Me encontraba sola aquella tarde, una tarde de verano de lo más apetecible y pensé en Urko, mi sumiso, el último que había empezado a domar esa semana, estaba sentada en mi sillón mirando una foto de él sentado en mi potro de madera y pensé que tal vez estaría bien ir a verle esa tarde y darle una sorpresa. Fui a vestidor y elegí la ropa interior más discreta que encontré, un conjunto negro, unos zapatos altos del mismo color y un traje de falda y chaqueta metalizados.
Cogí mi coche, y conduje hasta su trabajo, eran ya casi las 8 de la tarde, la hora en la que él salía de trabajar. Aparqué el coche en el aparcamiento, aunque no siempre lo hago, me encantan los retos y desafíos, pero no quería llamar la atención. Me dirigí a la puerta principal y el guardia jurado, muy amable, me la abrió, le miré la cintura, llevaba un juego de esposas que con los últimos rayos del sol soltaban destellos, dándoles el aspecto de ser de oro, a parte de otras cosas que yo creo que las llevaba bien llevadas, “caray como empezaba la tarde”, pensé, que pena no poder invitarlo a la fiesta que montaría más tarde.
Me dirigí al ascensor, subí en él y le di al botón de la 5 ª planta, me
encantan las alturas, era un ascensor con las cubiertas de cristal y
dejaban ver la ciudad, que maravilla, con el reflejo del sol se veía la
ciudad tan enorme, y poco a poco mientras subía tan pequeña, era precioso. Salí del ascensor y me presenté en la puerta nº 18, las instalaciones pertenecían a una gran empresa, pero él no era uno de los jefes, abrí la puerta y ante mí había una secretaria, no me fijé mucho en ella y me saludó:
- Hola, buenas tardes señora.
- Buenas tardes.
- ¿Qué desea? ¿Tiene cita con el Sr. ...?
- Si, pero mañana, lo que pasa es que estaba por la ciudad y quise pasar para resolver un asunto, respecto a un pedido que le hizo a mi empresa, ya quedé en hablar con él, podría anunciarme y ver si me puede atender hoy.
- Por supuesto, ¿De parte de quién?
- La Señorita Lana.
La chica en el trato era un encanto, que conste, pero no me interesaba ella. Llamó por el teléfono interno, y me anunció, no oía su voz, pero cuando me anunció tuvo que hacerlo dos veces. Le debió decir que me pasara a su despacho. La secretaria muy amable me abrió la puerta, me ofreció un café y le dijo a su jefe si le traía otro. Yo le respondí que no quería, y le di las gracias, él no dijo nada y ella le volvió a insistir, yo acabé respondiendo que no le haría falta eso, la secretaria me miró y cerró la puerta tras de sí.
Del otro lado de la mesa estaba él, no decía nada, estaba mudo, supongo que estaba muy nervioso, que pena me daba (que mentirosa soy), me encanta provocar desconcierto en mis sumisos, me excita. Él siguió sin decir ni una palabra y yo le dije que mis sumisos sabían como debían saludarme, aún así no dijo nada, creo que estaba muy desconcertado y no podía reaccionar, así que le ordenó que me cogiera el maletín. Parece que mi orden causó efecto porque fue directo a mis pies y me pidió perdón . Le dije que pusiera el maletín en la mesa, se apartó de mis pies, lo recogió del suelo y lo dejó en la mesa. Le ordené levantarse, no fuera a ser que entrara su secretaria, aunque para ser franca, me encantaría que lo viera así, a mis pies. Pero no juego con el trabajo de nadie, ni me gusta dar explicaciones. Me puso la silla para que me sentara y yo accedí, se puso del otro lado y sin hablarnos esperó a que llegara su secretaria para despedirse, cuando llegó le dijo que ya eran las 8 y 10, que si se podía ir, la dijo que sí y cerró la puerta. No hablamos hasta oír como se cerraban los cajones del escritorio de ella y sus pasos alejarse.
Me levanté, me acerqué a él y se puso a mis pies. Yo me senté en su sitio. Creo que no hay mejor postura que esa, un sumiso a mis pies. Comencé a hablarle, mientras le acariciaba el pelo.
- Dime ¿Cuándo viene la señora de la limpieza?
- Llegará sobre las 10 Ama.
- ¿Te gustan las sorpresas? a mí me encanta darlas.
- Este tipo de sorpresas no Ama, me ponen muy nervioso.
- Dime ¿Tienes hambre?
- No Ama.
- Pues te traje la merienda.
- Tengo un nudo en el estómago Ama.
- Tendrás muchos más, eso te lo aseguro.
Su cara cambió de color, me estaba excitando cada vez más. Cuando obtuve las respuestas que quise le mandé despejar su mesa, la quería vacía, por suerte para él, el ordenador estaba en una mesa auxiliar. Comenzó a sacar todo muy apurado, casi lo tiraba, a mí el desorden no me gusta, y le mandé que fuera más ordenando, le dije que era una mala criada. Comenzó a ponerlo todo más hacendoso hasta que la mesa quedó vacía. Le dije que ya podía desnudarse y él me dijo si cerraba la puerta con llave. Con lo que me excitaba a mí pensar que nos encontraría la señora de la limpieza, pues claro que no. Comenzó a desnudarse, me gusta ver como se van despojando de su ropa. Cuando acabó le hice echarse en la mesa, notaba como su cuerpo estaba rígido y no paraba de moverse, hasta lo que me interesaba ya tomaba una forma rígida.
Cogí mi maletín del suelo y lo puse en su silla, lo abrí dándole la espalda, así no vería lo que tenía preparado de merienda. Saqué 6 bolas pequeñas de distinto tamaño, le dije que ellas le follarían el culo por mí, antes de darle la merienda. Quería comenzar por la grande, pero no me interesaba y le mandé parar. Le dije que se sentara en la mesa justo enfrente de mí, me acerqué a él, puse mi mano en su sexo y empecé a jugar con él, seguí hablándole, provocándolo, sacando mi lengua fuera, él cerró los ojos, estaba sintiéndolo y absorbiendo su propio placer, así que le mandé abrir los ojos, creo que se quedó frío de repente, me hizo gracia a medida que me excitaba más. Le ofrecí otra vez las bolas y le dije que se las pusiera desde la más pequeña a la más grande. Así lo hizo, cogió la más pequeña y el resto la siguieron, la puso debajo de su culo y sin hacer presión, entró rápido y él comenzó a gemir, le siguió la siguiente, y la siguiente y ..... así hasta la 5ª y cada vez que entraba una gemía más excitado, en la 5ª le mandé parar, y yo me aparté. Comencé a ver por la ventana, y seguí hablando con él, pero esta vez de lo divino y de lo humano, cosas que no me interesaban, pero quería verlo suplicando por la 6ª bola. La verdad creo que estuve un buen rato.
Estaría intentando analizar la situación, porque no soy muy predecible. Su sexo estaba bajando la rigidez y eso no me gustaba.
Le pregunté en qué pensaba, y él me dijo que me estaba observando para saber lo que le haría, que no era mi forma de vestir para las sesiones, pero que estaba tan guapa como siempre. Le hice una prueba levantando mi falda y le dije que observara, y que me dijera lo que pensaba.
Tenía una braga normal sin adornos, iba rasurada como siempre, y no llevaba medias ni liguero, iba muy sencilla, aunque le tengo acostumbrado a otras cosas. Comenzó a hablar analizando lo que veía, sabía que si llevaba bragas normales quería decir que no daría mi sexo, o que podía estar a la espera, no había nada seguro.
Si no llevaba bragas, o eran de puntilla o eran tanga, que comería mi sexo seguro.
Me conocía bien, y le pregunté si quería que le follara la bola más grande, él me dijo que estaba tan desconcertado que no pensaba casi. Yo le dije que era muy normal que no pensara y me puse a reír mientras le miraba la cara de tonto que había puesto.
Me acerqué a él y me puse justo enfrente, cara contra cara y comencé a jugar con mi lengua en su boca, quería que la deseara y así lo hizo, por un momento creí que me la intentaría atrapara entre sus dientes, pero más le valía no intentarlo. Puse otra vez mi mano en su sexo y seguí acariciándolo mientras mi lengua lo provocaba, esta vez no tardó mucho y comenzó a suplicar.
- Por favor Ama, déjeme la última bola, se lo suplico, por favor .
Cuando ya lo tenía excitado otra vez le di la vuelta a mi maletín, me
retiré, y le dije que se pusiera la última bola, me di la vuelta y oí como jadeaba como un animalito para mí. Dejé que él solito siguiera excitándose un rato con lo que veía para su merienda. Me estaba poniendo cada vez más húmeda. Cuando me cansé le mandé estirarse otra vez en la mesa y le comencé a masajear su barriga, era una excusa, quería intentar sentir las bolas dentro de su cuerpo. Retiré mis manos de su cuerpo y vi el maletín, ¿porqué empezaría?, no estaba segura aún.
Me saqué la chaqueta y la puse en el respaldo de su silla, llevaba un sujetador a juego con la braga, un simple color negro, volví a ver el maletín y me quité la falda mientras pensaba en que él estaría mirándome, la doblé y la puse encima de la mesa, al lado del ordenador.
Comencé a sacar fruta, un yoghurt y un cuchillo, lo puse todo encima de su mesa. Me apoyé en la silla y me subí a la mesa, estaba encima de él y me senté en su barriga.
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