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Desperté y vi que ya eran más de las doce del día; me extrañó no escuchar a mi suegro haciendo ruido. Al incorporarme, sentí el tremendo dolor en las nalgas que aún me quedaba de los cinturonazos del día anterior. Adolorida, me levanté y al verme en el espejo me asombré del aspecto tan malo que tenía; estaba ojerosa, pálida, con la cara como de muerta; mi cabello era una maraña totalmente enredada y mi cuerpo presentaba algunos moretones en diferentes partes. Pensé que esa sería mi arma para decirle a mi suegro que no podría tocarme más o lo denunciaría y mostraría los golpes y moretones que me dejó.
Me bañé tratando de quitar toda la suciedad que sentía, pero ni el baño me hacía sentir mejor. Luego dediqué mucho tiempo a arreglarme, me vestí con una blusa blanca, jeans y tenis; me peiné, me maquillé y pinté porque no me gusta verme mal y además estaba haciendo tiempo, ya que no quería salir para no encontrarme con el desgraciado de mi suegro.
Pero sentí hambre y sed y tuve que hacerlo, salí de mi recámara despacio debido al dolor que sentía en todo el cuerpo, esperando no encontrarme con mi suegro, deseando que hubiera salido. Pero no era así, para mi mala fortuna el viejo estaba ahí sentado en la sala viendo la televisión, vestido únicamente con una camiseta sin mangas y unos tenis; no traía pantalón ni calzones; su pene y sus huevos descansaban flácidos sobre el sillón; estaba tomando una copa; él me vio y como con burla me dijo: “vaya, ya era hora de que despertaras puta, pareces princesa; no sabes cómo tengo ganas de una mamada, así que ven, híncate y chúpame la verga”.
Nerviosa, pero firmemente convencida de lo que pensé el día anterior y de lo que hacía le contesté: “¡NO!”. Don José se me quedó viendo con cara de incredulidad, “¿Qué dijiste puta?”, me dijo. “¡Que no!”, le contesté “¡y de una vez le digo que no me voy a prestar a sus marranadas, no volveré a dejar que me toque y si intenta hacerme algo, iré a denunciarlo y a mostrar esto a las autoridades!” y diciendo eso le enseñé un moretón que tenía en el muslo derecho.
Mi suegro vio el moretón, se levantó muy tranquilo y me dijo: “¿eso?, eso no te lo hice yo, te lo hizo tu marido, o al menos es lo que voy a decir, al igual que mi hija y mi esposa si te atreves a decir una sola palabra”. Luego guardó silencio un momento y suspiró, después dijo sin perder la calma: “Bueno, tu no entiendes, ¿verdad putita?; al parecer quieres que te de tus cinturonazos como ayer, ¿verdad?, ¿acaso quieres hacerme enojar?, ¡o ya sé, seguramente eres masoquista y eso es lo que te gusta!, habérmelo dicho antes putona, si quieres te puedo dar tus madrazos todos los días para que sientas mayor placer; se de una forma en que no se notan”.
Empecé a sentir coraje por su burlas y por lo que dijo de culpar a su propio hijo y a la vez tenía miedo al recordar lo que pasó el día anterior, pero me armé de valor y le dije con voz firme: “¡Usted está loco, pero ni crea que le voy a permitir seguirse burlando de mí y humillándome; soy la esposa de su hijo, no soy su puta ni su esclava y si me vuelve a tocar, le juro que todo mundo lo sabrá!”.
Vi cómo se le subieron los colores al rostro a mi suegro y cuando me di cuenta ya estaba yo en el suelo, tirada por la fuerte cachetada que él acababa de propinarme, no la vi venir, solo la sentí.
“¡YA CÁLLATE PUTA!”, se oyó retumbar por toda la casa el grito de Don José al mismo tiempo que me daba un tremendo puntapié en el estómago que me hizo doblar de dolor en el piso y grité: “¡AAAUUUGGGHHH!”, sentí como perdía el aire mientras mi suegro me tomó de los cabellos y sin ningún miramiento me llevó arrastrando por toda la casa (que es muy grande) hacia las escaleras, me subió arrastrando, luego me jaló hacia su recámara; yo trataba de jalar aire y de quitarle las manos de mi cabello, pero no podía, me sentía muy adolorida de la cara y del vientre; su ataque me tomó por sorpresa y no pude hacer nada. Mi espalda y nalgas se golpeaban duramente con cada escalón, pero apenas y podía quejarme.
Mientras me arrastraba, Don José iba hablando muy enojado: “¡Pinche puta pendeja, eres como todas; no entienden que por las buenas pueden tener todo conmigo y que por las malas no ganan nada; primero bien que andan de ofrecidas y les gusta que uno se las coja, pero luego se hacen las muy dignas; como si de veras fueran santas; lo mismo pasó con Valeria y con las demás; yo creo que les gusta que uno las trate mal, como putas que son y así te voy a tratar, ya acabaste con mi paciencia!”
Mi suegro bufando me arrastró hasta su habitación, ahí me soltó junto a su cama, en la mullida alfombra de su recámara; yo había recuperado un poco el aliento e intenté levantarme para salir corriendo de ahí, pero él ya estaba encima de mí; sentado en mi vientre con sus piernas abiertas, empezó a jalonearme la blusa; yo intentaba detenerle las manos, pataleaba y me movía tratando de tirarlo; empecé a gritarle: “¡Ya basta viejo marrano, suélteme o lo rasguño en la cara, déjeme ya!”. Pero mientras yo más me defendía, el más se enojaba o excitaba, no lo sé, pero no paraba de jalarme la ropa que empezó a ceder. Intenté rasguñarlo, pero él me sostuvo ambas manos con una sola de las suyas.
Como yo no dejaba de moverme y defenderme, le dificulté las cosas a mi suegro, que sudando y jadeando de repente me dijo: “¡con que sigues de perra, maldita puta, ya me cansé, ahora vas a ver; no te muevas!”, entonces se levantó y fue hacia su clóset, mientras lo abría yo me levanté y eché a correr hacia la puerta de la recámara; estaba por cruzar el umbral cuando sentí el jalón del cabello que de nuevo me tiró al suelo y entonces pude ver que mi suegro ya tenía en sus manos un rollo de cinta de embalar color plata y unas tijeras; alcancé a gritar: “¡No!” mientras él ya me había volteado boca abajo en el piso y me tomó de las muñecas; pensé: “¡oh no, de nuevo me atará con cinta y me va a violar otra vez!” y así era; mi suegro me colocó los brazos cruzados, uno encima del otro y empezó a atármelos con cinta, aunque yo ponía todo mi esfuerzo en soltarme, moviéndome, pataleando y agitando los brazos, de nuevo él pudo someterme con relativa facilidad.
Desesperada, me di cuenta de que de nuevo estaba perdida, había hecho enojar al viejo y ya me había dominado, supe que de nuevo abusaría de mí y no podía hacer nada; intenté de otra forma y llorando empecé a suplicar: “¡no, por favor, no sea malo, no me haga daño, haré lo que sea, pero no me lastime!”. Entonces él se levantó triunfante y me dijo: “¡claro que vas a hacer lo que yo quiera putita, pero me hiciste enojar y esta vez solo yo voy a disfrutar, tú vas a desear no haberte puesto rebelde y te voy a hacer entender quién manda; no quisiste por las buenas, ahora será por las malas y lo siento, perdiste tu oportunidad!”. Sus palabras me hicieron temblar, no sabía de qué sería capaz el viejo, pero me imaginé lo peor.
Él me volteó boca arriba y con las tijeras comenzó a cortar mi blusa, yo seguí suplicando: “¡por favor, no, por favor, se lo suplico, no, por favor, soy la mujer de su hijo, deténgase, se lo ruego!”; pero para él eso era mejor, vi como sonrió burlonamente mientras seguía cortando mi blusa por la mitad y me dijo: “por eso es más emocionante que tengamos nuestras aventuras sin que nadie lo sepa y de una vez te digo que para que tu pudieras vivir aquí, José me pidió mi aprobación y en cuanto te vi te aprobé porque desde ese momento te deseé y quise cogerte y por eso convencí a Martha y Valeria de que te aceptaran en la casa; porque no es fácil encontrar perras tan sabrosas como tú y que además las celosas de mis mujeres permitieran que entraras. Pero ya basta de plática, será mejor que te calles, que de todos modos te voy a coger, quieras o no, hasta que me harte de ti”.
Ya mi blusa estaba totalmente cortada y entonces él cortó el centro y los tirantes de mi sostén, haciendo saltar mis senos y dejándome desnuda de la cintura para arriba; entonces se quedó viendo mis tetas y se inclinó para lamerlas; yo cerré los ojos pensando en que no debía dejarme llevar de nuevo por lo que mi cuerpo sintiera, no podía aprobar eso.
Afortunada o desafortunadamente, él no estuvo mucho tiempo lamiéndome las tetas; cuando se enderezó abrí los ojos y entonces él se volvió a subir a mi vientre, con las piernas separadas y colocó su miembro en medio de mis senos; con ambas manos los apretó con fuerza y comenzó a moverse adelante y atrás, masturbándose. Yo veía la cabeza de su pene saliendo de en medio de mis senos y tocándome la barbilla, traté de alejar mi cara, pues empecé a sentir el líquido que salía del miembro; sin dejar de moverse dijo: “¡aaaahhhh puta, que sabrosa estás, tienes unas tetas de lujo; que rico se siente como abrazan mi verga, siempre quise hacer esto!”.
Decidí no hablar, tuve la leve esperanza de que terminara de esa forma y me soltara; no me imaginé que ese iba a ser un largo y duro día para mí.
Don José siguió moviéndose, ambos dejamos de hacer ruido, yo me había agotado, tenía hambre y sed y me sentía muy cansada para defenderme y él cerró los ojos y se veía que realmente lo disfrutaba. Fue un buen tiempo el que duró masturbándose con mis tetas, hasta que se detuvo y me dijo: “¡ay cabrona, casi haces que me venga!, pero tú eres una puta que hay que disfrutar con calma y por todos lados y eso voy a hacer” y mientras hablaba me desabrochó mis jeans y empezó a jalarlos hacia abajo; al ver que él no se conformaría solo con masturbarse, empecé a gritar de nuevo y a patalear, tratando de evitar que me desnudara: “¡No, no, viejo depravado, suélteme ya!”; pero él bajó con fuerza mis jeans; al ver que se atoraban con mis tenis intentó quitármelos, pero estaban bien amarrados, por lo que agarró sus tijeras y cortó las agujetas; me quitó los tenis y los aventó; luego se levantó y siguió jaloneando mis jeans que no salían con facilidad, por lo que quedé prácticamente de cabeza mientras el jalaba con fuerza.
Después de bastante tiempo, por fin el pantalón salió y mi suegro casi se cae de espaldas y yo caí con fuerza en el piso, golpeándome las nalgas y la espalda y aunque la alfombra es gruesa, me dolió y me quejé, pero eso a mi suegro no le importó, había logrado su objetivo; entonces se agachó y, aunque yo apreté las nalgas y los muslos para que no me quitara la tanga, no pude lograrlo; él la jaló con fuerza y me la sacó, dejándome totalmente desnuda en el piso y a su merced nuevamente.
Apreté con fuerza las piernas, pero él se hincó y me las abrió a la fuerza, haciéndome doblar las rodillas; entonces se colocó en medio de ellas, con una mano tomó su pene y sin ningún miramiento lo introdujo con fuerza en mi conchita que se encontraba totalmente seca, sin ninguna excitación; sentí un agudo dolor que me arrancó lágrimas y un grito que parecía aullido: “¡AAAAUUUU!”.
Don José metió su miembro hasta el fondo mientras me sostenía con las nalgas levantadas y mirándome con cara burlona me dijo: “¿ves? Más te valía haberte portado bien conmigo y ahorita en vez de estar chillando estarías aullando pero de placer, puta estúpida”. Quise tragar saliva, pero tenía la boca completamente seca y solo alcancé a decir: “¡por favor, no…!” pero él me tenía dominada y empezó a moverse, metiendo y sacando su miembro con fuerza desmedida, lastimándome a propósito mientras reía y decía: “¡jajaja!, te creíste muy lista, estúpida, ahora siente quién tiene el poder, ¡toma, toma, a ver si aprendes!”.
Luego, mi suegro me soltó las nalgas y quedé tendida en la alfombra; el colocó ambas manos a los lados de mí y se inclinó, aplastándome con su peso mientras seguía moviéndose, entrando y saliendo de mí con fuerza salvaje; empezó a besarme el cuello y me dijo al oído: “entiéndelo puta, desde que pusiste un pie en esta casa, eres mía y lo vas a ser hasta que yo me canse de ti o te mueras; te voy a coger como y cuando quiera y mientras te sigas negando va a ser peor para ti; más te vale darme todo por la buena putita”. Estaba yo tan enojada por esa forma de ser tratada y humillada que se me ocurrió contestarle: “¡Usted está loco, jamás seré suya, podrá tener mi cuerpo muchas veces, pero jamás tendrá mi mente y mi corazón!”.
Don José empezó a reírse en mi cara: “¡Jajajaja, pues no me importa puta, eso es lo que quiero, tu cuerpo!, ¿para qué chingados quiero tu mente o tu corazón?, ¡esos dáselos al cornudo de mi hijo, jajaja!”. Me sentí la más idiota del mundo.
Mi suegro siguió violándome mientras yo trataba de aguantar las ganas de llorar por el dolor que me provocaba; al mismo tiempo me lamía y mordisqueaba el cuello y las tetas, metiendo y sacando el pene con fuerza hasta que, después de mucho tiempo, él se vino descargando grandes chorros de semen dentro de mí; yo trataba de evitarlo, pues lo menos que quería era quedar embarazada del puerco de mi suegro; traté de alejarme de él, pero su peso me aplastaba y no pude moverme, por lo que se descargó todo dentro de mí.
Una vez que terminó, se quedó unos segundos sobre mí, casi me ahogaba con su peso; luego, mi suegro rodó hacia un lado y se quedó acostado en la alfombra a mi lado, me dijo: “que rico coges puta, sigues apretada de la panocha; estoy seguro que a ti también te gustó, pero te haces la santa”. Yo me quedé callada, estaba tan asqueada que no quería ni hablar, solo quería que me soltara para largarme de inmediato; pero él aun no acababa conmigo; sacó un cigarro y empezó a fumar acostado junto a mí en el suelo; me ofreció uno y yo solo volteé la cara hacia otro lado. Todavía dijo burlonamente: “después de un buen palo, un buen cigarro”.
“Bueno, ya acabó, ya suélteme, ¿no?”, le dije, esperando que ya me dejara ir; pero él es demasiado cruel; me dijo: “ni madres putita, apenas vamos empezando y como te negaste, hoy no te toca disfrutar”. Temblé de pensar que el viejo tenía algo más preparado aún.
Cuando terminó su cigarro, Don José se levantó y cargándome me subió a su cama; es una cama muy grande, con sábanas muy blancas, cabecera y columnas adornadas de madera muy fina, con un “techo” rectangular que unía las cuatro columnas, también hecho de las mismas maderas finas; el “techo” de la cama está adornado con telas blancas que caen suavemente. Mi suegro me colocó de manera que mis pies daban hacia la cabecera, luego empujó un poco la cama, separándola de la pared, se veía que esto le costaba bastante esfuerzo pues es una cama muy pesada; después él tomó una larga cuerda y con ella me ató un tobillo; empecé a retorcerme y a gritarle: “¡¿Qué hace?, deténgase, suélteme ya!”; el solo dijo: “ya verás puta, ni te resistas, que hoy haré contigo lo que me dé la gana”. Entonces tomó el otro extremo de la cuerda y lo pasó a través de uno de los maderos que formaban el “techo” de la cama y comenzó a jalarlo desde el otro lado, de tal manera que mi pie fue subiendo por la cabecera hasta que quedé con las nalgas recargadas en la cabecera, una pierna volando y solo el tronco de mi cuerpo sobre las almohadas. Don José ató el otro extremo de la cuerda a la cabecera de la cama; luego, tomó otra cuerda y ató mi otro tobillo; repitió la operación dejando mis piernas separadas y sin posibilidad de cerrarlas. Casi estaba yo de cabeza, mis piernas abiertas, parte de mi espalda y mis nalgas sobre la cabecera y mi espalda alta junto con mi cuello y mi cabeza eran las que quedaban sobre las suaves almohadas. Esa incómoda posición yo supuse era solo para castigarme; pero aún no terminaba; después, él tomó un trapo y un buen trozo de cinta y se acercó a mí; me agité tratando de evitar lo que vendría, pero no pude hacer nada, él metió el trapo en mi boca y comenzó a colocar la cinta, amordazándome mientras me decía: “en esta posición no se te saldrá mi semen y si tenemos suerte, tal vez hasta le des un hermanito a tu querido novio; imagínate un hijito tuyo y mío zorra, que bien vendría a la consumación de nuestro amor y que el buey de mi hijo crea que es suyo”. Entonces me asusté más, me retorcí, pataleé y traté de soltarme; gritaba como loca, pero él ya me había tapado la boca y solo se escuchaba: “¡MMMNNNNGGGHHH!”.
Cuando terminó mi suegro solo me dijo: “¡ah! y te lo advierto, ni se te ocurra orinarte de nuevo porque el castigo será peor que la otra vez, ¿entendiste puta?” no dije ni hice nada, solo me le quedé viendo con mucho coraje y él me abofeteó y repitió la pregunta: “¿entendiste puta?”; moví la cabeza lo poco que podía afirmativamente solo para que no me fuera a pegar otra vez; entonces él tomó su ropa y mientras se vestía dijo: “¡ya sabes que cuando yo te pregunte algo tienes que responderme, vieja estúpida!”. Terminó de vestirse y se salió dela recámara dejándome sola, desnuda y desesperada en esa posición tan incómoda.
En cuanto él se salió comencé a retorcerme, moviendo brazos, piernas, cadera y lo que se pudiera para tratar de soltarme; pero no lograba nada, estaba muy bien atada de manos y pies y no hallaba nada contra que raspar las cuerdas o la cinta. Además estaba hambrienta y sedienta, perdí líquido también con la cogida de mi suegro, ya que sudé bastante y poco a poco me fui agotando, me sentía muy cansada y el sueño empezó a vencerme.
Apenas me estaba durmiendo cuando sentí un duro golpe en las tetas; el dolor me hizo abrir los ojos, se me saltaron las lágrimas y grité: “¡MMMNNNNMMMM!” y vi a mi suegro ahí parado con un cinturón en la mano con el que me acababa de golpear; me dijo: “¡despierta, no te he dado permiso de dormirte puta!” y luego salió de nuevo de la recámara.
El dolor era demasiado intenso y era desesperante al no poderme sobar, lloré sin poder hacer nada más. Mis lágrimas escurrían por mis sienes.
Volví a mis intentos de zafarme, pero estaba demasiado débil; tenía mucha sed y hambre, me dolía el estómago, las piernas, las tetas y los brazos; me di cuenta que lo que quería el viejo era doblegarme para que al fin hiciera su voluntad, pero estaba decidida a no permitirle más bajezas.
Poco tiempo después, mi suegro volvió a aparecer en la habitación; solo dijo: “hace mucho calor aquí” y prendió el aire acondicionado de la recámara, después volvió a salir dejando cerrada la puerta. Al poco tiempo empecé a sentir un frío intenso y me di cuenta de que el viejo lo hacía a propósito, pues era congelante, seguramente lo estaba haciendo para castigarme más y ello impidió también que el sueño me venciera nuevamente.
El tiempo transcurría lentamente, estaba desesperada y al borde de la locura; sentía que me congelaba, pensé que mi suegro quería matarme de hambre, sed y frío.
Después de no sé cuánto tiempo, entró mi suegro con mi celular en una mano y una navaja en la otra; apagó el aire acondicionado y se acercó a mí; mientras me desamordazaba me dijo: “acaba de hablar mi hijo, le dije que te estabas bañando y que te llamara en cinco minutos; ahorita le vas a contestar y le vas a decir que todo está bien, si no, lo que te pasará será mil veces peor que lo que has experimentado hasta ahora, ¿entendiste puta?”. Asustada contesté quedamente: “si”; entonces él me dijo: “¡ah!, olvidaba decirte que de ahora en adelante, cuando estemos solos y yo te hable o pregunte algo deberás contestar ‘sí señor’, ¿entendiste?”, humillada y sabiendo que no tenía opción contesté: “sí señor”.
En eso sonó de nuevo mi celular; mi suegro apretó el botón de contestar y puso el altavoz para que yo pudiera hablar y él escuchar la conversación, pero al mismo tiempo colocó la navaja junto a mi pezón derecho, así que tuve que contestarle a mi novio como si nada pasara:
- Bueno
- Hola mi amor, ¿Cómo estás?
- Muy bien ¿y tú?
- También muy bien, oye te he estado llamando y nunca te encuentro, ¿dónde andas?
- Pues… es que se me acabó la batería del celular y no me di cuenta y hace rato me estaba bañando
- Ah bueno, oye, te encargo que me cuides muy bien a mi viejo, ya vez que ahorita no están mi mamá y mi hermana y él está solito y triste, ahí consiéntelo un poco, platica con él, dale lo que pida y ayúdale; yo sé que está muy fuerte, pero échale la mano chaparrita, te lo encargo, ¿sí? (Vi una sonrisa burlona en la cara de mi suegro)
- Si amor, yo me encargo de cuidarlo (tuve que tragarme mi coraje mientras hablaba) ¿y cuándo regresas?
- Aún no lo sé, se supone que en dos semanas, pero voy a ver si no me tardan más, porque estamos un poco atrasados.
- Ojalá no, porque ya te extraño
- Yo también te extraño, extraño tus besos y tu cuerpo; quisiera estar contigo ahorita haciéndote el amor
De repente mi suegro comenzó a lamerme las tetas y a masturbarse mientras yo seguía hablando nerviosa:
- Yo también amor, te amo, no andes por ahí con alguna zorra, ¿eh?
- Yo también te amo, claro que no, si solo pienso en ti y en cómo te voy a hacer el amor cuando regrese; prepárate
- Bueno, te espero
En ese momento mi suegro empezó a jugar con un dedo en mi clítoris y José seguía hablando
- Ok, me voy a comer, te llamo después
- Si mi amor, te mando muchos besos y no olvides que… ah… te extraño, regresa pronto
- Yo también, trataré de regresar lo más pronto posible, cuídame a mi viejo, ¿va?
- Siiii, yo te lo… cuido… cuídate tú también… bye.
Afortunadamente José cortó la conversación, porque mi suegro me estaba acariciando el clítoris y lamiendo mis tetas de una manera que me provocaba mucho placer, pero tratando de no perder la compostura le dije: “¡no, ya déjeme!”, a lo que él contestó: “¿a poco no te está gustando puta?”, tragando la poca saliva que me quedaba y con la garganta irritada le dije: “¡no… no me… no me gus… no me gusta, ya… deténgase!” Entonces él se detuvo y dijo: “bueno, como quieras” y se enderezó dejándome a medias; creo que esa tortura fue peor que lo que me había hecho hasta el momento.
Le dije: “tengo sed y hambre, por favor deme agua aunque sea”; entonces mi suegro se subió a la cama me dijo: “tú no quieres, pero yo sí y esto te va a quitar la sed mejor que el agua; abre la boca puta”; supe que en la posición en la que estaba no podía hacer nada más que obedecer si no quería recibir un nuevo castigo, así que abrí la boca y recibí el grueso pene de mi suegro en ella; él comenzó a moverse, entrando y saliendo de mi boca; tuve que mamárselo mientras mi cuerpo me seguía pidiendo que él me diera más caricias y parecía que Don José adivinaba, porque en ese momento empezó a meter un dedo en mi vagina que se había humedecido involuntariamente desde que él acarició mi clítoris. Él me dijo: “¿no qué no te gustaba puta?, ¡si bien que te mojas cuando te toco, perra!” e inició su mete-saca con el dedo en mi panochita húmeda.
Yo trataba de pensar en otra cosa, trataba de evitar que mi cuerpo respondiera, pero mi suegro iba ganando la batalla, estaba venciendo la resistencia de mi cuerpo y más cuando en lugar de su dedo, metió su lengua en mi vagina ya excitada.
Don José sacó su pene de mi boca y me dijo: “¡lámeme los huevos puta!”; lo hice mientras él metía su lengua hasta el fondo de mi panocha y de repente empezó a juguetear tratando de meter un dedo en mi ano; dije: “¡no, por ahí no!”, entonces él riendo me dijo: “¡no te hagas la difícil pinche puta, si ya lo hemos hecho por ahí y bien que te gusta, cállate y sigue mamando!” y diciendo eso volvió a meterme su enorme falo en la boca. No pude decir más, pero si pude sentir como el dedo de mi suegro penetraba en mi culo mientras su lengua seguía en mi vagina y otro dedo jugueteaba con mi clítoris.
De nuevo mi suegro estaba haciéndome sentir un inmenso placer, algo que por más que yo quería evitar, él me proporcionaba a la fuerza. Luego de un tiempo, cambió, su lengua entró en mi ano y sus dedos jugaban con mi clítoris y mi vagina y luego de un buen rato la lengua pasó al clítoris y los dedos a la vagina y el ano.
Yo seguía mamando el miembro de Don José hasta que él de repente terminó y se vino dentro de mi boca, gritando y diciéndome: “¡aaaahhhhh, que rico mamas; traga puta, trágate todo!” y así fue, me tragué casi toda su leche, mucha salió por las comisuras de mis labios corriendo por mi cara; casi me ahogo por estar prácticamente de cabeza. Cuando él sacó su pene yo no paraba de toser y de jalar aire.
Lo malo fue que al terminar Don José, ya no siguió lamiéndome ni dedeándome; por lo que no pude terminar, yo quería que siguiera, o que me soltara para yo masturbarme y terminar, porque ya estaba casi a punto; entonces él me dijo: “¿qué perra, quieres que siga?”; mi mente decía que no, pero mi cuerpo me suplicaba que sí, entonces inconscientemente le dije: “si, por favor señor”; entonces él, sabiéndose dueño de la situación, parado junto a la cama me dijo: “te desato y te ayudo a terminar si haces todo lo que te diga”; desesperada por el deseo respondí casi gritando: “¡si, si, hago lo que sea, por favor!”.
Entonces mi suegro procedió a desatarme, primero de los pies y luego las manos; lo hizo rápidamente y al terminar me dijo: “con calma puta, primero quiero que te hinques y me supliques que te coja y te haga venir”. Yo, sin ser dueña de mi mente obedecí; me bajé de la cama, me hinqué frente a él y dije: “por favor señor, cójame y hágame venir” y él me dijo: “no, no, no puta, ahorita no me digas señor, quiero que me digas mi amor y quiero que me tutees”. Humillada, pero con un deseo inmenso volví a suplicar: “por favor mi amor, quiero que me cojas y me hagas venir”. “¿estás segura?” dijo él, yo respondí: “si mi amor, por favor”; entonces él dijo: “muy bien puta, te voy a hacer tener el mejor orgasmo de tu vida, pero tienes que seguir haciendo y diciendo todo lo que yo te mande, ¿entiendes?”, apurada contesté: “si mi amor”; entonces él se desnudó rápidamente y me dijo: “primero tienes que pararme la verga de nuevo” y colocó su flácido miembro frente a mi cara; de inmediato entendí, lo tomé con una mano y lo introduje en mi boca; Don José levantó la cara hacia arriba y tomándome con ambas manos la cabeza dijo: “¡ah sí putita, que rico mamas, sigue, sigue!”; seguí chupando el miembro de mi suegro y empecé a masturbarme, metiéndome dos dedos en la panocha, pensé que si yo sola me daba el placer necesario para llegar al orgasmo, ya no necesitaría de mi suegro y esta vez yo lo dejaría a medias, como una venganza.
No sé cómo, pero él se dio cuenta y sacando su pene de mi boca me dijo: “¡ah, ah, no putita, no debes hacer nada sin que yo te lo ordene; has solamente lo que yo diga, saca esos dedos de ahí si no quieres que te castigue y te quedes sin placer otra vez!”. Obedecí porque ya empezaba a darme cuenta de lo que es capaz mi suegro.
Él me tomó de la cabeza y me hizo seguir chupando su pene y me dijo: “quiero ver tus manos atrás, en tu espalda y que tu vista siempre esté sobre mí”. Así lo hice, coloqué las manos en la espalda y lo vi a los ojos mientras seguía mamando su miembro que ya empezaba a crecer poniéndose duro. Me asombró la capacidad de mi suegro de recuperarse tan rápido después de haberse venido unos minutos antes y a su edad.
Mientras yo chupaba él me dijo: “ahorita que saque mi verga, me pides que te lleve a la cama y te coja duro por el culo”; sacó su pene y de inmediato dije: “mi amor, por favor llévame a la cama y cógeme muy duro por el culo”; entonces él me ayudó a levantarme, me cargó en sus brazos y, a diferencia de la vez anterior, me depositó en la cama suavemente; me dijo al oído: “voltéate”, yo lo hice, quedando boca abajo con las piernas abiertas; luego él se subió a la cama, se colocó detrás de mí, con ambas manos abrió mi culo y empezó a metérmelo con fuerza; luego, inclinándose sobre de mí colocó una mano por debajo de mis tetas y con la otra empezó a dedear mi clítoris; entonces empezó a darme instrucciones al oído: “grita que te lo meta más duro, que quieres más y que te gusta”; yo lo hice sin demasiado esfuerzo: “¡SI, ASÍ, ASÍ, MÉTEMELO MÁS DURO, MÁS, MÁS HASTA EL FONDO, DÁMELO TODO, ME ENCANTA PAPI, MÉTELO TODO, PÁRTEME EN DOS MI AMOR!”.
“Muy bien puta, muy bien, sigue así y te daré todo el placer que quieres mamacita”; aunque él me pesaba, lo que sentía era más profundo y no quería que se quitara; ya sin que él me lo ordenara seguí gritando de placer: “¡MÁS, MÁS MI AMOR, DAME MÁS, LO QUIERO HASTA EL FONDO!”, “di que eres mi puta” me dijo él al oído y yo obedecí: “¡SOY TU PUTA MI AMOR, SOY TU PUTA, HAZME TODO LO QUE QUIERAS, SOY TU PUTAAAA!”. En ese momento me llegó un gigantesco orgasmo que me hizo vibrar todo el cuerpo; apreté son las manos las suaves cobijas de la cama de mis suegros mientras soltaba tremendos gritos de placer: “¡AAAAHHH, AAAAHHHH, SSSIIIII, AAAAHHH, ASÍIIII, QUE RICOOO!”. El placer era inmenso, total, magnífico.
El orgasmo duró mucho tiempo, me recorría de arriba abajo y de regreso; mi suegro seguía cogiéndome y dándome un inmenso placer. Después de eso, quedé satisfecha; pero no quería voltearme, pues me moría de vergüenza por haber aceptado de nuevo que me cogiera y que me diera tanto placer; pero él sacó su pene y me dio la orden: “voltéate puta”, entonces, aun con la vergüenza, me volteé boca arriba, quedando cara a cara con mi suegro. Él seguía colocado entre mis piernas, por lo que le fue fácil penetrarme, esta vez vía vaginal y como mi panocha estaba muy mojada, no tuvo ningún problema, su pene se deslizó hasta el fondo, yo aún estaba gozando del inmenso orgasmo que me había hecho sentir y mi suegro lo notó; inclinándose me dijo al oído: “grita puta, di que te encanta lo que te hago y que quieres más”; loca de placer me solté gritando: “¡SIIIIII, ASÍ PAPACITO, MÉTEMELA TODA, ME ENCANTA COMO ME LO HACES, SIGUE, SIGUE, DAME MÁS, MÉTEMELA HASTA EL FONDO, NO PARES, MÁS, MÁS, MÁS POR FAVOOORRR!
Mi suegro estaba más que contento con mi actuación; sonreía y sudaba por el esfuerzo de estarme cogiendo, pero estaba disfrutándolo realmente; yo supuse que era porque yo me estaba dejando coger sin resistirme y en parte era por eso, pero tiempo después supe por qué otra razón sonreía tanto.
Don José continuó metiendo y sacando su pene con fuerza, mientras se puso a lamer una de mis tetas y la otra la acariciaba con una mano, dando pequeños pellizcos en mi pezón. La otra mano recorría todo mi cuerpo, deteniéndose por momentos en mis nalgas; de repente dejaba de lamer y me decía: “que sabrosa estás mamasota, que cuerpo tienes, tus curvas son perfectas, tus tetas y tus nalgas maravillosas; me encantas por sabrosa y por puta”.
En otras circunstancias sus palabras me hubieran molestado mucho, pero en ese momento sentía tanto placer que me sentí halagada por sus palabras, no tenía tiempo de pensar, solo de gozar y eso es lo que estaba haciendo; aún no logro comprender como sus caricias me volvían loca de placer, más que cuando lo hacía con mi novio José.
Mi suegro seguía entrando y saliendo de mí y también me metió un dedo en el culo; yo levanté los brazos y me sostuve de la cabecera de la cama, mientras me movía como loca, disfrutando de la cogida sin igual; minutos después llegó otro orgasmo gigante, una descarga eléctrica me recorrió todo el cuerpo; me estremecí y grité: “¡AAAAHHH SIIIII, ME VENGOO, ME VENGOOO, DELICIOSOOO, AAAHHHAAAHH MMMMM!”
Casi al mismo tiempo mi suegro también se vino, otra vez sin salirse dentro de mí, soltó grandes chorros de semen y apretándome una teta también gritó: “¡AAAAHHHH QUE RICOOO PUTAAAA, ME VENGOOO!”. Terminamos jadeantes y sudorosos los dos.
Don José quedó encima de mí solo unos segundos, me dio un rápido beso en la boca que no pude evitar, para después rodar y acostarse boca arriba junto a mí. Pasando saliva me dijo: “que buen palo nos echamos puta, que bueno que te esté gustando, porque así será hasta que uno de los dos desaparezca” y sin decir más, se durmió profundamente, roncando como un oso.
Yo me quedé unos instantes viendo la blanca tela que estaba en el “techo” de la cama y pensando en lo que había pasado; mi mente estaba hecha un caos; ¿cómo podría denunciar a mi suegro si me hacía gozar con tanta intensidad? ¿Me estaba yo volviendo loca por disfrutar de aquello, o me estaba convirtiendo en su puta particular? Pensando en todo eso me senté en la cama, aun recordando los espasmos que me dejó el tremendo orgasmo que sentí.
Me levanté, recogí mi ropa, o lo que quedaba de ella, y me salí de la recámara de mi suegro, cerrando la puerta con mucho cuidado; me fui a mi recámara, me puse la tanga y los jeans, el sostén y la blusa rotas los tiré a la basura; me vestí con otro sostén y una playera; me moría de hambre y sed, así que fui a la cocina, después de beber tres vasos con agua, abrí el refrigerador y tomé lo primero que encontré para comer; lo calenté en el microondas y me lo llevé a mi recámara para comerlo rápidamente. En cuanto terminé de comer me metí a bañar, me sentí asquerosa; luego, salí, me puse mi ropa de dormir y me acosté, acurrucándome en posición fetal y me puse a pensar que iba a hacer: ¿denunciarlo?, ¿ignorarlo?, ¿acusarlo con su esposa?, ¿o tal vez con José?, ¿acaso me atrevería a matarlo?, ¿llamar a mis padres y decirles lo que me ocurría?, ¿o dejar que las cosas siguieran como estaban? ¿Qué era lo mejor?
Aun con la mente hecha un caos, con más preguntas que respuestas y sintiéndome una sucia puta, me ganó el cansancio y me quedé dormida; nunca me imaginé que esto apenas empezaba, mi suegro tenía muchas otras cosas planeadas, tenía muchos trucos bajo la manga y no solo eso, descubrí muchos secretos de toda su familia que estuvieron a punto de volverme loca. Continuara...
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