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Categoría: Infidelidad

Mi sobrina Lorena

Una historia excepcional en mi vida que así ocurrió. Llegué a casa de la oficina. Serían alrededor de las 18:00 hrs. Al bajar del automóvil miré a Rosa, la muchacha que nos ayuda con el aseo de la casa, salir de la casa con clásica bolsa de plástico y su chal.
- Ya me voy – me dijo presurosa – ahí está su sobrina Lorena.
- ¿Con mi mujer? – le pregunté.
- No, la señora llegará hasta la noche, hoy le toca su clase de danza.
- ¡Que te vaya bien! nos vemos mañana – me despedí de Rosa.

Mientras caminaba a la casa pensé en mi sobrina, hacía como cuatro semanas que se había casado y según sabíamos fue de luna de miel a Los Ángeles. Lorena mi sobrina es hija de la hermana de mi esposa, tiene 22 años, la misma edad que Catalina mi hija. Por ser hijas únicas ambas pasaron su infancia y juventud conviviendo mucho. Lorena es morena clara, de estatura mediana como 1.60 metros, de cara bonita, tetas pequeñas y muy buen cuerpo. Su cintura es pequeña y tiene caderas muy amplias. Le gusta usar faldas cortas con zapatillas que le hacen ver unas tremendas piernas. Ella pasaba temporadas largas en mi casa o mi hija en la de ella. Toda su adolescencia fue compartida hasta que empezaron a trabajar. Lorena como educadora y mi hija en un banco. A pesar de trabajar en diferentes actividades seguían siendo las grandes amigas. Seguramente venía a visitar a mi esposa. Puesto que debía saber que mi hija había salido de la ciudad por cuestiones de su trabajo y llegaría hasta el día siguiente.

Lorena estaba revisando los estuches de los discos compactos buscando música de su preferencia. Se alegró al verme y caminó rápido hacía mi. Iba como siempre, guapísima, con una blusa cerrada sin mangas, falda oscura corta de tablones y zapatillas negras altas. Nos saludamos con abrazo y un beso en la mejilla. Ella pegó mucho su cuerpo al mío y pude oler su delicado perfume. Sin soltarnos las manos intercambiamos saludos y palabras de bienvenida. Me hizo saber que tenía dos días de haber regresado de su luna de miel. Me platicó sobre lo que pasaron esos quince días en Los Ángeles, los sitios visitados, los parques de diversiones y Las Vegas, etc.

Yo le pregunté si sabía que Catalina mi hija estaba de regreso hasta el día siguiente. Pues pensé que seguramente quería platicar con ella sobre su matrimonio reciente. Me respondió que sí. Entonces pensé que deseaba ver a su tía.
Le pedí que esperara a su tía, que llegaría más tarde.
- Es que no vengo a verla – dijo – quiero que tú me ayudes.
- Bueno hija, dime en qué puedo ayudarte.
- ¡Estoy decidida! – dijo repentinamente.
- ¿Decidida a qué? – pregunté desconcertado.
- ¡A tener una experiencia como las de mi tía! – me respondió con cierto nerviosismo.
- Explícate Lorena – le dije - porque no entiendo nada de lo que me dices.
- Sí tío, lo que escuchaste, estoy decidida.
- ¿A qué te refieres exactamente? ¿decidida a qué? no te entiendo.
Ella quedó callada momentáneamente. Inspiró profundamente y me pidió seguirla a la sala. Nos sentamos frente a frente, ella en el sofá. Ella cruzó sus piernas y encendió un cigarrillo. Quedó pensativa unos segundos. Apagó el cigarrillo después de algunas fumadas prolongadas. Inspiró profundamente.
- Mira tío – me dijo acomodándose su largo cabello que caía sobre su rostro – yo imaginé que mi luna de miel sería muy especial…
- ¿Y no lo fue? – le interrumpí.
- En cierta forma sí. Sí fue especial pero no cómo yo la esperaba…

Me quedé escuchándole más desconcertado.
- ¿Te golpeó tu esposo? ¿Te trató mal? – le pregunté realmente preocupado.
- No tío, nada de eso. Al contrario, me trato muy bien….
- ¿Entonces?
- Déjame explicarte….-volvió a quedar pensativa-…pero como te dije, quiero que me ayudes y estoy decidida a experimentarlo.

Ella comenzó a explicarme brevemente su noviazgo con su novio. Dijo que había iniciado a tener relaciones sexuales con Héctor, su esposo, una semana antes de casarse. Recalcó cierta insatisfacción en sus relaciones puesto que en general fueron relaciones sexuales muy apresuradas, porque casi siempre lo hacían en casa de uno de ellos y con temor de ser sorprendidos por sus padres. Así que se imaginó que ahora ya casados sería diferente. Pero no. Héctor continuaba siendo muy rápido, al iniciar las caricias él intentaba penetrarla lo más pronto posible hasta eyacular y después ya no mostrar interés por ella. Ella había conseguido varios orgasmos, sobre todo la segunda y tercera noche de la luna de miel, pues su esposo le hizo el amor al menos cuatro veces cada noche. Después solo lo hacía dos veces o una y siempre apresurado, lo cual hacía que ella en algunas ocasiones no terminará. Ella pensaba que debería de disfrutar más de sus relaciones, ser más acariciada e intentar más posiciones y sensaciones.

Estaba yo sorprendido que Lorena me estuviera platicando detalles de su vida intima. Aunque por la forma cómo me lo contaba y el hecho de imaginármela haciendo el amor, comencé a calentarme. Yo disimulé mi excitación. Pensé que debía mostrar la madurez de mis 45 años.

- ¿Pero yo en qué puedo ayudarte? – le dije sin comprender que quería – ¿quieres que hable con Héctor… de hombre a hombre?
- No tío, nada de eso… yo quiero otro tipo de ayuda.
- Pues no veo otra forma como pueda yo ayudarte …
- Pues verás tío – me interrumpió - hace unos cinco o seis años, una noche que me quedé a dormir aquí con ustedes, vi algo que me gustó que hubiera pasado en mi luna de miel…

Me quedé completamente callado escuchándola.
- Esa noche me levanté de la cama con la intención de beber agua, camino a la cocina escuché suspiros que venían de tu cuarto. El corredor estaba oscuro y en el piso se marcaba un haz de luz proveniente de tu recamara ya que la puerta no estaba cerrada por completo. Me asomé un poco por la rendija de la puerta y los suspiros se hicieron más fuertes; eran de mi tía. Abrí un poco más la puerta y pude ver porque suspiraba de esa manera. Ella estaba sentada casi en la orilla de la cama, con las piernas totalmente abiertas, tú le estabas besando y chupando su conchita, mientras con tus manos levantabas sus nalgas. Verlos así me impactó. Quise alejarme pero la curiosidad me lo impidió. Mi tía te tomaba de los cabellos y se movía de una forma que no había duda que estaba disfrutando lo que hacían. Claramente oí que mi tía te decía que se estaba viniendo. Sus gemidos se hicieron más fuertes y su cuerpo tembló. Ella tomó con más fuerza tu cabeza queriendo meter tu rostro en medio de sus piernas. Después ella te dijo que también te lo quería chupar. Así que te pusiste de pie, abriste tu bata de dormir y mi tía se sentó para chupártelo. Mientras ella lo hacía, se acariciaba su conchita y creo que se masturbaba con su dedo. Después tú te acostaste en la cama y ella puso su vagina encima de tu cara, continuaron chupándose mutuamente. Mi tía quedó casi con sus nalgas hacía la puerta, por lo que pude ver cómo le abrías con tus manos sus nalgas y pegabas tu rostro sobre su vagina haciendo temblar y suspirar a mi tía. Ella dijo que se estaba viniendo nuevamente. En ese momento yo me retiré. Hasta de ir a tomar agua me olvidé. Regresé a mi cuarto pero no podía dormir. Estaba muy excitada y no dejaba de pensar en la cara de gozo que tenía mi tía. Imaginé que eso haría con mi esposo cuando me casara. Como no podía dormir, unos minutos después me levanté otra vez. Me acerqué a su cuarto, la puerta seguía tal como la dejé. Ustedes seguían haciendo el amor. Mi tía estaba montada encima de ti. Ella estaba de espaldas hacía mi. Cuando ella pidió que cambiaras de posición, yo estuve a punto de regresar a mi cuarto. Pero me quedé a medio camino. Estaba yo muy excitada. Regresé a espiarles. Ahora mi tía estaba de rodillas hincada, con su cabeza sobre la cama, levantando su trasero, no dejaba de suspirar. Tú estabas hincado sobre la cama, de espaldas hacia la puerta, por lo que yo no pude ver qué le hacías exactamente, pero seguramente la penetrabas desde atrás, así lo imaginé por tus movimientos. En un momento dado le preguntaste dónde quería ella que eyacularas. Mi tía te dijo que en su culo. Yo no pude ver cuando eyaculaste porque como te dije estabas de espalda a la puerta. Tú no te moviste de lugar, solo vi el movimiento rápido de tu brazo, creo que te estabas masturbando e imagino que eyaculaste cómo ella te lo pidió. En ese momento yo me retiré completamente excitada. Regresé a mi cuarto y me masturbé pensando que alguien me comía mi conchita y me hacía venir tal como había visto a mi tía. Tuve un orgasmo prolongado. Continúe masturbándome y me hinqué, en la misma posición como estaba mi tía, y me masturbe nuevamente hasta tener otro orgasmo, pensando que así sería cogida con mi esposo. Ahora que me casé, pensé que sí ocurriría, sin embargo, esto aun no ha pasado.

Al mirar mi cara de asombro, Lorena enfatizó:
- Sí tío, Héctor aun no me hace el amor como yo lo deseo.
- Pues no sé qué decirte…- lo cual era verdad-… por qué no se lo dices a tu marido. Habla con él, que te haga lo que quieres…
- Ya lo intenté – dijo con tono quejumbroso- varias veces lo he esperado desnuda, en cuanto se pone enfrente de mí, yo le abro mis piernas para ver si él se anima a besar mi conchita, pero no. Inmediatamente se ponía muy caliente, y lo que hace es penetrarme lo más rápido posible, muchas beses sin quitarse la ropa. Solo saca su pene muy erecto y me coge hasta venirse dentro de mí, sin importarle si yo alcanzó a terminar. Otras noches al empezar a acariciarnos y besarnos, a lo más que llega es a besar y chupar mis tetas, porque luego luego se pone muy caliente y lo que quiere es cogerme, sin intentar otro tipo de caricias. La primera noche vimos una película porno en el hotel, y cuando le estaban besando la conchita a la chica de la película le pedí que me hiciera lo mismo. Él me ignoró. La tercera noche de nuestra luna de miel le dije claramente que me gustaría que me besara mi conchita y me respondió que no le parecía correcto, que era algo sucio. Que cómo iba a besar el sitio donde mete su miembro y cosas así. Hizo sentirme mal me arrepentí de haberle pedido eso. Antier intenté mamarle su miembro, pero él no me dejo. Dijo que no iba a besarme después de tener su pene en mi boca. Nuevamente se molestó, incluso llegó a insinuar que eso solo lo pedían las prostitutas. Me sentí muy mal por sus palabras. Creo que el sexo oral es una fantasía mía que quiero de haga realidad muy pronto. La verdad es que quiero saber si los orgasmos con sexo oral son iguales a los orgasmos que he tenido. Solo quiero tener una vez esa experiencia.

Se hizo un silencio. No atinaba que decir. Me la imaginé masturbándose y cogiendo. Esto hizo que mi verga se parara, sin embargo, yo tenía que conservar la ecuanimidad.
- ¿Entonces qué es lo que quieres? ¿Qué podría yo hacer por ti? – le dije rompiendo en silencio, y sin saber qué consejo o sugerencia darle.
- Mira tío – me dijo con seguridad – quiero que me ayudes a conocer el sexo oral.
- Creo que yo no soy el más indicado para eso – le dije con tono calmado ocultando mi excitación, todo lo que me había contado me había puesto muy caliente – quizá debes pedirle a tu tía que te lo explique…
- No tío, mi tía no podría hacerlo…
- Claro que sí, ella te dará buenos consejos al respecto.
- No tío, creo que no me expliqué bien…lo que quiero es que tú me hagas el sexo oral.

Me quedé sin habla, no sabía que decirle. Solo sentí como una ola caliente subía de mis pies hacia mi cabeza. Nada más pensar en la posibilidad de mamarle su conchita, toda mi cabeza entró en confusión. La miré sin decirle nada.
- Solo será una vez – me dijo – te lo advierto, después de eso, te pido que lo olvidemos y continuemos como si nunca hubiera ocurrido.

Respiré profundamente y haciendo un gran esfuerzo para no irme sobre ella yo le dije que no parecía correcto, aunque desde luego que por dentro estaba yo hirviendo. Ella me argumentó que no podía pedirle eso a algún amigo de su esposo pues nadie era de su confianza y por esa razón había pensado en mí.

Guardando la calma, me levanté y senté junto a ella. Pasé mi brazo sobre su espalda colocando mi mano sobre su hombro. Le pregunté si realmente lo había pensado bien. Ella mirando a mis ojos, respondió afirmativamente con los movimientos de su cabeza.
- ¿Estás segura que así lo quieres? – le pregunté nuevamente.
- Sí tío estoy segura – respondió sin vacilar – solo te pido que quede como un secreto entre nosotros.

Mi mano fue directamente a la parte interna de su muslo. Lo acaricié subiendo poco a poco mi mano acercando mi mano a su sexo. ¿Estás segura que no te molestará que te toque tus partes íntimas? Como respuesta ella abrió sus piernas dándole acceso total a mi mano. Mi mano subió más por sus muslos, hasta que las yemas de mis dedos tocaron la suavidad de sus labios vaginales. Pude sentir la humedad de su vagina que ya había traspasado la tela de su panty. Saque mi mano y llevé la punta de mis dedos humedecidos a mi nariz. El olor del sexo de mi sobrina me embriagó. ¡Qué rico huele tu sexo! – le dije.

Lorena movió su cuerpo para descansar su espalda sobre el sofá, al momento que abrió más sus piernas. Yo me hinqué frente a ella. Coloqué mis manos por arriba de sus rodillas y las deslicé hacia arriba subiendo su falda y sintiendo la tersura de sus muslos. La falda quedó completamente arriba, sus gruesos y firmes muslos descubiertos se veían imponentes. Puse las palmas de mis manos sobre la parte interna de sus muslos separándolos lo más posible. Su intimidad quedó por completo frente a mí. Sus labios vaginales se dibujaban a través de la delgada tela de su tanguita. Comencé a besar la parte interna de sus muslos besando cada vez más cerca a su sexo. Lorena no decía nada. Se dejaba hacer. Le di un beso directamente sobre su vagina, aun por encima de su tanga. Ella se retorció un poco pero no dijo nada. Tomé las cintas de su tanga a los lados de su cadera y las jale con la intención de quitarle su calzoncito. Lorena ayudó levantando su cadera para que saliera. La tanga quedó enrollada, busqué el punto húmedo y lo lleve a mi nariz aspirando profundamente la frescura de esa conchita joven, recién estrenada, todavía olía a nueva.

Mi vista fue hacia la intimidad de Lorena. Ella abrió más sus piernas. Le miré su rostro, tenía los ojos medio cerrados, su pecho subía y bajaba rápido por lo acelerado de su respiración. Miré su sexo con detalle, su rinconcito estaba lleno de largos y abundantes vellos, apenas y dejaban ver sus labios vaginales muy rojos. Acerqué mi rostro a su sexo y hundí mi nariz en su vagina. Olía riquísimo, fresca, juvenil y jugosa. La punta de mi nariz se mojó con sus líquidos vaginales. Saqué mi lengua lo más que pude y la dirigí a la parte más baja de su sexo. Con la punta de mi lengua pude sentir la orilla de su ano. Subí mi lengua rápidamente recorriendo todo su sexo. La sensación de sus largos vellos sobre mi lengua es algo que no puedo describir. Lorena pegó un suspiro fuerte. Hice el mismo movimiento varias veces y luego moví lateralmente mi lengua, desde la parte de abajo cercana a su culito hasta el punto más alto donde se unían sus labios vaginales. Ahí pude sentir su pequeño clítoris erecto. Moví en muchas direcciones mi lengua sobre su clítoris. Lorena comenzó a gemir una y otra vez. Cuando quise mover mi lengua hacia la parte de abajo, ella estiró sus manos tomando mi nuca obligándome a regresar sobre su clítoris. Yo ya no moví mi lengua de ahí, la moví lo más rápido que pude hasta que Lorena dijo que se iba a venir. En ese momento pegué mi boca alrededor de su clítoris y comencé a succionar con fuerza. En pocos segundos el cuerpo de Lorena se tensó. Jaló con más fuerza mi cabeza hacia su sexo. Su cadera comenzó a moverse hacia arriba y abajo. Sus gemidos denotan que estaba en medio de su orgasmo. Yo puse mis manos en sus nalgas, atrayendo su sexo hacia mí y succioné con más fuerza sobre su clítoris como si quisiera beber todos los jugos que su vagina soltaba. Lorena gemía prolongadamente. Poco a poco sus gemidos fue siendo menos fuertes y su cuerpo se fue relajando.

Retire mi rostro para verle. Ella sonriendo satisfecha me dijo:
- Tío me vine muchísimo. Es la primera vez que me vengo tan fuerte.

Yo no le dije nada. Simplemente me puse de pie, desabroche mis pantalones lo bajé a mis rodillas junto con mi trusa, dejando mi verga bien parada frente a ella.

- ¡Tío – me dijo algo sorprendida – está más grande que la de mi marido!.

No le contesté. Simplemente puse mis manos a los lados de sus orejas y jale su cabeza hacia mi miembro. Ella ya no dijo nada. Simplemente la tomó con una mano la dirigió hacia su cara y abrió su boca para que mi verga entrara en ella. La comenzó a mamar suavemente. Casi la mitad de mi verga estaba dentro de su boca. Su mano estaba debajo de mis huevos sobándolos. ¡Qué chingona mamada me estaba dando! Luego puso otra mano sobre la base de mi verga y empezó a masturbarme despacio. Ella se quedó mirando cómo me masturbaba. No dejaba de acariciar mis huevos y masturbar mi verga. Mantuvo apretada mi verga muy fuerte en la base dejando la punta libre. Metió la cabeza de mi verga es su boca y continuo masturbándome y coordinando la mamada de la punta de mi miembro. Luego de unos minutos, ella puso sus manos a los lados de mi cadera, dejando que su boca mamara con libertad mi miembro. Mientras ella hacia esto levantó los ojos para verme. Nuestros miradas se encontraron y creo que los dos nos enviamos un mensaje que decía que tanto lo estábamos disfrutando. Ella colocó sus manos sobre mis nalgas jalándome hacia ella e intentó meterse toda mi verga en la boca. Yo ya no pude más. Me vine dentro de su boca. Mi venida la tomó de sorpresa por lo cual casi se ahogo con mi leche. Comenzó a toser y obviamente que sacó mi verga de su boca. Inmediatamente me masturbé muy fuerte para continuar con mi eyaculación. Mi semen cayó sobre su frente, otro chorro sobre un ojo. Lorena interpuso una mano para que no continuara echándole espermas y con la otra trató de limpiar su ojo. Yo seguí eyaculando aunque con menos intensidad. Los espermas resbalaron sobre mi mano para caer en los muslos de Lorena. Mi verga quedó semierecta palpitando. Yo aún me sentía muy caliente.

Ella buscó en su bolso de mano un paquete de toallas de papel y se limpió la cara. Me miró sonriendo diciendo que el sabor del semen le parecía muy raro.
- ¿Te gustó el sexo oral? – le pregunté.
- ¡Mucho! – dijo sonriendo.
-
Sacó un pequeño espejo de su bolso y miró su ojo, el rímel se había removido con el semen. Hizo el intento de buscar algo más en su bolso, pero yo detuve sus manos.

-Todavía no terminamos – le dije.

Ella me miró un poco desconcertada. Con movimientos rápidos puse sus manos sobre el respaldo del sofá, la tomé de la cintura levantándola del sillón y girando su cuerpo para que ella quedara hincada sobre el asiento del sofá y de espaldas hacia mí.

- ¿Qué me vas a hacer tío? – preguntó un poco nerviosa.
- No te preocupes – le respondí – también te va a gustar.

Levanté su falda hasta dejarla en su cintura. Al ver la posición en que ella había quedado, Lorena levantó su cola, cerró sus ojos y descansó su cabeza sobre sus brazos cruzados encima del respaldo del sofá.

¡Qué visión más impresionante de su sexo quedó ante mí! Sus abundantes vellos tapaban parcialmente su vagina. Sus vellos se extendían hasta su culito rodeándolo, éstos eran muy finos y pequeños que permitían ver por completo su ano. Su culito completamente cerrado y pequeño parecía un asterisco grande. Me hinqué. Mi cara quedó exactamente a la altura de su coñito. Con mis dedos separé los vellos de su vagina. Sus labios vaginales parecían una pequeña mariposa de alas anchas. ¡Qué hermoso sexo tenía Lorena! Separé ligeramente sus glúteos y hundí mi lengua lo más profundo que pude en su vagina. Lorena exclamó un ahh! y separó sus rodillas un poco más. Volví a meter mi lengua en su vagina. Mi nariz quedó sobre su culito. Aspiré el olor de su ano, me pareció delicioso. Inspiré con mi nariz fuertemente concentrándome en su olor. El aroma me enloqueció. Quise comerme todo. Comencé a pasar mi lengua por todo su sexo, incluyendo su ano. De hecho trate de abrir su culito con mi lengua. Lamía todo su sexo chupando y tragando los jugos que emanaban de su conchita. A cada rato regresaba a lamer su culito. Jugué muchas veces con sus labios y su clítoris chupándolos suavemente y dándoles pequeñas mordidas.

Yo comencé a masturbarme mientras le seguía comiendo su sexo. Mi verga no tardó en ponerse dura nuevamente. Lorena era un manojo de gemidos y suspiros. No había duda que estaba disfrutando mi mamada. Lamí cada milímetro de su vagina. Cuando mordí y estiré suavemente uno de dos labios vaginales, Lorena pegó un gemido muy fuerte, casi un grito, que incluso pensé que la había lastimado. La solté inmediatamente. En cuanto pudo ella habló:
- ¡Qué me hiciste tío que sentí riquísimo!

No esperé más, de dirigí a morder y estirarle el otro labio vaginal. Ella volvió a gemir una y otra vez. Puse su labio vaginal dentro de mi boca y lo succioné como si quisiera tragármelo. Ella gimió más fuerte. – Me voy a venir otra vez. Lo dijo Lorena al momento que comenzó a mover sus nalgas hacia arriba y abajo. Sus gemidos prolongados me indicaron que se estaba viniendo. Ya no pude soportar más. Me puse de pie y sin pensar en otra cosa que en cogérmela puse la cabeza de mi verga en la entradita de su vagina. Se la metí de un solo golpe. Entró toda. Tomé su cintura para apoyarme y comencé a cogérmela muy fuerte. Los golpes de sus nalgas sobre mi vientre eran sonoros. Solo interrumpidos por los quejidos de Lorena. – Otra vez me voy a venir – dijo Lorena entre sus gemidos. Comencé a meter y sacar mi verga lo más rápido que podía. Yo también sentí que eyacularía muy pronto.
- ¿Dónde quieres que eyacule? – le pregunté.
Ella no contestó. Creo que no podía hablar.
- ¿Quieres que eche los espermas sobre tu culito?
- Sí – contestó rapidísimo.
Eso hice. Ante mi eminente eyaculación, saqué mi verga masturbándola con fuerza para venirme. El primer chorro de espermas se estrelló exactamente sobre el ano de Lorena. Otras descargas de semen fueron sobre sus glúteos o sobre su vagina. Lorena pasó una mano por en medio de sus piernas para tocar el semen sobre sus partes íntimas. Ella embarró el esperma sobre todo su sexo, quedando una mezcla de esperma sus jugos y largos vellos. Dejó la punta de sus dedos sobre su clítoris. Su cintura subía y bajaba con fuerza arqueando su espalda. Creo que eran los momentos finales de su orgasmo. Los espermas que quedaron sobre mi mano los unté en sus nalgas.

Me senté agotado sobre el sillón cercano al sofá. Lorena se recostó boca abajo sobre el sofá también muy cansada. Así quedamos como cinco minutos. En cuanto se repuso me dijo:
- Fue fantástico tío. No imaginé que pudiera venirme como lo hice hoy.
- Cuando quieras hacerlo dime, con gusto te ayudaré.
- No habrá otra vez tío –dijo con seguridad- te dije que solo quería experimentar una vez.
Me quedé callado. Era cierto que eso había dicho.

- También se que vas a guardar el secreto igual que yo, pues a ninguno conviene que los demás sepan lo que aquí ocurrió – ella hablaba seria y con decisión. Ahora déjame pasar a tu baño a arreglarme.

Se puso de pie, tomó su tanga del piso y se retiró de la sala. Lorena tenía razón. Por qué hacer saber a mi esposa o su esposo lo que había ocurrido. Me quedé pensativo en lo suertudo que fui de haber poseído a una mujer tan joven y linda como Lorena.

- Ya me voy tío – venía con su ropa arreglada y su rostro maquillado.

Miré al reloj, eran las 19:50. Mi esposa llegaría alrededor de las 20:30.
- Si quieres esperar a tu tía – le dije – no debe de tardar.
- No, no quiero verla ahora. Solo dale mis saludos y dile que después vengo a visitarla.
Se despidió de mí con un pequeño beso en mis labios.
Me senté a pensar en todo lo que había acontecido.
Esto ocurrió hace diez años. Nuestras vidas continuaron como si nunca hubiese pasado nada entre nosotros. Recientemente Lorena nos visitó con su familia, su esposo y dos hijos. Estuvieron poco tiempo pues iban al cine. Al despedirse me abrazó fuerte y me guiño un ojo, diciendo que un día de estos vendría a visitarnos para platicar con más calma. Espero que el guiño del ojo sea la señal que he esperado durante tantos años.
Datos del Relato
  • Categoría: Infidelidad
  • Media: 5.24
  • Votos: 71
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