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Categoría: Incestos

Mi sobrina María Victoria

Me llamo Carlos, tengo 53 años y entre varios sobrinos y sobrinas, tengo una sobrina de 18 casi 19 años que se llama María Victoria, pero que todos conocemos como Vicky.

Vicky ha de medir 1,65 metros, tez trigueña, cabello castaño, hermosa sonrisa, buen cuello, tetas generosas y erguidas, buen culo, lindas piernas en un contexto de una chica que practica deportes desde hace años.

Vicky, además, es mi ahijada.

Hace un tiempo advertí que en las reuniones familiares me observaba fijamente mientras yo hablaba con otras personas en la mesa, al comienzo no le di importancia, pero al repetirse la actitud, me sentí algo incómodo por temor a que alguien más se diera cuenta.

Así pasó el tiempo, pero ante la persistencia, la empecé a mirar con otros ojos, descubrí un brillo distinto en su mirada, me maravillé de sus tetas, de su culo, de sus piernas, de su cuello y de su boca; pero tenía temor de equivocarme o bien, quedar como un viejo boludo ante el coqueteo de una pendeja que estuviera histeriqueando.

Transcurrieron los meses, hasta que una tarde la tropecé en la calle, justo en la entrada del edificio donde tengo mi oficina –trabajo independiente−, nos saludamos con un beso en la mejilla, cambiamos unas palabras (sus ojos brillaban), y se escuchó un fuerte trueno al mismo tiempo que empezaron a caer grandes gotas de lluvia.

—Entremos que nos vamos a mojar, acá tengo mi Oficina —dije yo.

—¿Acá? —preguntó.

—sí, acá —respondí.

Entramos al Edificio, llame el ascensor, subimos y mientras ascendíamos note su respiración algo agitada y no paraba de mirarme a los ojos.

Llegamos al piso, abrí la puerta de la Oficina, entramos, cerré la puerta con llave, encendí las luces y le dije:

—Pasá, —señalando hacia el fondo donde tengo mi privado.

Caminó delante mío, y yo la seguí admirando su turgente culo, que se movía debajo de un vestido de verano, de algodón o algo así, y que dejaba adivinar una diminuta tanguita.

Entramos al privado, por la ventana se veía una copiosa y ruidosa lluvia, le acerqué una silla, pasé al otro lado de mi escritorio, encendí la PC y le ofrecí un café, ella aceptó.

Serví ambos cafés y procedí a abrir el correo, deseché mensajes sin importancia y mientras leía y respondía los demás, Vicky sorbía su café lentamente y encendió un cigarrillo.

No sabía que fumabas, le dije, ella respondió:

—En mi casa no lo hago porque mi papá me mata.

La miré mientras hablaba y seguía con los ojos brillantes y ahora, con los labios también brillantes como si se hubiera pasado la lengua. Terminé con el correo, encendí por mi parte un cigarrillo y mirando hacia la ventana exclamé:

—¡Qué manera de llover!, parece que no te vas a poder ir.

—Si no te molesta tío, me quedo hasta que pare.

—No hay problemas, pero te vas a aburrir.

Ella me miró y suavemente me dijo:

—No creas tío.

Se levantó de su silla, tomó los pocillos de café, fue a la pequeña cocina, los lavó y volvió a mi privado, tomó asiento y como al pasar me dijo:

—¡Las pelis porno que habrás mirado acá solo!

—Para nada, —respondí y pregunté rápido— ¿Vos querés ver?

—Ay tío, me da vergüenza.

—¿Vergüenza? —exclamé— pero si soy tu tío y además tu padrino.

Mientras dialogábamos, abrí el Explorer, busqué una peli porno, le di al Play y dije:

—Vicky, vení, sentate en mi sillón así ves mejor, —me levanté ella se sentó y yo quedé parado detrás del respaldar.

En la pantalla del monitor, una presunta madrastra seducía a su hijastro sentados en un sofá, le tomaba la mano y se la hacía pasar por la concha, después le amasaba la pija por sobre el pantalón, abría el cierre, sacaba la pija y se la empezaba a lamer y chupar.

A esa altura, Vicky respiraba profundo y yo tenía la verga durísima.

Saqué mis manos del respaldar y las apoyé en sus hombros, no dijo nada, apreté suavemente sus hombros, subí un poco las manos y acaricié su cuello. Ella quieta y muda, sólo respiraba profundamente y se veían sus tetas moverse al ritmo de la respiración.

Bajé suavemente las manos, deslicé los breteles de su vestido que cayeron al costado, Vicky quieta pasaba sus manos por sus piernas. Baje los breteles de su corpiño y, ahí se arqueó mirándome hacia arriba. Su rostro reflejaba una tremenda calentura.

Bajé las manos hacia sus tetas, las saqué de las tasas del corpiño y comencé a acariciárselas, masajeándole los pezones que estaban totalmente erectos, mientras hacía esto, me incliné y la besé en el cuello. Deslicé una de mis manos hacia su entrepierna y le acaricié la conchita por sobre la falda. Ella entreabrió algo sus piernas, subí la falda y metí mano en la tanguita, estaba muy mojada y su conchita muy caliente. Sin dejar de acariciarle la concha, con la otra mano me abrí el pantalón y saqué la pija. Me erguí parado a su lado, Vicky giró la cabeza, me miró la verga y dijo:

—¡Tío, que pijota!

—¿Te gusta?, está así dura por vos y es toda para vos, —dije en voz queda.

Me agarró la verga son sus manos, le corrió el cuero, quedando al aire la cabezota morada, brillante por mis jugos.

Pasó la punta de la lengua por el orificio de la cabezota, luego por toda la punta mientras me acariciaba los huevos y, finalmente, mirándome a los ojos, se la metió todo lo que pudo en la boca. Boca llena de saliva y muy caliente, la tomé con una mano desde atrás de su cabeza para atraerla hacia mí.

Me chupaba la verga con muchas ganas, como si de verdad se la quisiera tragar, la saliva le salía por el borde de los labios, lo hacía muy bien, mi verga entraba y salía de su boca al ritmo de los movimientos de su cabeza. Saqué la pija de su boca, la besé, lengua con lengua mientras la volvía a acariciar la concha, la tomé de los brazos y la puse de pie, la abracé metiendo la pija entre sus piernas, amasándole el culo, besé sus tetas, las chupé al mismo tiempo que la manoseaba toda: concha y culo.

Vicky jadeaba, respiraba hondo, sus mejillas se colorearon de la calentura. Me saqué la camisa, el pantalón, el bóxer, y terminé de desvestirla a ella, que quieta esperaba que yo tome la iniciativa. La hice sentar en el sillón, levanté sus piernas para que las ponga arriba del escritorio, me arrodillé, abrí su concha con mis dedos, y comencé a lamerle el clítoris y a chuparle sus jugos, mientras con una mano amasaba sus tetas, se arqueaba y gemía, hasta que dijo balbuceando:

—tío, no sabía que eras así ¿Qué más me vas a hacer?

—de todo.

Me puse de pie, la tome de las manos, la levanté y le ordene quedo, que se ponga de rodillas en el sillón, la incliné hacia adelante para que se tome del respaldar, abrí sus nalgas y empecé a chuparle el ano y meterle dedos en su concha, ella estiró una mano hacia atrás acariciándome la cabeza diciendo: “Ay tío, ay tío…”.

Me erguí, pasándole la pija por la zanja del culo, de arriba a abajo, hasta que la emboqué en la concha, empujando de a poco, fue penetrando en esa conchita estrecha y jugosa. Vicky entre suspiros decía “ahhhhhh… ahhhhhh… tío nunca me habían cogido así, seguí, más, más…”.

Sus palabras me pusieron al máximo, la tenía agarrada de la cintura y le pegaba terribles cogidas, golpeando sus nalgas que se movían a cada golpe de pija, así estuvimos un rato, hasta que dijo: “Me acabo, tío, me acabo…”, se la enterré hasta el fondo y allí me quedé, mientras Vicky acababa entre espasmos.

Le saqué la pija, ella se sentó, la besé en la boca, largo beso de lengua, después le ofrecí la verga, ella la tomó la empezó a lamer y me la chupó, succionando con fuerza, hasta que le dije: “Me acabo…” se metió la verga todo lo que pudo en la boca, y allí literalmente exploté, cerró sus labios para tragar mi leche, la tragó toda y me chupó para sacarme hasta la última gota de la acabada.

Le ofrecí un cigarrillo, encendí uno para mí, me senté en una silla, y fumamos quedamente, relajándonos.

Terminamos el cigarrillo, ella se puso de pie, dijo:

—tío, voy al baño.

Fue y yo la miré irse, sin poder creer lo que había pasado, y al mismo tiempo mirándole el culo, mientras pensaba que algún día iba a ser mío.

Cuando volvió del baño, le ofrecí un whisky.

—¿Tenés tío?, Si, bueno dame uno con hielo.

Fui hasta la heladerita, serví dos whiskies con hielo, volví al privado, tomamos a pequeños sorbos, de pie, la tome de la cintura, la atraje hacia mí, la besé en la boca, en el cuello, y acariciaba sus nalgas, ella se froto contra mí, la verga empezaba a pararse otra vez, me la acarició, la agarró, la apretó en su mano, me miró a los ojos, se arrodilló y empezó a mamármela nuevamente.

Me pegó una terrible mamada, la pija entraba y salía de su boca toda mojada por su saliva, se la metía hasta la garganta y la sacaba despacio succionándomela, yo la tenía redura otra vez y con ganas de volver a cogerla.

La puse de pie y la indique que se pusiera de rodillas en una de las sillas sin apoyabrazos que tengo para mis clientes, se agarró del respaldo abierta de piernas y con el culo parado, me puse de rodillas detrás, le abrí la zanja y empecé a chuparle el ano lamiéndoselo y succionándoselo al mismo tiempo que le metía dedos en la concha y frotaba su clítoris.

Vicky balbuceaba algo que no se entendía y respiraba roncamente, me puse de pie y le ensarté la verga por la concha, hasta los huevos, la agarré de la cintura y le di tremendas cogidas, en cada violento empujón yo sentía que la cabezota de mi pija llegaba al fondo de su concha inundada de flujos, y en cada golpe ella largaba un ahhhh…. parecido a un gruñido.

—Tío dame más, dame más …

Y más le daba y mi sobrinita empujaba para atrás acompañándome en los movimientos.

Saqué la pija de esa concha encharcada, se la pase por la zanja del culo, y le golpee las nalgas a pijazos.

—Vicky, cambiemos, —le dije.

—Si tío.

Se puso de pie, me senté en la silla.-

—Vení, subite.

—Si tío.

Se montó a horcajadas, enterrándose la pija en su concha ardiente y jugosa, la agarré del culo y ella empezó a cabalgar mientras yo le besaba el cuello. Cabalgaba con la verga ensartada, moviéndose circularmente, jadeaba roncamente: “¡Ay tío!, me volvés loca”.

Suspiró profundamente, cabalgaba más fuerte, casi con violencia, yo sentía la pija ardiendo por sus jugos calientes.

De repente empezó a temblar respirando como con un ronquido: “Abrazame fuerte tío”.

La abrace con fuerza, me beso en la boca y dijo quedamente: “Acabo tío”.

Empezó a acabar, cabalgaba, jadeaba y gemía.

No paraba, se quedaba casi sin respiración, me clavaba las uñas en la espalda y se seguía moviendo, su respiración era un gruñido continuo. Eso duro minutos, no sé cuántos, yo estaba sorprendido.

De repente respiró hondo, se aflojó, cayeron sus brazos a los costados y se le cayó la cabeza hacia atrás, se la sostuve con una de mis manos, y con el otro brazo la tenía firmemente sujeta.

Respiraba profundo y casi con normalidad, abrió los ojos, sonrió.

—Tío, no sé qué me pasó, no podía terminar de acabar y casi me desmayo, me faltaba la respiración

—A lo mejor tuviste pequeños orgasmos seguidos.

—No sé, es la primera vez, a lo mejor es porque con tu pija me siento llena, siento que me llenas la concha y siento que me llegas al fondo.

Me besó en la boca, se puso de pie dirigiéndose al baño.

Serví dos whiskys, que tomamos lentamente, saboreándolos, mientras fumábamos en silencio

Habrán pasado cinco minutos o diez, no sé, le dio un pequeño sorbo a su whisky, se arrodilló entre mis piernas, me agarro la pija, le pasaba la lengua por la cabeza, se la metió en la boca y empezó a mamármela muy bien. Yo no había acabado antes, así que rápidamente mi verga se puso como un fierro, ella con movimientos de cabeza rápidos la metía y sacaba de su boca, ya sentía que iba a acabar, le puse una mano sobre la cabeza, Vicky adivinó, se metió la verga lo más que pudo en la boca y exploté.

Se tragó toda la acabada relamiéndose, me limpió la pija con su lengua, se puso de pie, me beso en la boca.

—Tío, ya dejó de llover, me tengo que ir a la Facultad.

Se vistió, me saludó y se fue.

Así terminó nuestro primer encuentro.

Estos encuentros se repetían una o dos veces por semana, según lo permitieran nuestras ocupaciones, siendo cada vez más calientes, lujuriosos, y libidinosos.

Si ella tiene tiempo me manda un mensaje de texto con un “Quiero”, yo a mi vez respondo con un “OK”, o un “No”, según las circunstancias, y a veces vamos a un Motel, para coger con más comodidad.

De a poco le fui enseñando algunas otras cosas, para moldearla morbosamente, para convertirla casi en mi esclava sexual, en un objeto de mis más bajos instintos, en una obediente puta.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 9
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