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Categoría: Dominación

Mi suegro me hizo su esclava (I)

Hola amigos, soy una mujer de 34 años, mi nombre es Noelia soy originaria de Santiago, Chile, soy de piel apiñonada, cara bonita, ojos color miel, cabello negro; mis medidas son 88-57-90 y mido 1.75 mts.



Hace dos años me vine a vivir con mi novio José a la casa de sus papás; con él ya llevaba cuatro años de relación; no pudimos casarnos por falta de dinero, pero ya queríamos estar juntos siempre y por ello tomamos esa decisión con el apoyo de sus papás; en cambio, a mí en mi casa me dejaron de hablar por salirme así, sin casarme.



Al principio todo fue maravilloso, Doña Martha, mi suegra y Don José, mi suegro me recibieron con los brazos abiertos y me dijeron que me había convertido en una hija más para ellos. También Valeria, la hermana de mi novio me recibió muy bien y me dijo que seríamos como hermanas.



Mi suegro es un empresario muy respetado en la comunidad, siempre ha mostrado en público una conducta intachable, además de que ayuda a los vecinos y coopera y organiza obras y cuestiones culturales en bien de la comunidad. Tiene mucha educación y estudios, por eso me dio mucho gusto y mucha confianza irme a vivir a su casa. Tanto él como su esposa, su hija y mi novio hacen ejercicio, son altos y atléticos; toda su familia se conserva en buena forma.



Los tres primeros meses fueron de idilio, mi novio me llevaba al trabajo y pasaba por mí en la tarde. Todas las noches teníamos sexo y quedábamos más que satisfechos y los viernes nos íbamos a pasear en las noches y llegábamos tarde a la casa; pero nunca tuvimos ningún problema.



Los problemas comenzaron un día que me sentí mal en el trabajo y me regresé a la casa antes de la hora normal; llegué a la casa, la cual parecía estar vacía; me fui a la recámara que comparto con mi novio y al entrar vi que Don José, mi suegro, cerraba rápidamente un cajón en el cual yo guardaba mi ropa interior. Molesta le reclamé y pareció apenado; me dijo que lo disculpara, que no me enojara, que él estaba buscando unas fotos que José le había guardado, que no pensara mal. De inmediato se salió y se fue a su recámara.



Aunque me enojé y no le creí, decidí no decirle nada a mi novio para no crear problemas entre él y su papá. Ahí fue mi primer error, pues el viejo creyó que no me había importado.



Desde ese día, noté que mi suegro me miraba morbosamente; a mí siempre me ha gustado usar ropa pegada, escotes pronunciados y faldas muy cortas, pues tengo buena pierna y un cuerpo muy bien formado y la verdad me gusta presumirlo; a mi novio no le disgusta, al contario, me dice que se siente orgullosos de que me “chuleen” sus amigos o la gente en la calle, pero las miradas de mi suegro empezaban a incomodarme.



Poco tiempo después José renunció a su trabajo porque ganaba muy poco y su papá le ofreció un buen puesto en su empresa, pero José tendría que viajar constantemente a la provincia para ir a controlar las sucursales de la empresa y visitar a los clientes que tienen allá; Don José le dijo que era al único que podía confiarle esa gran responsabilidad; me sentí muy contenta y orgullosa de mi novio.



El día que mi novio realizó su primer viaje le dijo a su papá: “cuídame mucho a mi novia”, a lo que el viejo respondió: “no te preocupes hijo, así será, la cuidaré como a mi hija”. Eso parecía muy tierno, pero luego me di cuenta de lo que quiso decir el vejete.



Ese mismo día, en la tarde cuando llegué de trabajar, encontré a mi suegro leyendo el periódico en la sala, lo saludé y me fui a dar un baño; mi cuñada y mi suegra no estaban. Me estaba bañando cuando escuché que se abría la puerta del baño; pregunté quién era y no recibí respuesta. Un segundo después mi suegro abrió la cortina de la ducha; estaba desnudo y se abalanzó sobre de mí; no tuve tiempo a reaccionar, cuando me di cuenta, ya el maldito viejo estaba frente a mí tapándome la boca; me tenía contra la fría pared del baño y de inmediato me dijo: “siempre me has gustado mamacita, desde la primera vez que te vi me has provocado con tus falditas y tus escotes; con esas sonrisas de putita que me lanzas cuando no te ve mi hijo; ahora vas a saber lo que es disfrutar con un hombre de verdad”. Yo intenté empujarlo, pero él es más fuerte y no me dejaba mover; también me dijo: “no trates de resistirte puta o será peor, más vale que cooperes o `pronto estrás fuera de mi casa”.



Lamenté no haberle insistido más José en que reparara a perilla del baño, que llevaba descompuesta mucho tiempo y no se podía asegurar la puerta.



Sentí como con una pierna el viejo me obligaba a abrir las piernas y con su mano tomó su pene y lo dirigió hacia mi vagina mojada por el agua; intentaba resistirme, pero me fue imposible, el pene erecto de mi suegro comenzó a abrirse paso en mi vagina, provocándome un dolor inmenso.



Lo metió hasta el fondo y me dijo: “aaaaahhhh, aún estás apretada puta, que rico probar una panocha nueva, no las de siempre”; no entendí a que se refirió con eso, supuse que se refería a “la de siempre”, es decir, a la de su esposa, ¿por qué habló en plural?, tal vez tenía alguna amante; pero después averigüé la asombrosa y dura realidad.



Él empezó un mete-saca violento, empujaba con tal fuerza que me levantaba un poco del piso y luego sacaba casi totalmente su miembro para luego volverlo a meter con fuerza desmedida.



Con la mano libre, empezó a apretarme las tetas mientras me decía: “ah, si estás bien sabrosa, más sabrosa de lo que había imaginado; mi hijo se quedó corto con sus historias”. Eso me incomodó aún más ¿acaso José le contaba a su papá como teníamos sexo?, no se me hacía algo que un hijo le diría a su padre.



Durante todo el largo tiempo en que el viejo me violó, intenté empujarlo o pegarle, pero nada pude hacer, me sometió con relativa facilidad e incluso se reía de mí y de repente me dijo: “cuando luchan me gusta más”. Yo estaba enojada y eso me hizo enojar aún más, traté por todos los medios de quitarlo, pero fue imposible, el siguió violándome mientras el agua de la regadera mojaba nuestros cuerpos.



Fueron como veinte minutos que me parecieron horas los que él estuvo entrando y saliendo de mí a la fuerza, hasta de que repente sacó su pene y tomándome del cabello me obligó a hincarme mientras me ordenaba: “trágatelo puta”; cerré la boca con fuerza y coloqué mis manos adelante de mi cara para evitar esa humillación; pero él se las arregló para sostenerme las manos para que no pudiera meterlas y apretarme la nariz, por lo que tuve que abrir la boca para respirar y él aprovechó para meter su sucio miembro en ella, me tomó de la nuca y me obligó a mamárselo hasta que se vino y soltó toda su leche adentro de mi boca, apretando mi cara contra su cuerpo casi ahogándome.



Luego él me soltó, yo lloraba hincada en el piso del baño; mi suegro se inclinó y tomándome del cabello colocó su cara frente a la mía y me dijo: “ni una palabra de esto puta o destruiré tu vida, diré que mientes, que siempre tú me provocas y que te acuestas con dos de tu oficina y que como yo no te hago caso inventaste todo”. Yo le dije: “¡todo eso es mentira, yo no me acuesto más que con su hijo y yo no lo provoqué!”; el cínicamente me dijo: “eso lo sabemos tu y yo, pero nadie más y me es muy fácil provocar pruebas o un ‘accidente’ mamita, así que ya sabes”; me soltó del cabello y dio unos pasos para irse, pero de repente regresó y me dijo: “y nada de cambiar de vestimenta, ¿eh?, quiero seguir viendo esas deliciosas tetas, piernas y nalgas tuyas puta, ¡ah! Y nada de andar de resbalosa por otros lados, ¿eh?, te necesito aquí a la hora de siempre”.



El viejo se fue y yo me quedé llorando en el suelo; me sentía muy sucia y entonces me bañé tratando de quitar la suciedad y el asco que sentía.



Después me acosté y me dormí, no fui a cenar como siempre lo hacía con todos.



A medianoche sonó mi celular; era José que me dijo que me extrañaba y que no me había podido hablar antes porque estaba con mucho trabajo, pero que me llamaría todas las noches al llegar a su hotel. También me preguntó cómo estaba todo y no me atreví a contarle nada, no quería echarle a perder su nuevo empleo y además tenía miedo de las amenazas del viejo; traté de que José no se diera cuenta de mi dolor; le dije que lo amaba y colgamos.



Lamentablemente ese era apenas el principio de mi pesadilla; al otro día en la tarde llegué como siempre a la casa del trabajo, sentí alivio al ver a mi cuñada y mi suegra junto con Don José viendo la TV, los saludé y me fui a mi recámara, me tumbé en la cama. Unos diez minutos más tarde mi suegro tocó y preguntó si podía pasar, yo contesté sin abrir la puerta: “¿Qué quiere?”, entonces él me dijo que fuera a cenar, le dije que no tenía hambre y entonces me dijo que abriera la puerta o le hablaría a José para decirle que yo estaba muy sospechosa y que me metía a mi recámara todas las noches a chatear con hombres y a hablarles por teléfono. Enojada me levanté de la cama y fui a abrir; apenas lo hice, él me tomó del cuello y me dijo con voz baja mirándome a los ojos; “¡mira putita, a mí no me vas a venir con berrinchitos; o haces la vida normal o van a sospechar de lo nuestro, así que deja de hacerte la víctima y ven a cenar!”. Diciendo eso me soltó y salió de la recámara; yo me quedé pensando: ¿lo nuestro?, no había tal, él me había violado; ¿hacerme la víctima?, ¡pues eso era precisamente, víctima de la violación del día anterior!



Salí de mi recámara tratando de aparentar que todo estaba bien y fui a cenar con la familia de mi novio. En la cena noté que mi cuñada me veía de manera diferente, como recelosa y supuse que sospechaba algo, pero ni ella ni yo dijimos nada. Traté de actuar lo más natural posible, incluso cuando mi suegro me “rozó” con una mano las nalgas al momento en que yo lavaba los trastes.



Ellos se fueron a dormir antes que yo, luego apagué las luces y me fui a mi recámara, me encerré en ella, hacía calor, así que me quité la ropa, me acosté solo con mi tanga puesta, sin destender la cama y me quedé dormida. Un ruido me despertó; escuché que alguien metía una llave en el cerrojo y abría fácilmente la puerta de mi recámara; empezaba a incorporarme de la cama cuando ya Don José estaba encima de mí aplastándome con su cuerpo y tapándome la boca con una mano, impidiéndome gritar. Como siempre dejo una tenue luz encendida, lo reconocí de inmediato, además de por la apestosa colonia que usa; de inmediato me dijo: “ya me estaba desesperando, las viejas no se dormían, pero con la pastilla que les puse en la cena cayeron; ya estoy aquí para que disfrutemos de nuestro amor mamita”. Yo empecé a agitarme y a golpearlo para que se quitara de encima de mí, pero él no se movía; no supe cómo le hizo, pero mientras con una mano me tapaba la boca, con la otra sacó una cinta de entre sus ropas, con los dientes cortó un trozo y hábilmente me lo colocó en la boca para que no hablara. Luego, mientras yo seguía tratando de empujarlo, él tomó mis manos y las colocó por encima de mi cabeza, tomó otro trozo de cinta y me ató a la cabecera de la cama; se notaba que ya tenía experiencia en ello, pues me sometió con mucha facilidad.



Cuando terminó de atarme, se levantó de la cama, coloco los brazos en jarras viéndome triunfante y me dijo: “vaya que cuestas trabajo putita, pero a mi ninguna se me escapa, pregúntale a quien quieras”, luego empezó a desvestirse mientras yo me agitaba tratando de soltarme las manos, pero la cinta estaba muy bien puesta y todavía me dijo: “no te hagas la difícil puta, que si te duermes desnuda es porque quieres verga, no finjas”.



“¡MMMNNNNMM!” fue lo único que se escuchó de mi boca mientras él ya estaba completamente desnudo.



Con toda calma cerró la puerta de la recámara y prendió la luz; se me quedó viendo morbosamente, recorriendo mi cuerpo con su cochina mirada; luego, mientras me quitaba la tanga me dijo: “estás más buena que las demás, incluso estás más buena que mi hija”. Eso me llamó mucho la atención ¿cómo se expresaba así de su hija? ¿Acaso él y su hija…? No, quité ese pensamiento de mi cabeza porque además él ya estaba empezando a acariciar y lamer mi cuerpo desnudo que ya estaba a su merced.



Me agité lo más fuerte, que pude, pataleé y grité: “¡MMMMNNNGGGHHH!” tratando de que alguien me escuchara y evitar lo que sucedería, pero nadie me escuchaba, el infeliz viejo fue capaz de drogar a su hija y su esposa para poder abusar de mí. Me di cuenta de que el tipo estaba desquiciado y lo comprobé después con todo lo que me dijo y todo lo que me hizo y todo lo que supe de su cochina vida.



El maldito lamía mis tetas mientras colocaba una mano en mi entrepierna y empezaba a acariciarme el clítoris y los labios de la vagina; di un respingo y él me dijo: “¡quieta perra!, ya sé que te gusta, pero aguanta un poco hasta que yo quiera metértelo, no va a ser tan rápido, al fin tenemos toda la noche”. Me desesperé de saber que no podía hacer nada y comencé a llorar.



El vejete lamía mis senos con veneración, abría la boca y metía mi pezón en ella para luego lengüetearlo, provocando que el mismo pezón se levantara. Al mismo tiempo ya metía un dedo en mi vagina y con el pulgar me acariciaba el clítoris; su otra mano recorría todo mi cuerpo, deteniéndose un poco en las nalgas, las cuales pellizcaba y apretaba.



Lo que me hacía el maldito viejo era peor que solo forzarme, me estaba excitando, tal vez para que luego yo no dijera que me forzó, sino que lo gocé. Mi cuerpo empezó a responder a las caricias, yo no quería, mi mente me decía que estaba mal, pero mi vagina no entendía razones y empezó a lubricarse.



De repente mi suegro dejó de lamerme las tetas y fue bajando con su lengua por mi vientre, hasta que llegó a mi clítoris; empezó a lengüetearlo y me abrió las piernas mientras metía tres dedos en mi vagina ya mojada y con la otra mano me acariciaba las tetas. Yo cada vez me quejaba menos, pero aún trataba de evitar que me tocara el desgraciado.



Luego hizo un cambio, metió su lengua dentro de mi vagina y con un dedo me acariciaba el clítoris; el sentir la humedad de su lengua casi me vuelve loca y apreté la boca para no emitir sonido alguno que demostrara lo rico que estaba sintiendo.



Después de un buen rato de estarme acariciando y lamiendo por todos lados, mi suegro se incorporó y me dijo: “ya estás lista putita, vas a ver cómo te voy a hacer gozar”; yo aún trataba de resistirme, pero mis defensas habían caído por la excitación de mi cuerpo.



Don José se colocó en medio de mis piernas, con una mano guio su pene erecto hasta la entrada de mi vagina y de un solo empujón lo metió hasta el fondo. Me dolió muy poco, mi vagina estaba muy bien lubricada y aceptó sin resistencia el largo pene de mi suegro, que dijo: “¿lo ves?, todo es que no te hagas la santa y aflojes tantito; así los dos la gozaremos y si no le dices nada a mi hijo, seremos felices los tres”. Yo me negaba a escuchar sus palabras, de por sí ya me sentía mal y sucia por haberme excitado con sus malditas caricias y todavía pensar en que estaba engañando a mi novio con su propio padre me hacía sentirme una puerca.



Don José dejó su miembro unos segundos adentro y luego empezó con fuerza el bombeo, adentro y afuera de mi panocha excitada. Empecé a respirar muy profundo y gemí, pero ya no de dolor, sino porque lamentablemente me estaba gustando lo que mi suegro me hacía sentir; mi cuerpo sudaba y se volvió loco, mi mente era un caos, no quería, pero si quería; sabía que el desgraciado me estaba violando, me tenía amarrada y amordazada, pero mi cuerpo empezó a gozar con la penetración y segundos después vino lo inevitable… un tremendo orgasmo maravilloso recorrió mi cuerpo como una descarga de electricidad, haciéndome sentir un placer que nunca antes había sentido, ni con mi marido ni con ninguno de los otros chicos con los que me había acostado.



Grité de placer debajo de la cinta y para mi sorpresa, en ese preciso instante él me la quitó de un jalón, por lo que mis gritos retumbó en toda la recámara: “¡¡¡AAAAAAHHH, UUUUUHHH, mmmmhhh!!!”



Vi la sonrisa de triunfo de mi suegro y cerré los ojos avergonzada, porque el orgasmo fue tan intenso que no pude disimularlo.



Con cara burlona, él me dijo: “¿Ves putilla?, sabía que eres como las demás, les encanta coger con quien sea, no pueden resistirse a su impulso de putear como toda vieja”.



Noté que Don José aún tenía el miembro parado; él se subió a la cama junto a mi cara y me dijo: “¡abre!”; yo le respondí: “¡no, déjeme o grito!”, entonces él me dijo: “¿y para que vas a gritar?, ya aullaste de placer y nadie te oyó, ¡abre la boca puta o te obligo a abrirla!”. No respondí, cerré la boca con fuerza y volteé la cara hacia el lado contrario; entonces él tomó mi pezón con dos dedos y lo retorció, provocándome un intenso dolor que me hizo abrir instintivamente la boca para gritar, en eso, él me tomó del cabello y me obligó a voltear la cara hacia donde estaba su pene y de esa forma lo metió fácilmente y al mismo tiempo me dijo: “ni se te ocurra morderme puta, porque aquí mismo te muelo a golpes y luego te llevo a un tiradero donde nadie sepa que te ocurrió”. Supe que sus amenazas eran en serio, así que me contuve de las ganas de morderlo.



Ya que me tuvo con su miembro hasta el fondo de mi garganta, me tomó con ambas manos de la cabeza y me hizo moverla hacia adelante y atrás, obligándome a mamarle su asqueroso pene. Me tuve que aguantar el asco.



Él cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás y dijo: “¡ah que rico lo mamas puta, de seguro así fue como engatusaste a mi hijo; mamando y cogiendo!”. El solo oír la mención de mi novio me hacía sentir coraje y asco de su marrano padre, pero estaba totalmente sometida y sin posibilidad de detenerlo.



Después de varios minutos de obligarme a chupárselo, mi suegro sacó su miembro, tomó de nuevo la cinta; me colocó una parte sobre la boca y me levantó la cabeza para rodearla con la cinta; dándole varias vueltas, de tal manera que quedé totalmente silenciada, yo quería escupir para sacarme el espantoso sabor de su miembro de mi boca, pero con la cinta puesta ya no pude hacerlo y tuve que aguantarme y tragar parte de su líquido pre-seminal.



Luego él cortó la cinta y me pegó la parte restante de tal manera que no podía emitir sonido alguno.



Después tomó una navaja y cortó la cinta con la que me había atado las manos a la cama; rápidamente me colocó boca abajo y me sostuvo ambas manos, me las colocó en la espalda, cruzando un brazo sobre el otro y aunque yo hacía fuerza para tratar de que me soltara, él me tenía bien agarrada y nada pude hacer. Entonces me los ató con cinta también, dejándome sin posibilidad de soltarme.



Mientras me ataba me dijo: “tú ya disfrutaste, ahora me toca a mí; pero tengo que silenciarte, porque normalmente cuando se las meto por el culo chillan y gritan mucho y no me gusta, además de que no quiero que vayas a despertar a mi vieja, a mi hija o a los vecinos”. Al escuchar eso empecé a patalear y retorcerme como loca, no quería permitir que mi suegro fuera el primero que me cogiera por el culo, pues era virgen de ahí y sabía que era muy doloroso; traté de evitarlo a toda costa; pero él me sometió sentándose sobre mis nalgas y diciéndome: “¡quieta putita, que te lo voy a hacer quieras o no y es mejor que no te resistas porque si lo haces te dolerá más”. Luego se dio a la tarea de atarme los tobillos también con cinta, impidiéndome despegar las piernas.



Una vez que me tuvo totalmente sometida, le fue muy fácil lograr su propósito; solo tuvo que abrirme las nalgas y comenzar a meter su miembro gordo y largo en mi ano virgen.



Al principio le fue muy difícil penetrarme, pues mi culo estaba totalmente seco y muy apretado, entonces él dijo: “¡ay puta, parece que eres virgen del culo porque lo tienes bien apretado! Que pendejo mi hijo que no te ha cogido por ahí, pero mejor para mí porque así yo estreno ese culito delicioso, ahorita vas a ver”. Y diciendo eso se bajó dela cama y abrió el cajón de mi buró; de inmediato encontró un lubricante vaginal que tenía para cuando a José se le dificultaba la penetración; eso me hizo darme cuenta de que el viejo entraba a nuestra recámara continuamente cuando no estábamos.



Mi suegro se subió de nuevo a la cama y puso lubricante en su dedo; dijo: “como de que no, putita, te la meto porque te la meto, aunque te rompa el culo, te tengo que coger por ahí”. Luego sentí como metía su dedo en mi ano y le embarraba el lubricante. Yo permanecía inmóvil, un poco porque me era muy difícil moverme y un poco por haberme paralizado al saber que no me podía defender y que el viejo me violaría por el culo de cualquier manera.



Él sacó su dedo y de nuevo se trepó sobre mis muslos, dijo: “ahora si putita, vas a ver” y entonces empezó a meter su miembro en mi ano ya lubricado.



Poco a poco fue metiendo su gran pene en mí, el lubricante no me disminuyó el dolor que me hizo sentir y como él lo dijo, empecé a chillar y gritar con todas mis fuerzas: “¡MMMMMGGGGHHH!”, a lo que él solo dijo: “¡Ah, que apretado lo tienes putita, como lo voy a gozar; te dije que ibas a gritar mamacita!”.



Yo trataba de rechazarlo apretando el ano, pero no pude hacerlo, cada vez el miembro de mi suegro estaba más adentro; sentía que me partía por la mitad.



De repente se detuvo y me dijo: “apenas va la mitad putita, ponte flojita porque ahí va lo demás”; abrí los ojos desmesuradamente y empecé a rogarle que no lo metiera más: “¡MMMM, NNNNN, MMMM!”, pero él estaba decidido y nada lo iba a detener. Él empujó con fuerza salvaje y de un empellón me metió la parte que faltaba de su miembro, provocándome un dolor y un ardor inmensos, como nunca antes los había sentido; volví a gritar, pero fue inútil.



Mi suegro dejó un momento su miembro metido hasta el fondo de mi culo y me dijo: “todas son iguales, la primera vez se ponen nerviosas y se aprietan, pero después hasta lo piden, si no, pregúntale a Valeria y verás”. No podía creer lo que me dijo, ¿se refería a su hija?, pensé y deseé que se hubiera equivocado y se hubiera referido a Martha, su esposa.



Pero no había tiempo para reflexiones, mi suegro me tenía totalmente empalada por el ano y comenzó a moverse, empezó un mete-saca salvaje, con fuerza cruel, masacrando mi pobre ano que de inmediato sentí como empezó a sangrar. Mis gritos se ahogaban en la cinta que me cubría la boca y Don José solo resoplaba, metiendo y sacando su asqueroso miembro de mí.



Mi suegro estaba encima de mí, me jaló del cabello hacia atrás, haciéndome arquear la espalda y me dijo al oído: “Me está gustando mucho tu culo apretado puta, quiero que me lo reserves siempre para mí; no se lo des a nadie más, ni siquiera a mi hijo porque es solo mío, ¿oíste?” y me soltó del cabello; como yo no respondí nada, él, sin dejar de meterme y sacarme con fuerza su pene del culo, me volvió a jalar del cabello y me dijo: “¡te hice una pregunta, puta estúpida, contéstame!”; moví la cabeza asintiendo, no podía hacer otra cosa.



Mi suegro siguió violándome por el culo sin piedad, sin importarle que yo todo el tiempo estuve llorando y quejándome del tremendo dolor insoportable que me causaba.



Después de mucho tiempo en que me tuvo sometida, inmóvil y violándome por el culo, por fin mi suegro terminó; tuvo una tremenda venida dentro de mí; sentí como su semen entraba a chorros en mi intestino; nada pude hacer para evitarlo, él seguía encima de mí, aplastándome con su pesado cuerpo, además de las ataduras que me había colocado.



Don José sacó su pene flácido y descansó unos segundos encima de mí, luego se incorporó, me volteó boca arriba y mientras se vestía me dijo: “muy bien puta, de verdad que estás muy sabrosa; creo que no es necesario lo que te voy a advertir, pero de todos modos te lo voy a decir para que no te queden dudas: No quiero que nadie sepa de lo nuestro, ni se te ocurra decírselo a mi hijo porque te juro que los corro de mi casa y a José del trabajo y verás cómo ninguno de los dos consigue trabajo en esta ciudad; tu tranquila, que mientras estés conmigo y no hables, yo te protegeré y te irá bien, ¿entendido?”. Asustada, solo atiné a mover la cabeza afirmativamente, aunque los pensamientos se agolpaban en mi cabeza: ¿lo nuestro?, ¿me iba a proteger?, ¿de quién, si él era el que me empezaba a hacer la vida imposible? Dejé de pensar cuando mi suegro empezó a cortar la cinta que me ataba los tobillos y las manos; luego me quitó la cinta de la boca, tomó todo y se fue de mi recámara no sin antes decirme de nuevo: “Ya sabes, ni una palabra putita y no se te olvide reservarme ese culito, que ya tiene dueño”.



Me quedé desnuda, desmadejada, adolorida y asustada; lloré en silencio toda la noche, no supe a qué hora me dormí.



Eso fue el principio de mi vida de pesadilla, en relatos posteriores contaré todo lo que me ha hecho mi suegro y como he ido descubriendo cosas impactantes de esa familia. Continuara...


Datos del Relato
  • Categoría: Dominación
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