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Mi vecina se llamaba Carmen

~~Bueno, lectores, soy un chico de 26 años, mido 1'75, delgado, moreno y guapetón. Esta es la crónica de una historia que me pasó una vez y que considero puede ser interesante, por lo que paso a relatarla: Realmente empezó cuando nos trasladamos a vivir(aún vivía con mis padres) a un nuevo domicilio. Mi padre es constructor, por lo que nos trasladábamos con relativa frecuencia(aunque ya no viva con ellos). Bueno, pues cuando llegamos y nos instalamos al nuevo edificio empecé a fijarme en una vecina que vivía en el piso de debajo de mí(yo en un 4º y ella en un 3º) que me empezó a atraer. Realmente no me fijé mucho, yo por aquel entonces tenía 21 años, y calculo que ella tendría unos treinta y tantos; se llamaba Carmen, casada y con un niño y una niña. El caso es que la veía bastante porque solía estar asomada a la puerta de su piso charlando con la vecina que vivía en el piso de al lado, en plan maruja, vamos. La vecina se llamaba Ana, no trabajaba tampoco. La solía ver sobre todo por las mañanas porque yo todavía no trabajaba y ellas(supongo) que eran amas de casa, con lo que se pasaban las mañanas de cháchara así que cuando bajaba y subía me las cruzaba cuando venían de hacer la compra o de llevar a los niños al colegio. Carmen no es que fuese especialmente guapa, era morenita de piel y de pelo, media melena, y muy bajita, aunque con un cuerpo bien proporcionado. Lo que me atrajo de ella fue su cara de inocente, su voz y sobre todo que siempre iba muy arreglada, para ir a hacer la compra o a cualquier recado iba siempre maquillada, con unos tacones altísimos y un conjunto de falda y chaqueta o algún vestido,. muy elegante. Bueno, eso me excitaba bastante, pero como tampoco tenía ninguna relación con ella ni interés común pues durante los primeros seis meses no le hice ningún caso(ni ella a mí), y me limité a pajearme en solitario pensando en ella, tampoco me atraía tanto, yo estaba tonteando con chicas de mi edad.
 Como dije antes, un tiempo después empecé, no sé por qué, a saludarle, pero sin ningún doble sentido, ni nada de eso. Soy bastante tímido y cuando me cruzaba con cualquier vecino ni nos saludábamos, pero a ella, pues me dio por saludarla y sonreírle cada vez que nos cruzábamos. Ella, pues me saludaba también y así estuvo la cosa durante un tiempo, cada vez que me cruzaba con ella o la veía marujeando con su vecina en la escalera simplemente nos saludábamos(aunque, realmente ella era la única a la que saludaba del edificio). Así siguió la cosa durante un tiempo hasta que una mañana, yo estaba entrando en el portal y me la encontré al principio de la escalera con un montón de bolsas para subir. Iba realmente guapa ese día: una falda corta y una chaqueta marrón oscuro a juego, medias negras y unos zapatos altísimos, que no sé como podía andar con ellos(realmente siempre solía llevarlos así, también porque era muy bajita). Como no soy alguien muy abierto, no suelo ofrecerme a hacer favores, pero en este caso me acerqué a ella y me ofrecí a subirle las bolsas(el edificio, de 4 plantas, no tenía ascensor):
 Hola, ¿quieres que te suba las bolsas? Ella se volvió, me miró y me contestó:
 No, déjalo. No te molestes, si puedo yo sola. Muchas gracias.
 Si no es molestia le contesté yo si me pilla de camino, no me importa.
 Ah, pues mira, muchas gracias. Es muy incómodo subirlas, sobre todo con estos zapatos. Gracias.
 Cogí las bolsas(la verdad es que pesaban un montón, no sé como ella podía llevarlas) y empecé a subir delante de ella. De vez en cuando, en los rellanos o al acabar de subir un piso me daba la vuelta para mirarla y tenía una sonrisa que me intrigaba, pero bueno, seguí subiendo y cuando llegué a su puerta me dijo que esperase a que abriese la puerta para, ya que estaba, meter las bolsas; le dije que bueno y pasé. Las dejé en la cocina y cuando había entrado ella cerró la puerta detrás de mí:
 ¿No quieres quedarte a tomar algo? ¿Tienes algo que hacer ahora?.
 Yo estaba un poco confundido, la verdad, le contesté que no sabía, que tenía cosas que hacer(era mentira), aunque la verdad es que estaba muy cortado. Nunca había hablado más de dos palabras con ella y ahora.
 Venga, si no tienes nada que hacer me contestó ella Además mi marido está trabajando siempre toda la mañana y me aburro aquí sola.
 Al decir esto me miró de una manera que no supe interpretar pero decidí quedarme, para ver en que acababa la cosa.
 Fuimos a su salón, lo tenía adornado de una forma bastante horterilla, me dijo que me sentara cómodo y que qué quería beber. Para saber de que iba la cosa le pregunté que qué iba a tomar ella:
 Vodka, muchas mañanas como estoy aquí siempre sola me tomo un par de vodkas con limón mientras veo la tele.
 Vaya, y tenía pinta de no haber roto un plato nunca. Le dije que si tenía whisky, y me sirvió un Cutty Sark con coca cola. Se sentó enfrente mía con un vodka bien cargado y se quitó los zapatos.
 No tienes ni idea de lo incómodos que son estos zapatos. No sabes la suerte que tenéis los hombres.
 Yo estaba muy cortado, me reí nerviosamente y le dije que le quedaban muy bien(es verdad que eran bonitos), y empezamos a hablar de trivialidades. Me preguntó que a qué me dedicaba, qué había estudiado, que si tenía novia. Yo le daba respuestas cortas, ya que estaba distraído, no podía dejar de mirar sus pies y sus piernas dentro de las medias negras, que ella movía sensualmente. Mientras seguíamos bebiendo nuestras copas(ella bebía muy rápido, la verdad, tenía que hacer esfuerzos para ir a la par). A los cinco minutos ya nos los habíamos acabado y me estaba preguntando si quería otro. Yo le dije que debería irme ya, ella me contestó que si no me apetecía otro:
 Anda, te pongo un Jack Daniels que tengo aquí. Yo me voy a tomar otro vodka, quédate, yo pensaba que eras más servicial.
 Bueno, me quedé a regañadientes(ya he comentado antes que era bastante tímido, y todo esto me mosqueaba mucho y me ponía muy nervioso). Se echó su vodka y me echó a mí un Jack Daniels con coca cola cargadísimo. Lo probé y le dije que estaba un poco fuerte.
 Fuerte?. Yo pensaba que los hombres aguantabais más el alcohol.
 Se echó ella un trago bastante largo y me dijo:
 Ves? no está tan fuerte. Anda, voy a rellenarte.
 Me lo rellenó hasta los topes, me lo volvió a dar y siguió con su vodka. Yo empecé a bebérmelo, aunque es verdad que estaba fuerte y mientras seguíamos hablando de nuestras cosas. Cuando me acabé el segundo cubata(ella ya se había acabado el suyo) yo ya estaba un poco mareado. Ella me preguntó si quería otro. Yo ya estaba medio colocado y había perdido mi vergüenza, le dije que sí, pero que iba yo a servirlos, que ella ni se levantara. Ella se rió y me dijo que siempre le había gustado de mí lo servicial que era. Fui, serví las copas y cuando volví ella se había sentado en el sofá donde estaba yo, y el único de dos plazas:
 Ven siéntate conmigo, para que podamos hablar mejor.
 Me senté al lado de ella y al sentarme yo, ella se recostó poniendo sus piernas en mi regazo. Yo empecé a acariciar sus piernas mientras ella me contaba que su marido se pasaba el día fuera y ella estaba muy sola, sobre todo por las mañanas que sus hijos estaban en el colegio. Mientras seguíamos bebiendo nuestras copas. Cuando me acabé la mía(ya estaba bastante borracho) le dije:
 Sí, es una pena. Tener una mujer así y no pasar más tiempo con ella debía estar prohibido.
 Verdad que sí? me contestó Le voy a decir que te contrate para hacerme compañía.
 Ah, si?, y que tendría que hacer? le dije riendo.
 Esto me contestó. Y se incorporó para echarse encima mía al tiempo que me besaba. Yo le seguí la corriente, un poco cortado al principio pero al poco ya estábamos metiéndonos mano por todas partes. Yo no podía contenerme ya y empecé a quitarle la chaqueta y la blusa cuando ella me dijo:
 Mejor nos vamos al dormitorio para esto. Estaremos más cómodos y allí hay calefacción.
 Estaba de acuerdo, pero le dije que no se moviera, que la llevaba yo. Con un gran esfuerzo la llevé tomada(menos mal que era pequeña). Ella se reía y me decía que le encantaba que le hiciera favores y que qué servicial que era. La deje sobre la cama, puse la calefacción y seguimos con lo nuestro. Cuando ya estábamos medio desnudos(yo sin jersey ni camiseta y ella sin falda ni blusa) sonó el timbre. No le hicimos caso y volvió a sonar. Ella me dijo:
 No te muevas, no puede ser mi marido, ahora vengo.
 Se puso una bata encima del sujetador y las medias y fue a abrir. Yo me quedé en la cama bastante nervioso. Oí que abría la puerta y al poco oí unas risas flojas. Estaba a punto de echar a correr cuando apareció con Ana, su vecina con la que estaba todo el día de charla. Se quedaron las dos en la puerta de la habitación mirándome y sonriendo. Carmen le dijo:
 ¿Qué te parece?
 Vaya, vaya. Muy bien, ¿podemos compartirlo? contestó Ana riéndose.
 Yo contesté diciendo que me parecía que la cosa estaba llegando muy lejos, pero mientras protestaba Ana me bajo los pantalones y empezó a mamármela. Me quedé de piedra(nunca me la habían mamado) y dejé de protestar.
 (No he hablado todavía nada de Ana, la verdad es que muy agraciada no era, pero era muy ordinaria y tenía pinta de ser un poco putita. Supongo que debía estar un poco desesperada, porque su marido era muy feo. Lo que si es verdad es que sabía mamarla muy bien. ) Mientras yo seguía un poco de piedra, Carmen se me acercó, se quitó la bata y empezó a besarme, metiéndome la lengua entera.
 Yo estaba disfrutando como os podéis imaginar, hasta que Ana consiguió que me corriera, bebiéndose mi leche, me quedé sobre la cama mirándolas a las dos y ellas viéndome que yo estaba un poco cansado, empezaron a besarse!!!. Yo sabía que eran muy amigas y que pasaban mucho tiempo juntas, pero no había imaginado que la cosa llegase hasta aquí. La verdad es que debían pasar las mañanas muy solas las dos. El caso es que estuve un rato mirando, pero al poco tiempo decidí que debía recompensar a Ana por el placer que me había dado, y mientras que recuperaba mi polla me acerqué, le bajé los pantalones(ella no llevaba falda) y empecé a comerle el coño mientras se besaba con Carmen. Creo que tuvo un par de orgasmos y quizá mordiera a Carmen mientras se corría, ya que la oí gemir alguna vez. Cuando acabamos, nos tumbamos los tres exhaustos sobre la cama. Carmen se me quedó mirando y empezó a quejarse diciendo que a ella no la había tocado casi, que si es que Ana me gustaba más, que ella también quería. Como ya me había recuperado de la mamada pues la terminé de desnudar, me quité del todo los pantalones y empecé a follarla, lentamente y con cuidado al principio y poco a poco más salvajemente, como si quisiera hacerle daño(no lo pretendía, claro). Tardé bastante en correrme y la verdad es que disfrute bastante encima de ella(y supongo que ella debajo de mí). Ana, mientras, se masturbaba en la misma cama sentada al lado de nosotros.
 Una vez que acabamos, Ana se vistió rápidamente y se fue(decía que quería fumarse un cigarro, creo que fumaba bastante, en general, y en casa de Carmen no había tabaco). Carmen y yo nos quedamos abrazados en la cama besándonos. Ella me preguntó que qué me había parecido. Yo le dije que había sido un poco incómoda la situación por la presencia de Ana; que hubiese preferido follar con ella a solas, pero que me lo había pasado bien. Ella me contestó:
 Perdóname, pero quería probar. La próxima vez lo haremos tú y yo solos, porque, ¿lo haremos otra vez, no?
 Si tú quieres sí lo haremos otra vez, limítate a decírmelo discretamente cuando te apetezca. Y mejor tú y yo solos, vale?.
 Quedamos en eso, me vestí, y nos despedimos con un beso muy húmedo. No llegué a enterarme de si Ana había llegado por casualidad o estaba preparado. Sí, volvimos a hacerlo bastantes veces más, solos, pero sin la situación de espontaneidad de la primera vez. Ya casi no hablábamos y nos limitábamos a besarnos y follar salvajemente, sin dulzura, supongo que nos sentíamos solos los dos y por eso lo hacíamos. Por supuesto disfruté bastante, pero al tiempo empecé a salir con una chica y decidí dejarlo. A ella tampoco le molestó mucho. Supongo que se buscaría a otro, yo había descubierto que, aunque no lo pareciese, era adicta al sexo. Después de eso no volvimos a hablar el uno con el otro. Nos limitábamos a saludarnos con una sonrisa que recordaba los momentos que habíamos pasado juntos.

Datos del Relato
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