando la tarea. Cuando vi otra oportunidad de acercarme más metí una mano bajo su blusa para comprobar que llevaba las tetas al aire. Mi sorpresa y mi excitación me tenían ya con un notable bulto bajo el pantalón.
Adriana manejó hasta el motel y en el camino me decía que era muy incómodo andar por la calle sin ropa interior, que tuvo que hacerse de ingenio para que su hija no lo notara pero que también la hacía sentirse caliente y una puta esclava obediente.
Llegamos al motel, y al subir las escaleras que dan a la habitación dejé que ella se adelantara para ver su cadencioso culo que al ritmo de sus caderas dejaba ver por completo sus muslos y sus nalgas. Apenas cerramos la habitación y la tomé por la cintura metí ambas manos debajo de su falda y apreté con fuerza esas nalgas que deseaba volver a tener. La tomé con fuerza y volteándola ahora metí mis manos bajo la blusa masajeando sus pechos.
Adriana se dirigió al baño rápidamente y fue por el shampoo que usamos la ocasión anterior en forma de lubricante se echó shampoo en dos de sus dedos e iba a frotarse el ano para que yo la penetrase igual que la última vez, pero la detuve recordándole que el amo era yo y ella solo era la esclava y que cogeríamos como a mi me diera la gana.
Tome una toalla y limpié el shampoo de sus dedos despues con la misma toalla le cubrí los ojos, la tiré en la cama y comencé a nalguearla. Ella lejos de quejarse lo disfrutaba ya tenía las nalgas muy rojas, la escena era de lo más pervertida. Ella tirada con la cara cubierta, la blusa ya no le cubría las tetas y la faldita parecía un cinturón enroscado en su cintura, lo único que aún seguía en su lugar eran sus zapatillas.
Me desnudé, la acomodé con medio torso volando de la orilla de la cama la sujeté fuerte de la espalda baja y comencé a penetrarla en una especie de posición de misionero. Ella solo se retorcía de placer, esa sensación de vacío con parte de su torso fuera de la cama, los ojos vendados a medio vestir cuando sentí que terminaba la jalé al centro de la cama y metí mi verga erecta en su boca y me vine ahí ella no sabía que hacer, si resistirse o aceptar mi leche. Adriana optó por lo segundo y después de tragar lo que dejé dentro de su boca, con su lengua trataba de buscar mi verga para que le diera más.
Adriana estaba como loca, estaba fuera de sí se sentía una perra en celo entre tanto, se escuchaba que en la habitación de al lado le estaban dando una buena dosis de verga a una dama que no paraba de gritar, al tiempo que en la pared compartida del cuarto se escuchaban los golpes de la cabecera de la cama que rebotaba en la pared.
Cuando los gemidos de al lado terminaron, le dije a Adriana ahora vas tú.
La puse en cuatro a la orilla de la cama y separándole las piernas me fui directamente sobre su cavidad anal ella solo gritó y le dije era lo que querías no? Ahora este culo es mío. Y comencé con el mete y saca, ella gemía y gritaba de placer no sé cuánto duramos en esa posición, pero duró hasta que me vine dentro de ella a lo que Adriana agradeció diciéndome "me oriné tres veces".
Descansamos un poco para tomar fuerza, Adriana miró la hora y me dijo que ya casi tenía que ir por su hija a la escuela, así que tome de nuevo la toalla y le amarré las muñecas por detrás de su espalda. La hice que se agachara en el piso en una especie de posición de perrito comencé a penetrarla por el culo nuevamente, mi verga ya entraba y salía sin dificultad, así que alternaba estocadas en su culo y en su vagina, cuando sentí venirme me di la vuelta a su cara, la tomé del cabello y le ofrecí mis huevos para que los lamiera y chupara, después le volví a meter la verga en su boca para que se bebiera mi leche.
Parecíamos dos animales sudorosos. Adriana se puso de pie y fue al espejo de la habitación se acomodó un poco su cabello, se acomodó la minifalda y se sacó la blusa fue a su bolso y saco de ahí una pantaleta y un brasier, se los puso y se volvió a poner la blusa, limpió un par de manchas de semen de sus ropas.
Al salir de la habitación y antes de entrar a su auto la abracé, le dije que ojalá ella hubiera disfrutado tanto como lo había disfrutado yo, ella me miró cariñosa y con un poco de vergüenza en su rostro dijo que sí, que así era como quería ser tratada. Que eso la hacía sentir una mujer deseada, que era una nueva oportunidad de vivir todo lo que había reprimido y que se esforzaría por ser una mejor esclava.
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