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Categoría: Flechazos

Mi vecina buscona

Cuando tenía 12 años me acababa de mudar a una nueva ciudad por el trabajo de mi padre. Soy un chico delgado, piel blanca, cabello castaño, ojos color miel y algo alto para mí edad. No sabía que iba a ser una experiencia bastante extraña para mí. Desde que llegué caché a una niña viendo por la ventana que estabamos bajando las cajas con nuestras cosas y las metíamos en la nueva casa. Era una niña muy linda, de cabello castaño, ojos color avellana, piel muy blanca y una sonrisa perfecta. Lo que no sabía era que ella me tenía echado el ojo para hacer algo que iba mucho más allá de andar de manita sudada por la calle. 



Al día siguiente, me la encontré en la calle cuando salía a explorar la colonia, me la encuentro en la entrada de su casa, y me aborda. 



-Hola, ¿cómo te llamas?- me preguntó ella. 



-Matías, ¿y tú?- le contesté. 



-Laura. ¿Cuántos años tienes, Matías?- preguntó.



-Tengo 12, ¿y tú?



-Tambien tengo 12. Oye, ¿te gustaría conocer mí casa?- me dijo



-Bueno, esta bien-le contesté-. 



La seguí hasta la puerta, abrió la puerta y me hizo pasar a su casa. No estaba nada mal, pues se veía que los que la habían decorado tenían muy buen gusto. Pero lo que no sabía era que ella tenía ciertas intenciones conmigo. Para que se den cuenta: ese día llevaba puesto un vestido azul cielo con flores blancas. Me invitó a sentarme en la sala, y me preguntó si quería algo, a lo que yo respondía que sí. Ella fue a la cocina, y trajo los dos vasos con refresco de uva. Yo bebí del vaso, y en cuanto terminé, ella me plantó un beso en los labios sin palabra de por medio.



Al principio me sorprendí, pues nunca me había besado una chica de ese modo, yo era el que normalmente me lanzaba. Lo siguiente que hizo fue sentarse en mis piernas y susurrarme al oído: 



-Eres en chico guapo, me gustaste desde que te ví llegar con la mudanza, y a mí me gustan los chicos que usan lentes porque los hace ver más interesantes. 



Ahora fui yo el que le dio un beso en los labios, más apasionado aún que el que ella me plantó. Y le dije: 



-Nunca en mi vida había conocido una chica tan atrevida, las niñas con las que he estado son por lo general más tímidas, y les da  pena que las vean andar de novias. 



-En serio, la verdad es que a mí me gusta dar el primer paso -me constestó. 



Continuamos besandonos mientras ella tomaba mi mano y la llevaba a su muslo y luego a su entrepierna. Yo la quité inmediatamente, pues sentí que su conchita se sentía mojadita debajo de la ropa interior. Retire mi mano inmediatamente y ella me dijo otra vez al oído: 



-Ya siento tu verga bien paradita, no traigo ropa interior precisamente porque quería saber cierta reacción tuya ante la posibilidad de que tú y yo hicieramos el amor. 



Me puse todo nervioso, puesto que era una proposición bastante indecorosa y no la vi venir. Esta niña quería algo más que un beso. Lo que nos sabía yo era que si podía tener sexo en ese momento, y yo me puse bastante nervioso. Y me plantó otro beso, el más suave hasta el momento. Acto seguido, metio sus manos debajo de mi sudadera y playera y comenzó a frotarme el abdomen y el pecho. Estaba muerto de nervios, pero esa sensación de cosquilleo mientras me frotaba la piel era indescriptible, y de repente estabamos besandonos otra vez. 



Sin darme cuenta, nos estabamos recostando en el sillón mientras nos besabamos y ella seguía con sus manos sintiendo la piel de mi pecho. Sin darme cuenta, ella estaba quitandome la sudadera y la playera, y cuando menos pensé ya tenía el torso desnudo y se veía el elástico de mis boxers negros. Seguimos besandonos un buen rato, hasta que ella me qutió y se puso de pie y se quito el vestido. Llevaba ropa interior de color rosa, y a partir de entonces me olvidé de que estaba nervioso y la verdad verla de ese modo me prendió cañón. Entonces me senté en el sillón, me quite los pantalones y los tenis y dejé a la vista mis boxers de color negro. Ella se recostó en el sillón, y yo me fui sobre ella y estuvimos besandonos un buen rato, mientras sentíamos el roce de nuestra piel contra la del otro, lo cuál nos excitaba más. 



De un momento a otro, ella se quitó las bragas, por lo que ya quería que la penetrara. Saqué mi verga que ya estaba supererecta y húmeda, deseando tener su primera experiencia. y de un momento a otro lo iba a meter en la vagina de una niña. Comencé a penetrarla, una sensación de placer me invadió. Empecé a bombear casi insitintivamente, y conforme lo hacía sentía cada vez más y más rico. Gemíamos al ritmo del saca-mete, mientras sentía cada vez más rico. Empecé a sentir como el semen se acumulaba en mi pene, y cuando sentía más rico, salió de la punta de mi pene. En ese momento ella soltó un grito que pensé que se había oído por toda la colonia. 



Era algo maravilloso que nunca pensé que existiera. Mi pene parecía que quería más guerra, pues volvia a ponerse erecto. Volví a la carga con más intensidad, y esta vez el placer fue mayor cuando volví a venirme dentro de ella. Era algo único, delicioso. Ahora sabía porque esto era un tema delicado, era delicioso. Aunque antes ya había leído descripciones de tener un orgasmo dentro de una mujer, experimentarlo era mejor. 



Me despedí de ella, me vestí, y le dije que quería repetir la experiencia. A partir de ahí, Laura y yo nos hicimos novios y lo haciamos cada vez que podíamos. 


Datos del Relato
  • Categoría: Flechazos
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