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Categoría: Incestos

Mi sobrina Verónica

CAPITULO 1

EL INICIO

Verónica es una muchacha con un carácter un poco complicado, cuando está de buen humor, su risa se escucha por toda la casa, pero cuando está enojada, que es la mayor parte del tiempo, pasa seria, y es difícil entablar una conversación con ella, se encoje de hombros se coloca sus audífonos y se encierra en su mundo.

Con sus casi 19 años, de estatura media, alrededor del 1,65 y un cabello lacio y largo hasta media espalda, de un color castaño oscuro, muy bonito en verdad. Su rostro un tanto fino, ojos grandes de color café claro, lleva lentes y eso le hace ver muy intelectual. Sus labios carnosos y muy sensuales, que cuando está en plan de coqueta, no pierde la oportunidad de sacar un poco su lengua y mordérsela de una manera muy sexy. De piel canela, una tersura deliciosa, espalda un tanto ancha, y no porque haga deporte, sino por genética, unos pechos grandes, imagino que no alcanzaré a tomarlos completamente con mis manos, muchas veces los esconde, parándose mal, y sacando la espalda como un cargador de mercado.

Su cuerpo es muy bonito, tiene unas caderas anchas, piernas un tanto largas y bien formadas, y aunque no tiene una cintura de avispa, provoca abrazarla de esa cintura y atraerla hacia uno, para tocar ese trasero redondo y firme que se nota tiene. Su voz es, como describirla, diferente, tiene un toque carrasposo que la hace tan sensual al escuchar.

De cariño todos le dicen Vero, y es sobrina de mi esposa, y he de reconocer que se parecen mucho las dos. Hace un tiempo acabó sus estudios de colegio y está estudiando la universidad, y aunque nunca fue un cerebrito para los estudios, no tuvo mayor problema en pasar los años.

En cuanto al amor, nunca se le escuchó de novios o pretendientes, y si los tuvo, seguro los tenía fuera de casa, donde nadie se entere. Como lo hacen la mayoría de adolescentes actualmente. Aunque a mí me había confesado, que si había tenido uno que otro, pero que ninguno le dudaba mucho, porque eran unos idiotas, no sé a qué se refería con eso.

Cuando yo me casé, ella era muy pequeña y creo que no le caía muy bien, como mi hermana y mi cuñado vivían fuera de la ciudad, no los veía mucho, pero de todas maneras, pasando el tiempo vino a vivir con sus padres a la ciudad, las cosas fueron cambiando, y muchas veces conversaba conmigo mucho más que con su misma familia.

Aunque no ocurría muy seguido, en ocasiones me escribía un “hola” y empezábamos a chatear por largo rato, en otras ocasiones yo le buscaba o le dejaba un mensaje que ella leía incluso pasados algunos días, siempre conversábamos de cosas que le pasaban, o simplemente de trivialidades sin importancia, me encantaba hacerla reír.

No tengo idea de cuando empecé a verla como mujer, pero si hago memoria, pienso que fue en una ocasión en la que por alguna situación nos reunimos entre semana la familia de mi esposa y nosotros, ella llevaba puesta el uniforme de su colegio, veamos si mi descripción hace méritos de cómo la vi aquella vez.

Llevaba una falda plisada color gris hasta un poco más arriba de las rodillas, medias panty nylon color brandi, unos zapatos de taco pequeño de color negro que hacían juego con su chaqueta formal de color negro. Una blusa de manga larga y cuello formal de color blanco que llevaba fuera de la falda a manera de rebeldía, su cabello suelto, pintada los ojos y un brillo labial en sus labios. La fantasía de una colegiala para cualquier hombre.

Noté que, por efectos de la pubertad, sus caderas se habían ensanchado y sus piernas estaban más gordas y contorneadas, sus pechos también habían crecido y se notaba que los botones de su blusa luchaban por mantenerse unidos, pude apreciar un sujetador de color negro que abrazaba esos delicioso y virginales pechos.

Caminaba de una forma sensual, moviendo las caderas y haciendo sonar los tacos, como para llamar la atención, nada mas de verla, sentí algo que nunca había sentido al verla, una erección descomunal que tuve que ocultar como pude, manteniéndome sentado, pero no podía disimular comerla con la mirada, repasar la forma de sus piernas cruzadas al sentarse o el movimiento de sus caderas cuando caminaba.

Ya no era esa niña que corría haciendo diabluras por ahí, con el resto de primos de contemporánea edad, sino era prácticamente una mujer, una muy hermosa mujer. Aunque sus actitudes en momentos todavía un tanto infantiles, físicamente de una manera muy fácil y obvia, podría ser objeto de deseo de cualquier hombre.

Nuestra familia tenía la costumbre de reunirse ante cualquier oportunidad, cualquier cosa era un pretexto para hacerlo, yo con el tiempo me había acostumbrado a estas reuniones, aunque en principio eran un tanto aburridas para mí, trataba de disimularlo de la mejor manera.

Pero desde que me di cuenta la mujer que tenía por sobrina, seguía haciéndome el rogado en asistir a esas reuniones, aunque por dentro me moría de ganas por morbosear el cuerpo de esa deliciosa adolescente.

No perdía la oportunidad para disimuladamente tomarle fotos o grabar un video de ella, para luego en su honor tener una buena sesión de pajas. Yo creo que Vero si se daba cuenta, y hasta le gustaba.

En ocasiones me pedía ayuda con sus tareas y yo con una paciencia increíble la ayudaba, ni con mi propia hermana o hijo he tenido tanta paciencia como con ella. Y de vez en cuando la tomaba de sus manos, unas manos delicadas y muy finas, de dedos largos, y entrelazaba sus dedos con los míos, ella se dejaba, no sé por qué.

Si a alguna reunión yo no podía asistir puntualmente y me demoraba por cuestiones del trabajo, según me contaba mi esposa, ella preguntaba a cada rato donde estaba yo, hasta que yo llegaba, e incluso hasta su propia madre, mi cuñado le molestaba diciendo “ya llegó por quién llorabas”, ante lo cual yo me hacia el desentendido, al igual que ella.

Con el tiempo las reuniones familiares, me daban la oportunidad de notar que ella se sentaba frente a mí, aunque alejada, pero de una manera en la que muchas veces quedábamos frente a frente, y más de una ocasión la sorprendí mirándome fijamente, como analizándome.

Últimamente me daba cuenta que su forma de vestir había cambiado, antes se vestía con ropa floja y hasta un tanto fachosa. Y últimamente se ponía unos pantalones de mezclilla apretados, que resaltaban su figura, y unas blusas semitransparentes, muy bonitas que permitían ver su top negro que era el que generalmente usaba.

En ocasiones la encontraba con vestido, de esos que están de moda en las mujeres actualmente, en una sola pieza, y hasta un poco más arriba de las rodillas, sin mangas y un escote en V.  Mi esposa en más de una ocasión, me comentaba, que no le gustaba ver a su sobrina así porque se daba cuenta que ya no era la niña que ella conocía, sino toda una mujer, yo hacía como que no le daba importancia al comentario, pero en mi interior, obviamente pensaba en que ya era toda una mujer.

Aunque yo le llevo casi el doble de edad, no puedo negar las innumerables ocasiones en que ella ha sido causa de mis sueños húmedos, y locas fantasías eróticas.

No sé si ella no se da cuenta de lo linda que es, pero según he conversado con ella tiene ese complejo de que no es bonita, no sé si es porque alguien se lo dijo o simplemente no confía en sí mismo. Hasta pasó por una etapa, la misma que pasan todas las mujeres, que está “gorda”, aunque ellas se vean deliciosas, delgadas, esbeltas, pero ellas siguen viéndose “gordas”.

Yo no pierdo la oportunidad de decirle que se ve bonita o muy linda, cuando se viste bien, y preguntarle qué le pasa cuando anda fachosa y hasta con ropa unas cuantas tallas sobre su medida normal.

Recuerdo el día de su grado, esperaba verla con su uniforme, ese que le quedaba tan hermoso, de hecho, la vi así y yo andaba con una excitación interior que no alcanzaba contenerla. Pero luego en la reunión de la casa por su grado, se fue a su dormitorio y bajó más tarde totalmente cambiada, “por Dios”, dije en mi interior.

Venía vestida con un pantalón de mezclilla apretado color azul desteñido, bastas dobladas, zapatos de taco alto, una blusa negra semitransparente sin mangas, un top negro, el cabello suelto, unos aretes de argolla, un collar largo sobre su blusa, y maquillada de una forma sutil pero hermosa. Obviamente esos tacos altos hacían que su trasero se empinara más, estaba una diosa, una completa belleza, y yo con mi miembro a mil por ella.

La saqué a bailar algunas veces, le dije lo linda que estaba, pero no quería pasar por demasiado obvio, y tuve que dejarla y hasta salirme del salón e ir a ayudar a la familia con sus cosas, porque estoy seguro que, si seguía ahí un poco más, terminaría por raptarla o por lo menos robarle un beso. Con esos tacos estaba casi de mi porte y ver sus pechos más cerca de mi rostro y ese trasero hermoso a la altura de mi miembro, era una visión maravillosa.

Yo trataba de no tener pensamientos raros con ella, pero cuando más me alejaba, el destino hacia que nos reuniéramos y al verla, todos mis intentos por olvidarla, se venían al suelo. Mi vida se estaba poniendo complicada, sobre todo cuando notaba ciertas actitudes en ella que me hacían pensar:

“no juegues con fuego bonita, te puedes quemar, nos podemos quemar los dos".

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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