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Conocí a Miriam, a través de una sala de Chat en Internet. Era de mi ciudad, 51 años, separada hace 20 años, con 3 hijas ya grandes, la mayor incluso de mi edad, 29 años. Nunca se había vuelto a casar, y prácticamente se sumergió en su trabajo, logrando sacar adelante ella sola a sus hijas. Esa misma noche terminamos hablando de sexo, y según ella me contó, se excito mucho con las cosas que yo le decía y que había terminado masturbándose.
Le pedí que nos juntáramos para concretar todas esas cosas que nos habíamos dicho, pero ella, agradeciéndome el ofrecimiento, me digo que prefería que no. Que ella era demasiado vieja para mi, y que tampoco era una de esas cincuentonas de gimnasio, todo lo contrario. Según se describió era baja de estatura, gorda, y aunque se consideraba muy caliente, no creía que a mi me fuese a gustar estar con ella, que me desilusionaría al verla y que prefería que mantuviésemos contacto solo por Internet. Pero no acepté un no por respuesta y después de mucho insistirle, me dijo que lo pensaría y que me respondería al otro día.
Siempre había sido mi fantasía estar con una mujer mayor que yo, y Miriam era ideal para mí. Separada, sin compromisos, abierta al tema sexual, sin riesgos de embarazo no deseado, además a mí siempre me atrajeron las mujeres gorditas, y me imaginaba que así, como se había descrito, seguramente tenía un culo grande, con grandes pechos. Los rollitos, celulitis y las arrugas, no eran problema para mí, con tal de que fuese buena en la cama.
A la noche siguiente nos contactamos por Internet, y me confesó que había estado pensando todo el día en mi ofrecimiento, pero nuevamente me decía que pensaba que a mi no me iba a gustar. Hasta que después de mucho insistirle, aceptó que nos juntáramos esa misma noche, dándome su número de celular, para coordinar donde nos encontraríamos, donde dejaríamos mi auto, ya que ella quería ir en el suyo.
La esperé a la hora señalada, en la esquina que habíamos acordado. Veo que un auto se estaciona, paga la luces y me acerco a el. Ella me abre desde adentro y me subo sin saber con que me encontraría. Miriam, era completamente distinta a la imagen que me había formado de ella. Un rostro muy amable, quizás ingenuo, ni bonita, ni fea, normal, con una voz muy suave, lamentablemente me di inmediatamente cuenta con desilusión, que sus pechos no eran muy grandes, pero afortunadamente, aun estando sentada, se notaba un voluminoso trasero, y gruesas pierna. Con una risa un poco nerviosa, me saludó con un beso en la mejilla, y me pregunto si estaba muy desilusionado de ella. Obviamente le dije que no, que si era distinta a la imagen que me había creado de ella, pero en ningún momento desilusionado. Ella por su parte me dijo que me encontró un joven muy buen mozo, y que tampoco coincidía con la imagen que ella tenía de mí.
Me preguntó si seguiríamos adelante y al escuchar mi respuesta positiva, me dijo que yo le dijera a donde iríamos. La hice manejar hasta las afueras de la ciudad, donde se encontraba un Motel que era uno de mis preferidos, por ser bueno, bonito y barato. Además ese motel tenía dos espejos en cada habitación. Uno en la pared, y el otro en el techo, donde ya me imaginaba el espectáculo que me daría mi cincuentona amante, con su voluminoso trasero.
Entramos a una cabaña, y ahí me percate de las dimensiones de su trasero, Era enorme, gigantesca, una cosa increíble, que inmediatamente me llevó a excitarme de solo imaginarlo entre mis manos. Cancelamos la habitación y nos trajeron los dos tragos que ordenamos. Ella estaba nerviosa, se notaba que no era frecuente su visita a esos lugares, y se rió al ver los espejos. Nos tendimos en la cama, ambos fumábamos, y mientras bebíamos, comenzamos a indagar un poco a cera de nuestras vidas, de la forma como nos habíamos conocidos, etc. Me contó sobre su separación hace 20 años, que después de su marido solo había tenido una pareja más, por casi 2 años, pero que nunca lo llevó a su casa. Que sus encuentros sexuales eran demasiados esporádicos, con separaciones de años entre uno y otro, y que la última vez que había estado con un hombre, había sido en un viaje que la habían mandado de su empresa hace dos o tres años. Se notaba de una clase social media alta, por su forma de hablar, por su vehículo, etc. Yo la escuchaba con gran atención, pero con más atención, mirando el espejo detrás de ella, que me mostraba el gigantesco culo que luego sería mío.
Ya había pasado como media hora de conversaciones, los tragos se habían terminado, y esperando que apagara su cigarro, me acerque a ella y la bese. Estaba nerviosa, pero de todas formas me respondió el beso. La abrace y apegué su cuerpo contra el mío.
Mis manos se apoyaron sobre sus grandes caderas y poco a poco fueron descendiendo recorriéndole completamente ese gigantesco trasero. Me llevé una tremenda sorpresa. Pensé que me encontraría con un culo blando, pero no, estaba durísimo y me deleité tocándoselo y apretándoselo, mientras ella continuaba besándome y suspirando por mis caricias.
Le comencé a besar el cuello, y a tocar sus pequeños pechos por sobre la blusa, botón a botón le fui desabrochando su blusa, hasta dejarla en un sensual brasier. Le besé y apreté los pechos suavemente, mientras ella, ya entregada, comenzaba a bajar el cierre de mis pantalones y a meter su mano dentro de este, encontrándose con mi verga.
Me imaginé que Miriam no sería muy buena en la cama, que seguramente por su edad, físico y forma de hablar, que se comportaría como una dama , pero tampoco me importó mucho, solo deseaba verla desnuda y admirar en vivo y en directo eso que tanto resaltaba en ella.
Sus pechos solo eran un aperitivo para el plato fuerte que era su culo. Al igual que ella, desabroché su pantalón, y metiendo mis manos adentro, pasando por un abultado vientre, llegue hasta su sexo , completamente poblado de pelos, y una gran abertura, muy mojada, donde mis dedos comenzaron a trabajar , haciéndole salir de su boca, pequeños gemidos de placer. Quise bajarle más los pantalones, pero fue imposible. Sus anchas caderas y su gigantesco culo hacían imposible esa misión. Ella misma tuvo que esforzarse por sacárselos, acostándose de espaldas y bajando con fuerza sus pantalones hasta que estos al fin pasaron esos grandes obstáculos, llegando hasta abajo.
Aparecieron a mi vista sus gruesas piernas, deliciosa, muy blancas, con unas caderas fabulosamente grandes, con un calzón tremendo, para nada sexy, que trasparentaba la vellosidad de sus sexo y por donde escapaban pelos por los costados. En ese instante en que ella dejaba sus pantalones en el piso, me desvestí en segundos, mientras ella se sacaba la blusa, quedando solamente en calzones.
Mi cincuentona amante se había convertido en un delicoso manjar, con toda su voluminosidad, a la espera de mis caricias. Arrodillado en la cama, le quité su última prenda, para dejar expuesto su sexo y ella completamente desnuda. Comencé a besar sus rodillas, suavemente, luego sus piernas, el interior de sus muslos, hasta llegar a su sexo, donde el olor a deseos, impregno mi olfato, y llegar al fin a meter mi lengua dentro de esa humedad cavidad. Sus gemidos no se hicieron esperar, y al ritmo de mis lamidas, sus anchas caderas se movían de abajo arriba, haciendo que mi lengua la penetrara más y más.
Suaves palabras de su boca me decían entre quejidos, que continuara, que le chupara toda la zorra, que le encantaba sentir mi lengua dentro de ella …
Mi lengua no cesó de trajinar su jugosa concha, separándole los gruesos y grandes labios con mis dedos, para hacer mas intensa mis lamidas. Ya Miriam estaba completamente entregada al placer y sus primeras suaves palabras, ahora eran cada vez mas fuertes, sin ningún tipo de vergüenza, pidiéndome que no parara de comerle la concha, separando al máximo sus gruesas piernas, para abrirse con sus mismas manos los labios vaginales, mostrándome en todo su esplendor su zorra peluda.
Luego me pidió que la dejara chupármela, cosa que no tuvo que repetirme dos veces. Me acosté al lado de ella y bajando rápidamente se la metió entera a la boca, chupándomela como poseída. Eran increíbles las ganas que tenía esa mujer de tener una verga en su boca.
Su boca parecía no tener fin , ya que Miriam, con una destreza que nunca había conocido, se la metía hasta su garganta, llegando a rozar sus labios con mis bolas para sacarla a veces suave, a veces rápido para volver a hacerlos. Yo estaba en el cielo. Al fin estaba con una mujer madura, lo que se dice madura, con su gigantesco culo levantado, que admiraba extasiado a través del espejo del techo.
Aunque estaba gozando como loco, no hallaba las horas de tener ese tremendo culo para mi, y sacándola de esa posición la coloque en cuatro patas sobre la cama, bajándome de esta, para tener una mejor posición.
Miriam se acomodó de tal formas que sus piernas quedaron casi colgando de la cama, con todo su culo levantado, listo para recibirme. Era una imagen divina, un trasero monumental, de otro planeta, increíblemente blanco y duro, delicioso. Le metí la verga por la concha, sin contemplación sacándole un gemido de placer que llego a retumbar en la pieza. Reconozco que su sexo estaba demasiado dilatado, quizás muy grande para mi herramienta, en extremo lubricado y no producía mayor roce, apocando mi virilidad, pero de todas formas ella gozaba como loca, sacándose las ganas acumuladas durante 2 años, al sentirse follada por ese joven.
Me veía en el espejo de lado, con semejante pedazo de mujer ahí en esa posición, penetrándola fuertemente mientras ella con la cabeza apoyada contra la cama no paraba de disfrutar. Mis manos acariciaban cada centímetro de su monstruoso culo, sin dejar ni una parte sin recorrer. Hasta que comencé a jugar con uno de mis dedos en la entrada de este, esperando algún rechazo o molestia de parte de ella, pero para mi sorpresa, escucho que me dice que le encantaba sentirse penetrada por ahí también y que si lo quería, sería mió.
Sus palabras fueron un manjar para mis oídos, y olvidándome completamente de su zorra, me arrodille detrás de ella y cegado por el morbo, me comencé a comer con la boca ese pedazo de carne de mi querida Miriam. Ella sintió hasta más placer que sentirse follada de la forma tradicional, contra mi lengua y mi boca trajinando su orto. Se separaba ella misma sus grandes nalgas para que mi cabeza entrara mejor. Era y será, de eso estoy seguro, el culo más grande de mi vida.
Extasiado al estar comiéndole el culo a esta mujer, sentí como se le soltó las nalgas y estas me aprisionaron casi toda mi cara sumergida entre sus carnes, era lejos mucho mejor de lo que yo había pensado. Su amable rostro no decía para nada lo caliente que era esta mujer, que no paraba de quejarse y sentir placer, sin dejar de hablar en todo momento.
Ya cuando lo tuve completamente lubricado con mi propia saliva, me levanté y le ordene que se separara los cachetes, para metérsela por el ano. Sus manos fueron hacia atrás y separándoselo, me dejó libre el camino para que mi verga, al principio con un poco de dificultad, se alojase en tan delicioso lugar. Esta vez si que sentía una gran presión sobre mi verga, Sus músculos se contraían y dilataban haciéndome sentir en el cielo, tal cual como si me estuviesen ordeñando la verga. Ya sus gemidos no eran gemidos, eran gritos de placer, que no hacían otra cosa que calentarme mas una. Una y otra vez, de una forma bestial, perforaba el gigantesco trasero de Miriam, que sin darme cuenta ya había acabado una vez y seguía disfrutando como loca de la perforación.
Realmente Miriam era una viciosa del sexo fuerte, le excitaba hablar de las cosas que yo le estaba haciendo, como: "¡¡tengo todo tu pico metido en el culo!!" … "¡¡me encanto sentir tu lengua chupándome el poto!!" … "¡hazme lo que quieras mi rey .. soy toda tuya .. Cómeme como quieras"… "¿te gustó la vieja? .. ¿no te dije que era caliente?" .. y cosas así , que me calentaban mas aun.
No aguanté más y advirtiéndole que no aguantaría más, se la metí con mayor fuera aun, realmente de una forma animal, mientras ella con solo el hecho de saber que su culo se llenaría de leche, comenzó a masturbarse con su mano y a pedirme a gritos que le echara mis mocos
-Ahhhhh mi rey .. ¡échame tus moquitos! … ¡échame tus moquitos! … ¡Lléname con tu leche! …. ¡Échame los moquitos … ahhhhhhhhhhh! … así .. Llena de leche a esta viaja culona .. ahhh .. ¡que placer! ..¡¡ ahhh me corro ¡!! … ¡me corro ! … ¡voy a cabar!!! .. ahhhhh querido ahhhhhhhhhh ¡estoy acabando ¡.. sinete como acabo!..... ¡tanto tiempo sin sentir algo así dentro mio¡… Ahhhhhh … ¡me toco mi zorra mojada mientras me la metes por el culo! .. ahhh… mira como me tienes .. Toda ensartada .. me encanta .. Dale papito no pares. Sigue .. ahhhh sigue.. sigue … sigue … ahhhhhh .. me tienes toda mojada… no pares a …. Ahhhh ¡!!!!
Miriam no dejaba de quejarse y hablar mientras yo continuaba una vez descargado culiandomela por detrás, saciando hasta el último segundo la oportunidad de comerme un culo y una vieja tan caliente.
Ya con unas fuertes y últimas arremetidas, nuestros gemidos pararon, ella comenzó a quejarse mas pausadamente, moviendo sus caderas de lado a lado, y de atrás a delante, apretándome fuertemente la verga, para sacar hasta la última gota de semen.
Quedamos rendidos sobre la cama, extasiados de placer. Ambos habíamos disfrutado mucho nuestro encuentro y entre gemidos, tratando de recuperar mi respiración le dije que era una mujer sorprendente.
Luego de descansar un poco, fumarnos unos cigarros, nos fuimos a duchar. La hice apoyarse con las manos en la pared y me dedique por largos minutos a enjabonarle todo su poto, limpiándoselo completamente, minuciosamente, metiéndole mis dedos enjabonado por el ano, mientras ella suavemente se quejaba, disfrutando las caricias del este desconocido, que luego nuevamente la volvió a penetrar por donde a ambos nos gustaba, parados bajo la ducha, mientras el agua caliente caía sobre nuestros cuerpos. Está vez fue mas corto, pero con la misma pasión alcanzando ambos nuestros orgasmos.
Ya completamente relajado, volvimos a la cama, bebimos los otros tragos que habíamos ordenados, fumamos y conversamos. Al poco rato Miriam nuevamente me buscó, pero yo estaba muerto, por mas que me acariciaba la verga esta permanecía inerte sobre mi vientre y entre sus manos. Ella se reía de verla tan lacia, y como si mi verga fuese un cachorrito, le comenzó a hablar diciéndole que lo que necesitaba era cariño, y que ella le iba a dar unos besitos para que se repusiera.
Con un excelente trabajo oral, hizo luego de varios minutos que mi verga adoptase nuevamente una buena forma, y montándose sobre mí, me coloco su sexo sobre mi cara, sin dejar de chuparme el mió.
Nuevamente tuve ante mi cara su gigantesco culo, de dimensiones estratosféricas. Suavemente me la chupaba y masturbaba hablando de lo mucho que deseaba tener sexo hacer rato, y que estaba muy complacida conmigo, que había disfrutado mas de lo que esperaba, pero que no me iría de ahí, sin antes entregarle mi lechecita directamente en su boca.
Como todo un caballero, le dije que no tenía problemas en hacerlo, siempre y cuando ella también hiciese lo mismo en mi boca.
Nos chupamos nuestros sexos por largos minutos, yo a veces alternando entre su zorra y su culo, mientras ella hacia un trabajo fenomenal ahí abajo. La verdad me costó un poco acabar y fueron más los gemidos de ella y sus palabras los que me llevaron a poner en marcha mi eyaculación. Ella hacia sonar mucho su boca al momento de chupármela y le dije yo estaba listo, que cuando ella acabara, yo soltaría mi chorro en su boca. Se movió fuertemente sobre mi boca, quejándose fuertemente y entre gemidos me dijo que estaba apunto de acabar. Esa era otra de mis fantasías sin cumplir. Hacer acabar a una mujer directamente en mi boca, y ahí lo conseguí. Su erupción me sorprendió con toda mi boca abierta, llenándomela de jugos que no cesaban de brotar, mientras que yo, al mismo tiempo me descargaba dentro de su boca, donde sentía que mi verga era chupada con una fuerza impresionante tragándose toda mi leche.
Sus jugos salían a borbotones, sobre mi boca y mi cara. Era increíble la cantidad de jugos que botaba esa mujer al momento de acabar, pero realmente delicioso sentir ese extraño sabor saliendo directamente de su sexo a mi boca, un placer divino, que me ayudaba a mi también a botar mas semen. Quedamos nuevamente rendidos.
Ya el citófono del motel sonó, y nos avisaban que teníamos que abandonar la pieza, o pagar nuevamente. Era día de semana, ambos trabajábamos al otro día. Nos duchamos rápidamente y salimos del motel. Miriam me dejo al lado de mi auto y despidiéndose con un nos veremos, se marcho.
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