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Me llamo Jessica y soy una mujer transexual pasiva, amante de las vergas grandes y gruesas, soy morena clara, mido 1,75, tengo buen culo y buenas tetas. Y esta es la historia de lo que me pasó con mi suegro. Pero antes trataré de ponerles en antecedentes.
A pesar de nacer hombre, desde que comencé a vivir sola a los 21 años, decidí convertirme en mujer, pues siempre lo sentí así. Bajo la supervisión de un médico y de mi psicóloga, empecé a tomar hormonas para ir cambiando mi aspecto, que ya de por sí era bastante afeminado. Mi cuerpo, mis formas… fueron cambiando.
Sexualmente, diré que me encantan los hombres viriles y activos que saben tratarme como a su putita. De esta forma conocí a Pedro, un chico de mi edad (27 años) con una verga que hacía mis delicias y con el que inicié una bonita relación. Éramos complementarios, pues él es totalmente activo, varonil, incluso algo dominante. A mi me gustaba comportarme algo sumisa para él y siempre estaba dispuesta para sus deseos. Yo le obedecía ciegamente cuando me ordenaba que se la mamara o que me pusiera a cuatro patas («como una perrita», decía) para recibir su verga.
Me enamoré totalmente de Pedro, nos fuimos a vivir juntos y se convirtió en mi maridito. Yo cocinaba para él, le lavaba la ropa, y hacía todas las faenas del hogar. Cuando llegaba a casa quería que estuviese vestida muy sexy y provocativa, y yo recibía mi ración de verga a diario. Tras cuatro meses de vivir como marido y mujer, me preguntó por qué no me operaba los pechos, diciéndome que a él le gustan las tetas grandes. En cierto modo, eso era algo que yo deseaba. Había ahorrado un dinero y decidí dar ese paso irreversible.
No me arrepentí, pues a partir de la operación noté cómo Pedro se excitaba más conmigo y disfrutaba de mis pechos, incluyendo deliciosas «cubanitas» en mis tetas. Incluso yo me sentía más mujer aún y por la calle notaba que los hombres me miraban más con deseo. Pero yo estaba totalmente unida a mi Pedro, y cada vez me gustaba más lo que me hacía pues siendo yo totalmente pasiva, mi pequeña verga (a la cual yo llamo mi clítoris) jamás se me para y estando aguadita lograba hacerme terminar cuando me estaba culeando o cuando por atravesarme y hacerme explotar me lograba meter hasta 4 dedos en mi culo.
Pasó un año en el que habíamos vivido como una pareja normal y yo estaba feliz y enamorada. Un buen día Pedro me dijo que ya era hora de que yo conociese a su padre. Enrique (su padre) era viudo y Pedro era hijo único, por tanto sólo se tenían el uno al otro como familia. A mí me daba mucha vergüenza conocer a su padre, pero Pedro me comentó que no tenía por qué preocuparme. Le había contado que yo no era exactamente una mujer y, al principio, no se lo tomó bien. Pero que ahora parecía haberlo aceptado, al ver que pasaba el tiempo y la relación continuaba, además de que notaba que su hijo estaba feliz. Por otro lado Pedro me decía que estaba seguro que cuando su padre me viera tan femenina y tan cariñosa con su hijo, se disiparían todas sus dudas acerca de nuestra relación y terminaría por aceptarme totalmente.
La verdad es que esto me animó, además de que tampoco podía negarme a conocer al único familiar que Pedro tenía, ya que éramos pareja, y cada vez más, una pareja estable y normal. Lo lógico era ir a conocer a su familia. Él me presentaría como su novia ante todo el mundo y el único que sabría mi verdadera condición de transexual sería Enrique, mi suegro.
Enrique vivía solo en una casa muy grande a las afueras de un pueblo relativamente pequeño, donde todo el mundo se conoce. Solamente era visitado dos veces a la semana por un matrimonio mayor que hacían las veces de criados y se ocupaban de todas las tareas de la casa y el jardín.
Los primeros días en casa de mi suegro habían pasado estupendamente, se comportaba muy amable conmigo, y Pedro y yo dormíamos juntos en una gran cama como un matrimonio al uso.
Pero un día ocurrió algo inesperado. Pedro tenía que volver a la ciudad por la mañana temprano y no volvería hasta la noche siguiente. Iría solo pues tenía que resolver unos negocios y me dijo que esta era una buena oportunidad para atender estupendamente a mi suegro y que viera en mi a una verdadera nuera. He de decir que durante mi estancia en la casa de mi suegro, todo el tiempo había ido muy ligerita de ropa debido al calor, casi siempre con amplios escotes y con vestiditos muy ligeros y cortitos que dejaban entrever parte de mis encantos femeninos. Al fin y al cabo me gustaba ir sexy para mi marido. Por eso ese día, sin pensarlo mucho, al levantarme (Pedro ya se había marchado) me puse un vestidito muy corto y ajustado con gran escote, que marcaba perfectamente mis pechos y mi culito, y a través del cual se marcaba el minúsculo tanguita que llevaba como única prenda interior.
Como Pedro había madrugado, me tocó servir el desayuno sólo para mi suegro y para mí. El desayuno lo serví ya bastante tarde y mi suegro me invitó a que pasáramos a una pequeña salita para que conversáramos del futuro de la relación entre Pedro y yo. Al decirme eso, con su mano derecha me dio una palmadita de cariño en uno de mis muslos, lo cual sentí como un gesto de que la conversación sería para bien mío.
Supongo que mi aspecto ayudó a lo que ocurrió a continuación. Enrique comenzó a preguntarme por cómo nos habíamos conocido Pedro y yo, por cómo iba nuestra relación, incluso por el sexo entre nosotros. El dialogo que surgió fue el siguiente:
Enrique (E): Ya sabrás que mi hijo me ha contado que no eres una mujer.
Jessica (J): Si, Enrique, y si Pedro te ha dicho que no soy del sexo femenino, también te habrá dicho que tanto en mis actitudes, ademanes y sobre todo en la cama yo soy muy mujer y Pedro así lo piensa, es más él me considera mejor que cualquier mujer. Te diré que solamente hay una pequeña parte de mi que no es de mujer, pero que igual el uso que le doy no es para otra cosa más que para evacuar mis orinas y de utilizarlo como mi clítoris. Pero el resto, tú mismo lo puedes valorar.
E: Bueno, la verdad es que tienes razón. Sólo quería decir que sé de tu condición. Y además comprendo por qué mi hijo se ha encaprichado contigo. Eres muy sexy y apetecible y con respecto a que si yo lo puedo valorar, tú dirás cómo.
J: Gracias, Enrique, lo consideraré un halago, pero mejor no haré caso a tu comentario.
E: Lo digo en serio, querida nuera (-por primera vez me llamaba así-). No te has dado cuenta que a veces no puedo evitar un calentón cuando te veo? Por ejemplo, ahora mismo. Mira cómo la tengo.
Enrique se puso la mano en su entrepierna marcando una enorme verga que se vislumbraba a través del pantalón. Lo cierto es que nunca me había fijado en que fuera cierto lo que me estaba diciendo. En ese momento me quedé sin habla, no sabía que decir y, lo que es peor, no podía apartar la mirada de su entrepierna.
Cuando por fin pude articular palabra, dije:
J: Enrique por favor, perdona si te he ofendido por mi modo de vestir y cuando te dije que tú mismo podías valorar, me referí a cómo me comporto yo con mi marido, no quise insinuar otra cosa.
E: No te disculpes, Jessica, no me ofendes. Sólo quiero que sepas que llevo años sin sexo y el verte tan agraciada, con esas piernas hermosas, tus grandes senos y tu modo de andar, me despierta mis instintos. La verdad, yo había pensado que tú podrías ayudarme.
J: Ayu… darte? No… entiendo -dije casi tartamudeando, adivinando sus intenciones, lo que hizo que, de pronto, corrientes eléctricas recorrieran todo mi cuerpo.
E: Si, cariño, claro que me entiendes. Jessica, te hablaré claro. Seguro que la mamas muy bien y a mi me ayudaría mucho a sentirme mejor por un tiempo, no sabes cómo me masturbo al oírte en las noches como mi hijo disfrutar de tu cuerpo y cómo le complaces tú en todo lo que te pide.
J: Pero Enrique, tú eres mi suegro, estoy enamorada de tu hijo. Eso no estaría bien. Seguro que estás bromeando. -En ese momento y al oír las palabras de Enrique, comencé a sudar helado y mi culito igualmente temblaba señal inequívoca de que estaba despertando y al igual que una mujer que moja su vagina, sentí que mi clítoris se humedecía de líquido preseminal.
E: No bromeo, querida -dijo mientras se sacaba la verga del pantalón y comenzaba a acariciársela-. Al fin y al cabo Pedro no tiene por qué enterarse de esto. A ti apenas te supone nada y yo lo consideraría como un enorme favor de mi querida nuera en agradecimiento a mi hospitalidad.
A esas alturas de la conversación yo, al igual que Enrique, estaba bastante caliente y lo peor era que no podía despegar la vista de esa hermosa verga que estaba a escasos centímetros de mi alcance y nerviosa le dije a mi suegro «Enrique, por favor, no sigas con eso… me estoy poniendo nerviosa».
Enrique se levantó, con la verga durísima y que ahora se veía todavía más grande, se acercó a mí, y comenzó a acariciarme el culito por debajo del vestido. Yo estaba paralizada. No me movía y le dejaba hacer.
E: Vamos, preciosa, tranquilízate. Hazme ese favor. Si te preocupa Pedro, yo te aseguro que no se enterará de nada de esto.
He de reconocer que la situación empezaba a excitarme. La vista de la verga de mi suegro, la más grande que había visto nunca, me tenía confundida, era una verga sencillamente espectacular: medía no menos de 20 cm., con un glande hermosísimo de un color de tonalidad bronceada y varias venas saltaban en todo el tronco de la verga, la cual tenía un grosor casi el doble de la verga de mi marido y los huevos parecían una alforja de indio, colgaban de la verga de Enrique y se dejaban ver por detrás de ese mástil que pronto sería de mi propiedad.
Nerviosa por lo que vendría sólo acerté a decirle:
J: De acuerdo suegro, pero esto quedará entre nosotros para siempre y que conste que lo hago por hacerte un favor, por tu amabilidad, y que quede claro que amo a Pedro.
Enrique sólo alcanzó a decir «Claro que sí, cariño. Pero empieza ya. Me tienes impaciente». En ese momento tomé con mis manos la verga de mi suegro y me la llevé a mi boca, la cual tuve que abrir más de lo acostumbrado ya que como dije, la verga de Enrique tenía el doble de la de su hijo. Mi lengua con gran maestría recorría todo el mástil y cuando llegaba a la punta me la tragaba hasta que la cabeza topaba con mi garganta, lógicamente no lograba tragármela toda. Mi suegro de apurado que estaba se quitó el pantalón y abrió sus piernas, yo me agaché y me metí como una gata entre sus piernas y comencé a meterme la bolsa de los huevos en mi boca. Volví al ataque a tragarme ese pollón que estaba disfrutando y ya totalmente caliente y desinhibida me quité el vestido y mis tetas quedaron al aire, agarré la verga de Enrique la ensalivé y me la puse entre mis tetas para hacerle una cubanita.
E: Con razón mi hijo está enculado de ti, puta, eres toda una perra caliente y sabes tu oficio. De hoy en adelante, además de tener un suegro, tendrás un amante, zorra viciosa.
Con lo caliente que me encontraba no pensé en sus palabras y sólo le dije «dame tu leche papito que quiero probarla y tragármela» y Enrique llevó su verga a mi boca y tomándome de la cabeza comenzó un mete y saca como si mi boca fuera una vagina y gemía y balbuceaba diciendo «ayyy, que rico, eres una puta viciosa, chúpame toda la verga puta, ay, uhmmm, toma zorra». A los pocos minutos chorros de semen golpeaban mi garganta y fue tanta la cantidad que tenía Enrique en sus huevos que tuve que ayudarme de mi mano para meterme a la boca el semen que se me salía de entre mis labios.
Para ese momento yo estaba más que caliente y le dije a Enrique «Suegrito, no vas a ser tan malito de dejarme caliente y negar que tu verga conozca y pruebe la cuevita que le pertenece a tu hijo», Enrique me dijo «Jessica, como ves, ha sido tanta mi abstinencia que mi verga aún está parada y sería un tonto si no pruebo tu culo» y con la autoridad que le caracterizaba (como me hacía su hijo) me dijo «ven, ponte en cuatro patas como si fueras mi perrita, puta». Yo le obedecí y le dije «métela despacito Enrique, por favor, ya que mi culo no está acostumbrado a recibir semejante tranca».
En respuesta recibí una tremenda nalgada y sentí la punta de la verga que Enrique trataba de meter en mi culo. Yo, con mis manos, abrí mis nalgas para facilitarle la labor y cuando la cabeza quiso entrar, yo pegué un pequeño gritito apartando mis nalgas de ese fusilamiento y le dije con voz de súplica a mi suegro «si me lo permites, iré a mi cuarto a traer una crema lubricante que a veces utilizo con tu hijo cuando desea meterme sus 4 dedos en mi culo». Mi suegro con la boca abierta me dijo «y hasta eso permites que te haga mi hijo, zorra?», a lo que le respondí «te dije que para tu hijo yo soy más que su mujer». Y subí a la recámara.
De regreso y ya con la crema untada en mi hoyito y con un poco en la mano para untarle en toda la verga a Enrique, le dije «ahora soy toda tuya y haz de mi culo lo que quieras papito». Enrique no se hizo de rogar y volviendo a ponerme en cuatro patas y de un solo empujón me enterró la mitad de sus 20 cm. de su verga, diciendo «vaya putita, cómo te sientes ahora que tienes la mitad de esta tranca adentro?», «¿me aguantas la otra mitad?» y yo le respondí «deja un poquito que me acostumbre a ella y verás por qué tu hijo me prefiere a mi en lugar de cualquier hembra».
Para acomodarme la verga en mis extrañas, comencé un meneo en círculos y mi organismo comenzó a funcionar lubricando mi culito de forma natural y aceptando a ese extraño que me estaba haciendo ver estrellas. Y le dije a mi suegro «dale más papito, por favor soy toda tuya, entiérrame toda tu verga e inúndame el culo de tu semen… que rico, ay, uhm, dame más, rómpeme el culo, soy tuya… dale, dale uhm… más papi, mas, ay, que rico… soy tu puta, soy tu perra, dale, dale».
Enrique como un salvaje me culeaba sacando y metiendo su verga, y sus grandes huevos chocaban contra mis nalgas y sólo alcanzaba a oír el
De repente y como si fuéramos uno solo, los dos comenzamos a dar espasmos, siendo la predicción de que estábamos por acabar, y dando gritos ambos, explotamos, yo aventando mi semen por el suelo y Enrique inundándome el culo y dejándose caer en mi espalda. Con la verga aún semierecta y haciendo un esfuerzo por sacarla (ya que yo la tenía atrapada haciendo fuerza con mi esfínteres), me dijo «hoy entiendo a mi hijo» y yo le dije «si?» y me respondió «tu verga no se te ha parado en lo más mínimo y sin habértela tocado ni tu ni yo has terminado como una verdadera hembra, mi nenita», yo en reacción a su comentario le di un beso de lengua y le dije «esto es para que siempre me veas como la mujer que soy… ah, y espero que no me hayas preñado, suegrito», dije sonriéndole. Él como respuesta carcajeaba y me dio un sonoro azote en mis nalgas.
El resto del día y la noche fui la puta de Enrique, ya que me folló como en 6 ocasiones y me hizo andar solo en tanga y tacones, lo cual para mi, debo reconocerlo levanto mi ego y me hizo estar contenta de lo que soy. Lo que pasó cambio mi vida radicalmente, y fue lo que hoy en día me ha convertido en la puta de Pedro y su padre Enrique.
Antes de que regresara Pedro, mi suegro me dijo «Más adelante hablaré con mi hijo para que se vengan a vivir permanentemente conmigo y con el tiempo le diré de nuestra relación y te convertirás en la única mujer de la casa y dormirás cada noche en una misma cama. Pero mientras encuentro la ocasión para hablar con mi hijo, te quiero tener aunque sea una vez por semana en mi casa, Jessica».
Espero les haya gustado.
Les agradezco sus comentarios a:
spartanodelespacio@gmail.com.
Muchos besos.
invitado-JOHN 21-02-2021 22:25:55
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invitado-Peter Pan 07-12-2020 01:23:56
Excelente relato |
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Guao que relató más rico me gustaría conocerte jessica