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Mientras manejaba rumbo a su trabajo, Roberto no dejaba de pensar en el tremendo problema en el cual se encontraba. Su matrimonio se desbarrancaba inexorablemente y no le encontraba una explicación. Con Claudia, su esposa, habían tenido un noviazgo muy apasionado con encuentros sexuales muy intensos y sin límites, que habían durado hasta que nació el segundo de sus dos hijos, hace dos años.
Desde esa época venía padeciendo abstinencia sexual. La pasión que Claudia ponía en sus encuentros íntimos era poco y nada. Los coitos que al comienzo del matrimonio eran diarios, desde hace dos años se tornaron semanales primero, luego quincenales y actualmente eran muy esporádicos. Además, cuando tenía suerte de que Claudia aceptara los envites, su actitud era pasiva, parecían pajas vaginales. Eso no podía seguir así porque lo estaba desequilibrando. Él tenía un ritmo sexual intenso y no encontraba satisfacción en su mujer. Ella parecía estar en otra galaxia. Le había dicho varias veces y hoy la última, que si ella no cambiaba de actitud estaba dispuesto a separarse.
Seguía envuelto en esos pensamientos cuando esa tarde recibió en el celular una llamada de su suegra Elvira. Le pareció muy raro porque según creía recordar nunca lo había llamado en horas de trabajo. Elvira le pidió pasar por su casa al día siguiente después de almuerzo para conversar sobre algo que no podía ser hablado por teléfono. Quedó intrigado. Problemas económicos no podían ser porque Tomás, su suegro, tenía un comercio prospero que atendía personalmente, y hasta donde sabía le iba muy bien. Pensó que tal tendría que ver con el problema con su mujer. No se equivocó.
Al día siguiente a la hora indicada llegó a casa de su suegra. Después de los saludos de rigor se sentaron en un sillón uno al lado del otro, casi pegados.
… Te habrás sorprendido por mi llamado, no es cierto? Te pedí venir a esta hora porque no quiero que Tomás se entere, al menos por este momento. Hoy me vino a ver Claudia muy compungida casi al borde del llanto para decirme que le habías dicho que te ibas a separar. Mencionó que tenían unos problemas de intimidad, pero no me dio detalles, aunque algo me puedo imaginar. Qué te anda pasando?
… A mí nada Elvira. La que tiene problemas es Claudia. No te dio detalles de la situación?
… La verdad, no.
… Bueno, ya que te has interesado por nuestros problemas, te los voy a contar con detalles.
… Por favor Roberto habla con toda libertad..
… Desde hace un par de años Claudia ha venido disminuyendo su apetito sexual. Nosotros tuvimos un noviazgo muy apasionado con encuentros sexuales donde volcábamos todos nuestros deseos y pasiones. Esto duró durante los primeros años de matrimonio. No teníamos límite para nuestros encuentros íntimos. Éramos pura pasión y entrega, inclusive después del nacimiento de Juancito. Esto duró hasta la época en que nació Ariel. De ahí en más nuestros encuentros sexuales fueron disminuyendo en frecuencia y en intensidad, hasta el punto que ahora son de vez en cuando y a veces tengo que pedir permiso para tocarla. Como comprenderás esto no puede seguir así, me estoy volviendo loco. El deseo me turba y hasta me perjudica en mi trabajo porque me ha traumado. Que otra cosa me queda por hacer? Buscarme una mujer pagando? Eso no va conmigo.
… Alguna razón debe haber. Otro hombre seguro que no hay, porque me lo hubiera confesado.
… La verdad Elvira, es que estoy desesperado.
Tomó las manos de Elvira en las suyas y la miró fijamente. Sintiéndose abatido se dejó caer sobre el regazo de su suegra quien lo empezó a acariciar en la cabeza dándole palabras de consuelo. Sin querer su boca quedó próxima a los senos de Elvira, los que alcanzó a rozar . Eran tetas bien puestas, un poco más grandes que las de su mujer. De hecho la hija había heredado el físico de su madre y a veces, vistas de lejos parecían hermanas. Sintió como un relámpago que le recorrió el cuerpo, la proximidad de esas tetas y las caricias que recibía le despertaron la líbido y lo movieron a erguirse y posicionar su cabeza junto a la de su suegra, abrazándola fuertemente.
Elvira se vio sorprendida tanto por la actitud de su yerno y por una sensación rara que empezó a sentir en su cuerpo. Se sintió nerviosa y tensa. Hacía tiempo que un hombre no la abrazaba de esa forma, y ese hombre joven y viril era nada menos que su yerno. Sus órganos femeninos se pusieron alertas. Sus pezones se endurecieron y sintió una rara sensación en su entrepierna. Sus 57 años comenzaron a revivir fuertes sensaciones que creía olvidadas. Poco menos de tres meses atrás había dejado atrás ese horrible período de la menopausia y se sentía libre de ataduras. También ella tenía su abstinencia sexual porque Tomás a sus 72 años ya no respondía en la cama. La edad le había caído encima y sus frecuencias coitales eran también esporádicas. En eso compartían penurias con su yerno, aunque él no lo sabía ni lo sabría. Sumida en esos pensamientos comenzó a sentir en su cuerpo la dureza del miembro de su yerno en una de sus piernas.
Los labios de Roberto quedaron junto a uno de sus oídos, precisamente uno de sus puntos más erógenos. Bastó que su yerno le susurrara algo para sentirse perturbada y excitada. Percibiendo algo extraño en su suegra Roberto sintió el llamado de sus hormonas revolucionadas que le ordenaban mensajes de ataque. Dudó pero el instinto pudo más y con su lengua exploró la superficie de la oreja. Elvira sintió que su cuerpo se tensaba y levitaba, quería escapar a esa sensación de dejarse llevar pero también a ella su propio instinto la invitaba a aceptar esa caricia.
… Suegrita, que debemos hacer? susurró Roberto
No hubo respuesta. Solo un silencio rumoroso con los suspiros profundos de Elvira. Roberto apartó la cara y la miró fijamente. Elvira lo miró y bajó los ojos en una clara señal de claudicación. Esa era una invitación a continuar con su descarado avance y entonces no dudó, le tomó la cara con sus manos y arrimó sus labios a los de ella en un beso seco que después de unos segundos se trasformó en un encuentro de bocas sedientas de pasión y donde ambas lenguas se encontraran.
Abrazados y besándose se dejaron caer sobre el sillón. Roberto de espaldas apretaba las nalgas de Elvira contra su cuerpo. Ella sintió la dureza de ese miembro en todo su esplendor y comprendió que ya no había paso atrás. Los brazos que la abrazaban bajaron el cierre de su vestido y tras cartón liberaron el broche del corpiño. Recogió el vestido y se lo quitó por sobre su cabeza, dejando al desnudo sus hermosos senos que lucían unos pezones oscuros y tiesos. Elvira quedó solo con sus bragas que prestamente su yerno bajó a sus pies. Roberto no dudó ni instante y recuperando posición, sentó a su suegra abriéndole las piernas para dejar a la vista su panocha brillante por los jugos que derramaba.
Se quedó unos segundos admirando esa vulva rodeada de un vello enrulado que le recordaba al de su esposa Claudia. Con ambas manos se abrió paso de la maraña de pelos y depositó su boca en esa almeja pringosa. El olor a hembra en celo de la madre de su mujer le llegó a lo más profundo de sus sentidos y acentuó su apetito por devorar ese manjar. Comenzó a chupar los labios externos y hurgar con su inquieta lengua el interior de esa vagina. Una y otra vez sorbió los líquidos que manaban de la concha de su suegra. Elvira estaba en una nube de embeleso que no le permitía más que gozar y gozar. Tiempo hacía que no recibía una mamada de coño como la que le estaba proporcionando su yerno, eso era el cielo y de allí no quería salir. Sin embargo había algo más. Cuando los labios y la lengua de Roberto llegaron a su clítoris, el éxtasis fue total y no pudo contener un orgasmo que le sacudió todo el cuerpo al tiempo que de su boca se oía…
… Que locura de placer, cielos! Nunca me habían comido la conchita de esa forma. No te detengas que muero de placer. Esto es lo máximo, cómo es que puede existir tanto goce junto?
Roberto tras completar la faena se puso de pie y empezó a liberarse de sus ropas. Cuando su bóxer cayó al suelo su verga apareció tiesa y amenazante ante los ojos de Elvira. Verla y sentir deseos de llevársela a la boca solo fue un instante. La tomó entre sus manos, la miró como pretendiendo fijarla en su mente y se la llevó a la boca. Le costó un poco porque este instrumento era gordo y largo. Mentalmente surgió la comparación con el pene de su esposo Tomás cuando aún se le ponía tiesa. No había tal comparación, lo que tenía frente a su boca era mucho más atractiva. Besó el falo de arriba hacia abajo, lo lamió, con sus labios lo succionó y hasta llegó a morderlo suavemente. Una y otra vez repetía su trajín. Intentó metérsela toda, pero no pudo porque le sobrevinieron arcadas, así que se conformó con chupar y chupar al tiempo que le hacía una suave paja.
Roberto, a todo esto, volvía a sentir los placeres casi olvidados. Su suegra mamando era una experta y lo devolvía al edén de los placeres máximos. Con sus manos tomó la cabeza de Elvira llevando y alejándola de su verga. Su calentura estaba llegando al extremo y sintió que sus testículos se tensaban anunciando el punto de quiebre y sin advertirle, derramó una catarata de semen en la boca de su suegra. Ella recibió la sorpresiva descarga y trató de sorber el preciado regalo de su yerno. Casi se ahoga pero pudo degustar y tragar la entrega masculina. Otra sensación que ya había olvidado. Le gustó y se sintió joven como aquella vez en su primera experiencia.
Como sucede en estas situaciones, después de la pasión vuelve la calma, y en el caso de Elvira el reproche de su conciencia.
… Que hemos hecho Roberto? Esto fue una locura, cómo pudimos llegar a esto? No me lo puedo perdonar. Que le hecho a mi hija?
… Elvira, tranquilízate, lo que hicimos es porque al fin de cuentas somos una mujer y un hombre respondiendo al llamado de la naturaleza. Y fue hermoso, no? Bueno al menos para mí sí lo fue.
… Claro que fue lindo, pero no debimos llegar a eso. Fue una locura, te lo repito.
… Sabes una cosa locura o no, yo no me arrepiento. Yo tenía hambre de sexo y tú no solo comprendiste mi problema sino que también me ayudaste.
… Pero no debimos hacer eso.
Roberto volvió a tomarla del rostro, la miró fijamente y empezó a besarla como lo había hecho antes. Elvira se sorprendió pero cedió. Su boca volvió a abrirse para recibir la lengua de su yerno que ahora la abrazaba fuerte y volvía a hacerla sentir suya.
La escena se repitió. Se dejaron caer en el sillón y volvieron a los abrazos, besos y caricias hasta que Elvira se levantó y tomándolo de la mano lo llevó a su dormitorio.
Más rápido que corriendo le quitó las prendas que aún llevaba su yerno y se dejaron caer en el lecho. Por un momento Roberto contempló a su suegra completamente desnuda y se preguntó cómo una mujer de esa edad podía tener un cuerpo tan sexy, y estar a su disposición. Regalos que da la vida, pensó, mientras se disponía a disfrutar de la ocasión.
Elvira de espaldas comenzó a recibir mil halagos de su yerno. Besos y caricias que comenzaron en sus orejas cómplices, cuello, y pecho donde sus tetas quedaron a merced del apetito de Roberto que no paraba de besarlas, lamerlas y chupar de sus pezones. Elvira se sintió en la gloria, el goce que su cuerpo le trasmitía era infinito, y se acentuó cuando esas caricias llegaron a su zona pélvica y más abajo en el vértice de sus piernas. Volvió a sentir esa boca y lengua hambrientas que se ensañaron nuevamente con su panocha. Para ella ese goce era total y difícil de entender cómo no lo había descubierto antes. Esa lengua le estaba dando mil y una sensaciones de placer nunca experimentadas, era la gloria plena.
Al borde de que sus fuerzas la abandonaran por los orgasmos que las incursiones bucales de Roberto le habían producido, Elvira sintió que la verga de su yerno tocaba las puertas de su vulva. Cerró los ojos y se preparó para otro acto. Sus piernas se vieron sobre los hombros de Roberto que además la tenía tomada de su cadera con ambas manos. Los jugos vaginales facilitaron la entrada del cipote y la penetración se hizo lenta para gozar en un crescendo que rápidamente alcanzó su punto álgido al sentir que los testículos de su yerno tocaban los cachetes de su nalga. A partir de ese instante Roberto comenzó a meter y sacar su falo con movimientos cada vez más violentos. Ella sentía sensaciones desconocidas hasta ese momento motivadas por el tamaño del intruso que llenaba su conducto vaginal en plenitud. Empezó a sentir que le sobrevenía otro orgasmo.
El morbo de estar cogiéndose a su suegra, que además para su suerte era una belleza, le dio a Roberto las energías para penetrar una y otra vez esa jugosa almeja. Por momentos se descontroló en su vaivén y ello lo llevó a apresurar la llegada de un orgasmo que presentía volcánico. Tampoco se equivocó. Se abrazó al cuerpo de su amante y se descargó llenando la concha de Elvira con su esperma.
A la descarga de Roberto le siguió unos segundos después la entrega de Elvira que al sentir en su interior la andanada de leche de su yerno, lo acompañó dando voces de gozo y placer.
Quedaron abrazados durante unos minutos besándose y revolviéndose en la cama. Aún le quedaban fuerzas para ello. El polvo había sido brutal, por tanto descansaron, recuperando la respiración y los sentidos. Otra vez llegaba la hora de las palabras.
… Yo sé que lo que estamos haciendo está mal, pero no pude y no quiero arrepentirme. Me has dado tanto placer como nunca lo había sentido.
… Esto tiene su explicación, más allá de que somos una mujer y un hombre con nuestra sexualidad a flor de piel, estábamos abandonados por nuestras parejas, o no es así?
… Sí, es verdad. Pero….
… Nada de peros ni de actos de conciencia, la verdad es esta realidad. Hemos encontrado nuestra solución, y así será de ahora en más. Verdad?
… Sí Roberto, de hoy en más me será difícil renunciar a esto.
Se marchó de la casa de su suegra satisfecho. Había encontrado su solución donde menos lo esperaba. Pero aún habría más…
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bouffffff la suegra. ummmm