Seguí hablando con él un rato, el tema no me importaba, sólo hablaba de cosas banales, era una excusa para que se desconcentrase, él no dejaba de mirar para mi cuerpo: mi boca, mis labios, mis pechos, mi sexo, ... y supongo que muchas cosas más, pero lo que me interesaba a mí era otra cosa. Miré hacia atrás y vi su sexo creciendo, le dije que no lo quería así y le di con mi mano varias veces sobre él, pero su sexo se excitaba más con los golpes. Me levanté, salté al suelo y me fui directa al libro más gordo que encontré por allí, me apoyé y volví a subir a la mesa, me puse en la misma posición, le miré a los ojos y me di la vuelta, puse el libro en su sexo. Y le recriminé durante un rato. Tenía su sexo en medio del libro, le besé y noté como se excitaba, cerré de golpe el libro, gritó y le dije:
- Ahora ya no te excita tanto ¿eh?
Que mala soy, el pobre de retorcía de dolor, cogí uvas, sabía que no le gustaban, así aprendería, pensé. De dos en dos se las fui dando, me di cuenta de que no las tragaba sólo las masticaba. Así que le tapé la boca y los orificios nasales con mis dedos, esta vez tragaría y bien rápido, así lo hizo, no sin antes intentar mover sus brazos, supongo que por un acto reflejo, pero yo los tenía aprisionados por mis piernas. Cuando tragó todas, me acerqué a su boca, saqué mi lengua para introducirla en ella y cuando él no se lo esperaba, le mordí la lengua. Le seguí recriminando que no estaba obedeciendo y que me iría si volvía a hacerlo. Como castigo ya se las metía en la boca de tres en tres y poco me importaba si tragaba o no, yo seguía, hasta que se atragantó. Le dije que estaba aprendiendo la lección, que así me gustaba que fuera en mi presencia, y que hasta que acabara todo el racimo no pararía de comerlas, y seguí, esta vez las tragaba bien, más bien ni casi masticaba, cuando ya me quedaban dos, le di una sola y le dije que la disfrutara, cosa que hizo, notaba como su lengua jugaba con ella antes de masticarla, eso me excitó y como premio, le di la última de mi boca a la suya, jugando con ella un poco, esta vez la disfrutaríamos los dos. Cuando la tragó separé mi boca de la suya y le dije:
- Muy bien mi sumisito ¿te han gustado las uvas?
- Sí Ama, espero no volveros a fallar.
Estaba ya muy excitada. Cogí una pavía y el cuchillo, comencé a cortarla en gajos y se la iba dando a mi sumiso, el primer gajo me lo comí yo, pero lo hice de una forma muy sensual y sugerente, quería que deseara dárselos de mi boca otra vez. Y así fue, uno tras otro se los di de mi boca, pero no dejé que mis labios rozaran los suyos. Le pregunté si tenía hambre aún, y me dijo que no, pero que se comería todo lo que yo le ofreciera.
Me senté en la silla del jefe y le dije que se pusiera entre mis piernas, las separé lentamente y le llevé la cabeza hasta mi sexo húmedo, normal después de tanto jugueteo, me estiré hacia atrás sintiendo todo el placer que él me proporcionaba desde su precaria posición.
- ¿Le gusta Ama? – preguntó.
No le respondí, le dije que se pusiera de pie y separara las piernas, ..., le rondé un poco, dando vueltas a su alrededor, me miraba intrigado:
- ¿Quién te ha dicho, que puedes mirarme de esa manera? – le grité enfurecida, y acto seguido le solté una patada en la entrepierna con todas mis fuerzas - así aprenderás – se tiró al suelo de dolor, mientras yo le miraba indiferente – levanta – le ordené.
Se levantó enseguida, volvió a separar las piernas y volví a darle otra patada, esta vez aguantó el dolor y se mantuvo de pie sin decir nada, ni tan siquiera suspiró.
- Muy bien – le dije, para que se confiara, se relajó y aproveché para soltarle otra patada, empecé a reírme al ver la cara que puso, realmente no se lo esperaba, me carcajeé a gusto.
Después me senté en la silla y él a gatas se acercó lentamente, se puso a mis pies y empezó a besarlos, le di una patada en la boca y dije:
- ¿Quién te ha dado permiso para hace eso?
- Lo siento, Ama, no pude contenerme.
- Pues a partir de ahora tendrás que aprender – le dije y me miró asustado, lo vi en su mirada, en esa manera de levantar la ceja derecha y en sus ojos empequeñecidos – Tranquilo – le dije – Aprenderás, te lo aseguro, pero aquí no – eso le tranquilizó.
Me aburría, en aquel despacho no había nada con lo que poder jugar, así que me levanté, fui hacia mi maletín y saqué su arnés, él al verlo instintivamente se acercó y dejó que se lo pusiera, le puse su cadena y le hice dar vueltas por toda la habitación hasta que se mareó y vomitó la fruta, le miré y le dije que ya sabía lo que tenía que hacer, dócilmente fue hacia el devuelto y comenzó a lamerlo hasta que desapareció, le dije que fuera al baño a lavarse un poco, y mientras él estaba allí me acerqué por detrás y le pellizqué el culo, se asustó, pero al verme no dijo nada, más le valía. Le dije que se sentara en el bidé, y acerqué mi sexo a su boca, comenzó a lamerlo lentamente mientras me miraba a los ojos y eso me excitaba más aún, verle dominado ante mi, mirándome con aquellos ojitos pidiendo perdón por todo y dejándose hacer, como plastelina en mis manos.
Le metí en la pequeña ducha que había y abrí el grifo, el agua fría cayó sobre él, tiritó y me pidió que parara, pero no había vuelta atrás, le enchufé el grifo directamente a su sexo y se estrelló contra la pared de la ducha al sentirlo, me acerqué y le besé, después volví a abrir el grifo y le enchufé, volvió a retorcerse de frío, había prendido la lección pensé, le miré y vi como se tapaba todas las partes delicadas de su cuerpo.
- Vamos – le dije, le agarré de la muñeca y lo llevé al despacho de nuevo, sentándole en la silla - ¿Quieres que juguemos?
- Sí Ama.
- ¿Qué deseas? – le pregunté apoyando una pierna en su silla y dejando ver un poco más mi sexo.
- La deseo a usted mi Señora.
Eso no me halagó, ya estaba acostumbrada a ese tipo de respuestas, quería saber exactamente que deseaba que le hiciese o tal vez que quería hacer él.
- No me gusta tu actitud, acabo de dejarte elegir y me respondes eso, no me gusta nada como te estás comportando, tal vez necesitas una lección de buenos modales – dije sacando una fusta del maletín, sus ojos se abrieron y dijo:
- Ama, no deseo causarle ningún problema, ya sabe que puede hacer conmigo lo que desee, estoy a su entera disposición, le pertenezco.
- Sí – dije – y por eso creo que te mereces un castigo.
Le di la vuelta y comencé por pasarle la fusta lentamente por la espalda, mientras él gemía, le estaba gustando, le di un poco más fuerte, y un poco más hasta que ya no pude contenerme y le azoté en la espalda con todas mis fuerzas, él comenzó a gritar, me gustaba cuando gritaba sobretodo si era de dolor y estaba aprendiendo; cada vez más fuerte y los gritos más altos, así que paré y puse un poco de música para que nadie pudiera oír sus gritos, ya he dicho antes que no me gusta jugar con el trabajo de nadie, le miré tenia la espalda roja, líneas rojas le recorrían desde un punto hasta otro, estaba bastante bien, seguí azotándole mientras él suplicaba que pasase, pero eso me excitaba aún más y no podía parar, hasta que le volví a mirar detenidamente y vi que su espalda parecía un crucigrama, entonces decidí parar. Él dolorido se sentó en el suelo a mi lado, besando mis piernas.
- Te estás portando bien – le dije
- Sí Ama, todo lo que sea por usted – dijo – quiero que disfrute de mi como quiera.
Eso me dio una idea, ..., aún no le había enseñado una cosa muy importante, ¿cómo podía habérseme pasado? – pensé, tengo que enseñárselo ya, le va a encantar.
- Ven – dije, me siguió por el suelo, me paré y de mi maletín saqué un vibrador de vinilo, grande, gordo, de color negro, él lo miró asustado – no tengas miedo – le dije – esto te va a gustar, así que cógelo y chúpalo.
Lo cogió aún con dudas, comenzó a chuparlo, que bien movía la lengua mi sumiso, le ayudé y se lo introduje entero en la boca, comenzó a toser, seguí empujándolo al interior de su garganta, quería que se lo tragara entero, pero era demasiado grande, tenía que reconocerlo, le dije que se pusiera a cuatro patas, él obedeció rápidamente y yo cogí un botecito de vaselina y le unté un poco en ese agujerito tan pequeño que tenía, unté el vibrador también y me dispuse a introducírselo, aquella situación me gustaba, me estaba poniendo a cien, él no decía nada, sólo esperaba a ver que pasaba, le puse la puntita en la entrada y poco a poco fui metiéndolo, él gemía, le gustaba, vi como se estaba excitando con aquel juego, la tenía bien dura, yo también me estaba empezando a excitar, empujé un poco más ya casi la tenía entera dentro, suspiró y aproveché el momento para metérsela entera, entonces gritó y le di una bofetada:
- Cállate estúpido – le grité - ¿quieres que venga la mujer de la limpieza y te vea – le amenacé, ya eran más de las once, la mujer debía estar cerca – ¿quieres que la llame? – no dijo nada – quédate aquí, como te muevas , vengo enseguida - le dije y salí por la puerta en busca de aquella mujer, recorrí toda la planta hasta que di con ella, la vi de lejos, era una mujer joven, de unos 25 años o asi.
- Disculpe – le dije, me miró, no me di cuenta que estaba medio desnuda – he tenido un problema, ¿sería tan amable de ayudarme?
- Por supuesto – me dijo.
La llevé hasta la puerta del despacho mientras le conté de que se trataba, no dijo nada, solamente accedió a ayudarme y creo que la idea le gustó. Entramos las dos por la puerta y él se quedó helado, pero no se movió en absoluto. Ella se sentó enfrente de él, mientras yo cogí el vibrador aún en su culo y lo moví más fuerte, él comenzó a gritar, nunca antes había tenido público, me acerqué a su oído:
- Tranquilo, ella nos ayudará.
Siguió quieto, dejándome hacer lo que más me gustaba, vi que se estaba excitando de nuevo, paré, le saqué el vibrador, le hice lamerlo y le dije:
- Ahora, ve hasta ella y bésala – me miró extrañado – ¿a qué esperas? ¿acaso no te gusta? ... mírala, es preciosa y está deseando ser sometida ante ti – le dije, se acercó a ella y la besó, paró y me miró – venga hazlo, tienes mi permiso – le dije, se tumbó a su lado, mientras yo me senté en una silla y les miraba, él la besaba cogiéndola de los pechos fuertemente estaban muy excitados, él se agachó y jugó en su sexo mientras ella gemía como una loca, me acerqué a ellos – puedes hacer con ella lo que quieras – dije – hazlo – le ordené.
La puso a cuatro patas frente a mí, mientras la besaba las nalgas, cogió la fusta y la dio unos azotes, pero demasiado flojitos, aunque a ella le gustaba, gemía y estaba deseosa de que él la penetrara, pero la hizo esperar, pasaba su polla por su culo frotándola, mientras ella gemía y pedía a gritos que se lo hiciera, él seguía haciéndola esperar, había aprendido bien, le miré y entonces se levantó, se acercó a mí y se aferró a mis piernas:
- No quiero hacerlo Ama, sólo quiero darle placer a usted mi ama, a nadie más - dijo, me dio pena.
- Quiero que lo hagas, yo disfrutaré mirando .... – él seguía ferrado a mí - ¡hazlo ya! – le grité, pero ni por esas – Muy bien – dije – sino lo haces olvídate de todo – cuando oyó esto, me miró y supo que le hablaba de verdad, así que fue hasta ella, que seguía a cuatro patas esperando, la cogió de la cintura y la intento penetrar, pero ya no estaba excitado, me miró - ¿A qué esperas? – le dije, me acerqué y al oído le dije – Imagínate que me lo estás haciendo a mí – me fui hasta mi silla, colocaba estratégicamente frente ellos para verlos y que ellos me vieran a mí, abrí las piernas y me puse a jugar con el vibrador en mi sexo, él al verlo se empezó a excitar, se agachó y empezó a comerla el coño, mientras ella suspiraba.
Se dispuso a penetrarla, esperó y cuando vio que me metía el vibrador la penetró, imaginándose que era yo a quien se la metía, comenzó a follársela de una manera que me volvió loca y pensé lo bien que estaba entrenado mi sumiso – no te corras – le dije, él me miró y asintió, mientras la follaba como un loco, tenía ganas, yo le había denegado que hiciese aquello con nadie, así que estaba loco por follar, la chica se dio la vuelta, él siguió follándola, pero hizo un gesto un tanto extraño, cogió mi chaqueta y la tapó la cara, mientras me miraba a mí, eso me excitó mucho y empecé a gemir mientras me sumergía en un orgasmo bestial, él se apartó de ella, vino hasta mi y se pudo a lamerle el coño, como me gustaba, que bien lo hacía, era el único sumiso que tenía permitido hacer eso, ella al verlo, se vistió y se fue, había cumplido con su parte del trato, cerró la puerta y al irse me guiñó un ojo, sonreí.
- ¿Le gusta Ama? – preguntó pensando que sonreía por él.
- Sí – dije - lo has hecho muy bien, ves como no es tan difícil hacer lo que te ordena tu ama.
- Sí mi señora, a partir de ahora haré todo lo que me pida.
- Eso espero por tu bien – le dije.