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Categoría: Masturbación

Mi vida como Swinger. Juegos de adultos

Eva era muy visceral y seguía su instinto, eso la había llevado hasta María. Había notado su potencial y quería sacar su lado más vicioso. Cosa que repercutía en mi beneficio. Conmigo también le gustaba jugar. Por su lado, Gustavo era su marioneta y se dejaba llevar. Con una mujer así es fácil dejarse dominar, es demasiado arrolladora como para intentar dominarla a ella. 

—¿Qué día has quedado con ella?

—Este fin de semana tenemos que ir a por los niños a Teruel. El siguiente estaremos con ellos en la playa. Dentro de dos findes de semana. Entonces iremos a comer al chalet de Eva y Gustavo.

—Tienen una casa de lujo. Vaya pasada. Con piscina privada y todo.

—Sí. Ya me dijiste. Así lo conoceré. Yo todavía no he estado.— Añadió María.

Esa semana pasó sin novedad. Al llegar nos desnudábamos y era todo nudista, solo que los roces entre nosotros se hacían sexuales y cualquier momento era bueno para tocarnos y besarnos con pasión. Pasión que a veces terminaba con los dos encima de la cama, el sofá, o en la terraza. Y lo mismo era una felación, que un cunilingus, que un polvo completo. María estaba desatada y yo seguía su ritmo. Una de las noches, María bajó de la habitación con la mano escondida en la espalda.

—Adivina que traigo.

—Pues no lo sé. Pueden ser muchas cosas.

—Es algo sexual. Y es para ti.—Respondió con cara de pilla.

No me dio tiempo a responder. Se puso entre mis piernas y cogió mi verga, quIe al oír esto se había despertado y se la llevó a la boca, para terminar de ponerla a tope. La lubricó con su saliva y cuando la tuvo como ella quería, me ens eñó lo que llevaba en la mano. Era la vagina de Tara Reid.

—Te traigo a Tara. Para que te dé placer.

Sujetó mi mástil y llevó la lata hasta que la forma silicona con los labios vaginales de la actriz porno, tocaron la punta de mi miembro. Entonces empujó, viendo cómo desaparecía dentro de la lata. Lo hizo muy despacio. Centímetro a centímetro, una vez que estuvo dentro, la sacó y empezó un movimiento de sube y baja, que terminó conmigo eyaculando dentro del molde de silicona diez minutos después. Mientras me masturbaba, mi mujer masajeaba mis testículos de una manera deliciosa, llegando hasta el ano, acariciando sutilmente la entrada con su dedo índice. Me encantaba la nueva María, libre y liberada. Nada que ver con la María de hace unos años a esta parte. Dejaba y sin ganas de disfrutar. Además, siempre había tenido buen cuerpo, pero desde que iba al gimnasio, se le había notado un progreso espectacular. Se le había levantado el culo y las tetas, se le había estrechado la cintura y tenía las piernas más duras y con menos flacidez. María se había propuesto ser su mejor versión y estaba trabajando para lograr eso. La entrada en el mundo Swinger y el ser amiga de Eva, la estaban ayudando a lograr esos objetivos. Estaba muy motivada y quería ser más atractiva. Quería ser la pieza más deseada de la cacería. Cacería que se llevaba a cabo dentro del mundo feliz. Todos éramos a la vez, presas y cazadores. Estábamos entrando en un mundo en el que salir a ligar era la culminación a las fantasías que surgían en tu cama. Nos gustaban los clubes y pensábamos en que esa era la mejor manera de interactuar con otra gente, aunque seguíamos buscando en OnSwinger candidatos y candidatas para jugar.

Ese viernes, en nuestra noche de cine y cubata, María seleccionó la película y para cuando llegué al salón se oían los gritos de una mujer a la que parecía que estuvieran matando.

—¿Has puesto una película de asesinatos? Madre mía como grita.

—Parece que la están matando. Mira.

Cuando me senté en el sofá, vi lo que María había buscado para esa noche. BBC. Big, Black, Dick. Polla grande negra.

—¿Quieres un negro, con una polla así?— Le pregunté a María.

—Sí. Y quiero que tú te sientes en una silla delante de la cama a ver cómo me folla. Con un pollón así de grande.

—Mira cómo me has puesto.

Mi polla estaba a punto de explotar y tenía ganas de follarme a María. Pero antes, quería dilatar su vagina. Paré la película y subí a la habitación. Bajé con el dildo gigante y el bote de lubricante dilatador.

Cuando bajé, María estaba con las piernas abiertas y tocándose la vulva.

—Mira lo que te traigo.

Le enseñé el dildo y el lubricante, entonces lo cogió y se levantó del sofá. Se puso lubricante y con el dildo en la mano se puso delante de la mesita pequeña. Fijo la ventosa del dildo en la mesa y se puso de espaldas a mí. Sujetó la verga de silicona y la aproximó a la entrada de su coñito y mientras en la película una chica rubia era destrozada por una polla más grande que su brazo, María se fue dejando caer, engullendo sus veintidós centímetros.

—¿Así te gustará que me lo follé?

—Yo estaré haciéndome una paja. Si te veo así, igual me corro al instante. Mmmmmm.

—Te correras cuando yo te lo diga. Porque después de que me lo habrá, me tendrás que follar tú.

María empezó a subir y bajar. Yo solo veía su espalda y como ese gigante trozo de silicona desaparecía entre sus nalgas. Como sus labios vaginales se salían hacia afuera cuando subía y como se metían hacia adentro cuándo bajaban. Igual que cuando estuvimos con Mario. Las medidas de la polla eran bastante similares. Aunque la polla de Paúl, me había dado la impresión de que era más grande.

María no tardó en llegar al orgasmo, mientras yo me masturbaba desnudo mirándola desde el sofá. María se cansó de subir y bajar en esa posición, despegó la ventosa de la mesa y sin sacar el gigante trozo de silicona de su interior, se tumbó en el sofá junto a mí. Se recostó en mis piernas y comenzó a mover el dildo de nuevo.

—¿Te gustaría que me follaran apoyada en ti? Así sentirías los empujones cada vez que me empotrará.

—Me gustaría mucho. Sentir cómo te empujan. Y oírte gritar agarrada a mí.

—Sí, así lo quieres, así será.— Dijo María, con la voz entrecortada por las sacudidas de un orgasmo inminente.

María me hizo ponerme delante de ella y sacándose el consolador, hizo que mirara cómo le había quedado de dilatado el agujero. Le había quedado un hueco, más o menos del tamaño de mi verga.

—Fóllame ahora.

Sin pensarlo dos veces, me puse en posición y tirando de sus caderas, adecué la suya para penetrarla en la postura más idónea. Mi verga entró sin nada de rozamiento en su interior.

—Dios que bueno. No siento tu coño. ¿Así quieres que te lo dejen?

—Pues si no lo sientes. Fóllame más fuerte.

Empujé con toda la fuerza que pude y, aun así, no sentía las paredes de su canal vaginal.

Entonces, María hizo algo que no había hecho nunca.

Paró y me mandó salir.

—Voy a masturbarme y así se cerrará, al activarse mi suelo pélvico. Es un truco que nos ha dado la profesora de hipopresivos.

Me quedé mirándola mientras se masturbaba y yo hice lo mismo que ella. Masturbarme a su ritmo. Alcanzó el orgasmo y al empezar a temblar, miré la apertura de su vagina, abriéndose y cerrándose a cada espasmo. Eso me puso demasiado caliente y girándome hacia ella, me levanté de mi asiento y empecé a correrme encima de sus pechos. María, al sentir el calor de mi espeso líquido, aceleró el movimiento de sus dedos hasta enlazar con otro orgasmo que hizo que sus caderas empezaran a moverse de manea involuntaria. Parecía estar poseída por el demonio. Cuando se calmó un poco, puse mi verga al alcance de su boca, movimiento que aprovechó para lamer los restos de mi preciado néctar.

—Bufffff. Me encanta la nueva María. Eso de juntarte con tu nueva amiga Eva. Te está cambiando mucho y todo para mejor. Para mucho mejor.

—Me está descubriendo un mundo nuevo. Hay cosas que nunca se me hubieran ocurrido. Pero estoy disfrutando mucho.

—Yo también lo estoy disfrutando mucho.

Después de esa velada de sexo, nos fuimos a la cama y nos quedamos dormidos, abrazados.

El sábado por la mañana nos vestimos para ir a recoger a los niños a Teruel. Teníamos poco más de media hora hasta la donde hacían el campamento.

Nada más llegar, fuimos hasta la zona donde estaban los niños y los dos vinieron corriendo a abrazarnos. Nos montamos en el coche y de sorpresa, en lugar de volver a casa. Tenía preparado un viaje a Dinópolis. A ver dinosaurios. María tampoco sabía nada y fue una sorpresa generalizada.

—Me encantan las sorpresas.— Mi mujer me abrazó y me dio un beso.

Los niños estaban muy contentos, lo habían pasado muy bien en los campamentos y ahora iban de parque de atracciones.

Pasamos ese sábado entre dinosaurios y volvimos a casa a cenar. Mientras los niños se duchaban, nosotros preparamos la cena.

—¿Te ha gustado la semana naturista?— Me preguntó María.

—Me ha encantado, pero me ha sabido a poco. Ver tu cuerpo desnudo, me ha puesto muy cachondo. Y que lo haya podido disfrutar, muchísimo más.

—Pues sí queremos, los amigos de Eva y Gustavo. Con los que vamos a comer el sábado. Tienen una casa en la costa dorada y si queremos nos la pueden alquilar para unos días o para un fin de semana. Tienen varias propiedades en la costa y se dedican a alquilar. Eva y Gustavo van allí a desconectar. Dice Eva que está aislada y se puede estar desnudo, que no te ve nadie. Hasta tiene una playa privada.

—Podíamos ir unos días. Todo es hablarlo con tus padres o con los míos. Podíamos ir un fin de semana y buscar algún club de intercambio. Allí no nos conoce nadie y así vemos alguno más.

—Buena idea. Lo podemos hablar en la comida, cuando estemos con ellos. Y también podemos mirar en Ons, para localizar alguna pareja.

Bajaron los niños y la conversación terminó ahí, aunque tuve que esconder una erección que abultaba demasiado mi pantalón.

Salimos a cenar a la terraza y los niños nos estuvieron contando lo que habían hecho durante todo el campamento.

Lo habían pasado muy bien, habían hecho muchos amigos y los monitores eran muy majos. Los niños los habían pasado muy bien y nosotros nos habíamos despejado y aprovechado para dar rienda suelta a nuestros más bajos instintos. Hablando de bajos instintos, el siguiente sábado, teníamos comida en casa de Eva y Gustavo. Nos iban a presentar a sus amigos y comer juntos. Después, quién sabe lo que podía pasar.

La siguiente semana, María volvió de su clase de hipopresivos con el nombre de la pareja en OnSwinger. Sexycouple81. Esa misma noche, cuando se fueron los chicos a la cama, nosotros nos fuimos al dormitorio y nos tumbamos, pero no a dormir, sino a ver el perfil de Sexycouple81.

—Están muy potentes. Vaya poderío tiene ella.— Observé al ver la foto de la chica.

Deslizamos y apareció el chico de la pareja. Estaba muy potente y aunque no estaba muy definido, tenía un pecho y unos brazos muy sobresalientes.

—Él, sí que está potente. Mira qué cuerpazo tiene.— María abrió los ojos y se relamió—. Creo que vamos a disfrutar bastante. Buena pareja.

—¿Te liarás con ella?— Le pregunté a mi mujer.

—Sí, ella quiere, sí. Ya veremos.

Mi mano fue a acariciar su coñito y me lo encontré muy húmedo.

—Estás muy caliente. Esto lo voy a arreglar yo, ahora mismo.

Me deslicé por la cama, dejando a María con el móvil en la mano mirando las fotos de la pareja. Separé sus piernas y me dispuse a bucear en el mar de su calentura. Ese acto fue el detonante para una noche llena de morbo y de sexo. Noche en la que nos susurrábamos en el oído, todo lo que pensábamos hacer con las dos parejas que nos esperaban a comer en el lujoso chalet de Eva y Gusta '.
Datos del Relato
  • Categoría: Masturbación
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