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Mi sobrino, mi alumno, o mi amante (2)

Hola, como prometí, aquí esta la 2ª parte de mi relato con mi alumno.



Para los que leyeron mi relato anterior, sabrán como soy, pero para los que apenas me comienzan a leer, me describiré, soy una mujer algo baja de estatura, mido 1.65 m, delgada y con piernas trabajadas por el ejercicio matinal, el baile, y diferentes actividades físicas, mi cabello es largo hasta la cintura, negro y chino natural, mis ojos son de color café, y mis labios son delgados,  no soy muy voluminosa, mis medidas son 85 de pecho, 60 de cintura, y 98 de cadera, no tengo gran frente, pero mis nalgas lo compensan un poco.



 En el relato anterior les conté como mi alumno Enrique, Quique de cariño, comenzó a seducirme, metiendo mano por donde quiso en mi cuerpo, lo cual, fue excitándome poco a poco, a tal grado que termine dejándome llevar por la excitación, y por lo que el me estaba haciendo sentir, ya que el me hacia sentir mujer de nuevo, y a demás, su juventud me estaba haciendo enloquecer.



Bien, nos habíamos quedado en..., ¡Ho si, ya recuerdo!, yo estaba recargada en la mesa de aquel salón de clases, ya casi totalmente desnuda, la única prenda que cubría mi cuerpo era una pequeña tanguita que apenas cubría lo esencial, y el, frente a mi, estaba completamente desnudo, con su pedazo de carne semierecto, ya que no hacia mucho que lo había masturbado hasta que explotó llenándome de semen, el cual inmediatamente comencé a recoger para llevármelo a la boca. Si, en esto me quedé, entonces, continúo.



-Tu semen no sabe mal Quique-, le dije limpiando los últimos rastros de este que quedaban en mi vientre, -¿en serio tía?-, me dijo mirándome a los ojos, y tratando de recuperar el aliento, -claro que si Quique, es la primera vez que lo pruebo, por que ni el de mi marido, y eso que era mi marido-, le dije con una pequeña sonrisa en mis labios, -es la primera vez que lo hago, y es maravilloso-, repuse mientras alargaba la mano para volver a tomar su pene.



Al contacto con su pene semierecto,  este volvió a tomar una rigidez tal, que al tenerlo en mi mano, no pude evitar desear que ese pedazo de carne entrara de una ves y por todas en mi, para hacerme gozar como yo suponía que lo haría, y no solo mi cabeza rondaba esa idea, si no que mi vagina me pedía a gritos que lo hiciera sin premura, así que me acerqué a el, y dándole un beso lo jale a mi, pegándolo a mi cuerpo, al hacer esto, mi cuerpo se estremeció al sentir la calidez del suyo, y mi estremecimiento aumento al sentir como sus manos me volvían a recorrer por completo.



Al volverme a recargar en la mesa, el inmediatamente se alejo de mi, me quede sorprendida por esta acción de el, pero con una sonrisa en sus labios, me dijo, -Acuéstate en la mesa por favor-, sabía lo que vendría, y sin dilación, me subí a la mesa, y me recosté en ella, mirando como el me veía de arriba abajo mientras lo hacia.



Pude ver como se paraba a lado mío y de la mesa, para después  volver a llevar sus manos a mis tetas, las cuales comenzó a acariciar suave, delicada, y tiernamente, por lo cual no pude mantener mis ojos abiertos, serrándose al instante, y sintiendo todas y cada una de las caricias que el me hacía.



De esta forma con los ojos serrados, podía sentir como sus manos se deslizaban suavemente por mis tetas, bajando por mi vientre, acariciando mis piernas, y por último rozando levemente mi rajita que en ese momento estaba demasiado caliente, y escurriendo de mis jugos, -Quique, por favor-, le susurre, lo que quería era que me tomara y me hiciera suya, que me hiciera el amor, y que me hiciera su mujer, pero por única respuesta solo recibí un –sssssh-, pidiéndome silencio, así que no volví a decir nada, y lo único que se escuchaba eran nuestras respiraciones alteradas y excitadas.



El seguía acariciando todo mi cuerpo, y por cada caricia mi excitación iba en aumento, por alguna extraña razón, en un momento, el se volvió a concentrar en mis tetas, acariciándolas, apretujándolas, y sobándolas, hasta que hizo algo que aunque ya lo había hecho antes, me sorprendió, -¡Aaay!-, grité al verme sorprendida por su movimiento, mi grito fue simultaneo a un lengüetazo suyo, incluso brinqué un poco al sentir su lengua otra vez en uno de mis erectos pezones, sus largas chupadas y lengüetazos eran fuertes, con ansias apenas contenidas, comenzó lentamente y un par de minutos después sus manos se cerraron en cada una de mis tetas,  apretándolas con fuerza y con la boca y lengua alternándose entre cada una de ellas, ya no pude más quedarme quieta, y lo abrace aprisionándolo entre mis brazos y mi pecho para que no dejara de hacer lo que estaba haciendo, ya que me estaba llevando a tocar el cielo.



Mi marido siempre me considero una mujer de piedra, y de tantas veces que me lo dijo, yo termine creyéndomelo, así que cuando llegábamos a tener relaciones, yo lo hacia más por obligación que por placer, pero ese día Quique ,me estaba demostrando que no era así, y que era una mujer en toda la extensión de la palabra, una mujer que sentía, y que le gustaba sentir, vaya que le gustaba sentir todo eso que ese joven le estaba provocando.



Después de varios minutos, el soltó mis tetas para tomar un descanso, así que aproveché para recostarme bien sobre la mesa, y entonces abrí levemente las piernas invitándolo  a entrar en mi, y le sonreí con cierta malicia al ver su mirada lasciva sobre mi entrepierna, sabía que el se deleitaba la vista al mirar mi pubis rasurado cubierto apenas por una minúscula tela delgada, entonces con uno de sus dedos empezó a frotarme la vagina masturbándome y calentándome aún más, en respuesta termine de abrir las piernas para dejarlo ver mi delgado cuerpo ya casi desnudo.



En ese momento era mas que evidente que su olor a hombre me encantaba, porque me puso frenética, ahí me di cuenta cuanto me gusta y excita el olor de un hombre excitado, no podía creerlo, estaba demasiado extasiada, y a la vez deseosa de que me entregara todo su ser, el empezó a besarme las piernas, inició a recorrerme con su boca desde las pantorrillas hasta las ingles, pero dejándome aún esa última prenda, el cosquilleo que me provocaba fue algo nuevo para mi, pero disfrutaba sus besos a lo largo de mis torneadas extremidades, luego avanzó y llegó a mi templo del placer, su aliento acarició mi piel previo a sus besos sobre la tela, de inmediato pasó su lengua por mi ingle, humedeciendo aún mas la muy delgada tela que lo separaba de mi cueva del deseo, provocándome nuevamente sensaciones intensamente agradables, comencé a gemir de placer auténtico, era fabulosa la sensación de estar bajo su control, el sabía perfectamente como excitarme y prepararme, y de alguna manera el intuía los lugares donde tocarme, donde acariciarme, y como hacerlo,  parecía que nos comunicábamos de manera inconsciente, era una delicia.



Un instante después la húmeda punta de su lengua presionó la tela de mi tanguita, mi vagina se abrió por la excitación y se humedeció mas, al parecer esto lo enloqueció y  de un rápido movimiento se deshizo de ese pedazo de tela prácticamente arrancándolo del camino y entonces yo me abrí completamente estirando mis piernas para que me viera totalmente desnuda, no pude ver su reacción porque al estirarme mi cabeza cayó en sentido contrario, pero a los pocos segundos sentí sus labios pegados a mi pubis  depilado y su lengua frotando los labios de mi vagina francamente húmeda, pero luego de ese beso superficial, me dio uno más profundo y entro dentro de mí y ambos casi gritamos ante la placentera sensación, ahí tuve mi primer orgasmo al darle paso a su gruesa y ágil lengua, que se abría paso en mi gruta sorbiendo todos mis jugos vaginales.



Durante varios minutos siguió moviendo su lengua rebuscando por todas partes, vagamente recuerdo que mi marido hacía eso ocasionalmente pero por un lapso corto, pero el, un chico que claramente podría ser mi hijo, me tenía ahora atrapada por un buen rato, mis manos lo agarraban del cabello mientras las suyas me sujetaban desde la parte inferior de las nalgas y no cesaba de mamarme mi chorreante vagina; y cuando encontró mi clítoris, pasé del gemido al grito sin control, ahí, y sin yo poderlo creer, llegué a mi segundo orgasmo, entonces el redobló el ritmo de sus lamidas, y entonces el pensamiento de lo prohibido cruzo mi cabeza, pero en ese momento me decidí a seguir adelante, justo entonces comprendí que lo único en que pensaba era en ser cogida por ese vigoroso joven.



-ya -, fue todo lo que dije, tan inaudible que se detuvo un instante, dándome a entender que no había entendido, así que lo repetí de nuevo, un tenue “ ya” , fue suficiente para darle a entender que me tenía ya a su disposición y que me había convertido en una hembra ansiosa, como nunca antes lo había estado.



Rápidamente se incorporó, y me gustó ver sus piernas, no pude evitar abrir los ojos un poco más al sorprenderme de ver lo que Quique tenía entre ellas: una verga grande, y gruesa,; me tenía cautivada y con toda mi atención en su miembro, en ese instante, el mismo recorrió hacia atrás la piel del prepucio de su instrumento y me dejo ver un glande muy grueso y ya totalmente lubricado por su propia excitación, una enorme mata de vellos negros ocultaba en parte su par de testículos y yo miraba con deleite el conjunto.



Era evidente que todo en Quique me agradaba, por lo que el, uno de mis mas queridos alumnos, me sonrió mientras tomaba con la diestra el miembro que inevitablemente me iba a clavar, ese trozo de carne me tenía curiosa y temerosa, ya que tenía tiempo de no hacer eso, pero estaba ansiosa, muy caliente y ya totalmente lubricada, Sin tiempo que perder  se coloco de rodillas frente a mí, con sus piernas abrió las mías que se habían ido cerrando poco a poco debido a la sorpresa, y entonces puso un brazo al lado mío, con la otra mano dirigió la verga hacia mi húmeda cavidad, mi rajita también estaba ansiosa, al contacto con mis labios vaginales no pude evitar un estremecimiento, entonces comenzó a frotar su glande contra mi entrada, dejándome toda mojada con su líquido pre seminal que no cesaba de salir.



Su glande se abrió paso y yo lo recibí con una descarga de jugos, verdaderamente estaba loca de deseo por Quique; cuando la punta de su falo estaba ya dentro de mi, coloco sus brazos en la otra orilla de la mesa, y apoyado en las rodillas empujo las caderas poco a poco, a pesar de mi calentura sentía un poco de molestia al irse abriendo paso centímetro a centímetro por mi cueva de amor, pero en esa posición pronto pude percibir su olor a hombre mezclado con la fragancia de su colonia, podía distinguir con claridad el aroma de su transpiración como el que me llegaba desde su entrepierna y que era aún más almizclado; eso me ayudó a mantenerme sumamente excitada porque para mí era como volver a redescubrir el sexo, ya que hacía tiempo que no tenía relaciones con nadie, y sin embargo era sumamente delicioso.



Pese a la enorme calentura de ambos, el muy bribón se dio tiempo para penetrarme poco a poco, pero lo hizo con gran maestría para su edad, le llevó un par de minutos recorrerme con todo su tronco, lentamente, milímetro a milímetro mantuvo una lenta pero constante penetración, para mí era fabuloso sentir como era ensanchada por la joven verga de Quique, primero sintiendo como casi me ardía, pero a medida que me acostumbraba, verdaderamente lo empezaba a disfrutar.



-Eso es tía, esto era lo que quería, ¿verdad?-, me cuestiono, la excitación no me permitía ya hablar, y solo asentí con la cabeza, -¿le gusta tía?-, volví a asentir, y con un gran esfuerzo le pude susurrar, -me encanta, solo que me duele un poquito, pero no quiero que te salgas, ya llegamos hasta aquí, y no queda más que seguir adelante-, sonrió al escucharme, -no se preocupe, no me saldré de su interior hasta que lleguemos al clímax los dos al mismo tiempo, por ahora mi verga es suya, nada más suya-, con Un largo y ahogado gemido le indique cuando mi rasurado pubis entró en contacto con su tupida mata de vellos largos y negros, paralelamente sentí en mi culo sus henchidas pelotas. Entonces pego en mis tetas su firme pecho y al frotar su pectoral con ellas, mis pezones tuvieron un estímulo adicional, en ese momento me convencí de que eso era lo que había querido desde que Quique me había empezado a manosear.



Cuando lo tuvo todo dentro de mi, se mantuvo  así, sin moverse, así en esa postura sus labios volvieron a recorrer mi cuello y hombros, en lo que yo me acostumbraba a su presencia en mi interior, en estos momentos, al tenerlo tan cerca, le dije al oído casi con un hilo de voz poco más o menos inaudible, -deja de hablarme de usted, ahora soy tuya, soy tu mujer, y no tienes que hablarme de esa forma-, y diciendo esto, fui yo la que empezó a mover las caderas, entonces ya fuera de mi misma, lo abrace por la espalda y consecuentemente las arremetidas a mi vagina crecieron frenéticamente, estaba como loca y le decía, -cógeme Quique, cógeme-,  -Pues eso estoy haciéndote Lety-,  me decía ya sin tratarme de usted, -Pero muévela, mueve fuerte tu verga, quiero sentirla hasta dentro-, le repliqué ya loca de placer.



Esa petición llena de lujuria al parecer surtió efecto en Quique, ya que de inmediato me la empezó a meter y a sacar con furia, ya estaba totalmente adaptada al tamaño y mis jugos se mezclaron con los suyos para lubricar mi rajita, así que el vaivén fue delicioso, el se agarró a la orilla y yo me abrazaba a su cuerpo y lo besaba, su olor masculino se me impregnaba, podía sentir como salía y entraba de mi  interior frenéticamente, y por cada envestida de su miembro, los dos gemíamos y gritábamos sonoramente de placer, a veces me sacaba la verga por completo, y luego me la dejaba ir dentro con furia mientras le gritaba al sentir como se abría paso hasta pegar sus bolas en mi culito –no pares Quique, por favor no pares de hacerlo-, en ese momento entrelacé mis piernas sobre las caderas de Quique y elevaba el culo esperando la máxima penetración de él, cuando él subía, yo bajaba, para a continuación ir al encuentro de aquella penetración que me hacía subir al séptimo cielo.



El mundo había desaparecido, solamente existíamos una mujer con su hombre que tenía encima; que además resultaba ser su alumno, al que lo veía como un sobrino, y que ahora se había convertido en el hombre más excitante que yo hubiera imaginado, Quique, ese joven que me estaba cogiendo resultaba ser una maquinita sexual de larga duración.



Acusé los estertores de una inminente corrida, mis piernas empezaron a cosquillearme, mi abdomen bullía y sentía como mis tetas crecían al anunciarse la llegada de mi orgasmo, fue delirante, un auténtico choque eléctrico mientras su verga estimulada por los jugos de mi orgasmo aceleraba su vaivén, porque debido a eso, el pudo aumentar el ritmo en que me tomaba, -¡me vengo Quique!, ¡me vengo, ¡por dios, me vengo!!-.



A pesar de esto, el no paró, siguió cogiéndome ahora en un ritmo más rápido, para entonces ya estábamos empapados en sudor tanto de el como mío, mi cuerpo me decía que mi siguiente orgasmo no tardaría en llegar, pero al parecer el quería alcanzar el suyo mientras me cogía sin piedad, mis manos tocaban su cuerpo firme y musculoso, acariciaba sus hombros, los bíceps, su espalda y sus caderas; yo estaba encantada de tener encima un hombre tan atractivo y caliente como lo era el.



A los pocos minutos de ese rico mete y saca de su verga en mi vagina, sentí como mi orgasmo venía en camino, grite de placer, -¡Quique!, ¡por dios me vengo otra vez!, ¡En – ri - que!-, me agité, gemí, y apreté mis brazos y piernas alrededor de su cuerpo al estremecerme por este nuevo orgasmo y cuando seguía disfrutando ese placer incomparable, su cuerpo se puso más rígido, y varios gemidos ahogados se sucedieron, -Lety, me vengo yo también, me vengo-, y entonces su verga empezó a dispararme una avalancha de semen espeso y caliente, una y otra vez sentía como se estaba vaciando en mi interior, sentía también el golpeteo de su líquido seminal saliendo con fuerza de su órgano mientras nos estremecíamos por la intensidad de su primer orgasmo que se unía al mío; fue increíble que los dos casi hubiéramos terminado al mismo tiempo, yo estaba algo agotada, al grado que no sentía ni su peso y no me importaba nada haber quedado empapada de su sudor, ya estaba perdida en el placer del orgasmo aunque sentía perfectamente uno a uno los disparos de su verga en los estertores finales de su venida.



Quique soltó un largo suspiro, y termino de eyacular hasta la última gota de su semen en mi interior, y cuando su verga comenzaba a perder su erección, la saco de mi interior, en su cara era evidente el orgullo que sentía al haberme cogido, a manera de final me golpeó con su glande en mi rajita y me impregnó con la última gota de semen que afloraba en su instrumento, coronando con su rocío mi flor, como una rúbrica a la fenomenal cogida que acabábamos de darnos.



Quique se recostó a lado mío, y aun agitados por todo lo que habíamos hecho, me di la vuelta, lo vi a la cara, y le dije, -¿te a gustado Quique?, ¡te a gustado tener sexo con tu maestra?-, el solo me miro a los ojos, y después de un par de segundos me dijo, Claro que me a gustado, tu sabes que desde cuando quería que me dieras el si, pero siempre ponías como pretexto la edad, y no tuve opción mas que hacerlo de esta forma-, le di un beso en sus labios, le sonreí, y le dije, -no importa como lo hallas hecho, lo que importa es que lo hiciste, y lo que importa mas es que a mi me gusto demasiado estar contigo, y volverme a sentir mujer, y una mujer deseada-, ya no se dijo más, y nos abrazamos como verdaderos amantes.



Estábamos completamente satisfechos, o al menos yo estaba satisfecha, ya que a los cinco minutos de estar abrazados, sentí como su miembro comenzaba a crecer de nuevo, abrí los ojos como platos, baje una de mis manos, y al sentir su verga de nuevo bien dura le dije, -baya baya, al parecer estas listo para hacerlo otra vez ¿verdad?-, el me sonrió y al oído me dijo, -si, estoy listo, y esto es para que te des cuenta como me pones, y lo mucho que te deseo-, lo masturbé por un par de minutos, nos besamos en la boca, y a continuación volvimos a acariciarnos sin decir nada más.



Con cada una de sus caricias, mi cuerpo se volvía a estremecer como si fuera la primera vez que el lo hiciera,, y en un momento, hice algo que nunca pensé hacer, algo que ni a mi marido se lo había hecho, lo deje de besar, y ya estaba de nuevo caliente y deseosa de el, lo puse mirando al techo, y su verga se miraba mas grande y gorda de lo que había estado instantes antes.



Me abrí de piernas, colocando cada una a los costados de su cuerpo, lo mire a los ojos, y sin decir nada, me fui sentando poco a poco, hasta que su glande hizo contacto con mi rajita, por lo que me dio un escalofrío que me recorrió toda mi espina dorsal, agarré su verga y recorrí con su cabeza toda mi rajita, desde atrás hasta el clítoris, jugaba con él y volvía hacer el movimiento para recorrerla toda, tiré mi cuerpo un poco para atrás para que el viera como su verga tocaba mi rajita, -¿ya viste mi amor?-, le dije sin soltar ese pedazo de carne.



-Por dios Lety, esto es más de lo que había imaginado, es delicioso, y excitante-, me dijo con los ojos serrados por la excitación, yo solo pude sonreír ante tal oración, y sin dejar de agarrar su verga, con su cabeza seguí recorriendo mi rajita, la cual estaba súper mojada, poco a poco cuando recorría mi cuevita, bajaba un poco más para meter su verga en mi interior, hasta que su cabeza estuvo adentro de mi.



-¿Estas listo Quique?, le pregunte mientras colocaba mis manos en su pecho para tener mas apoyo, -yo si estoy listo, la pregunta es, ¿tu lo estás?, ¿estas segura de continuar con esto?-, me dijo al tiempo que acariciaba mis piernas, -pues claro que quiero continuar, quiero volver a sentirte en mi interior-, y dicho esto, el puso sus manos en mis nalgas, y yo me deje caer despacito sobre el, y su verga se fue clavando en mi, lento como la primera vez, pero ahora más excitante porque era yo quien controlaba la penetración.



Me detuve cuando noté que ya tenía la mitad adentro de mi, -nunca había disfrutado tanto del sexo-, le dije mientras echaba mi cuerpo adelante para darle un beso en la boca, me reincorporé, y proseguí con la penetración,  sentía como su verga iba llenando todo mi interior, que placer tan indescriptible sentía en ese momento, tuve un nuevo orgasmo mientras me iba penetrando despacito, por lo que clavé mis uñas en su pecho, mientras pasaba mi orgasmo, Me seguía penetrando hasta que estuvo todo adentro, dejé caer mi peso encima de esa hermosa verga que me llenaba todo mi interior, -espera un poco-, le indiqué, ya que me sentía completamente llena, el colocó sus manos en mi cadera, y acto seguido, empecé a subir y bajar por ese duro mástil, cada bajada era un gemido mío, y con forme mi excitación aumentaba, también lo hacían mis subidas y bajadas, de esta forma me hizo tener otro orgasmo, y al mismo tiempo llegó el suyo, y descargó su semen dentro de mí otra vez, fue un placer indescriptible, me dejé caer sobre él, y lo abracé dejando su verga aún en mi interior, y aún así, la sentía igual de dura y parada que antes.



-No me la saques, aún no me la saques por favor-, le supliqué al oído cuando pude hablar, ya que la excitación no me lo permitía, y como única respuesta, el me abrazó tan tiernamente, que me sentí segura, sentí que nada podría pasar ahora que era de el, poco a poco sentí como su verga fue perdiendo dureza, y por consiguiente se fue saliendo de mi muy lentamente, entonces me paré, y me recosté a lado de el, lo volví a abrazar, ya que quería sentirme protegida, nos besamos con una ternura tal, que parecía que éramos pareja desde hacia tiempo.



-Sabes Quique, nunca lo había disfrutado tanto, le dije, -ya me lo habías dicho Lety-, me respondió con un beso en los labios, -lo sé, pero en ese momento estábamos en plena faena, y lo dije por el calor del momento, pero ahora ya más tranquila, me doy cuenta de que en verdad, nunca había disfrutado tanto del sexo como en esta mañana a tu lado-,  le dije mientras acariciaba su cara, -¿en serio Lety?-, -claro que si, has sido el mejor con el que e estado, ni siquiera mi marido me había hecho sentir tanto, gracias Quique, en verdad gracias-, y terminando de decir esto, nos volvimos a besar con verdadera pasión.



Después de 10 minutos de descanso, nos levantamos, nos empezamos a vestir, y cuando me iba a poner mi tanguita, el se acercó a mi, y me dijo, -¿me regalas eso?, solo para tenerlo de recuerdo- -claro que si mi amor, si la quieres, es tuya-, así que la tomé, la hice bolita, y se la entregue, no sin antes volverlo a besar, y luego termine de vestirme, y mientras volvió a la computadora para apagarla, yo fui a donde estaba la cafetera, y me prepare un café para intentar recuperar algo de energía perdida debido a la faena anterior, y a los orgasmos que había tenido.



No lo escuche acercarse, y solo sentí como me abrazo por atrás mientras daba un trago a mi taza de café, -entonces, ¿ahora si me dirás que si?-, deje mi taza, me volteé, le lancé mis brazos al cuello, y le dije, -¿darte el si?, creo que el día de hoy te di algo mas que el si, ¿no crees?-, -creo que si, pero ¿ahora somos algo?-, me dijo acercando su cara a la mía, -bien, antes eras solo dos cosas para mi, pero ahora eres tres, antes solo eras mi alumno, y después fuiste mi sobrino, pero ahora eres, mi sobrino, mi alumno, y mi amante, y eso nada lo va a cambiar-, y con una sonrisa nos besamos, para acto seguido irnos a nuestros respectivos salones de estudio, ya que las clases no tardarían en empezar, el para ser un alumno, y yo para ser una maestra.



Desde entonces, el y yo tuvimos una bonita relación dentro y fuera del plantel, dentro solo repetimos esto un par de veces más, y lo manteníamos en secreto, pero fuera, éramos una pareja más a pesar de la diferencia de edad, y dimos rienda suelta a nuestra pasión, teniendo más encuentros, durante 8 meses, meses en los que me sentí una mujer plena, realizada, pero sobre todo, me sentía una verdadera mujer a lado de mi Quique.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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