Ese día me sentía radiante, llevábamos un año siendo novios y pensaba prepararle una sorpresa. Aunque aún no vivíamos juntos, las cosas marchaban de maravilla, él era muy apasionado conmigo, siempre me estaba halagando y me hacía regalos… Así que lo había planeado todo para que esa noche fuera especial.
Unos días antes, había conseguido la llave de su piso y le había hecho una copia, con el fin de llevar a cabo mi sorpresa. Cuando él se fuera a trabajar, entraría en la casa y le prepararía una cena que no iba a olvidar, con velas, champán, algo típico pero muy romántico.
Salí por la mañana temprano a comprar todos los ingredientes que me hacían falta, cuando vi en el escaparate de una tienda de ropa el vestido ideal para la ocasión. Era rojo, de tela muy fina y semitransparente; no tenía tirantes así que dejaba los hombros al descubierto, quedaba ceñido hasta la cadera y después dejaba caer la falda hasta la mitad del muslo. Pensé que era algo atrevido, pero la ocasión lo merecía.
Cuando terminé las compras, sabía que él a esa hora estaba trabajando así que llegué a su piso y abrí con total tranquilidad. Todo estaba en silencio, tal como esperaba, pero de repente escuché un ruido en el dormitorio. No hice mucho caso, pero lo volví a escuchar y esta vez eran voces. Fui al dormitorio y ahí le vi, follando con mi mejor amiga.
Grité, les insulté y salí corriendo sin saber que iba a hacer. Él corrió detrás de mí por todo el piso hasta que me agarró por la cintura. Me decía que no me enfadara, que él me amaba y lo que había visto no significaba nada. Ella me pedía a gritos que no le contara nada a su marido.
Yo no dejaba de gritar y llorar, le empujé y volví a correr hacia la puerta, pero él me agarró de nuevo, me tapó la boca con una mano y con los brazos consiguió inmovilizarme. Ambos intentaban calmarme y me empujaban hacia la habitación.
Me empujó sobre la cama y se colocó encima de mí agarrando mis brazos para que no me moviera. Ella sacó un pañuelo que encontró en uno de los cajones y me ató las manos a la cama. Yo no sabía que estaban planeando, gritaba y les pedía que me dejaran. Él sacó otro pañuelo y me tapó la boca.
Ahí me encontraba atada en la cama por mi novio y mi mejor amiga, que estaban completamente desnudos mirándome. Salieron de la habitación y me dejaron sola. Me sentí muy asustada, no sabía lo que me iban a hacer, así que empecé a mover las piernas y el resto del cuerpo con la intención de desatarme, pero no pude.
Al rato entró ella, se había puesto el vestido que acababa de comprar. La verdad es que le quedaba muy bien, tan alta y rubia como es ella parecía una auténtica modelo. Eso me hizo enfurecer mucho más y no paré de patalear y retorcerme e intentar gritar, pero era inútil.
Ella se sentó en el borde de la cama y empezó a acariciarme el pelo. Me decía que me tranquilizara, que todo lo que había pasado era por diversión, que no había nada entre ellos y que él solo me quería a mí. Que olvidara lo que había ocurrido, me relajase y disfrutase del momento.
Esa última frase no la entendí hasta que entró él con el champán que yo había comprado y tres copas. Llenó las tres copas y las puso sobre la mesilla. Ella cogió una y se levantó, entonces él ocupó su sitio y empezó a acariciarme y a besarme por el cuello.
Me quitó como pudo la ropa que llevaba, así que estaba totalmente desnuda, atada y sin poder pedir ayuda. Él se apartó y ella se puso sobre mí, no llevaba nada debajo del vestido, así que notaba como nuestros pubis se rozaban. Yo hacía todo lo posible para que me dejara, pero mis movimientos solo conseguían que nos rozásemos cada vez más.
Me besaba por todo el cuerpo, succionaba mis pezones con su boca, los lamía, bajaba con su lengua por mi vientre, mi ombligo… No podía creerme que me estuviera excitando con una mujer, nunca había pensado que podría pasarme algo así.
Él mientras estaba de pie acariciándose su pene totalmente erecto con una mano y con la otra bebía de su copa observando todo el espectáculo. En un momento, ella se quitó el vestido, se acercó un poco más y comenzó a restregarme sus pechos con los míos. En contra de mi voluntad, mi cuerpo mostraba mi excitación, estaba totalmente mojada y mis pezones casi me dolían de lo duro que estaban.
Ella me decía que me relajara y me dejase llevar y, aunque aún seguía resistiéndome, dejé de hacerlo en cuánto noté que su lengua empezó a lamer mi vagina. Era una experta, me chupaba el clítoris e introducía su lengua hasta el fondo. No pude contenerme más y estallé en un gran orgasmo.
Al fin ella se separó de mí, se sentó en el borde de la cama y comenzó a chuparle el pene a mi novio. Lo que estaba viendo, lejos de ponerme celosa, me estaba gustando. Él se dio cuenta, así que la apartó y me quitó el pañuelo que tapaba mi boca. Se puso semi-sentado sobre mi pecho y metió su pene en mi boca. Comenzó a moverse lentamente, follándome la boca, yo chupaba con ansia, quería tragármelo todo y demostrarle que era mejor que la otra. Ella, mientras tanto, se masturbaba y pude oír como llegaba al orgasmo.
Mi chico estaba a punto de correrse cuando se separó. Me preguntó si iba a colaborar ahora y si le iba a obedecer, a lo que respondí que sí. Así que me desató y me ordenó que me pusiera en posición de perrita y le hiciera una mamada a mi amiga. Aquello no entraba en mis planes, pero ya no me pude negar así que lo hice.
Ella se sentó con las piernas abiertas y yo, a cuatro patas, comencé a lamer su vagina. Al principio sentí un poco de asco, ya que el olor y el sabor eran muy distintos al de un pene, pero luego, al escuchar sus gemidos de placer, empecé a excitarme y a hacerlo con muchas ganas.
Mi novio, que nos miraba, se puso detrás de mí y, de un solo empujón, me ensartó todo el pene en la vagina. Sus embestidas eran tan fuertes y rápidas que me empujaba cada vez más hacia mi amiga, metiendo incluso mi nariz en su vagina. Pero eso no parecía importarles a ninguno de los dos, que ambos llegaron al orgasmo entre gritos de placer y, a los pocos segundos, era yo la que conseguía mi segundo orgasmo.
Nos quedamos exhaustos, mirándonos sin decir nada. Luego ella me preguntó si le iba a contar lo ocurrido a su marido; le dije que no lo iba a hacer porque al final me había gustado la experiencia. Sonrió, se vistió rápidamente y se fue para dejarnos solos.
Él me miró, me dijo que me quería y que nunca me cambiaría por otra. Yo le abracé y besé, comprendiendo por fin el regalo que me acababa de hacer: abrir mis horizontes a nuevas formas de placer. Y esto solo fue el principio.
bastante gratificante y exitante mmmmmmmmmm, delicioso...ojala escribas mas relatos