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Mi tio Alfonso

Alfonso siempre fue un marido ejemplar. A sus cuarenta y cinco años tan solo había compartido lecho con una sola mujer, su esposa, por supuesto.
Para que os hagáis una idea de cuán aburrido era nuestro protagonista os diré que el mayor desenfreno que tuvo en su vida tuvo lugar el día de su boda, al tomarse dos copitas de champán y fumarse torpemente un cigarrillo.
La vida de Alfonso era monótona y carente de cualquier tipo de emociones, teniendo en cuenta que trabajaba duro durante todo el año, y su único mes de vacaciones lo pasaba junto a su mujer en un tranquilo, aunque bonito, pueblo de la Costa Brava, Tossa de Mar. La actividad más atrevida que el matrimonio practicaba durante esos interminables dias de relax era tomar la siesta. Sin sexo, claro está. Y es que Alfonso nunca fue demasiado fogoso que digamos. O al menos eso creía. Hacía el amor con su esposa únicamene una vez cada seis meses, realizando un acto tan mecánico como frío. Y la mayor afectada de la carencia de fuego de su marido lo padecía su resignada esposa Aurorita. Y no es difícil imaginar hasta que punto debía ahogar sus deseos la desdichada esposa, teniendo en cuenta que nuestro protagonista está de muy bien ver. Para ser exactos, está buenísimo.
No disminuye en absoluto su atractivo su inminente calvicie, que merma su poblado cabello negro en la parte de la coronilla. Su cuerpo es tan fornido como el de un atleta. Grandes pectorales poblados por un espesísimo bello, bíceps protuberantes, muslos esbeltos, desarrollados gemelos, prietas y exhuberantes nalgas, y a la postre unos hermosísimos pies. Y es que Alfonso fue siempre un gran deportista.
Y aún no hablé de sus genitales. Podría decirse sin exagerar en absoluto que Alfonso es un superdotado. La mejor prueba de ello lo confirma el hecho de que su esposa Aurorita se desmayó a sus pies la primera vez que le vio desnudo y con su enorme miembro en erección, la noche de bodas. Lo cual por otra parte, supuso un gran alivio para nuestro protagonista, puesto que aquella noche se libraría de dar placer a su recién estrenada esposa. Pero solo se libraría por aquella noche, porque el hecho de que Aurorita cayera en redondo al suelo ante tan magnánima visión no quiere decir que no le gustaran sus genitales, más bien al contrario. Al día siguiente, una vez recuperada del sobresalto, se negó por completo a ir a las excursiones que su agencia de viajes tenía organizados, tan impaciente estaba en degustar tales atributos.
¡Pero cuantas veces llegó a maldecir nuestra Aurorita el maravilloso cuerpo de Alfonso! Y es que durante sus veinte años de matrimonio, casi podía contar con los dedos de sus manos el número de veces que habían hecho de amor, lo cual suponía que debía espabilarse para apagar el encendidísimo fuego que el atlético cuerpo de su esposo en general, y su polla en particular, despertaba en la pobre Aurorita.
Así es que llegó a convertirse la abandonada esposa en una auténtica coleccionista de vibradores (todos ellos de gran tamaño, tratando de emular lo más fiel posible las sublimes medidas de su esposo). Lo que ella no sabía, por otra parte, es que todos y cada uno de ellos los utilizaba el discreto Alfonso cuando se encerraba en su despacho las noches en que engañaba a su mujer, asegurándole que tenía mucho trabajo. ¡Y tanto trabajo! Cerraba la puerta con pestillo para no ser descubierto. Se conectaba entonces a internet buscando fotografías y vídeos pornográficos de machos follando. Se desvestía por completo y mientras contemplaba anonadado las peripecias de aquellos hermosísimos actores, abria sus fornidas piernas e introducía vigorosamente en su estrecho ano los consoladores de su desconsolada esposa, gozando hasta el éxtasis. Experimentando los intensísimos placeres anales que aquellos artilugios le proporcionaban sobre su próstata.
Si bien nuestro Alfonso estaba casi plenamente satisfecho con sus vídeos y sus masturbaciones, no se podía decir lo mismo de nuestra disgustadísima Aurorita, que debía acostarse cada noche con tan extraordinario ejemplar... ¡sin poder catarlo!
Así pues, cansada de sustituir la hermosa verga de su marido por aquel sinfín de fríos consoladores, decidió buscarse un amante. Y supo muy bien nuestra astuta protagonista encontrar uno que estuviera, como mínimo a la altura de las medidas de su marido. En efecto, como muchos de vosotros ya habéis adivinado, Aurorita se buscó un chulo negro, cuyo negro pollón nada de envidiar tenía al de Alfonoso, aunque tampoco excedía en demasía al del mismo, todo hay que decirlo.
Y puesto que Aurorita, a pesar de sus escarceos todavía andaba enamorada de Alfonso, decidió cierto día acostarse con el negrazo en su propia cama, con la intención de ser descubiertos por éste, para así probar los celos de su marido.
Así es que el día en que la calculadora Aurorita consumó su plan, pudo comprobar la ira de su esposo al descubrilos follando en su propia habitación. Les gritó y obligó al negrazo a que se vistiera y abandonara su casa. Deseó Alfonso que tardara mucho en vestirse el hermoso negro, puesto que a pesar de su ira no desaprovechó en absoluto la ocasión de poder contemplar a un macho desnudo de esas características.
Lo que nunca llegó a saber la pobre Aurorita es que su ira lejos de ser originada por los celos, tenía su origen en la corrosiva envidia hacia su mujer por haber estado retozando junto al brillante y sudoroso africano. Será hijaputa-pensó Alfonso atacado por aquella envidia-menuda tranca se ha metido en la boca.
Lo que tampoco supo su esposa es que con las prisas, el espléndido africano se había dejado olvidado su minúsculo slip. Con gran cautela Alfonso lo recogió para así dar un toque novedoso a sus masturbaciones. Esa misma noche, para que veáis lo desesperado que andaba entonces Alfonso, se encerró como de costumbre en su despacho, con su nuevo juguete: el humedo slip del negrazo. Caliente se encontraba aun el líquido preseminal que había dejado una gran mancha transparente en la parte delantera de la prenda. La lamió deleitandose con el turbador sabor de aquel líquido que había salido de aquella gran polla. Lástima que no llegara a correrse del todo en el calzoncillo, pensó el cachondo Alfonso mientras lo refregaba por su cara aspirando aquel intenso olor a macho, mientras su otra mano introducía en su culazo un enorme dildo que era una casi idéntica reproducción del pollón del negro. Vaya con Alfonso!
Pero dejemos de lado tales menesteres, que solo conciernen a la vida íntima de un matrimonio fracasado por la cobardía de Alfonso al no querer reconocer sus verdaderas tendencias . Hasta que conoció a Ramsés.
Ocurrió durante un tórrido dia de agosto, en uno
de sus viajes a Tossa.
Los ánimos de ambos no andaban precisamente por los cielos. Más bien al contrario.
Ni que decir tiene que tras la bochornosa escena del negro, Aurorita no se había resignado a prescindir de los exóticos placeres que éste le suministraba, esto es, que la abandonada esposa continuaba tirándose al africano. Aquellas aburridas vacaciones suponían para ella estar un mes completo sin mamarle al negrazo aquel enorme rabo negro y aquellas descomunales pelotas. Pobre Aurorita.
En cuanto a nuestro amargado Alfonso, más de lo mismo. ¡Cuanto iba a echar de menos los enormes vibradores de su amada esposa y las peripecias de sus fogosos amigos de internet follando salvajemente! Pobre Alfonso.
Pero lo que él no sabía es que aquel verano seria diferente. Por fin nuestro marido ejemplar, podría hacer realidad todas aquellas fantasías que le encendían sus perversos amigos de internet.
Y es que cierta mañana, mientras desayunaban, comprobó Alfonso que un hermosísimo jóven no le quitaba el ojo de encima. ¡Cuan parecido era aquel muchacho a los habilidosos actores porno que follaban en los videos de internet!, pensó Alfonso mientras le miraba de soslayo a la vez que daba un sorbito a su leche.
¡Y cuanta razón llevaba Alfonso! Que hermoso era aquel jóven. Rondaba el susodicho la veintena. Las facciones de su cara, perfectas. Su pelo, bien cortito. Y su mirada, de pícaro. Y tan golfillo era el jovenzuelo que ya hacía varios días que había descubierto el esbelto e hirsuto cuerpo de Alfonso mientras tomaba plácidamente el sol ( ni que decir tiene que su mirada debió centrarse durante un largo y agradecido momento en su gran paquete, aprisionadísimo en su minúscuo slip).
Así es que el joven no tuvo ningún reparo aquella mañana en mirar sin disimulo la entrepierna del marido ejemplar, lo cual no pasó desapercibido a su vivaracha esposa, que andaba siempre a la defensiva:
-Aquel mancebo no deja de mirar tu entrepierna, debe ser un vulgar prostituido así es que no te hagas ilusiones. ¡Que descaro!
A lo que respondió Alfonso:
-Ilusión ninguna, cariño. Ni siquiera me he dado cuenta de que me esté mirando.
-Jamás vi a nadie más falso. Si las miradas follasen, ese pobre jóven estaría una buena temporada sin poder sentarse.
-¿Qué insinúas?-dijo exaltado el marido ejemplar fingiendo asombro-No eres tú la más indicada en reprocharme a mi nada, teniendo en cuenta que sigues fornicando con aquel negro cada vez que te place.
Aurorita tuvo que callar ante la evidencia. Así es que decidió levantarse para ir al lavabo.
Y como el jóven pícaro estaba al acecho, no tardó en levantarse y acercarse a la mesa donde desayunaba nuestro matrimonio ejemplar.
Definitivamente aquel muchacho era un golfote. Y no podía ser otra cosa vistiendo y andando de aquella manera. Llevaba un ajustadísimo y cortísimo short que marcaban de manera escandalosa tanto su enorme polla como sus desarrolladísimos huevazos. ¡Y que piernas! Largas y esbeltas, muslos macizos y consistentes. Y por si fuera poco una minúscula camiseta dejaba al descubierto su ombligo y resaltaban sus promientes pezones. Sin decir nada verbalmente y diciendo mucho sexualmente dejó sobre la mesa una notita que decía:
Mi culo arde al contemplar tu monumental cuerpo. Mi boca se hace agua al imaginar la polla que tu slip promete. Si quieres ( y querrás, teniendo en cuenta como me miras) esta noche seré tuyo y gozarás de mi culo tantas veces como desees, en la habitación 464. A las 11.00 horas. Te espero. Un beso negro. Ramsés.
Y no exageraba el tal Ramsés al escribir el ardor de su culo al contemplar a Alfonso. Y es que el jóven adoraba los cuerpos maduros, atléticos y belludos.
Así es que cuando el marido ejemplar alzó la vista y vio al jóven Ramsés como se alejaba, no pudo creer que en el mundo hubiera culo más perfecto y apetecible. (Tampoco habría en el mundo macho más calentorro que lo moviera con tal descaro y provocación, todo hay que decirlo.)
De manera que Alfonso decidió que no debía faltar a aquella cita por nada del mundo. Pero debía buscar una buena excusa a su mujer, que justificara su ausencia, que según había planeado teniendo en cuenta los atributos de Ramsés, sería durante toda la noche.
No tardó en encenderse, brillante una idea infalible. Y es que nuestro protagonista bajo los efectos de la embriaguez de una lívido encendida, puede ser incluso astuto.
Cada mañana, un apuesto mulato de belleza insultante y medidas imposibles se encargaba de animar a los turistas a mover sus cuerpos en la piscina. Las pocas veces que Alfonso quitaba la vista del mulato, era para comprobar que su esposa, andaba, si cabe, más excitada que él al admirar al apuesto animador.
Así es que aquella mañana, tras la sesión de aerobic pertinente, el marido ejemplar se acercó al mulato para proponerle su plan infalibe, que no era otro que proponerle "entretener" a su ejemplar esposa durante toda la noche.
Ante tal proposición, el mulato a punto estuvo de dar la vuelta, indignado e insultado al considerarle un mero y vulgar ramero. Pero un luminoso fajo de billetes que el astuto marido sacó de su bolsillo le hicieron cambiar de opinión ( y es que el botín contenía 6000 euros!). Así lo entendió Afonso al decir el mulato:
-Por este precio me follo a tu mujer todas las noches de esta semana.
-Ya se verá. Ya se verá-repuso Alfonso sin descartar aquella posibilidad. Todo dependía de la magnitud de su goce con Ramsés.
Así es que llegó la noche esperada. Por un momento Alfonso dudó de la fidelidad del mulato, que bien podía haberse largado con la golosa recompensa sin cumplir el trato. Pero no fue así. Y entonces se asombró al comprobar que la astucia de su mujer, bajo los efectos de las urgencias de la carne, era incluso mayor que la suya, al oírle decir sin titubear lo más mínimo:
-Esta mañana, me encontré con una vieja amiga de la universidad. Hemos quedado en ir a tomar unas copas. Así es que no me esperes despierto. Ah, y es posible que quedemos todas las noches que restan de esta semana. Ya se verá. Ya se verá.
Por supuesto que se vería!
No tardó en desaparecer la ardiente fémina, dejando vía libre al plan del marido ejemplar.
Corrió hacia el ascensor y buscó desesperadamente la habitación soñada a la hora concertada. 464. 11.00 h.
Se hallaba la puerta entreabierta. Como entreabierto encontró Alfonso a Ramsés cuando empujó de ella. Pero no fue esa precisamente su única sorpresa cuando entró en la habitación. ¡El pícaro joven no estaba solo!
Reposaba como dije, entreabierto, es decir con una de sus hermosas piernas sobre la cama y la otra alzada con lo que sus genitales quedaban perfectamente visibles. Y como dije, no estaba solo, a su vera se hallaba un fornido y brillante negro ( totalmente abierto en este caso). Jugueteaba Ramsés con su erguido miembro. Ora se lo introducía golosamente en la boca ( solo parte de él, todo era imposible debido a su gran longitud y grosor) ora eran sus negras pelotas las que amantaba con auténtica cara de vicio. Ora acariciaba el brillante, perfecto y enorme capullo del negro, ora eran sus pelotas las que amasaba con sus manos. Y todas estas acciones las ejercitaba el joven pillo a sabiendas que era observado por Alfonso, lo cual le debía excitar mucho al cabronzuelo, teniendo en cuenta que la dimensión de su polla era sorprendente. Diríase que de un momento a otro iba a explotar en un magnánimo orgasmo.
El negro gemía como respuesta a los juegos a los que Ramés le sometía. Y al ver entrar a Alfonso le hizo un ademán con la mano para que se acercara.
¡Y no se lo penso el marido ejemplar dos veces! Es más se despelotó en pocos segundos, dejando al descubierto una empinadísima polla que chorreaba hilillos de líquido preseminal.
Y puesto que Ramsés se hallaba entreabierto, decidió que su ataque tendría, de momento ese objetivo. Comprobó que su orificio anal se encontraba totalmente lubricado y dilatado. Era evidente que la negra polla del enorme negro le había penetrado con anterioridad. Y al sentir Ramsés cerca el cuerpo duro de Alfonso, abrió aun más sus piernas, sin dejar en momento alguno de mamar el pollón del negro. Sus deseos de penetrar aquel apetecible y abierto culo fueron apoyados por las palabras del negro, que decía entre gemidos:
-Vamos, fóllatelo. Lo está deseando. ¿Acaso no ves como abre las piernas? Le gusta mucho que le follen, al cabrón.
No mentía el caliente negro. Su polla se adentró en su calente caverna con una suavidad y facilidad asombrosas. ¡Con que rapidez resbalaba adentrandose en aquel sublime placer!
Solo extrajo Ramsés la polla del negro de su devoradora boca para decir:
-Golpéame el culo con tus huevos, jódeme sin compasión!
Bien sinceras eran sus palabras, puesto que la hermosa verga de Ramsés, lejos de mermar en grosor, se hinchaba, si cabe aún más.
A punto estaba el marido ejemplar de correrse, metiendo y sacando su gran polla en el hospitalario agujerito del joven pillo y lamiendo sus hermosos pies que se hallaban a la altura de su boca, cuando sintió que el negro se situaba a su espalda. Sintió su calor y la humedad y el olor del sudor de su cuerpo. Y como su enorme polla buscaba la entrada en su culo. Ramsés se situó boca arriba, con las piernas ahora levantadas y totalmente abiertas. Abierto su culo que seguía engullendo golosamente la polla de Alfonso. Abierta su boca, degustando aun los restos de líquido preseminal que el semental le había dejado en sus labios. Degustando aun el intenso sabor a polla característico de un negro. Entonces sintió Alfonso que su esfínter se abría para recibir el gran falo negro. Y apenas le dolió al marido ejemplar, puesto que los grandes vibradores de su esposa habían hecho su efecto.
¡Y como golpeaba el negrazo! Y como golpeaban sus grandes bolas negras en sus nalgas. Y así emparedado, descubrió lo desdichado que había sido al esperar más de 45 años en descubrir, que lejos de ser impotente, había sido un auténtido gilipollas, al negar su verdadera naturaleza.
Y para naturaleza la del negro, que no dejaba de dar atroces envestidas, que se traducían en un indescriptible placer.
Nada estaba estudiado, y sin embargo la coordinación entre los tres machos era perfecta y espontánea.
Ramsés pidió que Alfonso saliese de su interior, a la vez que el negro salía del interior del marido ejemplar. Grácilmente el africano se situó a cuatro patas, culo en pompa y el jóven pillo se corrió en su enorme culazo oscuro. Chorros y chorros de abundante leche chorreaban en la entrada de su ano. ¡Que blanca resplandecía en el contraste del ébano de su piel!
Y Alfonso comenzó a lamer aquel semen, mientras introducía su lengua lo más profundamente posible en su oscurísimo y delicioso esfínter. Y tan generosa fue la corrida de Ramsés que hubo semen incluso para lubricar el culazo del negro.
Y puesto que no hay lubricante más cremoso que el semen calentito, entró la polla de Alfonso con más facilidad incluso con la que había entrado en el agujerito hospitalario de Ramsés.
Y Ramsés que era insaciable no tardó en calentarse y hacer de las suyas. Se situó bajo el negro, en posición de 69 con éste para contemplar en primer plano la follada que el marido ejemplar realizaba al imponente hombre de color.
Ni que decir tiene que el negro gozaba con la follada de Alfonso, y con la mamada que le hacía Ramsés, así es que no tardó en correrse sobre éste, bañandole por completo, recibiendo el jóven con agrado aquel abundante y espeso esperma. Y puesto que como bien dije, el jóven pícaro era viciosillo a más no poder, realizó tareas de mamporrero, metiendo y sacando la polla del marido ejemplar del culazo de ébano.
Alfonso, guiado por aquella sobrenatural coordinación, extrajo su polla de la gruta de ébano y se corrió sobre el muchacho insaciable que enloquecía ante el contacto de tan generosas cantidades de semen y de su olor turbador.
Y tan calientes resultaron ser los tres machos y tan compenetrados descubrieron estar, que no dejaron de fornicar en toda la noche, retozando, resbalando sus cuerpos sudorosos y calientes, bañándose en sus líquidos de macho una y otra vez.
Y aquellas bacanales se repitieron toda la semana. Y todo el mes, alargando todo lo que pudo el marido ejemplar y sus dos fieles ameantes sus vacaciones.
Mientras, Aurorita seguía tomando copas con su amiga ficitia. Noche tras noche, polvo tras polvo. Polvos que debía pagar con sumas descomunales nuestro Alfonso.
Pero el verano acabó. Y todo volvió finalmente a la normalidad.
Alfonso y Aurorita continuaron paseando cogidos de la mano como un matrimonio ejemplar más. Y Alfonso deseó más que nunca la llegada del verano para disfrutar de sus veranos junto a Ramsés y aquel negro fogoso.
Así es que chicos aprended de la sabia moraleja que de este relato bien se puede deducir: a veces, tras los maridos ejemplares, se pueden encontrar veranos inolvidables, ya me entendeis.
Datos del Relato
  • Autor: Josehp
  • Código: 9586
  • Fecha: 17-06-2004
  • Categoría: Gays
  • Media: 5.47
  • Votos: 49
  • Envios: 2
  • Lecturas: 5455
  • Valoración:
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Michael
invitado-Michael 18-06-2004 00:00:00

Como entiendo a Alfonso....ya que a mi edad,no me han picado ni las pulgas,por temos y porque no deseo ocasionar daño a mi mujer y mis hijos,hojala algun dia me toque a mi Tambien,saludos un abrazo,Michael

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