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Con mi mujer vivimos en una casa en las afueras de una gran ciudad. Vivimos solos porque nuestros dos hijos ya están casados y viven en otras ciudades del país. Yo soy un hombre maduro llegando a las 60 primaveras en la plenitud de la vida, con un físico que todavía me pide guerra contra el sexo opuesto.
En la casa vecina vive con una hija de 8, una señora de aproximadamente 32 años, divorciada desde hace unos años y a la cual no se lo conoce relación masculina alguna, al menos en su casa. Trabaja en su hogar haciendo manualidades muy ingeniosas que las vende muy bien. Ella se llama Estela.
Ella es una mujer que como no se viste bien, me refiero a ropa que le haga lucir sus atributos, y a veces parece desaliñada y falta de gracia femenina. Sin embargo, yo que la he espiado a veces cuando toma sol en su terraza, puedo dar fe de que tiene un cuerpo de formas más que agradables y que darían mucho placer a quien tuviera la fortuna de poseerlo. Mide unos 1,68 centímetros y no debe llegar a pesar los 60 kilos. Puedo arriesgar sus medidas en unos 93-62-90. Es decir, unos buenos pechos y un culo bien respingado y redondo. Su cabellera es larga de color castaño claro. Realmente no es bonita pero tampoco fea pero tiene unos ojos azules preciosos que resaltan en su cara y la vuelve mucho más atractiva.
Estela, según nos fuimos enterando con el correr del tiempo es asmática y cada tanto tiene esos ataques furiosos que casi no le permiten respirar, y cuando ellos ocurren, se asusta mucho, lo cual precisamente acentúa ese problema.
El día que motiva este relato estaba solo en mi casa porque mi esposa había viajado a visitar a nuestro hijo que vive en el norte del país. Era una tarde a hora temprana, la hora de la siesta de un día de bastante calor, razón por la cual yo estaba en shorts recostado en mi cama leyendo un libro con el aire acondicionado refrescando el ambiente.
Un timbrazo y unos golpes a la puerta interrumpieron mi lectura. Salí a ver que estaba sucediendo y veo a Estela apoyada sobre la puerta con cara desencajada y respirando con dificultad. Rápidamente le abrí la puerta y la ayudé a entrar. Como le costaba caminar la alcé en brazos y la deposité en un sillón amplio que tenemos en la sala. Le apoyé la cabeza sobre un almohadón y tomándola de las manos traté de calmarla.
… Tranquila Estela, tranquila que ya se te va a pasar. Tomaste la pastilla que te recetó el médico para estos ataques?...
Sin responderme asintió con la cabeza. Eso me dejó más tranquilo porque yo sabía que esas pastillas demoran un rato en conseguir el efecto deseado. Sin embargo, como para no parecer de****tés le ofrecí un poco de agua que rechazó con otro movimiento de cabeza.
… Ya se va a pasar, trata de respirar más despacio y profundo que ya te pondrás bien…
Seguía tomado de sus manos, pero ahora acariciándolas para hacerle sentir protegida. De a poco su respiración se fue volviendo normal, aunque entró en una suerte de letargo profundo, suponía yo que era secuela de la medicina que había tomado. Dejé sus manos y le acaricié la cara y mecí sus cabellos hablándole siempre en voz baja y pausada para darle más tranquilidad.
En eso estaba cuando me di cuenta que al dejarla acostada en el sillón se le había subido la pollera que llevaba y quedaron al descubierto sus piernas a la altura de sus nalgas. En esa posición se alcanzaba a ver parte de su entrepierna cubierta por una bikini color rosado y de cuyos bordes se escapaban unos pelos dorados enrulados. Esta visión trastornó mis actitudes y de un solícito enfermero pasé a convertirme en un vecino libidinoso.
Liberado mi instinto y viendo que Estela estaba todavía en éxtasis, acerqué mi cara al lugar donde mi mirada había quedado fija y noté que la parte de la bikini que cubría su chocha estaba húmeda. Me acerqué mucho más cerca, de forma tal que pude oler su sexo a través de la braga y quedé embriagado con un delicioso olorcito a flujo vaginal que definitivamente despertó mi lujuria. Olfateaba cada vez más cerca atraído por ese perfume de hembra que me enervaba, al punto que mi verga ya estaba bien al palo.
La ocasión pinta al ladrón dice el refrán y así tenía que ser. Decidí que me jugaría todo por el todo aprovechando la situación de aparente indefensión que tenía mi vecina. De las caricias inocentes pasé a darle besos suaves por toda su cara, cuello y oreja, sin recibir la más mínima muestra de desaprobación. Eso me alentó a seguir adelante con mis avances. Bajé mis manos a sus piernas desnudas y despacio y suavemente comencé a acariciarlas desde los tobillos subiendo muy despacio hacia la zona de la entrepierna. A medida que subía desde sus pies hacia los muslos empecé a percibir que la respiración de Estela se hacía más profunda y cada tanto dejaba salir de su boca un gemido tímido, como si se le hubiera escapado involuntariamente.
Para mis adentros pensé que tal vez estaba dormida soñando, de allí esa reacción. Me dije que tenía que seguir adelante hasta que la situación se resolviera con una cachetada o con un polvo.
La duda que tenía en ese momento era si Estela estaba consciente de mis movimientos y fingía estar dormida, o bien estaba realmente en un sueño. Había que resolver la incógnita. Para ello me decidí por repetir las caricias sobre sus piernas, pero con mis labios. Fui recorriendo cada centímetro de sus piernas en forma lenta y continua mientras Estela comenzaba a respirar cada vez más aceleradamente. Cuando llegué a su sexo observé que la bikini dejaba ver bien delineados sus labios mayores los que parecían haber crecido porque se marcaban netamente. Allí me detuve para pasar mi lengua repetidas veces, siempre sobre su braga, degustando el sabor y olor de sus flujos los que seguían fluyendo mojando totalmente la prenda en ese lugar.
Estaba en la gloria porque realmente me gustaba el sabor de esa concha, lo encontraba fascinante y por esa razón me demoré largo rato saboreando mi objetivo. Con mis dientes mordí y tiré de sus pelitos en una actitud repentina lo que motivó una reacción que denotaba sorpresa y un poco de dolor.
La respiración seguía siendo rápida. Noté también que su piel se erizaba como piel de gallina, señal inequívoca de que estaba sintiendo mis caricias, pero para confusión mía, seguía sin manifestar ninguna otra reacción. Pensé para mí que estaba disimulando y como el que calla otorga, me di por consentido y fui más lejos. Levanté del todo su pollera y al quedar su bikini expuesta, deslicé mi mano debajo de la misma y me puse a jugar con su pelambre pubiana con movimientos circulares aproximándome poco a poco a su cueva, adonde dejé avanzar mis dedos sobre su clítoris que acaricié muy despacio. Este último movimiento motivó un fuerte suspiro que dio paso a la apertura de sus ojos que quedaron mirándome fijamente.
No la dejé hablar porque rápidamente acerqué mi boca a la suya forzándola a abrir su boca para que nuestras lenguas se juntaran en un beso que duró unos minutos. Cuando nos separamos le dije
… Veo que estas despierta y te sientes mucho mejor y eso me pone muy contento porque mis caricias te han hecho bien…
… Mucho más que bien. Has despertado una sensación que hace mucho no sentía y ahora me gustaría saber cómo seguirás esto que empezaste…
…Te voy a hacer mía y nos vamos a matar a besos y caricias. Y si te animas también a algunas cositas más…
La levanté, abracé y volví a besarla mientras mis manos ya buscaban quitarle la camisa que llevaba puesta. Uno a uno fui desabrochando los botones hasta que se abrió completamente dejando a mi vista su corpiño que retenía con esfuerzo sus pechos inflamados por la excitación. A través de la tela del mismo, ya se veía que sus pezones estaban duros, señal que su grado de calentura seguía en aumento. Ella bajó su mano y la puso sobre mi verga que seguía dura y preparada para la faena que se avecinaba.
Introduje una mano debajo de su corpiño y saqué una teta para amasarla fuertemente y chuparla con devoción de recién nacido. Su tamaño era tal como a mí me gustan, no demasiado grande, y estaba rematado con un pezón turgente de color marrón claro, al cual mordí y chupé repetidas veces. Inmediatamente levanté su pollera hasta la cintura y comencé a manosear su chocho que estaba muy mojado. Me arrodillé a sus pies, le quité la bikini y metí mi cabeza en su entrepierna para darle una mamada. Momento sublime donde mi lengua se paseó por toda su vulva con movimientos lentos buscando sus rincones más ocultos al tiempo que seguía recibiendo sus jugos que se derramaban en mi boca. Mientras yo me sentía en la gloria, ella no gozaba menos, sus suspiros cada vez más profundos delataban su estado de excitación.
Mi lengua, diestra para esos trabajos estaba a mil pasando y repasando su vulva una y otra vez, metiéndose dentro de ella en todo momento y arrancándole gemidos cada vez más fuertes que la impulsaron a tomarme la cabeza empujando para que no dejara de mamarle. Yo estaba muy embalado y aumentaba el ritmo de mis lamidas para goce de Estela quien, cuando destapé el clítoris de su pliegue y lo empecé a lamer, no aguantó más y se despachó con una soberbia acabada que con mucho gusto recibí en mi boca.
… Qué sensación más hermosa, papito. Me estás haciendo vibrar con esa lengua traviesa que tienes. Te pido por favor que no pares y me sigas haciendo gozar con esas caricias que casi las tenía olvidadas…
… Esto fue solo el principio querida vecina, tengo mucho más juegos para que ambos nos complazcamos y gocemos. Pero eso será en mi cama para mayor comodidad, no te parece?...
… Llévame adonde tú quieras, soy toda tuya, me entrego totalmente. Ahora solo quiero gozar como mujer…
La tomé de la mano y nos dirigimos al dormitorio. Despacio, pero muy despacio nos fuimos quitando las prendas que aun llevábamos. Cuando quedamos desnudos nos pusimos frente a frente y nos miramos profundamente como acordando silenciosamente sobre lo que se avecinaba. Le tomé la cara con mis dos manos y le di un chupón de lengua que duró bastante. Luego la abracé fuerte y nuestros dos sexos tuvieron el primer contacto.
Nos arrojamos a la cama y antes de que pudiera hacer algo se apropió de mi verga y empezó a darme una mamada mientras jugaba con mis testículos al mismo tiempo. Su lengua entró en acción succionando mi miembro de la base a la punta, combinando chupadas con besos. Descapulló el falo y su lengua se ensaño con mi glande que recibió tantos besos, lamidas y chupadas al punto de que tuve que hacer un esfuerzo enorme para no correrme.
La detuve y le pedí que se acostara de espaldas. Como al inicio empecé a lamerle todo el cuerpo de los pies hasta su cara. Iba y venía con mi lengua en ese trajín mientras que mis manos se entretenían alternativamente jugando con su concha y sus tetas, las que estrujaba con pasión. En una de las vueltas, hice escala en sus pechos para chuparlos y jugar con sus pezones con mi lengua. De Estela solo se oía su respiración profunda y sus gemidos cada vez más largos y profundos.
La di vuelta y repetí la tarea sobre su parte posterior. Cuando pasaba por sus nalgas me detenía para morderlas en forma suave. En una de las pasadas hice un alto en su culo, le abrí los cachetes y con mi lengua recorrí toda la zanja varias veces. Me detuve en su agujerito y mi lengua recorrió circularmente sus bordes a la vez que gatillaba intentando penetrarla. Descubrí que mi vecina tenía en su agujero un lugar sensible y erógeno porque no había pasado ni un minuto cuando contrajo su cuerpo y mordiendo los labios acabó un segundo orgasmo.
Cuando se recuperó y volvió en si después de la acabada, le propuse hacer un 69 que aceptó gustosa. Me puse de espaldas y ella encima de mí exponiendo su hermoso culo y su cueva a mis ojos, nariz y boca. Le pedí que se dejara caer un poco para tenerla a tiro de mis fauces y me di a la tarea de chupar y lamer esa joya del sexo. Yo tengo una lengua un poco más larga que lo habitual y ancha lo que permite cubrir toda la zona sin problemas. La puse a trabajar lamiendo despacio empezando por sus labios mayores para ir adentrándome en su vulva de a poco. Su clítoris también recibió la debida atención. Mientras mi lengua operaba en su cueva, un par de dedos jugaba con su agujero anal sin penetrarlo aun.
A todo esto, Estela se había apropiado de mi verga y con su boca me daba mamadas, chupadas y succiones, en tanto que con una de sus manos me hacía una lenta paja. A medida que yo aumentaba la intensidad de mis lamidas, ella hacía lo propio con su boca y mano. Ese juego nos estaba llevando inexorablemente a acabar en nuestras bocas. Liberando por un instante mi boca alcancé a decirle
… Linda, me estás haciendo acabar. Si sigues así te voy a llenar la boca con mi leche, y no sé si te gusta…
… Sigamos, dale que ahora no quiero parar y hacerte acabar en la boca va a ser un placer más…
… Por favor vos también acaba en mi boca porque estoy deseando recibir tus jugos que antes olía y ahora quiero beberlos…
Y pasó lo que queríamos. Con mutuas convulsiones y fuertes y hondos gemidos de ambos, tuvimos sendos brutos orgasmos en donde parecía, al menos en mi caso, que nos iba la vida junto con la leche. Derramé mi semen en su boca que alcanzó a tragar en parte, mientras que algunos restos le caían por la comisura de los labios y eran res**tados con la lengua para llevarlos a la boca. Por mi parte recibí abundantes jugos que también bebí y de los cuales me quedaron resabios en la cara.
Nos pusimos a la par en la cama mirándonos fijamente a los ojos mientras le tomaba la cara con mis manos y le daba un largo beso.
… Si alguien me hubiera dicho hoy que iba a estar en la cama haciendo el amor contigo, lo hubiera tratado de loco. Mira como son las cosas…
… Lo mismo podría decir yo, que a estas alturas debería agradecerle a mi asma la oportunidad de poder tenerte desnudo junto a mí…
… Y yo bendigo el momento que golpeaste la puerta y te llevé al sofá para solazarme con tu cuerpo. Estabas realmente dormitando o te hiciste la que dormías?...
… Hubo un rato que estuve casi inconsciente, pero cuando empezaste a saborear mi chocha con tu lengua me despertó la grata sensación que recibía. Pensaba que era un sueño pero al verte de reojo en plena tarea me dije que me había llegado la oportunidad para salir de mi ayuno sexual. Fingí estar dormida porque no quería que te detuvieras…
… Y bien que has hecho. Lo digo también por mí. Cuantas veces me hice la película contigo. Siempre me gustaste pero nunca se daba la oportunidad. Cada vez que te veía tomando sol en bikini me ponía muy caliente…
… Yo también te observaba pero no sabía qué hacer…
… Dejemos las palabras y sigamos gozando, creo que nuestros cuerpos nos están pidiendo que sigamos este encuentro amoroso…
… Te puedo pedir una cosa?...
…Por cierto, lo que quieras…
… Me gustaría que nuevamente me besaras por todo el cuerpo. Fue una sensación tan vibrante que me agradaría repetir…
Comencé por sus pies y fui subiendo despacio. Besos suaves y lamidas imperceptibles hasta llegar a su cueva. Volví a pasar mi lengua por esa húmeda cavidad buscando sus partes interiores para pasar una y otra vez. Le tocó el turno al clítoris al que descapuché con mi mano para dejarlo bien al descubierto para colmarlo de besos y chupadas. Ella respondía con profundos suspiros y palabras de agradecimiento. Le di vuelta y repetí la acción sobre sus nalgas, canal anal y su esfínter. Los suspiros ya eran grititos razón por la cual me detuve y le pedí que se pusiera en posición de perrito para empalarla de atrás.
Cuando estuvo en posición acerqué mi miembro a su vulva y lo empecé a deslizar hacia adentro muy despacio, para que lo fuera sintiendo de a poco. Encontré su cavidad estrecha, como si no hubiera sido penetrada desde hace largo tiempo. Esa percepción aumentó mi morbo y mi calentura se puso al rojo vivo. Perdí el control y empecé a pujar con todas mis fuerzas buscando llegar lo más adentro posible al tiempo que le decía.
… Que cueva tan estrecha que tienes, me vuelve loco. Déjame meterla toda y regarte con mi leche mi amor. Te gusta? Dime que sí, que te gusta y que estás gozando como yo gozo contigo…
… Hum, casi no puedo hablar. Estoy muy bien y por supuesto que estoy gozando con esa pija tuya que no se queda quieta. Métela toda que me gusta que me revientes…
… Me falta poco mi amor, siento que me viene, que viene…
… A mí también me viene, que locura, que dicha, dámela toda y lléname de leche…
No aguanté más y me derramé con toda lo que me quedaba en los testículos con varios lechazos que inundaron su cavidad. Con cada gatillazo parecía que se iban mis entrañas por la verga. Estela aguantó mis embates en la misma posición y no solo eso, sino que pujaba hacia mí para recibir mi semen sin desperdiciar gota alguna.
Fue un polvazo con todas las de la ley. Por un momento perdí la conciencia y no supe donde estaba. Pero rápidamente Estela me devolvió a este mundo con un beso intenso y profundo con el que, según me dijo después, quería darme las gracias por los momentos vividos.
Para desgracia nuestra, desde su llegada hasta ese momento habían transcurrido más de dos horas y ella debía volver a su casa porque su hija retornaba de la escuela. Nos vestimos en silencio pero mirándonos a los ojos con una mirada cómplice que dejaba en claro que habíamos satisfecho nuestros apetitos sexuales.
Antes de marcharse, nos prometimos repetir lo vivido. Pero eso será motivo de otro relato.
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