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Categoría: Maduras

Mi suegra y yo. Un desenlace inesperado

Desenlace Inesperado.



Mi suegra y yo (3).



Tras nuestro segundo encuentro amoroso (anteriores relatos) mi suegra y yo buscábamos cualquier momento para vernos a solas. Muchos fines de semana en su propia casa nos dábamos roces y restregones de manera disimulada y compartíamos miradas de complicidad. Ella terminó aceptando que era una relación aceptada por ambas partes y que nuestras ansias eran más fuertes que la razón. La culpabilidad se dejaba a un lado en el momento que compartíamos caricias o disfrutábamos de nuestros cuerpos desnudos. Todo era fantástico, no todo lo asiduo que quisiéramos, pero cuando teníamos un encuentro merecía la pena con creces los días de espera. Llegamos a tal nivel de confianza que nos confesábamos nuestras fantasías más íntimas. Llegué a saber que a ella le encantaba el sexo pero que con mi suegro era demasiado aburrido y "tradicional". Había cosas que si él supiera que ella sólo las pensaba le daría un infarto. Sin embargo conmigo hacía realidad todas ellas. Incluso me reconoció que fue todo un descubrimiento el sexo anal, ya que tenía orgasmos fuera de lo común. El simple hecho de que la cogiera estilo "perro" la volvía loca y siempre pedía más. Por mi parte le confesé que me encantaba penetrarla por detrás y disfrutar de la visión. Olerla por todas partes, sus prendas íntimas (a las que me aficioné en demasía) y utilizar juguetes que jamás ella había imaginado que existieran. Su metamorfosis fue increíble, le encantaba susurrarme palabras fuertes durante el sexo, empezó a utilizar braguitas y sujetadores muy sensuales e incluso aprendió a masturbarse delante mía con un vibrador.



En uno de los encuentros nos fuimos directamente a la cama de mi suegro. Generalmente hacíamos escapadas a hoteles pero cuando teníamos pequeños momentos los teníamos que aprovechar donde fuera que estuviéramos.



La desnudé rápidamente y recorrí con mis manos todo su cuerpo de manera frenética. Le mordí sus pequeños pezones y clavé mi cara en su delicioso coño. Sin muchos más preámbulos la puse de espaldas, a cuatro patas inclinando su espalda hacia delante. Su increíble trasero quedaba totalmente en pompa ofreciéndome sus agujeros en todo su esplendor. Cogí un gel lubricante y me unté los dedos. La penetré suavemente por el ano. Primero un dedo, luego dos y así hasta llegar al tercero. Seguidamente lubriqué un pene vibrador de goma cuyo tronco se ensanchaba a medida que llegaba a su empuñadura. Se lo introduje lentamente, muy lentamente. Cuando la cabeza invadió aquel negro agujero, volví a sacarlo. Su boquetito volvía a contraerse en acto reflejo. Volví a introducirlo, ahora un poco más y repetí la acción de sacárselo. El ano se cerraba nada más se liberaba de aquel falo de goma. Ella gemía levemente y movía sus caderas en cada entrada y salida: ummmmm, siiiiiii, ummmmmm!



Tras varios intentos insistí hasta el final y su prieto ano quedó atrapado por un pene de gran grosor. Lo metí hasta el fondo quedando solo a la vista una empuñadura con tapón rojo al que inmediatamente giré para que todo el interior de su trasero vibrara de placer.



Mi mano presionaba ligeramente, dentro…fuera, dentro…fuera. Empezó a tocarse como solía hacer cuando estaba muy excitada pero sin que pudiera imaginarselo le volvía colocar sus bragas. Aquel día eran negras pero transparentes dejando ver toda la raja de su culo así como los vellos de su coño. El vibrador quedó inmóvil, sin capacidad de escapatoria frente a la sujeción de sus bragas. Le dí la vuelta y le dije que ese día le follaría el culo sin compasión pero que para eso tenía que tener totalmente dilatado su agujerito. Ella aceptó de buen grado pero me ordenó que me sentara a los pies de la cama. Se recostó con una almohada al cabecero de la cama y sacó una crema no sé de qué tipo de su mesilla de noche. Empezó a restregarse sus tetas y abdomen sin dejar de mirarme.



¿te gusta mirarme?



Me encanta – dije excitado.



Desnudate y ahora y acaríciate delante mía. Dijo ella con tremeda decisión.



Obedecí de inmediato y empecé a masturbarme viendo como ella se echaba más y más crema en sus tetas. Luego se metió una mano por debajo de sus braguitas y se acarició la raja. Mi erección era tal que relenticé mis movimientos por miedo a correrme demasiado pronto.



Se tumbó boca arriba y me invitó a subirme sobre ella. Rápidamente entendí sus intenciones y senté mi culo sobre su barriga metiendo sin pensar mi polla entre sus tetas. Ella se las sujetó apretándolas hacia el centro hasta que mi pene quedó prisionero de aquellas carnes resbaladizas. Empecé a moverme, follándome aquellas tetas que, sin ser todo lo grandes que se debiera, permitían que mi glande entrara entre ellas y asomara justo en frente junto a su boca. En cada envestida, aprovechaba para lamer mi pene. Mis huevos se deslizaban por su esternón mientras que mi pene entraba y salía deliciosamente de sus pechos. Estaba a punto de correrme y así se lo hice saber pero ella insistió en que siguiera hasta el final.



¡Diosssssssssssssss!



Me corrí entre sus tetas y la leche le cayó en su cuello, barbilla e incluso boca. Mi suegra no perdió el tiempo y me engulló el pene para que no se desperdiciara nada de lo expulsado. Le dije medio en broma que eso no estaba bien y me dí la vuelta poniendo mi curo frente a su cara. Le bajé ligeramente sus bragas y mis dedos se dispusieron a acariciar aquel coño ansioso de buen sexo. Me humedecí los dedos pero por entonces su vagina estaba ya bastante mojada. Restregué con fuerza mis dedos sobre el clítoris y pronto empezó a convulsionarse de placer. Fueron varios minutos y cuando quise darme cuenta, mi pene ya estaba otra vez apuntando al norte.



Sin dirigirle palabra y sin tiempo de darle un respiro, la arrastré al filo de la cama rompiéndole las bragas. El pene de goma seguía haciendo su trabajo sonoro y vibratorio. Se lo saqué con suavidad y le indiqué que con sus manos se cogiera las piernas a la altura de las rodillas y las levantara para poder presenciar su agujero.



Efectivamente, nada más sacar el vibrador, su ano había dilatado ostensiblemente impidiendo cerrarse a pesar de la postura. Dirigí mi polla a su interior y entró sin dificultad alguna. Me puse sus pantorrillas en los hombros y me dispuse a follarla con todas mis fuerzas.



Toma Elena….. toma….. hasta que te hartes….



Siiiiii, métela fuerte, por favor …. Fuerte …. Siiiii.



Mis huevos chocaban hasta hacerme daño en sus nalgas pero cada envestida era de un placer intenso.



En pleno éxtasis sucedió lo impensable……. - ¿mamá?



Se abrió la puerta y apareció Elena, mi estúpida cuñada.



Mi suegra soltó un ridículo chillido y yo apunto de correrme seguí metiéndosela inconscientemente mientras miraba a mi asombrada cuñada. Tras unos segundos la saqué sin saber bien qué hacer pero fue mucho peor porque de mi polla salió un chorro increíble de semen que puso perdida a mi suegra y las sábanas. ¡ Y todo delante de Elena! Jamás había soltado tanta leche y tuvo que ser en esa surrealista situación.



Perdona yo….. – tartamudeé.



Mi suegra se recompuso como pudo y se metió llorando en el baño.



Sin dejar de mirarme a los ojos, Elena se dirigió a mí y me abofeteó cruzándome la cara.



¡Vete! ¡ Lárgate ahora mismo cabrón! Ya hablaremos tú y yo de esto.



Por favor no le digas nada a tu hermana…. Por favor ….



Salí humillado y cabizbajo de la casa.



Pasaron los días. Mandé cientos de mensajes al móvil de mi suegra pero ésta al principio se limitó a contestar que la olvidara para después dejar de contestarme. Mi mujer empezó a notar mi estado de ánimo y mi mal humor pero lo achacó al trabajo.



Siguieron los días, las semanas hasta que un buen día recibí un mensaje en el móvil. Era mi cuñada que quería hablar conmigo.



Me esperaba lo peor ya que nuestra relación nunca ha sido demasiado buena. Además ella era muy especial. Tenía unos 25 años y su forma de vestir no era de mi agrado y lo sabía. Se decía llamar gótica. Siempre vestida de negro, con uñas pintadas del mismo color y zapatos enormes. No le favorecía nada aquel tipo de ropa porque era una chica de anchas caderas con un culo enorme que resultaba desproporcionado en relación al resto del cuerpo. Tenía poco pecho e incluso no tenía demasada barriga pero tanto sus muslos como su trasero eran de grandes dimensiones. A diferencia de su madre no era de pantorrillas y tobillos anchos pero evidentemente su rostro no era tan agraciado como el de mi mujer o el de su propia madre. Estaba pienso yo, algo acomplejada y de ahí que fuera tan borde con la gente. Encima llevaba el pelo demasiado corto y eso tampoco arreglaba demasiado todo el conjunto. Había tenido varios novios y por ahí decían que era "facililla". El caso es que por aquel entonces había compartido alquiler de piso con su "noviete" y éste la había dejado por otra días atrás. Así que el momento no podía ser mejor para hablar de tan delicado tema.



Me citó en su apartamento y nada más entrar por la puerta me recibió con otra hostia monumental. Ya iban dos y todavía "recordaba" la primera.



Bueno….. si empezamos así…. La verdad…. – me limité a decir en tono suave.



Eres un cabrón y lo sabes. Es imperdonable lo que le has hecho a mi hermana… y con mi madre…. ¡Joder! ¡Qué asco!



Mira tu madre es una gran mujer y quizás cometimos un error que no debimos hacer pero somos humanos y …. Sucedió casi sin darnos cuenta…



Mira payaso – me cortó ella. Si no quieres que diga nada lo haré pero está claro que no porque tú me lo pidas, sino por mi hermana. Pero quiero que sepas que de alguna manera vas a pagar lo que has hecho.



Por supuesto. –Dije casi sin pensar. Lo que tú digas pero por favor no la pagues con tu madre.



De acuerdo hijo puta. Siéntate en el sofá y no te quedes ahí de pie con cara de gilipollas.



Obedecí cabizbajo intentando asimilar aquella violenta discusión cuando de repente ella hizo algo que me dejó alucinado. Lentamente, casi a cámara lenta y con total parsimonia, Elena se bajó sus pantalones y bragas dejando entrever un coño pobladamente peludo. Se sentó en el sofá y se abrió de piernas.



Cabrón. Empieza a comerme la raja. Y no dejes nada!



Per… perdona? -Tartamudeé.



Ella cogió el móvil y marcó el número de su hermana mientras yo digería la escena.



¿Mari Carmen? Hola soy Elena…..



Joder estaba hablando con mi mujer tranquilamente con su coño al aire delante de su cuñado. Mientras conversaba con ella, con un dedo me indicó su vagina y me flexionó el dedo para acercarme hasta allí.



Sin saber bien como, me aproxime a su raja y empecé a lamerle poco a poco. Ella terminó la conversación con mi mujer de manera apacible y colgó. Me cogió de los pelos y me ordenó que terminara mi trabajo. Se recostó cómodamente en el sofá mientras yo no dejaba de chupar.



¿no sabes hacerlo mejor hijo puta?



Le chupé el clítoris y sus labios vaginales y en seguida se concentró en su orgasmo. Llegó a los pocos minutos.



Segundos después me ordenó que me bajara los pantalones y el slip.



Mira perdona…. Yo no puedo….. verás….



¿Qué? Pedazo de mierda ¡bájate ahora mismo los pantalones!



Obedecí con desgana, pero me sentía avergonzado porque de manera refleja me había empalmado al hacerle la mamada.



Ella se echó a reir y sin decir palabra se introduje mi polla en su boca. Sabía hacerlo bien y en un momento determinado escupió al pene para que su mano me masturbara con facilidad. Me escupió varias veces y pude apreciar que con asco pero no dejaba de mamármela. Me corrí dentro de su boca porque ella no hizo por retirarse. Me empujó en el sofá y me besó.



La muy guarra me soltó toda mi leche dentro de la boca y cuando se levantó me miró con desprecio:



Ya puedes irte. Pasado mañana te quiero aquí y tendrás que contarme todo lo que has hecho con mi madre cabronazo. Ya veremos qué hago contigo.



Y así empezó una relación un tanto peculiar porque mi "cuñadita" me hizo cosas que jamás me hubiera dejado hacer. Pero esa es otra historia. Quizás algún día la cuente pero tendrá que ser en otra categoría…. Por ejemplo: Dominación.



Un saludo para todos/as.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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